Disclaimer: KHK no me pertenece, esto es con fines de entretenimiento no de lucro.
Notas: ¡Ya sé que no es acoso! Jajajaja, me estoy tomando el tiempo de releer lo que escribo para no cometer tantos errores, de las primeras historias debo decir que aún no era muy buena con esto de la redacción, esta historia no sé si les guste, tengo otra más larguita pero será One-Shot, sólo que no logro organizar mis ideas correctamente, llevo como 8 borradores jajaja.
Ni la ecuación de onda te salva.
Gokudera era un tipo listo, eso nadie lo ponía en duda, después de todo, sus entrenamientos tenían siempre un enfoque teórico, incluso en el futuro completó el sistema C.A.I a lápiz y papel, irreal para algunos, poco divertido para otros, no tan práctico dirían unos. No obstante, funcionaba perfecto para él, su gran cerebro e inteligencia tenían una función primordial y especial, la cual explotaba continuamente.
Aunque no era fácil entender cuando intentaba "enseñar", precisamente por esa razón Tsunayoshi Sawada sentía un escalofrío cuando, su "mano derecha" se proponía ayudar con algún deber de la escuela. Quizás el peliblanco no podía notar que en ocasiones su intelecto era como un pie que aplastaba una goma de mascar. Aun así su entusiasmo al momento era de aplaudir.
Él se guiaba por la vida, básicamente por instinto y lógica, así que en ese momento, a sus cortos 17 años, durante una aburrida clase de física, escuchando una teoría que conocía a la perfección, decidió pensar en otra cosa, algo más preocupante. Últimamente existía en ese mundo tan salvaje suyo algo que jodía completamente su existencia, una extraña sensación en su pecho que al principio creyó ser arritmia, inclusive pensó el dejar un poco el tabaco, pero su salud estaba impecable incluso alimentándose de comida chatarra la mayor parte del tiempo y llenando sus pulmones de humo.
-Así que básicamente, describe cómo se propagan las ondas.-Decía el profesor ensimismado en continuar con aquella aburrida perorata que nadie entendía del todo y que él estaba cansado de escuchar una y otra vez en dos sesiones diferentes a lo largo de esa semana. Sí, sí a la mierda, de todas formas el cerebro de la mayoría no iba a aplaudir ni retener todo eso a no ser que estudiaran algo relacionado más adelante, lo cual dudaba, con excepción claro está de su adorado jefe, al que siempre consideraría más inteligente que el promedio (aunque no notaba como se revolvía el pelo intentando seguir el ritmo de la clase, la preparatoria podía apestar).
Pudo ver como la chica delante de él no dejaba de rascar su cabeza, como si con ello su IQ pudiera crecer un poco más, bufó, tremenda estúpida… y hablando de estúpidas… había una que incluso era peor, Haru Miura. No sabía cómo pero esa castaña había estudiado en uno de los mejores colegios de la ciudad, era claro que sus habilidades no eran suficientes para estar en ese tipo de escuela, tampoco supo la manera en que se las arregló para quedar igualmente en una de las mejores preparatorias, para no variar, encargada como el mejor promedio de dar el discurso de bienvenida según gritó a los cuatro vientos con esa voz chillona, acaramelada y desesperante el día que celebraron su salida del instituto.
Pero la felicidad le duró poco a esa estúpida mujer, reducida a los primeros veinte minutos de la fiesta, porque después, cuando el décimo llegó con Sasagawa Kyoko de la mano, confesando que, ese día se había animado a declarar sus intenciones amorosas, siendo, final así como merecidamente correspondido por el ángel de Namimori, Miura se escurrió de la reunión para llorar patéticamente fuera de la vista del grupo en un rincón del restaurante de sushi propiedad del padre de Yamamoto (otro idiota sin remedio) Y había sido una completa coincidencia que, justo ahí, detrás de una de las viejas columnas de madera cerca del dojo, él estuviera fumando.
No era partidario de fastidiar a su jefe con el humo del tabaco, por lo que salió discretamente, excusándose por unos momentos, tranquilamente aspiraba el tabaco cuando por un segundo creyó escuchar al "fantasma que llora" a su costado, emocionado por un encuentro sobrenatural, quiso verlo con sus propios ojos, sin embargo, se encontró a la castaña sentada, rodeando con sus brazos las rodillas mientras ocultaba el rostro, hipaba amargamente conteniéndose seguramente, él rodó los ojos no se iba a meter ni de broma en esos asuntos, la culpa era de ella por no entender con esa mente simple que poseía que no era correspondida desde el principio por el décimo, por lo tanto, planeó la retirada inmediata.
-Hahi… ¿Gokudera-san?-Cuestionó la japonesa limpiando sin gracia alguna sus lágrimas con el dorso de las manos, tenía una manera bastante sucia y dramática de llorar.
-No es Hahi y no me fastidies- Gruñó él, odiaba las tragedias o comedias románticas, eran completamente cursis, así que no deseaba escuchar una por parte de la chica entre quejas y llanto, primordialmente porque carecía del tacto para decir algo bueno, si quiera consolador. –Más te vale no ir y arruinar la fiesta, estúpida-Amenazó de la nada sin mirarla ni una sola vez. -Me da igual si quieres ir a saltar de un puente, o quedarte aquí y llorar toda la noche, simplemente no regreses con esa cara a incomodar al décimo.- Y dio marcha de regreso con los demás a sabiendas de su brusquedad.
-Haru no es estúpida y no va a arruinar nada-Gimió un poco molesta por el comentario –Si Tsuna-san es feliz, Haru también-Concluyó
-Bien-Fue la respuesta seca del peliplata.
-¡Haru-chan!-Llamaba Sasagawa desde un poco lejos, la castaña se levantó de inmediato, intentó secar el resto de lágrimas y recomponerse, Gokudera que observó todo eso simplemente suspiró con irritación, colocó una mano encima de la coronilla de la japonesa, la empujo con algo de rudeza dentro del dojo, se quedó ahí de pie fumando, su presencia, había sido advertida por la pelinaranja que se le acercó.
-Disculpa Gokudera-san ¿Has visto a Haru?-Cuestionó la bella chica que él ahora consideraba la mujer de su jefe.
-No, para nada, no ha pasado por aquí-Contestó lo más formal que pudo, tenía que ser amable con ella.
-Vaya, nadie la ha visto, debe estar cerca seguramente, si la ves ¿Podrías avisarle que en unos minutos repartiremos el pastel?-Pidió amable, el platinado asintió.
-Claro, yo la buscaré por usted-Aseguró sonriendo lo mejor que pudo
-Jeje, Gokudera-san no necesitas ser tan formal, bien, entonces te lo encargo-Se despidió ella caminando lejos del platinado que simplemente tomó una bocanada grande de humo y la soltó para después abrir la puerta y encontrar a la castaña ahí, lucía fatal, ojos irritados e hinchados, pálida y horrendamente desanimada.
-Ya oíste, componte de una vez, estúpida mujer-Exigió casi gritando, molesto hasta la médula, ¿No podía actuar con más lógica y ser menos irritante? ¡Si quería llorar era mejor que se largara a hacerlo en su casa! De todas formas no iba a remediar nada, deseaba que volviera a ser como antes de una buena vez, porque de esa manera simplemente preocuparía a todos... él incluido, le gustara o no, era parte de la familia.
-Gracias, Gokudera-san, ya estoy mejor-Aseguró poniéndose de pie.
-No lo hice por ti, lo hice por el décimo-Murmuró él algo avergonzado. A su memoria vino después de esas palabras el peor día de su vida, en el que la estúpida mujer lo engañó diciéndole que tenía una maldición y el remedio lo tenía la vaca estúpida, todo para que se llevaran bien, todo por su jefe, eran parecidos en ese sentido, aunque ella también dijo que lo hizo por él, porque lo consideraba un amigo, si resultaba herido ella se preocuparía igual.
-Lo sé, pero aun así, gracias-Repitió la japonesa sonriendo un poco más alegre que antes.
-Estamos a mano-Susurró el medio italiano, ella pestañeó sin comprender y él bufó para emprender por fin el camino de regreso a la fiesta.-Pero sigues siendo molesta, mujer estúpida-Le gritó a unos pasos de ella.
Jamás admitiría, aunque lo torturaran hasta la muerte, que se había preocupado por ella genuinamente en el instante en que la vio tan mal, ella tenía la culpa por decir semejante estupidez aquel día en que persiguió a la vaca estúpida convencido de la maldición, llevándolo incluso a querer hacer algo cuando lograba captar la sonrisa falsa y rota, así como los casi vacíos ojos sin brillo de la japonesa en todos los momentos que se encontraba con el grupo y veía, lejanamente al cielo de la familia y su estrella.
También era culpa del idiota del béisbol, por entrometido. Como el ser pensante que era y la honorable mano derecha del Neo Primo Vongola (aunque él seguía llamándolo décimo) simplemente se había convencido de que debía o bien empezar una discusión o mantenerse cerca de Haru en esos momentos por el bien de su jefe, así mismo que aquello que se retorcía en su pecho, cada vez con más fuerza, provocándole un molesto dolor, era porque en realidad no servía más que un gato buscando la luna en su fase menguante, creyó que era su orgullo al reconocerse inepto para ese tipo de situaciones, no obstante, el maniático de los deportes le hizo un comentario, que lo dejó en blanco en su momento y llevaba pensando en eso casi dos semanas desde el suceso.
Ese fatídico día en el parque de Namimori, viendo a la mujer estúpida con aquella horrenda expresión de dolor escondida tras una media sonrisa, con los ojos fijos en Sasagawa y su jefe alejándose tomados de la mano, mientras el cielo se pintaba de naranja al atardecer, Gokudera se mantenía observando fijamente la situación, el espadachín se acercó a él.
"Sabes, Gokudera, cuando la ves así, siempre pones esa cara, como si tuvieras dolor de estómago, parece que quieres correr a ella y abrazarla."
Por su puesto él respondió negando la situación y llamándolo idiota, Haru corrió hasta ellos para pedirle que dejara en paz al tarado aquel, Yamamoto solo se reía como el imbécil que era, incluso parecía que se estaba divirtiendo cuando comenzaron a discutir los dos. Esa misma sonrisa adornaba su estúpida cara cada ocasión que le hacía notar, ya fuera desde lejos con una simple mirada o hablando directamente con él, que estaba viéndola de esa manera.
La clase terminó, aliviados de no tener que escuchar más todo el asunto y contentos porque ese día irían de picnic, caminaban todos fuera de la escuela, se encontraron con la susodicha molestia nombrada Haru Miura, mientras seguían su camino y ella hablaba animadamente con Kyoko sobre la comida que habían preparado, él quedó como espectador nuevamente en el momento en que ellas se regresaron de cambiarse el uniforme a su ropa usual, en casa de su jefe dónde habían pasado por Lambo, I-Pin y Futa, y el castaño jefe Vongola se había quedado maravillado al contemplar a su novia usando un vestido blanco inmaculado, así como una chaqueta de mezclilla, los ojos de Haru se apagaron en ese momento, ella usaba una falda negra, con una blusa de tirantes del mismo color y un suéter verde agua.
No hizo falta ver su cara en todo el camino, alejada de la pareja, él sabía la exacta expresión en su faz, Sasagawa se detuvo a ver un escaparate con pasteles junto con su novio, preguntándose si deberían llevar alguno, y pudo ver como reflejada en el cristal la castaña tenía esa máscara vacía de felicidad, sorprendido se quedó al notar, sin ayuda del pelinegro guardián de la lluvia, su propia cara en el ventanal. Fue como si aventaran una piedra a su tranquilo mar de vida, creando suaves ondas que se expandían sin control.
Asombrado, miró a otro lado, con un demonio, no, su tez no era la de alguien a quien le duele el estómago… era más bien como si estuviera presenciando el instante en que la castaña se arroja de un barranco directo a un mar oscuro y peligroso, generando con su caída olas violentas que no podía atravesar para salvarla. Mordió su labio ligeramente, maldita sea la vida… no pudo calcular, ni con esa ecuación vista ese día en clase, como se propagaron esas ondas en su interior con la sola presencia de Haru en su vida.
Ella no podía notar el oleaje salvaje que generaba en el interior de la tormenta Vongola, mucho menos estaba enterada de cuánto y de qué manera dolía cada minuto que la veía desde lejos así, mendigando un amor que no estaba destinado a ser, ni la desesperación que lo invadió por unos segundos en ese instante. Crudamente se preguntó ¿Qué debería hacer para que ella lo mirara de esa forma en que contemplaba a su jefe, como lo más valioso del mundo? ¿Cómo podría generar ondas en ella para que pudiera notar que él estaba ahí, en ese instante, con esa estúpida cara justo detrás? ¿Es que no podía notar que sentía herido de una forma devastadoramente cursi?
-Oye, Gokudera-Llamó el espadachín guardián de la lluvia, pero antes de que dijera algo, si es que era su plan, el albino se dio vuelta.
-Mierda, maniático del béisbol, ya lo sé, no voy a correr a abrazarla… de todas formas, yo no soy lo que necesita… -Contestó sin siquiera esperar algo por parte del pelinegro, que miró seriamente a Haru, la castaña soltó un suspiro, sonrió, miró hacia atrás, fijando sus enormes ojos chocolate en el albino, las orbes destellaron unos momentos, como si mirara algo que anhelaba, él sonrió y la miró fijamente, cuando la chica notó eso, se sonrojó y negó efusivamente.
En ocasiones, estamos solos en la vida por idiotas…
-Bueno, bueno, creo Gokudera no es tan listo como pensé-Murmuró alejándose escuchando la réplica del chico que furioso lo insultaba y amenazaba en voz alta.
Se dio cuenta de que Haru le importaba más de lo necesario y lo peor, Yamamoto que tenía cerebro de pasa, cuestionó su inteligencia.
No fue el mejor picnic de su vida.
