Está bien, está bien, sé que me merezco una buena paliza. Borré una de mis historias y por si fuera poco, no he actualizado ninguna de las otras. Sé que debería empezar por las demás pero es que la idea esta historia simplemente surgió y de pronto me atrapé escribiéndola inconscientemente. Esta historia surgió mientras leía un cuento llamado "El almohadón de plumas" de Horacio Quiroga. En sí no se parecen nada, pero de ahí me surgió la idea.
No sé de cuántos capítulos van a hacer. Calculo entre dos a cinco. Depende de cuánto me inspire estos días.
Isabella Swan se encuentra en problemas maritales: su esposo Jacob, le pone más atención a su trabajo que a su esposa. Sin embargo, cuando las cosas creen que no se pueden poner peor, su mundo se mezcla con lo sobrenatural cuando un vampiro le confiesa que pronto será su cena.
Disclaimer: Por más que lo desee no soy Stephanie Meyer. Los personajes son de ella y la fuente de inspiración fue el cuento de Horacio Quiroga, "El almohadón de plumas". Demás parafernalia es resultado de mi imaginación.
Capítulo Uno: En el ventanal
Al principio, cuando estaban recién casados, la relación había sido buena. Ella había caído rendida con tantas atenciones de su esposo, cuando eran novios y cuando eran marido y mujer. Por primera vez, pensó que si podía existir la vida perfecta. Era la mujer que lo tenía todo: Un esposo perfecto, una casa enorme y buena ropa. Sin embargo, todo ese dinero con el que su esposo, Jacob, sacaba todas esas cosas, no venían por caridad.
Su esposo tenía una buena empresa. Era una empresa grande, en donde era él el que mandaba. Era un trabajo en donde se ganaban millonadas, un trabajo que cualquier hombre desearía. Sin embargo, absorbía bastante el tiempo con su esposa, Isabella "Bella" Swan. La fantasía de Bella, sobre que su vida era de color rosa, había durado hasta el fin de la única semana de su luna de miel cuando la empresa requería a su esposo para cerrar un importante negocio.
Desde ahí, Bella presintió que su esposo iba a pasar más tiempo en la oficina que haciéndole los mimos que tanto estaba acostumbrada.
Y tuvo la razón. Le gustaba decir que su esposo ya había estado casado antes de conocerla. Estaba casado con su empresa. Ahí estaba su verdadero hogar y si fuera posible, se quedaría a dormir ahí. Llevaba apenas cinco años trabajando en ese cargo y ya había absorbido gran parte del amor del que Bella estaba tan acostumbrada.
¿Dónde estaban los mimos a los que estaba acostumbrada? ¿Y los detalles que tanto lo caracterizaban? ¿Las rosas, los chocolates, las cartas de amor, los collares? ¿Los halagos, las risas, las expresiones de amor, esas caricias? Se había extinto, poco a poco, para dejar a un hombre totalmente dedicado a su trabajo.
Bella no podía decir que su esposo hubiera perdido aún toda la ternura y el amor que le tenía. Ramalazos de culpa le agitaban de vez en cuando. Aún le daba un beso de vez en cuando y le daba halagos y demás, pero poco a poco disminuían. Salían de vez en cuando, cuando Jacob no tenía algo importante que hacer.
Trabajaba desde la mañana hasta bien entrada la noche y llegaba a casa con aspecto de cansancio y desanimado. Besaba a su esposa, quien se hacía la dormida mientras reprimía unos sollozos de soledad para después caer rendido en la cama y dormir pocos segundos después. Cuando Bella se despertaba, había una nota deseándole un buen día. Ningún esposo. Ningún beso de buenos días. Sólo una nota esperándola todos los días a sus espaldas.
Y fue entonces, en su aniversario de un año de casados, al encontrar una nota deseándole un buen día, fue cuando explotó.
No se había acordado. Apostaba que ni siquiera se le había pasado por la mente que era el aniversario de su "matrimonio". Antes cuando eran novios, hacía una cena romántica cada mes que cumplían tales meses de novios.
-Puñetero pedazo de mierda.- Llena de rabia, Bella rompió la nota en dos y los lanzó a la basura sin siquiera pensarlo en un momento. Lágrimas de rabia se agolpaban en sus ojos color chocolate mientras que maldecía entre susurro en susurro a su esposo.
Nadie le podía reclamar que no había sido una buena esposa o que tenía poca paciencia. Había aceptado de buena gana que su esposo tenía una empresa que atender y que no podría tenerlo siempre. Sabía que se sufría en un matrimonio, pero no sabía que se tenía que sentir soledad. Había aguantado corajes y había aguantado sus olvidos con una sonrisa falsa en el rostro. Había tratado de seducirlo y mimarlo. Pero esto, esto ya era demasiado.
Tomó su celular, un Iphone 4G que su esposo le había regalado hacía unas semanas. Desde el principio lo había odiado, ya que el artilugio era demasiado difícil para manejar. Sin embargo, le importó un cuerno que no le gustara el celular y llamó a su mejor amiga, Alice.
-¿Bueno? – contestó una aguda voz desde el auricular.
- Alice, necesito que vayamos a desayunar. No me importa el lugar ni la hora, pero por favor, dime que vas a poder desayunar conmigo.
-¿Bella? ¿Qué pasó? Puedo oír perfectamente el tono de voz que usas cuando has explotado de enojo.
Bella suspiró y esta vez las lágrimas que salieron de sus ojos fueron de tristeza y de soledad. La rabia, el fuego que le estaba carcomiendo, se apagó, que fue seguido de una ola de tristeza que le estremecía desde lo hondo de su alma.
-¿Bella?
-Estoy mal, Alice, extremadamente mal. Necesito verte. Y rápido.
-¿Pero qué te ha pasado?
-No puedo comentarlo por teléfono.- un sollozo le irrumpió desde la garganta.- Necesito el abrazo de una amiga y que me diga que todo estará bien.
-Pero, Bells…
-Alice, por favor. Te necesito. Ahora más que nunca.- Las lágrimas brotaban con más facilidad ahora de sus ojos y le bajaba por las pálidas mejillas.
Después de unos cinco segundos de silencio, Alice respondió con ferocidad.
-Tenía un desayuno planeado con Jasper, pero lo cancelaré.-la voz de Alice sonó más apasionada después.- Bella, si ha sido Jacob otra vez, yo…
-Pero Alice, ¿y ese desayuno con Jasper? ¿Estás segura que quieres cancelarlo?
-Claro que sí. Puedo arreglar una comida con él o algo por el estilo. Tú eres mi prioridad ahora. Nos vemos en la Bella Italia en una hora.
Antes de que Bella pudiera decir que sí entre sollozos, Alice ya había colgado.
Mary Alice Brandon, próximamente, "Whitlock", era la mejor amiga de Bella. Se habían conocido desde la secundaria y habían conectado fácilmente desde entonces. Alice era completamente opuesta a su mejor amiga. Era pequeña con rasgos de duende y con el pelo corto y negro. A veces la hiperactividad de Alice colmaba de vez en cuando la paciencia de Bella, pero se llevaban bien a pesar de todo. Siempre estaban ahí una para la otra, sin importar lo que fuera.
Alice tenía una pareja, Jasper Whitlock. Se habían conocido hacía no mucho, durante una fiesta de disfraces que Jacob había celebrado hacía unos meses en Halloween. A Alice le gustaba decir que había sido "amor a primera vista". Sólo salieron durante dos semanas y a la tercera semana, Alice se fue a vivir con Jasper. Desde el punto de viste de Bella, había sido algo precipitado, pero todo marchaba bien respecto a ellos en estos momentos.
Bella caminó hacia el cuarto y sacó el primer atuendo decente que vio: unos jeans y una blusa azul. Caminó hacia el baño con la ropa en una mano y un cepillo en el otro. Entró, azotó la puerta, tiró la ropa por ahí y se miró al espejo.
Isabella Marie Swan Dwyer era una mujer atractiva. Mucho. Su piel era tan pálida que recordaba a la porcelana. Su pelo era de un color café oscuro, largo y brilloso que caía por sus hombros en preciosos caireles. Su pelo enmarcaba sus delicadas facciones al igual que resaltaban sus ojos color chocolate. Sus ojos eran intensos, profundos y hermosos. Su cuerpo era delgado y esbelto, sin embargo, estaba marcado con una torpeza y un don de trastabillar por ahí. Su figura emanaba fragilidad, como si fuera una muñeca de porcelana.
Sin embargo, Bella se creía poco atractiva. Y se sentía peor viendo sus ojos color chocolate en el espejo. Se veían rojos y su pelo estaba alborotado junto con unas mejillas surcadas de lágrimas. Trató de sonreír, pero la sonrisa daba pena.
"Soy un desastre" pensó, mientras trataba de desenredar su pelo enfrente del espejo.
Después de haberlo hecho se cambió y salió de la casa, tratando de esbozar una sonrisa sincera en el rostro. Pero la verdad es que las lágrimas habían dejado de salir, aún se sentía pésimamente.
Aunque había una gran variedad de autos por elegir, tomó el primero que vio. Era un Corvette plateado, el que tanto le gustaba a su esposo. Buscó las llaves en el cajón, abrió la puerta y salió a toda velocidad de la vacía, enorme casa a la que llamaba hogar.
La Bella Italia era un local modesto, pero con un ambiente muy agradable. Alice y Bella iban seguido a desayunar o a comer en el restaurante. Los que trabajaban ahí las conocían muy bien, así que cuando Bella llegó hasta la entrada, Tom la saludó con una sonrisa cálida.
-Buenos días, Miss Black. La señorita Alice la está esperando en la mesa de siempre.
-Ya te he dicho muchas veces que no me gusta que me digan Miss Black. Demasiado formal. Simplemente llámame Bella.
-Y yo le he dicho muchas veces que a mi jefe le gustan las formalidades. Dudo que le agrade si me atrapa diciéndole Bella.
Bella soltó un suspiro. Tom le agradaba así que no debía perder los estribos con él.
-Entonces tendré que hablar con tu jefe pronto.
-Es justo lo que pensé que diría. ¿Cómo está el señor Black?
Bella reprimió el deseo de contestar "No sé y me importa un carajo." Suspiró de nuevo y miró a Tom a los ojos.
-Muy bien. En el trabajo como siempre. Creo que se me hace tarde, Tom. Ambos sabemos que Alice no es muy paciente.
-Sí, la señorita Alice no se distingue por su paciencia. Que tenga un buen día y que disfrute su comida en la Bella Italia.
-Gracias Tom. Qué tengas un buen día tu también.
Bella no pudo más que notar que hasta Tom, el empleado que pasaba a las personas a sus mesas, había sido más atento que Jacob. Por lo menos, él le había deseado un buen día a la cara. Pero su esposo, Jacob Black, se había reservado a escribir una nota con un estúpido "Buen día" escrito con prisas.
No tardó mucho en divisar a Alice, que estaba sentada en el la mesa del siempre, hasta el fondo, cerca de una ventana en donde se podía divisar la fuente y el jardín de flores que la rodeaba. Siempre había querido un jardín así, en lugar de los fríos arbustos y estatuas que tenían en la casona.
Alice la saludó con la mano y Bella se apresuró a llegar hasta allá. El día de hoy Alice llevaba un vestido gris que le llegaba hasta las rodillas. Llevaba unos leggins junto con un torero negro. Se veía tan radiante como de costumbre.
Antes siquiera de que Bella llegara a sentarse, Alice la bombardeo con preguntas.
-Bella, necesito que me digas que pasó. Te oías terrible por teléfono. Podía jurar que estabas llorando y tratando de evitar unos sollozos. Mierda Bella, dime si ha sido el idiota de Jacob otra vez y dime si tengo que pedirle a Jasper que vaya a romperle la cara junto con algunos amigos. Porqué sí, es así, juro que las va a pagar…
Bella apenas podía comprender lo que Alice decía, aunque su rostro sonrojado y su voz llena de rabia y de pasión podían darle entender que no era nada bueno. O al menos para Jacob.
-Buenos días a ti también Alice.
-Sí, sí, siento no haberte saludado bien. Pero eso no es lo que importa ahora. ¿Qué ha pasado Bells?
Bella suspiró y se dejó caer por completo en la silla. Alice alzó una ceja y esperó a que su amiga contestara.
-Jacob olvidó nuestro aniversario de bodas. Pensé que, no sé, dejaría por lo menos una nota diciendo: "Hey, feliz aniversario de bodas." Y algo así como una rosa o por lo menos un chocolate. ¿Y qué fue lo único que hizo? Absolutamente nada.
Alice suspiró y su rostro, generalmente pálido, se volvió rojo de nuevo.
-Bells, te diría que tal vez está fingiendo que no se acordó para luego darte un gran detalle, pero por las lágrimas que has derramado y los reclamos que oigo, apuesto que ni siquiera sabe cuando cumples años o cuál es tu color favorito. Y si lo sabía ya se le olvidó.
Para la sorpresa de Bella, esta vez no salieron lágrimas de sus ojos o explotó de pronto. La ira y la tristeza se habían esfumado después de unos cuantos minutos de haber salido de la casa. Al parecer, hasta la casa la deprimía.
Estaba serena, tranquila, impasible. Tenía un ligero toque de indiferencia teñido en las facciones. En sí, se sentía como si estuviera anestesiada. Como si no pudiera sentir nada.
-Es lo que pienso yo también, Alice.
Alice alzó de nuevo una ceja para luego quedarla viendo fijamente.
-¿Tratas de verlo de un modo razonable?- preguntó después de notar que Bella seguía impasible, en lugar de explotar de ira o de derramar lagrimas.
Bella se encogió de hombros y se sentó correctamente en la silla. Abrió la carta que había enfrente de ella y empezó a ver los desayunos.
-Algo así. La verdad, es que creo que su olvido sobre nuestro aniversario fue lo que provocó que explotara de esa manera. No derramaré ninguna otra lágrimas por Jacob Black y sus olvidos. Nunca jamás.
Alice abrió los ojos y esbozó una sonrisa sincera.
-Vaya, ¡por fin! Estoy feliz de que digas eso.
-Yo también lo estoy. Jacob no es mala persona, pero no puedo seguir viviendo así. Me siento como el perro de la casa, esperando todo el tiempo que me den mimos y cuando me los dan es sólo cuando el amo quiere. Ya no. Jacob se puede pudrir y a mí me va a importar muy poco.
Su voz era tranquila, serena. No había pasión en su voz y lo decía como si estuviera comentando algún platillo del menú. Alice tardó unos minutos en absorber lo que su amiga había dicho.
-Estoy seriamente impresionada.
-Como ya te dije, era sólo cuestión de tiempo. Basta de estar derramando lágrimas y de aventar cosas por la casa. Esto hubiera pasado tarde o temprano.
-Bien. Pero, ¿qué vas a hacer?
- Es lo que estoy pensando. Voy a darle todavía unos días para ver que pasa y analizaré de cerca su comportamiento. Si nada pasa, entonces la decisión es fácil: me separaré de él.
-Estoy muy orgullosa de ti. ¡Y ni siquiera necesite tratar de volverte a entrar en razón!
-Cuando estoy decidida a hacer algo, lo hago al pie de la letra. Pero si no te importa Alice, me gustaría hablar de otras cosas más… agradables. Que no tengan que ver con Jacob.
-Pensé que estaba aquí para hacerte entrar en razón. Yo…
-Lo sé. Pero ahora lo que necesito es alguien que me alegre el día. Y tú eres la persona perfecta para hacerlo.
Alice sonrió sinceramente y comenzó a mirar el menú.
-Sabes que para esos casos, siempre estoy yo.
Después de una animada charla sobre cosas triviales (el clima, su relación con Jasper, el chico guapo de la esquina, del lindo vestido que había visto Alice) salieron de la Bella Italia con grandes sonrisas en el rostro.
-Me tengo que ir Bells. Tengo que hacer otras cosas.
-Claro, Alice. Nos vemos después.
-Chao Bella. Que te vaya bien, y sigue adelante siempre, con la frente en alto.
Bella sonrió y contestó:
-Siempre.
Y tan feliz estaba que no notó la intensa mirada de un hombre sentado en la otra acera, en un Volvo plateado cuando se subió a su Corvette a distraerse por ahí.
Horas después…
Se acomodó en su tibia cama, con su pijama favorita puesta. No tuvo febriles esperanzas de que su esposo llegara temprano. Esa vaga esperanza que generalmente tenía todos los días ahora que se había extinto.
Su "esposo" llegaría tan tarde como siempre. Esperaría ahí tres horas, acostada en el gigantesco colchón, observando el dosel de su cama. Desde las diez y media hasta la una y media de la madrugada. Trataba de dormirse lo más tarde posible, casi siempre. Pero esa vez no le importó y se acostó una media hora antes de lo que siempre se acostaba.
Dio varias vueltas en la cama, tratando de conciliar el sueño. Quería dormir, olvidarse de todos sus problemas por tan sólo unas horas. Las palabras de Alice en la Bella Italia seguían zumbando en su cabeza. Aparte, le estaba matando la cabeza.
Así que cuando iba a ir por alguna pastilla para el dolor de cabeza, oyó un ruido afuera, cerca de la ventana.
En su cuarto, Jacob y Bella tenían un ventanal que daba hacia el jardín de arbustos y de estatuas. A Bella le encantaba observar la luna que se alzaba preciosamente en el cielo. Sin embargo, esta noche lucía más hermosa que de costumbre y le alegró verlo.
Cuando después de unos segundos se dio cuenta de que había sido probablemente su imaginación y su cansancio, el ruido se volvió a repetir. Y esta vez estaba bastante segura de que no había sido su imaginación. Había alguien o algo allá fuera. Y estaba segura de que eso era un alguien y que no estaba ahí para hacer amiguitos.
"Perfecto. ¿Ahora qué?"
Pensó que llamar a alguien, pero Alicia, la cocinera, ya se había ido hacía ya una hora. Ni que pensar del jardinero o de la ama de casa. Todos estaban fuera, conviviendo con su familia. Mientras que ella estaba ahí con la inseguridad de si era una ardilla, un ladrón o un asesino.
Y entre lo que lo pensaba, el ventanal se abrió súbitamente. Se levantó y se puso a la esquina más alejada del ventanal, tratando de no hacer ruido. Pero el súbito suspiro de sorpresa borró de sus planes el pasar desapercibida. Porque ahí, con un pie dentro de la casa y el otro fuera, se hallaba el ser más perfecto que ella jamás hubiera visto.
Era alto y fuerte, pálido como una sábana. Tenía un pelo broncíneo despeinado junto con un par de ojos verdes que la observaban con intensidad. Eran profundos y llenos de pasión escondida. Su rostro era apuesto y bien parecido, y muy viril. Era muy apuesto, tanto que le recordaba a Bella a un príncipe sacado de un libro infantil.
Si ese era el ladrón, que robara todo. Dudaba que si quiera reclamara si llevaba todo. Hasta podía llevarla a ella y no se quejaría. Pero la forma en que se veía, aterrador y escalofriantemente hermoso la hacía temblar.
-¿Quién eres?- murmuró en una pequeña voz.
El chico, que aparentaba entre veinticinco a treinta años, sonrió y se metió por completo en el cuarto. Después de unos cuantos minutos, contestó.
-Alguien que no es humano.- su voz, viril y extremadamente atractiva, encajaba perfectamente con su aspecto.
Esa declaración no le impactó a Bella ni mucho menos la hizo ponerse a temblar. Algo así era lo que estaba esperando. Aún, a larga distancia, se podía ver que no era humano. Quiá estaba soñando.
-Es cierto. Eres parte de un sueño.
Sonrió de nuevo y rió de una forma macabra.
-¿Un sueño? En todo caso, sería una pesadilla, Isabella.
- Eres demasiado hermoso como para ser una pesadilla. ¿Acaso eres un ángel?
- Me halagas más de lo que deberías, joven humana. Pero no. Mis víctimas me han dicho muchas veces ángel, belleza, o Adonis. Pero no, Isabella, soy algo mucho más malvado que eso.
Después de unos momentos de silencio, Bella pudo recobrar el habla. Se pellizco varias veces en el brazo, tratando de despertar de ese feo, pero increíble sueño. Nada paso.
-Ya te lo he dicho, Isabella, no soy un sueño.
-Bella.
El ser, ya fuera ángel o cualquier otra cosa la miró confundido y alzó una perfecta ceja.
-¿Qué has dicho?
Bella se atragantó y lo miró en una expresión de falsa tranquilidad. Sentía miedo, pero no sabía por qué.
-Me gusta que me llamen Bella, no Isabella. Demasiado formal. Y yo creo que eres un ángel pero no tengo la menor idea de que haces aquí.
El hombre volvió a reír de forma misteriosa. Se acercó unos cuantos pasos y sentó en la cama con dosel, enfrente de ella.
-Es curioso. Nunca nadie ninguna víctima mía me había hablado de esa forma.- se encogió de hombros.- Al parecer, tu eres la primera, Bella. Pero como ya te dije antes, no soy de ninguna forma un ángel.
La última frase pareció hacer eco en la habitación haciendo que Bella volviera a hablar, confundida.
-¿De qué hablas? ¿Víctima? ¿Cómo es que has entrado aquí? ¿De qué cuernos estás hablando?
- Para los de mi especie es fácil colarse a casi cualquier lugar. Creo que es fácil deducir de qué estoy hablando Bella. Tu esposo debería contratar a un mejor vigilante. El suyo es un asco.
-¿Qué eres?- preguntó horrorizada a la criatura enfrente de ella.
-Soy un vampiro. Y tú, Isabella Marie Swan, eres mi cena. Lástima que tengas que morir de esta manera. Es la culpa de tu tan hermoso olor. Simplemente fantástico, tu olor.
-¿Tu… tu cena?
-Si.- lo dijo como si estuviera saboreándola.- Hueles delicioso. La verdad, es que te he encontrado hace apenas una semana y tú olor me ha dejado maravillado. Te he seguido a todas partes. Sé casi a la perfección tu rutina.
-¿Qué?
- Eres Isabella Marie Swan Dwyer, casada con el multimillonario empresario Jacob Black. Aunque tienes la vida perfecta, tienes problemas con él. Te sientes sola y abandonada. Tienes 29 años y tienes una mejor amiga, Mary Alice Brandon. Generalmente, entró a las vidas de mis presas. Soy su maestro, alumno, amante, amigo, etc. Tardó alrededor de un mes hasta que me hartó de jugar con ellos. Me gusta jugar con la comida, como puedes observar.
Bella simplemente se quedó callada.
-Pero tú olor es simplemente exquisito, Bella. Me sorprende que sigas viva con tan singular olor. Simplemente perfecta. Y no sólo en olor, sino que también en belleza. Hay pocas mujeres como tú.- sonrió apenado.- Repito, lástima que tengas que morir de esta manera. Un gusto conocerte, Isabella Marie Swan Dwyer.
Y así se acercó a su víctima mientras Bella se quedaba paralizada en su lugar.
Lo bueno de esta historia es que no es un one-shot. Así que al menos tienen el consuelo de que esto no es el fin. Espero que esta historia pueda terminarla rápidamente. Me he divertido mucho haciéndola y creo que es la historia más oscura que jamás he escrito. Espero que les haya gustado y por favor, dejen reviews.
Stardropper ;)
