¡Hola! Éste es el primer fic que escribo de Skip Beat! Espero que disfrutes leyéndolo tanto como yo disfruto escribiéndolo. Antes de dejarte con la lectura de mi primer capítulo debo decir que este fic como mucho tendrá cinco capítulos, puede que uno más o uno menos, ya que lo para lo que quiero transmitir con pocos capítulos me bastan. ¡Así que disfrutad de la lectura por favor! Y mil gracias por leer ésto y lo que hay abajo :)
El joven Kuon se encontraba paseando por las solitarias y nocturnas calles de Nueva York. A esas horas nadie respetable salía a pasear por los suburbios de la gran ciudad, pero Kuon no quería ser una persona respetable, él quería ser el mejor actor del mundo, como lo era su padre. Él quería ser reconocido por sus habilidades, ser el mejor en lo que hacía, ser un icono cinematográfico, que su nombre perdurara en el mundo cinematográfico. Sin embargo nada era como lo había planeado, había perdido la cuenta de las audiciones a las que había acudido y lo habían rechazado por ser el hijo de Kuu Hizuri. Kuon empezó a temblar de ira, esos estúpidos directores ni se habían molestado en juzgar si tenía talento o no. Él sabía que debía mejorar, que aún le quedaba mucho para llegar a superar a su padre, pero sabía que no lo conseguiría si no le daban una oportunidad.
Su padre, hacía años que se había despreocupado de saber en qué parte del mundo se encontraba, al igual que su madre. Siempre estaban viajando por trabajo, casi nunca estaban en casa, y cuando estaban fingían ser una familia feliz. Kuon sabía que al principio habían sido felices los tres, al principio le había bastado con verlos una o dos veces al mes, le traían regalos, lo colmaban de atenciones, su madre cocinaba… Todo era perfecto, pero Kuon creció y otras necesidades más profundas, más psicológicas entraron en juego. Ya no le bastaba con verlos tan poco, quería estar con ellos, que le regañaran, que lo alabaran por haber sacado una nota alta en un examen, que fueran a verlo a las obras de teatro del colegio… Kuon no supo afrontarlo, y algo dentro de él se rompió, sólo sentía ira, celos, dolor… Estaba tan sumido en su propia desgracia que ya no disfrutaba de los pequeños placeres de la vida. Sólo disfrutaba con una cosa: las peleas callejeras, mientras más numerosos y habilidosos fueran sus oponentes mejor. Sentía una gran satisfacción cuando los derrotaba, era como derrotar a su padre, como ser aceptado por su propia actuación. Sin embargo ese sentimiento cada vez le duraba menos, ni él mismo sabía qué hacer.
- ¡Danos todo lo que lleves encima!
Kuon escuchó una voz amenazante proveniente de un callejón.
- ¡No nos has oído vieja! ¡Danos la pasta!
- ¿O prefieres que te la saquemos a golpes?
Kuon se enfureció, esa gente le daba asco, meterse con gente más débil que ellos sólo porque sabían que saldrían victoriosos. Eran escoria. A él le daba igual el destino de la vieja, pero algo en su interior, algo que pensaba que ya no sentía, se movió y le impidió darse la vuelta e irse. El joven dirigió sus pasos hasta el callejón y se quedó de pie mirando como tres hombres, de no más de treinta años, intentaban abusar de la pobre anciana.
- Si os marcháis ahora no os pegaré –dijo Kuon captando la atención de los agresores.
- Carl este niñato quiere pelea –contestó uno mientras sujetaba a la vieja para que no se escapara.
- Y encima nos ha retado –comentó otro que se estaba haciendo crujir los nudillos.
- Dale una lección –habló el que parecía ser Carl, el cabecilla del grupo.
El segundo hombre se abalanzó sobre Kuon pero éste con tres movimientos lo dejó inconsciente en el suelo. Oh sí… Podía sentir la adrenalina fluyendo por sus venas, las ansias por pegar empezaron a dominarlo, quería machacarlos y demostrar quién era el más fuerte.
- ¡Te vas a enterar desgraciado!
Y dicho eso Carl se abalanzó sobre Kuon con una navaja, la lucha duró tres minutos, y acabó con Carl tumbado en el suelo con una puñalada en el abdomen, nada mortal pero una necesaria visita al médico. El hombre que sujetaba a la anciana se fue corriendo por el otro lado del callejón sin esperar a sus compañeros. Kuon se iba a ir, pero al ver a la anciana tirada en el suelo e indefensa no pudo marcharse sin más.
- ¿Está bien señora? –Preguntó cuándo se acercó y la ayudó a pararse del suelo.
- Mis flores… -escuchó como murmuraba la mujer.
Kuon vio que en el suelo había un ramillete de flores silvestres, lo cogió, lo limpió un poco y se lo entregó a la señora.
- Muchas gracias joven –dijo esta mientras le cogía la otra mano-. Oh mi pobrecito Kuon, estás sufriendo mucho.
- ¿Cómo sabe mi nombre? –Se sorprendió el chico.
- Mmmm… Estás tan sumido en tu dolor que crees que no puedes escapar de él. Tienes tanto miedo, tienes tantas ansias, tanta ira… Pero deseas tanto liberarte… Y lo harás hijo mío lo harás… Yo te ayudaré… Has sido tocado por la vida… Oh, pero la vida también lo pasará mal…
- ¿Quién es usted? ¿Cómo sabe tanto de mí? –Kuon estaba realmente asustado, quería salir de allí inmediatamente.
- No tengas miedo, puedo ver tu auténtico yo, amable y cálido –prosiguió la mujer-. Yo te ayudaré a liberarte de lo que te ata Kuon. Tienes un brillante futuro por delante, superarás a Kuu, dalo por seguro…
- ¿Cómo sabe…? –Pero Kuon se quedó mudo al ver los ojos de la mujer, blancos, estaba ciega.
Ésta siguió reteniendo su mano en su mano izquierda y alzó la derecha para acariciarle suavemente la mejilla.
- Muchas veces las cosas no son como las ves, con eso te darás cuenta con el tiempo. Eres el príncipe de las hadas joven Kuon. Tú me has ayudado, y yo te devolveré el favor, no hoy, quizás mañana, tal vez pasarán años hasta que nos volvamos a encontrar. Pero ten por seguro que un día nuestros caminos volverán a cruzarse…
Y dicho esto cortó todo contacto con él y se fue con paso lento hacía la salida del callejón. Kuon no supo cuánto tiempo estuvo parado, ni cuantos kilómetros corrió intentando encontrar otra vez a la anciana ¿Se atrevería a creer que podía salvarse? ¿Se atrevería a creer en esa pequeña esperanza? Cuando las primeras luces del alba lo bañaron se dio cuenta de que estaba en Central Park, los crímenes y las inseguridades de la noche empezaban a desaparecer y eran sustituidos por el aroma a perritos calientes y a café recién hecho. Pronto el parque se llenaría de gente normal que iría a trabajar, al colegio, a algún museo… Algo que él no era, y ya ni siquiera pertenecía a su mundo. Apretó los puños y se dio cuenta de que aun llevaba las flores. ¿Y si había una posibilidad? Kuon decidió mantener un pequeño rayo de esperanza en su corazón, se dirigió al césped al lado de unos rosales, hizo un pequeño agujero y enterró ahí las flores, rezándole a un dios, al cual hacía tiempo que le había perdido la fe, que la vida lo encontrara, lo tocara, lo salvara y se quedara para siempre con él.
En la actualidad.
Tsuruga Ren no sabía por qué había soñado con esa noche, des de hacía muchos años no se había vuelto a acordar de la anciana ni de la promesa de ayuda que le hizo. Seguro que fue todo una jugada de su mente, ya que había conseguido encerrar a Kuon lo más dentro que pudo y hasta el momento lo había controlado a la perfección. Sólo se desataba cuando se trataba de ella. Ren no quiso pensar en ello, el tiempo que pasaban como hermanos hacía que anhelara cosas que para él estaban prohibidas, pero eso a Kuon poco le importaba, era su Kyoko y haría lo que fuera para conseguirla y mantenerla a su lado, y eso Ren pronto lo aceptó. Llegaría un día que en el corazón de Kyoko sólo habría sitio para él.
- ¿Ren me escuchas? –Escuchó como Yashiro lo sacaba de sus pensamientos.
- Perdón Yashiro- san ¿Decía algo? –Contestó Ren mientras aparcaba su vehículo en el parking de la LME.
Yashiro suspiró y negó lentamente con la cabeza ¿Por qué Ren era tan despistado?
- Sí, han adelantado el horario de la entrevista. La tienes ahora a las nueve así que debemos darnos prisa para poder llegar a tiempo y rodar el documental.
Ren siguió a Yashiro mientras le escuchaba parlotear sobre lo llena que estaba su agenda y que lo más seguro es que acabaran a las doce de la noche como muy temprano. Cuando llegaron al piso dónde tendría lugar la entrevista los hicieron esperar en una pequeña sala mientras llegaba el periodista. La entrevista fue bastante rápida, después se dirigió a las afueras de Tokyo para rodar un documental infantil sobre cómo cuidar el medio ambiente. Comió algo rápido con Yashiro, asistió a un centro comercial para inaugurar una tienda de ropa de la cual él era la imagen principal y a eso de las ocho de la tarde volvieron al LME ya que Yashiro se había dejado unos papeles. Inusualmente entraron por la puerta principal, su mánager subió apresurado a buscar a Sawara-san para recoger el condenado papeleo, y mientras lo veía alejarse escuchó la melodiosa risa de Kyoko. La buscó con la mirada y la encontró dirigiéndose a la salida con Kotonami Kanae, otra miembro de la sección Love Me. Para variar ambas llevaban puesto el mono rosa, Ren se iba a acercar a saludar pero una manolo cogió por el brazo y lo retuvo.
- Nos volvemos a encontrar Kuon –dijo la persona que lo retenía.
Ren no se lo podía creer, era la anciana que había salvado en los suburbios de Nueva York.
- ¿Qué hace usted aquí? –Preguntó mordazmente Ren.
- ¿No te acuerdas Kuon? Hace muchos años te dije que cuando necesitaras mi ayuda te la concedería. Ha llegado el momento de saldar mi deuda.
- Estoy bien, lo tengo todo controlado –contestó él sin poder soltarse del agarre de la mujer.
- Estoy impresionada como logras que tus dos mitades convivan en tu cuerpo Kuon. De verdad eres un gran actor.
- Déjeme en paz.
- ¿Ahora no quieres mi ayuda Ren? ¿Ni siquiera por el bien de Kyoko? Sabes que si la dejas a solas con Kuon podrías perderla para siempre –prosiguió la anciana mientras miraba con sus blancos ojos en dirección a Kyoko.
- No la metas en esto bruja. Si has de hacerle daño a alguien házmelo a mí –susurró Ren letalmente.
- Tranquilo Kuon, no le haré daño a la vida. Pero os ayudaré, sí, esta misma noche encontrarás todas las repuestas a tus preguntas, después es decisión tuya tomar o no lo que te ha reservado el destino. Hasta pronto Kuon.
Ren quiso seguirla pero el grito de Yashiro llamándolo le hizo apartar la vista de su objetivo. Cuando volvió a buscarla tano la anciana como Kyoko habían desaparecido del vestíbulo.
- Te noto muy distraído Ren ¿Pasa algo? –Preguntó su mánager preocupado.
El actor negó con la cabeza y se dirigió a su siguiente cita. Estuvo todo el rato pensativo sobre lo que le había dicho la anciana, no creía que fuera a hacerle daño a Kyoko, además, él controlaba mucho mejor a Kuon des de aquel incidente como los hermanos Heel. Con un poco más de tiempo en compañía de Setsu conseguiría hacerlo desaparecer por completo. Sin embargo cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue llamar a Kyoko al móvil, ésta no se lo cogió, y después de la quinta vez Ren dejó de insistir, se tumbó en su cama sin tan siquiera desvestirse, pensando que quizás, su amuleto estaba durmiendo. Los parpados empezaron a pesarle, quería levantarse y quitarse el traje pero una fuerza superior lo obligaba a quedarse en la cama y un canto de sirena lo invitaba a dormirse. Finalmente se rindió a los brazos de Morfeo y ni tan siquiera notó la caricia de la anciana que le estaba apartando unos mechones de la cara.
- Dulces sueños mi querido niño, despréndete de esas cadenas que te aprisionan y haz que Ren y Kuon se reconcilien y vuelvan a ser uno.
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