+ + Filosofías de vida


~Para Cintia Sand


La mente humana define por oposición. A es A sólo porque no es B. Es lo único que puede entrarnos en la cabeza —o en cualquier parte del cuerpo—. Y definir… definir es el vicio más grande, más corruptor y más indispensable entre los seres humanos. En la práctica, en los hechos, la oposición es la competencia. Inherente a nuestra naturaleza, la competencia. Adosada a nuestros actos más mínimos, piel de nuestras intenciones —o corazón de ellas—. De modo que si él hablaba primero y decía: seré los buenos; si él, con su voz bordeando una incomprensible sumisión, con sus ojos fuertes pero esquivos, se señalaba para incluirse en el grupo de los tranquilos, de los legales, de la oficialidad… no quedaba otra para mí que el grupo contrario. Definición por oposición. Yo sería los bandidos. Yo sería la violencia y el temblor, la irrupción en la ley, la excepción, el mal. Pero por sobre todo, yo sería. Competir es nuestra herramienta —nuestra única herramienta— para definirnos como individuos y encumbrarnos por sobre el anonimato de la multitud estática. Por eso…

—Estás loco.

—Lo que digo es muy claro. Sabes que tengo razón. ¡No puedes negarlo!

Sonriendo, la boca fina entre pícara y pacífica, los ojos todavía bajos, me tendió una barra de chocolate.

—Mello… nuestra eficacia dentro del conjunto es lo que nos define como individuos. La competencia es un mero aliciente; un juego de niños. Yo soy un niño; tú lo eres, también. Pero jugar, como sabes, no es todo lo que hacemos.

—No tenemos otra cosa que la competencia. El conjunto es una falacia: ¡no hay tal cosa como un conjunto que nos contenga! Nada se interesa por nosotros.

—Al contrario; sin el conjunto, no valemos nada. Nuestra capacidad de unirnos, e incluso nuestra tendencia a ello, es lo que construye y convalida nuestra personalidad. Si el conjunto es una falacia, la vida también lo es.

Y alzó las manos. Miré casi con terror esas manos blanquísimas que se elevaban hasta mi rostro con pretensiones de devorarlo. Él, el niño, se me mostraba en la densidad de sus palabras mucho mayor que yo, años, siglos, milenios mayor. Sus labios pesaban por la vejez de sus carnes y, de pronto, me acometió la necesidad de sostenerlos.

—¡No tendemos a unirnos!

Eso es una falacia.

Ese ampo invernal fue sin embargo cálido en mis mejillas. Cálido; y esa comunidad de la que me hablaba se me figuró un poderoso círculo de fuego, chispas rozándose para armar el incendio más terrible, más inevitable, más hermoso. Pero yo no aspiraba a la belleza, y me separé del calor de un manotazo.

—Eres tú el que está loco. Estás inventando esa filosofía sobre la marcha: eres el tipo más individualista que pueda imaginarse. Lo sé, ¡Yo te conozco bien!

Entonces lo vi reír y apartarse.

—Si hablas primero y dices: yo seré la competencia… —inclinó la frente y el tono, como para obsequiarme un secreto, o como para besarme—…a mí no me queda otra que lo contrario.

Aunque en el momento le grité, también yo me reía, por dentro. Y me seguí riendo, siempre, aún en el último día, porque esa risa era un lazo; esa risa me protegería de la humillación que conllevaba la victoria de Kira, y de la soledad. Near me había ganado doblemente: la competencia era, en efecto, nuestro juego; pero vivíamos —y esto era quizás doloroso, pero cierto— por nuestra unidad.

+ + + Fin + + +

Viernes, 14 de Marzo de 2008

Notas de la Autora: Agradezco a Flor Frezza, quien leyó recientemente este fic y me convenció de subirlo a FF.