Disclaimer: Lo personajes de Final Fantasy VII no me pertenecen. Todos ellos son propiedad de sus respectivos creadores.

Sentimientos de una niña.

Prólogo parte 1.

«Es normal que te sientas atraída por alguien como Cloud, Shelke. A las chicas de tu edad siempre les atraen los hombres apuestos. Y Cloud es bastante apuesto, ¿verdad?».

El tono de complicidad que Tifa había usado para decirme aquellas palabras, me había molestado demasiado. Había sonado de manera muy maternal para mi gusto. Tifa no era mi madre, pero a menudo se comportaba conmigo como si en verdad lo fuera. Y eso no me terminaba de hacer mucha gracia que digamos. Todo el tiempo me trataba como si tuviera cuatro años.

Sin embargo, tenía que darle toda la razón a sus palabras. En toda mi vida siendo adolescente no había conocido jamás a un hombre más apuesto que Cloud Strife (antes, supongo, no los notaba. Era demasiado niña). Sus ojos increíblemente azules, sus cabellos dorados como finas hebras hechas de oro, y su actitud por demás enigmática, me habían cautivado desde el primer contacto. Pero no era sólo el hecho de que fuera apuesto lo que me atraía de él, como Tifa había dicho. No, claro que no. No soy esa clase de niña tonta que se descanta por ver un cara masculina atractiva enfrente nada más.

Cloud había logrado deslumbrarme con simples detalles desde que había tenido la suerte de conocerlo, apenas unos cuantos meses atrás. Cosas insignificantes para otros, tal vez, pero que para mí lo eran todo. Estar frente a él me bastaba para darme cuenta que para sus ojos celestes yo no era alguien invisible. Siempre, siempre podía mirarme con ese fascinante azul que tanto me gustaba. Él me notaba. Siempre lo hacía. Sabía que yo estaba ahí. Y eso para mí tenía más valor que todas las montañas de guiles del planeta. Para el resto del mundo, incluida mi hermana Shalua, yo, Shelke Rui era una cero a la izquierda. Una sombra difusa arrinconada en un feo lugar olvidado cubierto de polvo. Una chica patética que no encajaba en ningún sitio. Pero para Cloud..., para Cloud no. Para los ojos de Cloud, yo era visible. Él podía verme en todo momento. Además, mi opinión le importaba. Y siempre la escuchaba, atento.

Ahora, no podría recordar ningúna ocasión en que no se hubiese portado amable conmigo, a diferencia del resto del mundo. Tifa no contaba, por su puesto. Él siempre era muy lindo. En las tardes, cuando regresaba de hacer las entregas, Cloud siempre me obsequiaba un caramelo con sabor a fresa que compraba en alguna tienda de camino a casa. No pasaba un solo día en que no lo hiciera. Poco me interesaba que a todos los demás niños que vivían en el bar con nosotros les diera uno igual. O que el de Yuffie algunos dias se transformara en un barra de chocolate de mayor precio y tamaño. Mi mente se dejaba ilusionar con la idea de que los compraba sólo para mí, especialmente para mí, y que la amabilidad le obligaba a no excluir a los demás, aunque supiera tan bien como todos que no era así.

Cloud era maravilloso, simplemente. Todo en él lo era. Yo vivía convencida de ello a diario.

Pero esa misma mañana, mientras tomábamos todos el desayuno a la misma hora en que acostumbrabamos, las mariposas dentro de mi estómago, que siempre se volvían locas revoloteando por todas partes cuando yo podía ver a Cloud aparecer, desde que bajaba por las escaleras con los últimos rastros de sueño en su cara, hasta que todos teníamos que dirigirnos a nuestras distintas actividades, tuvieron que detener su vuelo en un sólo segundo, influenciadas por otro sentimiento cada vez más habitual en mí: el enojo. Una gran furia que me surgía desde el interior, que debía intentar contener dentro de mí por todos los medios que me fueran posibles, según un reciente consejo dado por Tifa.

El motivo de mi evidente molestia era simple, aunque nada justificable si alguien se atrevía a preguntarle aquello a la morena. Y es que Cloud completamente ignorante de lo que sus acciones por demas inocentes y cotidianas despertaban en mí, había dejado por delante de Yuffie un gran y suculento plato lleno con hermosos hotcakes, adornados todos de manera magnífica con ingredientes encima igual de sabrosos, hechos para ella por sus propias manos como siempre (Él era muy bueno en la cocina, podía defenderse bastante bien. Nada tenía que envidiarle a Tifa y su famoso sazón).

Cualquiera me diría que enojarme por aquello era estúpido. Cualquiera menos Tifa, claro. Ella usaba otras palabras más suaves para hacerme entender que no debía molestarme. Que se trataba de una niñeria, por ejemplo. Que sólo eran celos ridículos que despertaban en una muchachita enojada que veía que no recibía toda la atención para sí misma. O algo así había logrado entender. Pero tal vez, ninguno de ellos, ni siquiera la misma Tifa, conocieran a la verdadera Yuffie para darse cuenta de que no era merecedora de aquella atención tan esmerada que siempre recibía de parte de él. Y que por eso yo lo consideraba injusto.

Yuffie era la típica niña horrible y repelente que no se entendía como acababa siendo el ojito derecho de sus padres. Siempre llevándose toda el afecto de ellos y no dejándo migajas a sus demás hermanos para que pudieran recoger. La misma que acababa siempre siendo consentida aunque no hiciera mérito alguno.

Cloud no era su padre, por supuesto. No podría serlo. Yuffie, al igual que yo, ya tenía dieciseis, y Cloud no pasaba de lo veintidós. Y yo... bueno, yo no era su hermana, tampoco, ni mucho menos. Cloud había terminado siendo una especie de tutor para ella. Una figura de autoridad paternal, eso sí, si alguien quiere llamarlo de alguna manera. Él era el único que se interesaba de verdad por ella, además. El que había tenido que hacerse cargo de su cuidado cuando no era más que una pequeña, según lo poco que había logrado entender de manera clandestina de una conversación que había escuchado a escondidas entre Cloud y Zack un día, cuando lo dos discutían a causa de alguna tontería que a ésta se le había ocurrido hacer. Cosa que era muy habitual entre los dos. Los dos hombres siempre acababan discutiendo por su causa.

—¡Panquecas! —gritó ella demasiado entusiasmada, dando un par de aplausos estruendosos que llenaron todo el lugar, y eso terminó de molestarme todavía un poco más—. ¡Mis favoritas!

Era tan escandalosa. Siempre estaba gritando por todo, haciendo alarde de todo cuanto le pasaba. Y a mí me molestaba tener que escucharla.

—¡¿Eh?! —escuché que lanzaba un chillido molesto un instante después.

Levanté la vista de el triste y nada vistoso plato en que consistía mi desayuno de huevos revueltos con jamón, preparados siempre con apuro por las manos de una atariada Tifa, a donde la había dirigido con envidia en cuanto la odiosa de Yuffie recibía el suyo pretencioso inmerecidamente, para verla de nueva cuenta.

—¿Y qué forma se supone que tienen? —preguntó a Cloud con un deje de desapruebo que no pasó desapercibido para nadie en la mesa—. ¿Dónde están las caras de moguris o de chocobos? —Su cara no tenía nada más que desilusión en esos momentos.

¿Se había decepcionado la "princesa" de que su comida se viera un poco más normal por primera vez en la vida? Yo sabía que sí. Y me dió un gusto enorme. Cloud siempre le preparaba los hotcakes más deliciosos del mundo (Yo los había probado más de una vez. Claro, nunca los había preparado para mí especialmente), siempre con formas de distintas criaturas, que terminan viéndose muy lindas y elaboradas, como si ella aún fuera pequeña y necesitara de un incentivo visual para llevarse la comida a la boca. Y yo me molestaba igual cada mañana por ello cuando los veía (no es que los preparara a diario, hay que aclarar. Pero sí era bastante regular. A Yuffie le fascinaba desayunar hot cakes). Yuffie no podía comerse un simple plato de cereal sin que Cloud no tuviera que hacérselo «especial» a la vista. Pero al parecer Cloud hoy no tenía tanto tiempo de sobra para perder y consentirle todas sus boberías como siempre hacía. Había recibido muy temprano una llamada para hacer una entrega urgente, y tendría que salir antes de casa para ello.

Que el cielo le diera un buen premio desde arriba a quien quiera que haya sido el causante de aquello, pensé divertida sin poder evitarlo.

—Hoy sólo hay con forma de paquecas, Yuffie —le contestó Cloud con un matiz más bien seco, solo tomándose un segundo de tiempo para darle dos palamaditas sobre el hombro izquierdo con la mano que le había quedado libre al darle a ella el plato de comida; en la otra llevaba otro igual para Denzel, tal vez para consolarla de algún modo por no poder darle gusto como siempre.

Y la sonrisa con malicia y burla que se habia formado en mí cara despareció de ella igual de rápido como había venido a mí, mientras la mano de Cloud se apartababa. También eso me molestaba muchísimo. Cloud siempre estaba tocándola.

Cloud había sonado muy tajante, cortante. Obvio esperaba que Yuffie lo aceptara y ya, sin poner ninguna otra objeción. Y asi fue. Cloud siempre hablaba con demasiada autoridad con todo el mundo, aunque no los conociera de nada. La gente siempre le respetaba por eso. Él imponía demasiado. Pero yo me había hecho experta en estos meses en encontrar de fondo siempre un inmesurable cariño escondido en sus palabras, a pesar de lo frías que sonaban en los oídos de los demás, cuando se dirigían hacia Yuffie. Y esta vez, claro, no fue la excepción.

—¡Panquecas aburridas! —bufó de mala gana, sentenciándolo, cruzándose de brazos con un mohín en la cara. Daba la impresión de que no le quedara otra opción más que tragarse aquello con demasiado esfuerzo.

La odié con todo mi ser en ese momento. ¿Cómo era posible que hiciera berrinche? Cloud le había preparado con sus propias manos un delicioso desayuno, que se veía de revista, además, y ella no tenía ni una gota de humildad en su horrible interior para agradecerle el gesto. Ni siquiera tenía que molestarse en ponerle la miel encima, Cloud ya lo había hecho por ella.

¿Se imaginaría ella, acaso, lo felíz que me haría a mí poder tener la valiosa oportunidad de comer algo delicioso, preparado con esmero de sus manos, al menos una vez? Claro que no. Era demasiado cabeza hueca para darse cuenta de que el mundo no giraba en torno a ella. Y de que Cloud no era suyo tampoco.

Pero que me extrañaba ya. Todos los días era lo mismo. Yuffie jamás agradecía una sola cosa que Cloud hiciera por ella. Ni una sola. Todo lo que él hacía lo daba por hecho. Y yo tuve que aguantarme, como todos los días, la amargura de ver que no era de otra manera.

—¿Y mi vaso de leche? —volvió a escucharse de ella casi un segundo después, con algo de exigencia, llamando la atención de todos otra vez de nuestros propios platos. Tenía un vaso de cristal vacío en la mano derecha, y lo hacía bailar de un lado a otro mientras lo levantaba de la superficie de madera de la mesa en dirección a Cloud, todo para indicarle a él que no iba llenarse solo.

Mi cara se encendió aún más.

Cloud, que había alcanzado a dar un par de pasos con la intención de llevar el otro plato que cargaba en su palma izquierda al pequeño Denzel, junto a ella, se había girado de nuevo en cuanto le escuchó hablar. En su cara un atisbo de exasperación quiso mostrarse, pero rápidamente pudo ocultarlo un segundo después sin ningún tipo de problema, como casi siempre (Era un experto en eso.) Sus bonitos luceros zarcos tan hechizantes dejaron de mirarla a ella y se posaron en Zack, sentado junto a mí, en el lado opuesto, con una petición silenciosa que él entendió de inmediato, sin necesitar de por medio el uso de palabra alguna. Y yo tuve que saltarme un latido al creer que me miraban a mí por un instante.

Era suficiente que me viera un segundo, para que yo olvidara hasta mi propio nombre. De pronto, olvidé que estaba enojada.

Zack, le arrebató el vaso de inmediato a Yuffie de las manos, con muy poco tacto hay que decirlo. Yuffie era demasiado engreída, y yo sabía que a veces le desagradaba a él tanto como a mí por la actitud de bebé que solía tomar. Lo llenó unos dedos más arriba de la mitad con el líquido blanquecino del cartón de leche que bien había podido tomar ella misma, si hubiera estirado un poco los dedos, pero que ni en un millón de años intentaría nunca tomar por su cuenta. No, para eso estaba siempre Cloud, ¿verdad? O Zack, que era lo mismo en este caso, porque Cloud siempre le obligaba a atender cualquier exigencia que ella tuviera, como si en verdad fuera una princesa. Luego se lo puso en frente, con un golpecito contenido que la mesa tuvo que ahogar, dirigiéndole a Cloud una mirada afilada, que hubiera podido amedrentar a cualquiera.

Yo había escuchado a Zack decirle a Cloud en incontables ocaciones que lo único que conseguiría con la chica al hacer todo por ella, era convertirla en una inútil (Yo, ya creía que lo era, sinceramente.) Pero él nunca escuchaba. Y Zack siempre terminaba obedeciéndolo de todos modos cuando le pedía que hiciera algo para ella.

¿Cloud... y Zack habrían peleado por culpa de Yuffie está mañana antes de bajar?, me tuve que preguntar, al poner atención a la mirada llena de intencidad que Cloud le mandaba de vuelta desde donde estaba junto a Denzel. Era obvio que a Cloud no le había hecho ni pizca de gracia como había servido el vaso de leche a Yuffie.

Eso me hizo un poco de gracia. Y sé que en mi cara una pequeña sonrisa tímida quedó estampada como fe de ello. A veces a mí mente alocada le gustaba jugar con la idea tonta de que Cloud y Zack eran algo más, y yo poco podía hacer para eliminarla de ahí. La verdad no me desagradaba en lo más mínimo imaginarmelos. Los dos se veían bien juntos, a mi parecer. Y en estos tiempos modernos todo podía pasar. Muchas veces parecían más una pareja que sólo un par de amigos. Se comportaban siempre tan cercanos que esa impresión terminaban por dar, aunque esa no fuera la intención. Además, trataban los dos a Yuffie siempre como si fuera la pequeña hijita que los dos tenían que cuidar. Cloud era el padre al que le tocaba ser cariñoso y protector, y Zack el que siempre tenía un regaño que gritar. Aunque no siempre seguían ese mismo patrón y terminaban cada dos por tres por cambiar el role.

Cloud fue el primero en apartar la vista de los dos, dejando escapar un resoplido sulfurado por su nariz. Era obvio que la batalla aquí no había terminado para ninguno, y que sólo se disponía a darle él una estratégica demora, para cuando el reloj estuviera mucho más a su favor. Se dió medía vuelta entonces, y sus pasos firmes y decididos lo llevaron de nuevo hasta detrás de la barra del bar, dónde Tifa se encontraba frente a la estufa con todo su afán.

Al ponerle una mejor atención a la vista ensombrecida de Zack , clavada con recelo sobre la espalda de Cloud al fondo, supe que esta vez Yuffie poco tenía que ver. Los pleitos entre ellos por su causa nunca conseguían ser tan intensos, por lo general. No, esta vez, parecía haber una nueva responsable.

Mis ojos azules algo apagados y tristones me lo confirmaron después, cuando cruzaron un segundo de tiempo con unos verdes que refulgian como esmeraldas. Aerith del otro lado, sentada en medio de Barret y Denzel miraba a Zack con una extraña mezcla de abatimiento y culpabilidad, con su aura angelical rodeándole en todo momento. La sonrisa afable, que ya se había vuelto su sello personal, esta vez no apareció para decorar su fino rostro.

¿Ella había tenido algo que ver en el enfado entre los dos hombres? Yo sospeché, con la velocidad de un relámpago, que sí. Supuse, en una sola fracción de momento, al ver el pesar en su verde mirada, que el pequeño favor que Aerith había pedido a Zack la tarde anterior, había llegado a oídos de Cloud, y que había cobrado factura.

No era un secreto para ella lo mucho que a mí me gustaba Cloud. Siempre había sido una mujer muy perceptiva. No pasaba mucho dentro del «séptimo cielo» sin que ella se enterara primero. Y, desde luego, Tifa no había sido muy discreta cuando ella sola había llegado a esa conclusión después de las incontables veces en las que me sorprendiera mirando furtivamente los increíbles rasgos de mi querido Cloud. Aerith había sido la primera a la que se lo había tenido que contar, como ella misma nos había dicho aquella tarde a las dos en el dormitorio, entre brinquitos eufóricos y risitas divertidas compartidas por tres hermanas(Aunque ningúna lo era en realidad.Y yo era la única en esa escena que no estaba para nada contenta, debo aclarar.)

Pero yo también podía ser muy lista a veces, como Aerith. Podía darme cuenta de muchas cosas. Para mí no era indescifrable la razón por la que Cloud y Zack vivían en constante roce desde hace semanas, además de las pequeñas diferencias que surgían entres ellos cuando se trataba de lidiar con la impresentable de Yuffie. A Cloud le interesaba Aerith. se veía desde el cielo que así era. Pero ella parecía portarse mucho mas receptiva siempre con Zack. Y Zack era alguien bastante importante en la vida de Cloud. No se necesitaba ser un genio para darse cuenta del problema aquí.

No entendía por qué parecía preferirlo a él, sinceramente. Cloud era mucho mejor partido que Zack. Y era más guapo. Zack era un vago bueno para nada, y Cloud era... era perfecto. No se podía describir de otra manera. Pero a mí me daba una enorme felicidad que así fuera, al fin y al cabo. No soportaría nunca ver a mi adorado Cloud con ella. Ni con nadie más. Él era sólo mío. Mío completamente. Aunque solo en mis sueños pudiera reclamarlo.

Me sentía un poco mal por Cloud, claro. Nunca es agradable ver sufrir a la persona que amas. Y yo podía ser testigo todos los días porque todos vivíamos bajo el mismo techo. Pero podía soportarlo.

Aerith notó que yo la miraba, y entonces, por fin, su bonita sonrisa salió a resplandecer su cara. Yo intenté sonreír para ella también, pero sé que mi esfuerzo sólo se quedó en eso: en un intento. Sabía de sobra que mi sonrisa jamás conseguiría un ínfima parte de la magia que la suya obtenía con tanta naturalidad.

—Shelke, deja de jugar con la comida—oí bastante cerca mío, y yo tuve que girarme para saber quién me llamaba.

Tifa, con dos platos sobre sus palmas, y con una expresión de enfado muy mal fingida, me reprendía por detrás con su tonito de mamá frustrada habitual. No me había dado cuenta que se había acercado. Y, cuando mi vista descendió de nuevo a la comida frente a mí, noté también que no la había probado, y que solo había estado moviéndola de un lado a otro con el tenedor.

—Tienes que comer muy bien —dijo, y yo rodé mi vista ante el inevitable sermón que se aproximaba—. Recuerda que estás en la etapa en que necesitas de toda la energía posible para que puedas crecer con mucha salud.

—¡Prrrrf! ¿Crecer? No creo que pueda crecer un centímetro más. Es una enana—soltó Yuffie, ahogando una risilla burlona.

—Yuffie... — reprendió Tifa en un suspiro con demasiada suavidad.

Ahora a mí se había escapado un resoplido malhumorado. Y cuando Tifa pasó a mi lado para poner frente a Zack uno de los platos, deseé tener alguna habilidad especial para poder desaparecer, o poder desasparecerla a ella. A las dos. Me venía bien cualquier opción.

Si Cloud hubiese estado cerca para oír el estúpido comentario de Yuffie, es seguro que un «Basta», dicho con fuerza y autoridad la habría hecho callar de inmediato. Cloud siempre me defendía de sus burlas tontas y constantes, otra razón para adorarlo. Pero no había sido el caso en esta ocasión. Él seguía lejos, allá, cerca del la estufa. Y Yuffie podía seguir riendo por lo bajo porque sabía que Zack no le llamaría la atención en esta ocasión.

Me hubiera gustado que lo hiciera...

—Gracias, Tifa —Fué lo único que oí de él, en agradecimiento por haberle preparado ella el desayuno. Otro detalle a considerar para saber que Cloud y Zack no estaban en su mejor día está mañana. Pues era siempre Cloud el que se encargaba de alimentarlo.

—Al menos, yo no soy idiota —dije, envalentonándome. Sabía que a Tifa no iba a parecerle mi contestación.

—¡Shelke!

—¿Qué dijiste enana?

—¡Ya! Intentemos comer en paz por una vez, ¿quieren? —gruñó Barret con su voz gruesa desde el extremo—. Siempre están peleando como perros y gatos. ¡Y cansan!

Cloud a lo lejos, alertado por la llamada de atención del hombre grande, giró medio cuerpo para ver qué pasaba. Yo concentré toda mi atención como una centella en mi plato, ligeramente avergonzada. No iba a darle el gusto a la odiosa de Yuffie de que él viera que iniciaba otra pelea con ella.

Los siguientes minutos pasaron sin ningún otro incidente importante que pudiera notar. Y Cloud regresó a la mesa con todos nosotros. Tan guapo, tan altivo como siempre, tan jodidamente precioso. Me reí ante eso (internamente, obvio). Tifa se hubiera escandalizado si se me hubiera ocurrido decir esa palabra en voz alta. Aunque ella también pensara que tenía razón. Cloud no le era nada indiferente, yo podía darme cuenta.

—Date prisa —le dijo Cloud a Yuffie, con su voz tan propia, tan serena siempre, sentado a su costado, girando la cabeza hacia su dirección. Y yo no tuve problemas en imaginarme que tenía el porte de un rey—. Ya tenemos que irnos.

—¡¿Quieres que vaya contigo?! —levantó ella la voz, chillándole como un cerdo apunto de entrar al matadero casi en el oído , como si ir con él le suponiera un enorme sacrificio.

No era así, yo lo sabía. Cada que Yuffie salía con él a realizar alguna entrega, terminaba obligándolo a comprarle un montón de chucherías. Dulces y babosadas de todo tipo que terminaba olvidando por todos lados nada más llegar al bar. Estaba bastante segura que todo los guiles que terminaba gastando en ella superaban por el doble cualquier cantidad que él fuera a ganar con el servicio de entregas que brindaba. Pero Cloud siempre se empeñaba en que ella lo acompañara cada que podía llevarla consigo. Y yo no podía hacer más que preguntarme ¿por qué?, super enojada.

Tonta Yuffie, pensé. No se daría nunca cuenta de la enorme fortuna que tenía de que Cloud quisiera que lo acompañara. Se subiría a Fenrir, a su espalda, y tendría el pretexto perfecto para abrazarle desde atrás. Yo seria capaz, incluso, de seguirlo al trote si con eso pudiera estar más tiempo junto a él. Y jamás me atrevería a pedirle nada.

La vida no era justa. Mí vida no era justa, simplemente.

Cloud no le respondió. Nunca lo hacía cuando ella le preguntaba aquello. A Yuffie solo le bastaba que le dirigiera una de sus preciosas miradas de hielo para que terminara bajando los hombros derrotada y aceptara su decisión. Y fue exactamente lo que pasó, después de que se le torciera el gesto por haber estado a punto de perder la audición por el aullido.

Incluso así, con una mueca de desagrado en el rostro, Cloud podía verse increíble para mí. No existía nada en este mundo que pudiera hacerme cambiar de parecer.

El era tan guapo e increíble, y yo vivía perdidamente enamorada de él... y odiando a Yuffie por toda la buena fortuna de la que era no era merecedora.

Continuará...