~Género: General/Romance.
~Extensión: 2,225 palabras.
~Advertencias: Semi AU. TH de Todos humanos, ubicados en la época de Kagome (eso sí Inuyasha se mantiene con el cabello plateado y los ojos dorados, al igual que Sesshomaru).
Rumiko Takashi ©
Notas: "Reto 5 días – Declaraciones extrañas del Foro ¡Siéntate!". Conjunto de 5 One-Shots dedicados al mes de San Valentín. Mi primer fanfic, como tal, de Inuyasha, espero les guste mucho. Estoy muy contenta de haber encontrada el Foro ¡Siéntate! que me motivó a iniciar con esta pareja.
~¡¿Qué… QUÉ?!~
'Sin duda la peor confesión es...'
.
iAccident.
.
— ¡¿Qué… ¡QUÉ!?
La chica empalideció repentinamente con los ojos bastante brotados y tuvo que contener el impulso de vomitar, tenía el estómago tan revuelto y un semblante tan verdoso que hasta el chico la sostuvo del brazo para evitar que se fuera a desmayar y golpeara su rostro contra el suelo.
Tragó saliva una vez y luego otra, su garganta estaba seca. Suspiró tres veces, y no se dispuso a hablar hasta que estuviese segura de que no saldría un hilillo de voz.
— ¡Inuyasha! —dijo un par de octavas más alto de lo normal mientras sus ojos azules se apagaban un poco; cosa que el chico notó con claridad pero prefirió omitir los comentarios. —. ¡¿Estás hablando en serio?!
—Feh.
Su tono ya un poco fuera de sí presagiaba la calma antes de la tormenta, situación en la que el chico de ojos dorados ya era un experto. La respiración de la pelinegra se aceleraba cada vez más mientras su rostro se enrojecía con el pasar de los minutos, él se golpeó la frente mentalmente y maldijo el momento en que se le ocurrió semejante idiotez.
—Ya te dije que sí —no pudo evitar que la voz le saliera más ruda de lo que debía y antes de que pudiera silenciar su imprudente lengua Inuyasha había hablado—; que sí Kagome… ¿eres tonta o qué?
La chica le infirió un deseo tan perverso a su mirada que inevitablemente le recordó cuando su madre, Izayoi, le contó a su padre sobre la última travesura que realizó con su hermano Sesshomaru en So'unga (la empresa de su padre). Esa vez no se libraron ni por suerte del castigo, porque realmente fue todo un acontecimiento que los trabajadores de So'unga se unieron para defenderlos; fue increíble ver a la desfachatada Kagura ejerciendo de su abogada como si se le fuera la vida en ello (y pensar que antes trabajaba para NARAKU, la empresa del señor Onigumo).
Kagome suspiró tratando de someter sus instintos asesinos, se preguntaba si el 'genio' que le atribuían al hijo menor de Inu-no-Taisho era verídico porque sinceramente de prodigio no tenía nada. Apretó los puños tratando de controlar las lágrimas, sabía que probablemente no era para tanto pero realmente estaba furiosa; después de todo el idiota, sí, i-d-i-o-t-a de Inuyasha no solo acababa de tirar todo el trabajo de verano a la basura, su tesis casi lista se encontraba en el cementerio tecnológico…
…además su Macbook actualmente era inservible.
Podía ver frente a sus ojos los dos trozos que conformaban la famosa manzana mordida, literalmente había pasado a mejor vida. Su ausencia la torturaba desde el infierno computacional donde estaba segura de que su tesis se mofaba de ella.
—Kagome…
Pareció quedarse sin aire, con la caja en sus manos extendidas hacia ella.
—La atropellé —dijo conteniendo la respiración un momento mientras que soltaba en un hilo de voz—: también fue culpa de Miroku…
Ella parpadeó confundida, sin entender nada del corto discurso de Inuyasha, sus ojos viajaron a la caja que él le tendía y alargando las manos la destapó para quedarse en una pieza.
— ¡¿Qué… ¡QUÉ!?
Inuyasha se pasó la mano que no sostenía a —la ahora temblorosa— Kagome por el pelo, en un intento de aplacar sus nervios. Aún cuando ella tenía el semblante furioso, la decepción, la tristeza y la resignación se mostraban en partes iguales. Inuyasha maldijo a su amigo; Miroku siempre tenía las peores ideas, sí que lo sabía, la cuestión es que siempre terminaba haciéndole caso. Y esta vez resultó incluso peor que cuando Miroku se hizo pasar por diácono para conquistar a una chica, la de problemas que habían tenido, menos mal que Sango lo aceptó, con sus reservas, pero lo hizo.
—Maldición…
'Ojalá Sango se entere y lo golpeé con un boomerang gigante en la cabeza' pensó Inuyasha sin darse cuenta de lo improbable de su pensamiento.
—Kagome, yo…
Ella suspiró con la exasperación plasmada en el rostro.
—Déjalo Inuyasha no digas nada… —le respondió con una voz tan fría que hizo saltar todas las alarmas en su cabeza— lo que sea que hayas planeado decir… seguro lo empeora todo.
—Pero…
— ¡Que lo dejes ASÍ!
Ella le arrebató el cadáver de su Macbook fulminándolo con sus ojos azules, se soltó con brusquedad del agarre de acero de él y dio media vuelta totalmente enfurruñada.
—FEH —vocalizó más alto de lo normal deteniéndola de inmediato—. ¡Que te quiero EXPLICAR!
—QUE NO ME IMPORTA…
Kagome bufó pero él no se amedrentó y retomó el agarre, esta vez con las dos manos. Simplemente ella no podía soportar mirarlo a la cara, los ojos dorados refulgían con el único rayo de luz solar que los alcanzaba o quizás era por la furia contenida, ese aspecto la hizo enfurecer más.
—Escucha Inuyasha… —empezó ella.
Inmediatamente fue cortada por una leve sacudida, él la había zarandeado, no con fuerza pero si con resolución. Abrió la boca dispuesta a reprocharle más de mil verdades y a leerle definitivamente la carta pero la voz seria y baja de él la sorprendió.
— ¡Mierda Kagome!
—Que no entiendes que me gustas —aseveró tan serio que ella no pudo evitar estremecerse; 'está tan furioso' pensó Kagome—. Desde hace un tiempo he buscado la forma de decírtelo. —Inuyasha sonaba tan herido que ella se quedó sin palabras, él vio la confusión y expectativa en esos ojos azul cristalino y resopló con fuerza—. ¿Recuerdas el día que te pedí la laptop? —Esperó a que ella asintiera—. Pensaba en confesarlo todo de una forma estúpidamente cursi; sí, con los malditos chocolates. Hasta que llegó el imbécil de Kouga gritando su amor por ti a los cuatro vientos cuestionándome por ellos... ¿recuerdas? —Ella asintió nuevamente y él sonrió ferozmente—. Me exasperé tanto por culpa de ese rabioso que te pedí la Macbook y te di los chocolates, ni siquiera recuerdo la excusa idiota que use…
—Me dijiste que Sesshomaru te había quitado la tuya para prestársela a Rin y que necesitabas entregar un proyecto de la empresa para la próxima semana —respondió ella automáticamente con una voz trémula y suave.
Inuyasha asintió recordando su razonamiento de inmediato.
—Todos sabemos lo recelosa que eres con la Macbook, así que lo de los chocolates para ganar tu confianza era buena idea —explicó.
— ¿Y planeaste eso también? ¿Planeaste los imprevistos? —dijo con voz incrédula la chica.
—No tal cual —concedió él—. Pero sí pensé en el plan B por si me interrumpían —respondió Inuyasha, sincero pero indiferente.
—No lo creo…
Kagome se llevó una mano a la frente sintiéndose mareada por la repentina confesión, se dio cuenta de lo pesados que sentía sus brazos y fue cuando miró las grandes manos de Inuyasha cerradas en torno a sus antebrazos, se movió sutilmente en una plegaria para ser liberada pero él no cedió, simplemente suspiró y continuó hablando.
—En fin, tuve la excelente idea —el sarcasmo en su voz era palpable— de hablar con el idiota de Miroku —Inuyasha intensificó su agarre un minuto, Kagome abrió los ojos sorprendida—; me dijo que te iba a perder si no hacía nada. Y me sugirió que 'utilizara tu laptop' como había dicho y antes de entregártela te dejara un papel en la pantalla diciéndote lo mucho que me gustas…
Inuyasha había dicho 'lo mucho que me gustas'no 'me gustas' o 'me agradas' sino lo mucho… mucho que ella le gusta. Kagome se sonrojó al reparar en el brillo de sus ojos, en el sosiego de su voz, en sus gestos renuentes a alejarse de ella; se sonrojó con mayor fuerza al comprender la aseveración de sus palabras en todo su ser; en ver la sinceridad de Inuyasha en sus acciones cristalinas. Siempre cuidándola; como cuando ella cruza la calle sin fijarse y él la detiene, o cuando se olvida del suéter y él se lo deja, o cuando su madre la reprende por enfermarse e Inuyasha le lleva la comida que le enseñó a preparar su madre para los resfriados y aboga por ella. Siempre protegiéndola; como la vez en que unas chicas de la universidad la insultaron y él apareció. Y los grandes detalles; como cuando ella se había tropezado y torcido el tobillo pero tenía que subir las escaleras de la biblioteca departamental en esas molestas muletas cargando todos sus libros e Inuyasha se tomó la molestia de sacar todos los libros que ella necesitaba esa vez y dejarlos en el salón de la planta baja de su casa.
Es 'lo mucho que me gustas' que no solo se aplica a él, porque ella siempre supo que no podía vivir sin pelearse con él, sin reírse de su ceño fruncido o boquear de impresión cuando él dice algo dulce, porque sabe que es tan indispensable verlo como lo es respirar porque siempre creyó que era amistad/compañerismo pero ahora se da cuenta que engloba más cosas… ahora ella sabe porque a veces —en general, siempre— es más susceptible a lo que el oji-dorado diga, haga o piense. Y porque no puede tomar en serio las propuestas del joven Kouga. Es porque a ella le gusta…, no… mejor dicho, está enamorada de Inuyasha.
Porque no hay otra razón para que cada vez que ve a Inuyasha interactuar con su primito Shippou haya un sentimiento cálido que terminé expandiéndose desde su pecho hasta su mente y la haga terminar imaginándose a Inuyasha como padre, deseando estar allí para verlo (aunque ahora sabe, cuál es el rol que inconscientemente quería fungir).
—Kagome.
Él rompió el hechizo de su ensimismamiento con su voz.
—Inuyasha, yo…
Suavemente deshizo el agarre de sus antebrazos y esta vez él la dejó ir, ella se golpeó la frente con desgane y él notó que tenía las palabras atoradas en el corazón, porque la mirada amorosa que Kagome tenía más la zozobra de la que parecía presa era más eficiente en comunicarle los sentimientos de la chica que las mismas palabras que ella podría pronunciar.
—Kagome… —susurró el chico con ternura, andando el paso que lo separaba de ella; se dio el tiempo de pegar sus frentes antes de soltar un suspiro que rasgó el aire, ella no pudo evitar devolvérselo con las mejillas coloreadas en brillante escarlata haciendo que sus alientos se entremezclaran.
—La repondré… Yo… —Ella supo de inmediato que él pretendía disculparse, y estaba haciendo acopio de todas sus fuerzas para tragarse el orgullo.
—Tan solo dime… cómo fue que pasó —respondió la chica con tranquilidad.
—Me llamaste diciendo que la necesitabas, así que corrí al garaje. Miroku estaba en mi casa porque necesitaba comida para Kirara, Sango la dejó a su cuidado mientras visitaba a la familia de su padre —Inuyasha comenzó a ponerse nervioso y Kagome no lo interpretó como buen signo—; y bueno le dije que podía quedarse con la de Buyo porque él está en el hospital para gatos por peleas callejeras —él la sostuvo cuando se tambaleó y empezó a hablar con más rapidez—, y él me obligó a llevarlo a su casa con el bulto de comida por lo que olvidé tu laptop encima de la mesa de al lado de la puerta del garaje y cuando cerró la pesada puerta, supongo que hizo vibrar la pared y la computadora cayó al piso (precisamente al lado de la puerta). Miroku y yo solo escuchamos el estruendo y volví a abrir la puerta para entrar, al bajarnos del carro nos dimos cuenta que la laptop estaba debajo de la llanta trasera.
Inuyasha reparó en que el semblante de Kagome era el mismo que cuando se enteró de la primera noticia. Hubiera reído si esos ojos azules no le prometieran mil torturas extra dolorosas.
Cuando la chica recobró la compostura total para poder emitir palabra, simplemente farfulló un agudo chillido que sonaba demasiado parecido a 'peleas callejeras'. Inuyasha la ignoró deliberadamente.
— ¡¿Mi gato está en el hospital?! —gritó ella percatándose por primera vez de las ojeras de Inuyasha.
—Sí, pero no es grave —repitió él con sorna.
— ¿Peleas callejeras? —Replicó con voz a cuello—. ¿Lo dejabas salir?
—Es de espíritu libre —se defendió el chico de ojos dorados.
Kagome frunció los labios antes de gritar '¡INUYASHA!' y comenzar una letanía de que 'como se le había ocurrido dejar al inocente Buyo en manos del cruel mitad bestia Inuyasha, a sabiendas de que no lo iba a cuidar bien que iba a causarle problemas de salud con sus malos hábitos' y ella misma se defendió diciendo que 'había sido la única opción que le quedaba porque todos estaban ocupados, no podían y su casa estaba siendo pintada…'
Inuyasha suspiró con paciencia cuando empezó a soltar la letanía de perjuicios tecnológicos, asintiendo con ojos de cachorro para que ella dejase de gritarle; tuvo la certeza de que la imagen de la manzana mordisqueada hecha pedazos no abandonaría su mente nunca, aunque no tenía que ser un mal recuerdo decidió. Su mente inmediatamente viajó al recuerdo del papel adhesivo de color crema en la pantalla rota de la Macbook, tal vez cuando Kagome se le pasara el coraje y examinara a fondo su laptop notaría que puede salvar la tesis porque la memoria RAM no había sido destruida ('gracias a todo lo sagrado' opinaba él) y por supuesto también del dichoso papelito que rezaba:
"Kagome me gustas muchísimo."
