Título: Sólo los recuerdos persisten
Personaje: Atemu, Mana. Menciones de Atemu/Yuugi y del resto de sus amigos.
Notas: Post-series. Mundo de los muertos.
Rating: T
Género: Friendship/Romance
Tabla de retos: El cuerpo
Tema: Labios
Aún recuerda la sensación de calidez y familiaridad que se albergó en su pecho una vez hubo cruzado la puerta, dejando a su oprimido corazón sanarse a sí mismo con el paso del tiempo. Y sí, ya había pasado mucho tiempo. ¿Cuánto? No estaba seguro, el dulce sopor de la muerte y el descanso que su alma requería, tras tres milenios de errar en una época desconocida, le impedían saber con exactitud el tiempo trascurrido desde la batalla de Kuruelna, cuando fue derrotado con dignidad y puesto a descansar, como el espíritu que era, ajeno a ese mundo.
Sin embargo, pese a no tener constancia de los minutos y segundos exactos desde la última vez que los vio, los recuerdos de sus amigos seguían presentes en su memoria y brillaban en aquél pacífico mundo como pequeñas estrellas que le conferían tranquilidad, pues teniéndolos a ellos allá afuera —a Yuugi—, nada podría salir mal nunca más.
—¿En qué piensas, faraón? —Mana se encontraba junto a él en ese brillante y liso mundo, como un cuarto blanco extraordinariamente espacioso y cómodo. Le sonreía con curiosidad en sus facciones, mismas que escondían sólo un poco un deje de picardía que se transmitía únicamente en su voz—. ¿O debería de decir, en quién piensa, mi faraón?
En ese lugar no había ninguna distinción entre clases y dado que Yuugi y los demás lo habían curtido en el arte de la igualdad y la amistad, poco le molestó a Atemu la pregunta de su anteriormente subordinada.
—En mis amigos —contestó con sinceridad el joven, sonriendo muy a su pesar al evocar el recuerdo—. En Yuugi —agregó después, recordando su épica batalla, una de las mejores en su vida entera.
Mana dejó soltar una pequeña risita. Estaba segura, por la manera en la cual vio deslizarse a las lágrimas por las mejillas del muchacho, cuando la puerta hacia el otro mundo se abrió, que entre ellos había mucha historia no dicha.
—¿Qué es lo que más extrañas de tu otra vida? ¿De ésa vida? —inquirió ella, sentándose a su lado en ese espacio extraño, como dispuesta a escuchar un cuento fascinante.
Atemu pareció sopesarlo un momento.
—Sus labios —aquello pudo haber sonado ridículamente cursi, pero el tono solemne que le imprimió el faraón a sus palabras detuvo la carcajada en la garganta de Mana, entendiendo de pronto que sus sospechas eran ciertas y que esa era la única respuesta que necesitaba para saber con certeza que había habido entre ellos muchos, muchísimos besos.
