Primero que nada, muchas gracias por animarse a leer éste que es mi primer fic. Hago una pequeña aclaración antes de que empiecen, y es que ésta historia estará dividida en tres partes; espero sea de su total agrado y por su puesto, también espero recibir sus críticas al respecto (ojalá y sean constructivas).
Nada más que decir, entonces relájense y lean.
Saint Seiya es una obra original de Masami Kurumada, mientras tanto yo me refresco con sus personajes.
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Una vez más tuvo que partir al servicio de Athena, una vez más tuvo que salir a sacrificar su vida junto con sus amigos y compañeros de armas… y una vez más ignoró las suplicas de su mujer; no porque no la quisiera escuchar, simplemente tenía un deber que cumplir. Esa era la razón de tantos años de entrenamiento, pero esta vez, algo era diferente.
-Shunrei…- la llamó al ingresar a la sencilla casa de aquel lugar tan apartado de la población.
La hermosa mujer de cabellos negros se encontraba en la cocina preparando el almuerzo para ambos.
-Ya te atiendo Shiryu- se apresuró en responder –deja que te sirva-.
El no objetó, más bien prefería compartir momentos como ese en calma y después de que todo estuvo servido la pareja procedió a tomar sus alimentos en total tranquilidad; mientras comían mantuvieron una charla amena acerca del retoño que compartían, Ryuho; un pequeño varón, sano y fuerte, que sólo contaba con tres meses de edad.
-Y bien Shiryu, ¿qué querías decirme?- preguntó la joven mujer, para ese entonces ya habían terminado de almorzar.
-Verás…- él comenzó a hablar -…Shun vino a traerme noticias del Santuario, se aproxima una nueva guerra y esta vez será contra Marte-.
-Ya veo…- respondió ella, adoptando una posición como de analizar lo que él trataba de explicarle, aunque realmente no necesitaba de un análisis exhaustivo para saber a dónde quería llegar- …entonces te irás una vez más- concluyó.
-Sabes qué es lo que tengo que hacer, Shunrei-.
-Está bien Shiryu, no te estoy haciendo reclamo alguno… como tampoco debería quejarme si para esto es que vives- no pudo evitar que esto último sonara con un toque de resentimiento porque por mucho que ella tratara de resignarse al destino que correspondía a su compañero, no podía eludir el sentirse impotente al ver que él partiría de nuevo a arriesgar su vida, siempre por aquella diosa; tampoco podía ignorar que se sentía dolida al comprender que por esa razón Shiryu no era completamente suyo, pues Shunrei no dudaba de la franqueza del amor que él le profesaba, pero su lealtad a Athena siempre era más fuerte, al parecer.
-Oh, Shunrei- el varón trató de tomar una de las manos de su compañera, pero ella alcanzó a retirarla antes de que el contacto se lograse.
-No deberías gastar tus energías conmigo- refutó ella –vete de una vez, no quiero quitarte tiempo-. Entonces apoyó su codo derecho en la pequeña mesa para así recargar su frente en la palma de la mano que corresponda. El caballero del dragón simplemente le dedicó una mirada de resignación, acto seguido se puso de pie y se encaminó hacia la habitación que ellos dos compartían junto con su primogénito.
El bebé se encontraba recostado en su cuna de madera, con sus grandes ojos observaba todo lo que podía a su alrededor, como si inspeccionara cada detalle de lo que sucedía allí; Shiryu apareció en el umbral de la puerta y con pasos cuidadosos se aproximó a la cuna del pequeño, se asomó por encima de la baranda y contempló a su semilla. El niño observó a su progenitor al percatarse de su presencia y le dedicó una sonrisa, enseñando las encías que aún no poseían diente alguno. Shiryu le regresó la sonrisa –hola, hijo- le saludó, en seguida lo tomó en sus brazos con delicadeza.
–Tu padre debe partir a una misión muy importante – le acariciaba la mejilla con ternura -así que vengo a despedirme, no sin antes decirte lo mucho que tú y tu madre me importan, y que ambos son el tesoro más grande y valioso que la vida jamás me haya podido dar, los amo a los dos- diciendo esto besó la frente del pequeño.
Shunrei se encontraba en el umbral de la puerta, escuchando todo lo que el hombre decía a la criatura. Había derramado un par de lágrimas, conmovida por las palabras de su marido; sin poder contenerse, avanzó hasta él y lo abrazó por la espalda. –Oh, Shiryu- sollozó ella –por favor quédate, te lo suplico, no te vayas-.
Shiryu se viró hacia ella y la rodeó con uno de sus brazos. –Mi Shunrei- susurró –siempre he cumplido con lo que prometo, sabes que volveré.
-Lo sé- asintió ella –no dudo que regresarás, pero tengo un mal presentimiento, Shiryu… no sé realmente qué es lo que temo, pero siento que todo será diferente esta vez… Shiryu escúchame, no vayas a ninguna parte, por favor.
El caballero miró profundamente a los ojos de su dama, sinceramente él también tenía un mal presentimiento, sin embargo no iba a confesárselo, así que sólo se limitó a abrazarla aún más fuerte mientras que juntaba su frente con la de ella.
–Tranquila, ya verás que todo estará bien- le aseguró con una sonrisa, aunque ni él mismo tenía certeza de sus propias palabras, y después de su afirmación la besó de una manera como nunca antes lo había hecho; no era que no le apasionaran los labios de su compañera, todo lo contrario, pero esa sensación de incertidumbre alojada en su pecho le hizo besar-la con una intensidad angustiosa. Mientras tanto, en el otro brazo de Shiryu, Ryuho observaba la escena al mismo tiempo que succionaba unas hebras del cabello de su padre, empuñadas en su manito.
-Te amo- le dijo en cuanto se separó de la joven y en seguida le dio un beso en la frente, luego dejó al pequeño en brazos de su madre y partió rumbo a su destino.
Ya sola en la habitación, Shunrei se sentó en una pequeña silla de madera mientras acurrucaba a Ryuho en su pecho, -también te amo- suspiró antes de comenzar a llorar de manera desconsolada.
Nuevamente, muchísimas gracias por el tiempo dedicado. No olviden los reviews.
