Primero que todo, ¡HOLA, MIS ARAÑITAS! ahre. ¿Cómo están? ¿Yo? Fabulosa, como siempre. okno. Espero que se encuentren bien, y estén siendo buenas personas apoyando al romanogers/evansson con más ganas que nunca.
Les quería pedir una gran -GIGANTE- disculpas por haberme "desaparecido" de Fanfiction de esa manera tan abrupta XD Resulta que la universidad ha sido más aplastante de lo que pensaba, pero no les hablaré de esa pesadilla. Solo que he tenido una agenda ¿apretada? Sí, algo así. Lo cierto es que me estoy extendiendo, y no he ido al punto (¬.¬)
Aquí les vengo a dejar una historia que es Post-Civil War, porque esa película me dejó con ganas de más romanogers, y como romanogers shipper, obvio tengo una versión de qué sucedió después de la película. Actualizaré los viernes, como siempre, y no sé qué tanto dure este fic, pero intentaré no hacerlo largo.
Espero que les guste, y disfruten el primer capítulo.
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Capítulo uno: San Petersburgo.
Su última conversación se había dado en la Torre, con Tony. Le había dicho que no era la única que debía cuidar su espalda, porque sabía de la infiltrada y lo sucio que podía llegar a jugar el gobierno. Tenía experiencia con ello, cuando estuvo en la KGB, los mandatarios de la URSS manipulaban información para parecer inocentes y desvalidos, y darles buenos motivos a los agentes para poder cumplir las misiones a la perfección. Y cuando se negaban, recurrían al método factible: control mental.
Le fue inevitable estremecerse ante el terrible recuerdo de ser controlada, y lo doloroso que era el que le borrasen la memoria. Si cerraba los ojos, no necesitaba demasiado esfuerzo para recordar la cinta metálica que apretaba su frente, la placa que ponían entre sus dientes, las muñecas bien sujetas a la silla y el dolor de sentir como cocinaban su cerebro con electricidad. Estos recuerdos le llevaron a otro, donde alguien se encargaba de alejar las pesadillas con un abrazo en penumbras, unas dulces palabras y un suave beso en los labios. Las lágrimas se acumularon en sus ojos, pero ninguna de ellas cayó. Recordarlo aún era doloroso, aunque sabía que estaba bien en Wakanda, le dolía el hecho de haberle amado y que, una vez más, no se hubiese dado cuenta de que ella estaba allí.
Podía culparse a sí misma de ese sentimiento, pues fue ella quien dejó en claro que si mantenían esa especie de relación sin nombre no involucraría ningún sentimiento. Aunque eso a él no le importó en absoluto, pues seguía diciéndole que era hermosa y, para él, era perfecta. No supo cómo sentirse ante esa confesión, y solo le dijo "Jodete". Él se había echado a reír, y le había besado el cuello, diciéndole que no importaba su reacción, siempre sería perfecta. Cerró los ojos, cansada de ver el mismo paisaje, y recordó cuando le llamó después de la explosión en la sede de la ONU donde, lamentablemente, murió el padre de T'Challa.
Una pequeña parte de ella se alegró cuando le preguntó si estaba bien. Había sentido cuánto le importaba, y quizá así lo era, pero su cerebro no le permitía crearse ilusiones, cuando las palabras no estaban dichas o las acciones hechas, e incluso, si así lo estuvieran, le costaba creer. Esa era la palabra: «creer»; le costaba aceptarla, y él le había dicho que lo comprendía, porque habían jugado demasiado con ella, que entendía las razones.
Quizá, él si la quería después de todo, pero los acontecimientos le había demostrado algo diferente. Él había estado cuidando de James, había creado todo ese conflicto sin importarle que ella estaba en el bando contrario. Se preguntó si él haría lo mismo por ella, si ella fuese la fugitiva inocente y James quién esté en el bando contrario, ¿la defendería tanto? Negó con la cabeza, no era posible. Él tenía solo un par de años conociéndole mientras que James era su amigo de la infancia. Quizá ella era la segunda importante en su vida o, simplemente, no tenía ningún puesto relevante en ella.
Despertó en cuanto escuchó la voz de alguien llamándola en un ruso demasiado marcado. Era una mujer rusa.
—Señorita, señorita, despierte. —La mujer le movió suavemente del hombro.
— ¿Si? —musitó con la voz ronca.
—Hemos llegado —dijo la mujer con suavidad.
Nunca había conocido a una mujer rusa, o un ruso, que la tratase de esa manera, por lo que se sorprendió. Sin demostrar lo que sentía –como siempre–, se levantó de su asiento, viendo que el transporte estaba totalmente vacío, y bajó del autobús, con su maleta en mano. Le dio una mueca, similar a una sonrisa, al conductor y a la mujer, y siguió su camino hacia el interior de la estación de autobuses. Elevó su mirada al cielo, apreciando lo gris que estaba y no dudó en apresurar su paso, pues empezaban a caer las primeras gotas de lo que, seguramente, sería un chaparrón.
Llamó al primer taxi que vio disponible, y le dio la dirección a la que iría. A pesar de solo contar con unos cuantos rublos en efectivo –los que usó para trasladarse de Moscú hasta San Petersburgo–, el taxista no se puso exigente y aceptó lo que ella le daba. La llevó a una de las urbanizaciones más altas de la ciudad, dejándola frente a una casa pequeña de estilo ruso. Caminó hasta una de las paredes, una vez que el taxi se hubo ido, y presionó los números correspondiente para que la puertecilla a un lado de un gran portón de roble se abriera, dándole paso.
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Después de hacer unas cuantas llamadas, bajo el nombre de Natalia Shostakova, – ¿quién imaginaría que haría uso de su nombre de viuda?–, las personas que se hacían cargo de todos sus inmuebles, le llevaron todo lo que ella había comprado y guardado la última vez que había estado en ese lugar, hacía tres años. Tenía todo lo necesario, ahora solo tendría que terminar de organizar las cosas en su lugar, mientras remodelaba la casa principal, que gracias al último invierno, había sufrido unos cuantos deterioros. Sí que tendría trabajo en las próximas semanas.
Natasha no se preocuparía tanto por una simple casa, pero esa casa la compró cuando estuvo bailando para el ballet ruso, y creyó que tendría una vida normal, pero nada de eso ocurrió, evidentemente. Ella no se aferraba a cosas materiales, ni sentimientos, pero esa casa se había convertido en una especie de fortaleza donde podía ser quien quisiera, siempre sería ella sin importar cuantos nombres había tenido, ni cuantas personas hubo matado, esa casa le recordaba a la joven inocente que en algún momento fue. Aquella joven que creía en los sueños realizados, y el amor. Y ahora, no era ni la sombra de lo había sido.
La lluvia comenzó a caer, y su estómago rugía como león. Tenía ganas de comer algo de comida tailandesa, pero con esa lluvia no sabía si podría salir. Rebuscó en su bolso, y se encontró con unas cuantas barras de cereal que Steve acostumbraba a llevar a todas partes. Él había tenido una obsesión con ellas, y había comprado cajas como para todo un año, por lo que le fue imposible no volverse adictas a ellas también. Comió en pequeños bocado una de ellas, y preparó el lugar dónde dormiría esa noche. Una bolsa para dormir, más dos cobijas sería suficiente.
Tenía planeado ir a la mañana siguiente a comprar todo lo necesario, desde comida hasta materiales para la reconstrucción del interior de la casa. Pero, debería echarle un vistazo primero, para poder saber qué necesitaría. Tomó su teléfono, y comenzó a anotar lo que era realmente necesario para arreglar la vivienda, y empezaría por quitarle ese horrible color amarillo que tenía por dentro, y le quitaría la alfombra amarillenta para reemplazarla por el piso de madera que tanto le gustaba. Quizá si gastaría un más de lo esperado, pero valdría la pena.
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Tomó un respiro profundo, y vio la horrible mancha de humedad en la pared. En definitiva, allí caía una gotera. Siguió el rastro con la vista, y vio la diminuta iluminación que se filtraba por un agujero del mismo tamaño. Empezaría por las goteras que tenía, y esta era la quinta en la segunda planta. Ahora tendría trabajo de más. Pasó las manos por su pantalón deportivo, y con el marcador rojo que tenía en la mano, hizo una flecha una dirección a la gotera poniéndole el número cinco a un lado.
Volvió a echar un vistazo a todos los lugares, y se decidió por empezar a cubrirlas. No tardaría mucho, pues era pequeñas, y ella era rápida. Además, el clima estaba a su favor, así que no había razones para negarse. Ocupó uno de sus brazaletes, el cinturón con las herramientas que necesitaría, y una gorra para cubrirse el rostro del sol. Subió al techo por la escalera metálica que había encontrado en el sótano, y comenzó a cubrir los huecos.
Terminó después de las cinco de la tarde, cuando la temperatura había bajado, y la noche estaba empezando a caer. Dio un salto de las escaleras, cuando perdió el equilibrio, y sintió que su cabeza daba vueltas. Supo que era por la falta de comida durante todo un día de arduo, pero había valido la pena, el techo estaba reparado y podría empezar a restaurar el interior. Se dirigió a la casa, para darse una ducha con agua helada, y comer algo más que barras de cereal.
Apreciaba mucho el hecho de tener que hacer remodelaciones, no porque le apasionaban, sino porque le mantenían ocupada, y los sucesos de las semanas anteriores no le invadían ni en sueños. Su cuerpo estaba demasiado cansado como para resistir algo más, por lo que se tiró en el sofá, y se quedó dormida al instante.
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Aquí termina el primer capítulo. Sé que no es muy largo, y es porque no estaba segura si desarrollaría la historia, pero en vista de que llevo varios capítulos escritos, pues he decidido subirla, como ya saben, y no quise agregarle cosas al primer capítulo, porque me parece que está perfecto. ¿Qué me dicen ustedes? ¿Les gusta? ¿Qué creen que sucederá? Cuéntenme que les parece en los review. Y no se olviden de dar follow y fav, vivo de eso :v
Se despide, con mucho amor, su _delalluvia ahre.
