Buenos días,

Ya estamos en primavera, parece que el sol ya asoma y yo traigo un nuevo fic que espero que les guste. Es una historia que tenía escrita desde hace mucho tiempo pero sin terminar (como otras muchas) y que surgió por empezar a escribir a ciegas, sin ninguna idea concreta en mente. Quizás por eso a veces parece un poco imprecisa. Tengo la sensación de que no expreso muy bien los sentimientos de los personajes. Si también lo notan, coméntenmelo. Siempre agradezco saber lo que opinan cuando me leen. Gracias.

Por otra parte, mis fics que están en proceso como es In a Red World…tengo intención de terminarlo. De hecho, el siguiente capítulo está proceso. Debido a la falta de tiempo no he podido terminarlo. Es una pena que esté tardando tanto. Sin que me diera cuenta han pasado años desde que escribí y publiqué esa historia, que fue la primera y que (aunque la serie haya terminado y entiendo que el interés descienda) terminaré, espero jeje.

Para terminar, hace unos días que he visto el capítulo final de la serie. Da penilla que se acabe.

Bueno, después de este post enorme les dejo con la lectura. Que la disfruten¡

Comienzos

El frío se coló por entre las sábanas de su cama. Las mañanas eran frías en San Francisco en aquella época del año. Lo odiaba al amanecer, nunca era el momento para salir de la protección de las mantas; pero una vez más, como cada mañana, el despertador la apremió con su incesante tintineo. No quería, hacía frío y era temprano, pero ya había descansado lo suficiente, ahora tocaba ir a trabajar. Y aquel día iba a ser complicado. Quejándose para sí misma, pues nadie más habitaba en aquel viejo apartamento del centro de la ciudad californiana, se retorció, se estiró y finalmente apartó la manta de un solo movimiento, y salió de la cama después de unos segundos.

En el baño, escudriñó su reflejo frente al espejo. El pelo se amontonaba alborotado entorno a la cara, los ojos casi cerrados, las huellas del paso del tiempo iban haciéndose visibles, mas no era algo que a ella le preocupara en exceso, y por suerte las ojeras habían desaparecido gracias a una noche de descanso. Ocho horas completas de sueño, cortesía de Samuel Bosco, de las que no había tenido en algunas semanas con el jaleo del último caso. Pese a que la situación aún era preocupante y el caso lejos de acabar comenzaba a presentar unas enormes incógnitas, cayó dormida en cuanto la tela de algodón de su blusa rozó la cama la noche anterior. Estaba agotada. Su superior les había permitido, les había insistido, en que se fueran a descansar. Pero no sabía si él también se había ido. Esperaba que sí. Necesitaba el descanso tanto como cualquiera de ellos, incluso más.

Se preparó para el día que les esperaba, no sólo físicamente. No sólo se puso ropa de trabajo tras salir de la ducha y tomar su café, no sólo se colocó placa y pistola como cada mañana, sino que tuvo que hacer un esfuerzo psicológico. Se preparó para enfrentarse a familiares de víctimas, especialmente en ese día, especialmente con esas personas, especialmente con un hombre.

Ella siempre había sido muy empática en esas situaciones. Cuando llegaba a una casa o acudía al lugar de un crimen y tenía que ver a la familia y contarle lo ocurrido, tenía que luchar con los recuerdos, con la tristeza que aún le suponía la muerte de sus propios padres y el vívido recuerdo que aún conservaba de los dos policías uniformados que llegaron una tarde a casa para decirle a su padre, a sus hermanos y a ella, que su madre, una joven enfermera de Chicago, querida por todos y amada por su familia, había muerto a consecuencia de un conductor borracho que se estrelló contra ella.

En ese caso, la tragedia había sido doble cuando su padre hizo las cosas que hizo. La bebida y el suicidio. Aún dolía como si hubiera pasado hacía dos semanas, pero había sucedido casi veinte años atrás.

En el caso que ahora les ocupaba, la tragedia era la misma: la muerte; pero las razones, las circunstancias, mucho peores, macabras, injustificables de cualquier modo.

Ahora tenía que enfrentarse a un hombre, cuyos ojos casi nunca podía mirar, para decirle que podía descansar tranquilo, que el asesino de su mujer y su hijita había muerto, que podía parar de atormentarse porque todo había terminado, pero tenía que hacerle también acusaciones que no le iban a gustar, que le iban a doler. Y como aquel hombre cuyos ojos a menudo vidriosos, siempre tristes, le hacían recordar, había otros muchos hombres, padres, hermanos, esposos y novios, había hijas y hermanas, amigas, madres… Todos ellos rotos por el dolor, cada uno de ellos con el corazón destrozado por las acciones de un solo hombre. Personas que se enfrentaban con sentimientos de ira, dolor, rabia, ahora unidos al desconcierto de que su reciente tranquilidad se viera producida por otra muerte. La muerte del asesino de sus familiares.

OoOoO

Al llegar al edificio de las oficinas de la policía de San Francisco, se fue directamente a por otra taza de café. La segunda de lo que sospechaba sería un largo día.

-¿Lista? —Desde que llegara a la ciudad Samuel Bosco la había tomado bajo su protección. Quizás porque era la única mujer de la unidad, quizás porque aún era novata.

-Desde luego, jefe.

-Observa todo lo que puedas. Las expresiones, las reacciones, lo que digan. Todo es importante. No hace falta que te diga que aunque esas familias merecen todo nuestro respeto y compasión también son sospechosos. Todos y cada uno de ellos. Al menos hasta que demostremos que no lo hicieron. Son los que más ganas tenían de ver a ese monstruo muerto.

-Lo sé —.

-Teresa, sé que la compasión y la bondad corren por tus venas. Sé que puede costarte pensar en la idea de que una de las personas de esa habitación pueda haber cometido un crimen tan atroz, pero nada es imposible. Nuestro deber es…

-Dudar de todo, al menos hasta que las pruebas demuestren lo contrario. Lo sé, jefe. Estoy lista para este trabajo. Tanto si son culpables como si no, lo descubriremos.

Samuel Bosco no lo dudaba. Teresa era una buena policía y algún día, con más experiencia, se convertiría en una gran inspectora y podría liderar su propio equipo. Tenía instinto, agudeza, era observadora, obstinada y poseía una gran determinación. Pero también un gran corazón aún poco curtido en ese tipo de trabajo. Al principio había temido que no sirviera para ello, pero por el momento nunca le había fallado. Su trabajo siempre era lo primero.

OoooO