Ariel.

Cómo deseaba poder olvidarse de ese nombre y de lo que representaba, de haberse enamorado de Eric y de haber hecho ese trato con Úrsula. Cómo deseaba haber sido menos ciega...

Eric... Tras salvarlo de ser ahogado, ella había decidido que quería conocerlo mejor. Por eso había hecho su trato con la bruja del mar para transformarse en humana y lo había intentado proteger todo lo que podía de Úrsula cuando lucharon contra ella.

Pero, después de la boda, Eric le había mostrado su verdadera cara. Su príncipe quería una esposa trofeo para mostrar mientras reinaba, no una mujer que fuese su igual, como había demostrado cuando su primera reacción al intentar hablar con él había sido golpearla y lanzarla sobre una cama antes de forzarla, una situación que se repitió continuamente a lo largo de los siguientes tres meses hasta que se dio cuenta de que la había dejado embarazada.

Como deseaba tener un heredero para su trono más que cualquier otra cosa, Eric la dejó en paz por seis meses. Todavía le gritaba, pero no se atrevía a golpearla por miedo a que su hijo muriese en el proceso, algo que Ariel agradecía incluso si volvió a comportarse como antes una vez que Melody nació.

La razón de esa actitud, y la motivación para su plan de volver a casa de su padre, era que, para Eric, solo los hijos varones eran importantes porque las mujeres, de acuerdo con él, solo servían para ser casadas como parte de una alianza con otros reinos. Afortunadamente, esa ideología significaba que tendía a ignorarlas, lo que había permitido a Ariel ocultar el hecho de que su hija cambiaba de forma cuando se mojaba con agua salada de todo el mundo menos del tutor y mayordomo de Eric, Grimsby, y de su doncella, Carlotta, que habían estado con ella la primera vez que había llevado a su hija a la playa.

La primera vez que habían visto a Melody transformarse los tres se habían asustado, aunque pronto llegaron a la conclusión de que esa capacidad probablemente era el resultado de tener un padre humano o un efecto secundario de la magia que su padre había empleado para concederle sus piernas tras la derrota de Úrsula. Grimsby y Carlotta prometieron entonces guardar el secreto, dado que no estaban muy felices con el comportamiento de Eric y no deseaban saber qué pasaría si se enteraba.

Dos semanas más tarde, cuando accidentalmente descubrieron que a Ariel le pasaba exactamente lo mismo, esta les reveló su intención de volver a Atlántica con su hija y pedir asilo a su padre. Ellos la ayudaron al asegurarse de que Eric se emborrachaba tanto esa noche que nada era capaz de despertarlo y por distraer a la Guardia Real y a los demás sirvientes de forma que pudiese llegar a la playa, desde donde empezó a nadar hasta que estaba lejos de la costa, momento en el que se sumergió y nadó en dirección a Atlántica esperando que su padre la aceptase otra vez en su reino.

En su lugar, Tritón la había expulsado por haber deshonrado a la familia, pero ella podía ver claramente que hacerlo le hacía sentirse mal consigo mismo. Además, cuando los guardias la estaban llevando fuera de la ciudad, ella le gritó que Eric era peor que Úrsula y su padre le había enviado una mirada de confusión que la hizo pensar que tal vez, solo tal vez, investigaría la validez de sus palabras y se daría cuenta de la clase de gusano que su yerno era.

Sin ningún otro lugar al que ir, ni amigos que la acompañasen porque Flounder, Sebastián y Scuttle habían muerto a lo largo del año que había estado viviendo con Eric, Ariel se dirigió con Melody al último lugar que cualquier persona que la conocía pensaría que irían, la casa de tía Úrsula.

Había sido una sorpresa descubrir que el rey Poseidón, su abuelo, había tenido una relación con la madre de Úrsula tras la muerte de su primera esposa cuando Tritón tenía cinco años, pero Ariel debería haberlo visto venir. Después de todo, solo un miembro de la familia real de Atlántica podía usar los poderes mágicos del tridente, lo que significaba que Úrsula y ella eran familia, y, ahora que Ariel pensaba en ello, si la trataron de una manera similar a como su padre había hecho recientemente, tal vez tenía buenas razones para querer vengarse de ellos.

La bruja del mar podía estar muerta, pero el esqueleto que le había servido de vivienda aún era habitable, por lo que se habían alojado en el mismo tras hacer un lecho de algas donde dormir juntas. Mientras veía a Melody dormir, Ariel se acordó de la reacción de Úrsula cuando había matado accidentalmente a las morenas que tenía como mascotas y se dio cuenta de que no eran tan distintas, ya que para la bruja del mar esos peces tenían que ser como los hijos que nunca tuvo y ella mataría a cualquiera que amenazase a su pequeña sin dudarlo.


Tritón se odiaba a sí mismo.

Recordaba ese día como si fuese ayer, cuando se había dejado llevar por su resentimiento hacia su hermanastra en lugar de permitir que Ariel explicase sus razones para volver a Atlántica. En ese momento solo veía algo que parecía un cruce entre Úrsula y su hija, no a su pequeña. Una mujer sin marido y con un bebé era una deshonra y por esa razón la había exiliado, solo reflexionando sobre sus últimas palabras horas después.

«¡ERIC ES PEOR QUE ÚRSULA!», había dicho. ¿Cómo podía ser posible? Para ser un nativo de la superficie, a él le parecía un buen hombre. Tras una semana reflexionando sobre el asunto decidió comprobar si su hija decía la verdad.

Un poder poco conocido del tridente era permitir a su usuario mirar a través de los sentidos de cualquier criatura marina, aunque Tritón apenas lo usaba porque la primera vez que lo había intentado el pez en el que lo estaba empleando había sido devorado y él había sentido sus últimos momentos de agonía como si fuesen los suyos. Procurando no pensar en ese evento, Tritón se centró y miró a través de los habitantes del acuario que les había ofrecido como regalo de bodas y de las gaviotas del puerto.

Al principio se sorprendió mirando a Eric con otra mujer, pero pronto se sintió enfermo al ver lo que Eric le estaba haciendo. Los siguientes cuatro meses se los pasó vigilándolo cuando no estaba atendiendo a materias relativas a su reino y, una vez que se aseguró de que lo que estaba viendo era como Eric realmente era, no le gustó en absoluto lo que vio.

Eric, la persona que había creído perfecta para su hija, se emborrachaba, trataba a casi todos los que no tuvieran su estatus como si fuesen alimañas, imponía impuestos abusivos, sonreía viendo a sus súbditos morir de hambre desde su castillo mientras comía como si fuese diez hombres y, además, golpeaba y forzaba a mujeres a tener hijos con él y, si los niños no le gustaban, mataba a las madres y bebés, al menos cuando Grimsby y una sirvienta no las ayudaban a escapar en secreto primero, antes de casarse otra vez y repetir el proceso.

Mi hija tenía razón, pensó horrorizado. Úrsula podía haber sido cruel y envidiosa, pero nunca haría daño a un bebé o propondría uno de sus tratos a alguien que no hubiese cumplido la mayoría de edad y, supuestamente, sabía en lo que se estaba metiendo.

Por un segundo se acordó de cuando ambos eran pequeños y el contraste entre la mujer que lo había transformado en un pólipo y la niña que se había criado a su lado era increíble, como si fuesen dos personas completamente distintas. Tritón sabía que en treinta y cinco años la personalidad de una persona podía cambiar mucho, pero el hecho de que, siguiendo las indicaciones de sus consejeros reales, la hubiese expulsado antes de pasarse las siguientes décadas eliminando cualquier prueba de que había sido parte de su familia simplemente porque no era de su misma raza ciertamente explicaba su odio y resentimiento hacia él y su familia. ¿Había convertido a su hija en otra Úrsula, una peor que su hermana, con sus acciones? Tritón no quería creerlo, pero no podía evitar pensar que había cometido el mismo error por segunda vez.

Tritón ordenó a gritos a la mayor parte de sus soldados buscar a su hija y nieta por todo el océano si era necesario, incluso dirigiendo varias de las búsquedas personalmente. Aun así, nadie las había encontrado, por lo que decidió hacer algo desesperado.

Llevaba seis años escuchando rumores de que una nueva bruja se había asentado en el esqueleto previamente habitado por Úrsula, pero los había ignorado porque buscar a Ariel era más prioritario para él. Recientemente una patrulla que pasaba por la zona le había informado de la presencia de miembros de diversas razas de sirenios en las cercanías de la guarida de la bruja y comentaron haber visto a una mujer y una niña que podrían ser su hija y nieta. Aunque le encantaría simplemente entrar en la población y llevárselas con él otra vez a Atlántica, Tritón sabía que no podía contar solamente con testimonios visuales y que las dos probablemente estaban bajo la protección de la bruja, lo que significaba que tenía que pedir audiencia con ella y ver si estaba más dispuesta a negociar que su hermana.


Tritón comprobó que los informes de sus soldados eran certeros a medida que se acercaba al esqueleto.

Además de sirenios como los de Atlántica y los reinos vecinos de Olimpia y Valhalla había variaciones de distintas partes del mundo. A Tritón le pareció extraño ver, entre otros, sirenas y tritones con rasgos físicos de rayas, morenas, orcas, medusas, delfines, cangrejos y caballitos de mar, aunque no lo había sorprendido tanto como la presencia de varios escualianos, una raza extremadamente xenófoba que llevaba siglos en guerra con Atlántica, y octopanos, la raza a la que Úrsula pertenecía y que tampoco tenía una buena relación con su reino, colaborando junto a las otras razas en la pequeña ciudad que se había formado alrededor de la antigua residencia de Úrsula. Desgraciadamente, el hecho de que todos lo estaban mirando con desprecio no lo sorprendía, ya que, si su hija realmente residía en la población, no dudaba de que todo el mundo ya se había enterado de cómo la había tratado cuando intentó solicitarle asilo. Entonces vio algo que lo dejó paralizado por la sorpresa.

Normalmente, las distintas razas de sirenios se mantenían en sus respectivas zonas del océano y no se relacionaban entre sí excepto por razones comerciales. Sin embargo, parecía que la población en la que se encontraba había decidido ignorar esas costumbres dado que sus niños no solo estaban jugando juntos a pesar de ser físicamente distintos, sino que algunos de ellos claramente tenían padres que no pertenecían a la misma raza. No era que despreciase esa clase de uniones, simplemente no estaba acostumbrado a las mismas tras más de cuarenta años de reinado en los que apenas había visto sirenas o tritones de otras zonas del mundo en su ciudad excepto como sus enemigos.

En la boca del esqueleto había varios guardias que, tras comprobar que realmente era el rey Tritón, lo acompañaron hasta lo que había sido el estomago de la criatura, donde se quedó perplejo al ver que habían construido una especie de anfiteatro a partir de las costillas con asientos ocupados por representantes de cada raza que había visto en la ciudad y la bruja, a la que reconoció nada más verla.

—Hola, papá —dijo la bruja con furia apenas contenida—. ¿Nos puedes decir qué estás haciendo aquí?

Tritón no sabía cómo responder. Él nunca habría imaginado que su hija decidiría seguir los pasos de su hermanastra, pero su cabellera de tentáculos rojos tan largos que cubrían sus pechos y la cola de serpiente marina del mismo color que ocupaban los lugares donde, antes de su boda con Eric, se encontraban su pelo y la cola típica de los habitantes de su reino eran rasgos que solo ella y su nieta poseían. Recuperándose en pocos segundos y, sabiendo que sus siguientes palabras serían la diferencia entre tener otra vez una relación con su hija o perder la oportunidad para siempre, dijo:

—Estaba buscándote para disculparme.

—¿Qué? —preguntó su hija con sorpresa. A juzgar por las caras de los representantes, estos pensaban lo mismo.

—Tras tu expulsión decidí espiar a Eric y vi la clase de persona que realmente es —confesó Tritón—. Estos últimos seis años me los he pasado obsesionado con buscarte y mi razón para pedir audiencia contigo había sido que me ayudases a encontrarte para pedir tu perdón. Es lo único que te pido, no que vuelvas a casa o que me permitas ver a mi nieta. Solo que perdones a un anciano por los errores que ha cometido.

—Me lo pensaré —respondió Ariel—. Pero, antes de eso, necesito saber algo. ¿Por qué no has hecho algo respecto a Eric aún?

—Porque, por mucho que me gustaría ahogarlo y dejar que los peces coman su cadáver, hay más humanos que gente como nosotros y, si lo hiciese, provocaría una guerra que dudo mucho que Atlántica, o cualquier otro reino submarino, pueda ganar —admitió Tritón.

—Buena respuesta, aunque, si encuentro una oportunidad para revelar públicamente sus crímenes y humillarlo, la voy a aprovechar —respondió Ariel antes de solicitar a las otras personas reunidas en el anfiteatro que saliesen del mismo.

Ella también desapareció por unos minutos antes de volver con una versión más pequeña de sí misma con tentáculos y cola negros que, al descubrir que era su abuelo, lo abrazó con tanta fuerza que que el anciano se preguntó si no le rompería una costilla.

Una vez que su nieta lo soltó, Tritón preguntó a su hija si había algo, cualquier cosa, que necesitase. Ariel negó con la cabeza antes de admitir que le gustaría que conociese a alguien, pero, dado que por el momento se encontraba fuera de sus dominios, era mejor que lo dejasen para otro día.

Tras despedirse, Tritón volvió al palacio con una sonrisa de felicidad que sus súbditos no habían visto en años, sin saber que no iba a pasar mucho tiempo antes de que desapareciese de su cara.


—¡¿Él quiere QUÉ?! —gritó Tritón al escuchar al mensajero, que se había quedado paralizado al ver lo furioso que estaba el rey mientras los sirvientes procuraban escapar discretamente del salón del trono.

—Le ha in-invitado a s-su boda, mi s-señor —repitió nerviosamente, preguntándose qué había hecho Eric para enfadar tanto a su rey. Claramente tenía que haber sido algo grave, dado que, a juzgar por la cara de su señor y su tono de voz, parecía estar pensando en matarlo.

Tritón estaba furioso. Solo había pasado una semana desde que se había reunido con su hija y nieta tras años de separación y el bastardo tenía la cara de invitarlo a su nueva boda, algo que casi rechazó antes de darse cuenta de que era el momento perfecto para la revancha.

—¿Cuándo? —preguntó mientras intentaba calmarse sin mucho éxito,

—De-dentro de dos se-semanas.

—Acepto, con la condición de que se me permita asistir acompañado de una escolta y de mis hijas.

Asintiendo nerviosamente, el joven tritón fue a dar su respuesta al príncipe. Horas después volvió con la réplica de Eric, que aceptaba sus términos, y Tritón le pidió que enviase un mensaje a la bruja del mar para avisarla de que pensaba reunirse con ella en tres días para "discutir" los detalles de un tratado de no agresión entre sus reinos.


—Si alguien no está de acuerdo con esta unión, que hable ahora o...

—Yo tengo algo que decir al respecto —dijo Tritón desde el agua, haciendo que todos los humanos en el barco donde se oficiaba la boda se asomasen por la borda para escucharle mejor—. Eric aún está casado con mi hija, por lo que no puede casarse otra vez.

—¿Rey Tritón? —preguntó el obispo confundido—. No sé mucho sobre vuestras costumbres, pero, en la superficie, cuando un miembro de una pareja casada muere, su cónyuge puede casarse con otra persona.

—Sí, pero, como Ariel no está muerta, esta ceremonia no es legal —reveló Tritón—. Por otro lado, Eric, ¿por qué no les hablas de Sara? ¿O Rosa? ¿O Alejandra? Los peces y las gaviotas hablaron muy bien de ti... ¡CUANDO LANZASTE SUS CUERPOS AL MAR Y SE LOS COMIERON!

Todos se giraron para ver al príncipe Eric, cuya falta de respuesta ante tal acusación les hizo saber que el sirénido podía estar diciendo la verdad. Incluso Max, su perro, parecía estar disgustado con él.

—¿Tienes algo que decir al respecto? —preguntó el obispo. Eric logró recuperarse de la sorpresa y intentó decir una mentira cuando fue interrumpido por Tritón.

—Oh, ¿y les has hablado de tus hijos e hijas? —cuestionó, llamando otra vez la atención de los presentes—. Algunos lanzados desde el acantilado y al menos uno aún en el vientre de su madre. Francamente, no me sorprende que mi hija intentase pedirme asilo tras escapar de tus garras.

Mirando a la multitud horrorizada, su mirada cayó sobre la novia.

—¿Cómo te llamas, pequeña? —preguntó Tritón.

—Mar-Marta.

—Dime, ¿quieres casarte con un asesino? ¿Un borracho? ¿El peor habitante de la superficie que he conocido en siglos? ¿Alguien que, si no le gusta el fruto de tu vientre, te mate a ti y a tu hijo recién nacido? —preguntó, ganando rápidamente respuestas negativas por su parte.

—Te voy a matar antes de eliminar a tu especie de este m... —dijo Eric antes de que Max ladrase con alegría y una voz que no escuchaba en años helase la sangre en sus venas.

—¿Tú y qué ejército? —cuestionó la voz burlonamente. Eric se dio la vuelta y vio varias criaturas de pesadilla, que más tarde los presentes descubrirían que eran miembros de distintas razas de sirenios, asistiendo a varios guardias reales en la reducción de sus compañeros que, a pesar de conocer los crímenes de su señor, todavía le eran leales.

—Traidores —susurró enfadado antes de que algo que no pudo ver lo lanzase contra el mástil. Cuando recuperó el aliento y vio qué lo había golpeado, Eric soltó un grito muy poco masculino.

—¿Qué pensabas, Eric? ¿Qué no iba a aprovechar este evento para hacerte una visita? —preguntó Ariel, dejando boquiabiertos a quienes también habían asistido a su boda con el príncipe cuando la reconocieron a pesar de lo cambiada que estaba antes de que todas las miradas se centrasen en quien solo podía ser la hija de ambos, a quien Max estaba lamiendo la cara como bienvenida—. Pensándolo bien, todavía no puedo creer que me hubiese casado contigo a pesar de agradecer tu contribución a la existencia de Atenea.

—¿No se llamaba Melody? —preguntó confundido.

—Sí, pero, como ese nombre fue idea tuya, decidí darle el nombre de mi madre —replicó la mujer—. De hecho, estoy sorprendida de que te acuerdes del nombre con el que fue bautizada.

—¿Señorita? —cuestionó Grimsby, el único miembro, ya fuese de la tripulación o de los invitados, aparte de Charlotte que intentaba mirarla a los ojos en lugar de a su cuerpo más o menos desnudo y a su cola o los tentáculos rojos que tenía en lugar de pelo—. La verdad es que, como la primera hija que tuvo, técnicamente es su heredera. Además, como Eric, por razones obvias, no merece su puesto, podemos adelantar la sucesión si el rey es... incapacitado para el cargo de alguna manera.

—¿Hablas en serio? —preguntó Ariel con sorpresa—. ¿Cuál es la pega?

—No puede estar muerto, dado que entonces sería visto como usurpación —explicó Grimsby.

—¡SOY VUESTRO REY, NO PODÉIS HACERME ESTO! —gritó Eric—. ¡GUARDIAS, LIBERADME!

—Mamá, ¿podemos hacer ahora lo que tenías planeado hacer con él si tuvieses la oportunidad de vengarte? —preguntó Atenea con impaciencia.

— Por supuesto, cariño —respondió Ariel antes de que ella y su hija lanzasen rayos negros desde sus manos en dirección a Eric, que se convirtió en una estatua de piedra—. Tranquilos, todavía está vivo y lo continuará estando a no ser que alguien lo rompa en pedazos

—Supongo que eso cuenta como incapacidad —admitió Grimsby tras echarle un vistazo más cercano a la figura—. Ahora solo necesitamos una coartada firme y una manera de que la pequeña tome forma humana, dado que es dudoso que el país acepte a... alguien de su especie como su nueva reina.

—Eric decidió beber el vino destinado al banquete antes de la boda y se cayó por la borda, donde fue devorado por unos tiburones que estaban siguiendo los restos que los cocineros tiraban al mar. Viendo a su señor en peligro, los soldados que están atados intentaron salvarlo pero, como se olvidaron de sacar sus armaduras antes de lanzarse al agua, se hundieron como piedras sin que nadie pudiese ayudarlos porque Tritón y su séquito, a pesar de haber sido invitados, aún no habían llegado a la localización de este barco desde su ciudad submarina —sugirió Atenea, sorprendiendo a todos por la rapidez con la que pensó una excusa creíble para su desaparición—. ¿Eso fue lo que pasó, verdad?

—Sí, todos fuimos testigos de ello —respondió Marta, ganando el asentimiento de todos los invitados, la tripulación y el obispo.

—En lo referente a la forma, no hay ningún problema. En aproximadamente media hora, siempre y cuando no volvamos al agua, nuestra apariencia volverá a ser humana. Por otro lado, tras pasarnos seis años prácticamente desnudas va a costarnos un tiempo acostumbrarnos a llevar ropa otra vez —explicó Ariel mientras acariciaba a Max—. ¿Alguien tiene otra pregunta?

—¿Cómo explicamos la estatua? —cuestionó uno de los invitados.

—Puedo hacerle unos ajustes de forma que esté en una posición más digna y decir que, como homenaje a su recientemente fallecido padre, Atenea encargó una estatua suya que será instalada en una plaza de la capital del reino —respondió Ariel—. Y, para explicar mi repentino retorno junto a mi hija, podemos decir que Eric no deseaba que estuviese en su presencia. En consecuencia, decidí pasar una temporada con mi padre en Atlántica y solo volví tras recibir noticias de su trágica muerte.

—Normalmente no tolero a los mentirosos, pero, teniendo en cuenta los crímenes del príncipe, en este caso voy a pretender que estáis diciendo la verdad —dijo el obispo—. Ya que estamos aquí para celebrar una boda, ¿hay otra pareja que desee casarse entre los presentes?

—La hay —contestó repentinamente Ariel antes de que uno de los guardias, una criatura de piel gris parecida a una sirena pero con cabeza, aleta dorsal y cola de tiburón, se arrastrase en su dirección tras lanzar al último guardia leal a Eric al agua—. Vamos a decir que descubrí que Eric me estaba siendo infiel poco antes de volver al castillo de mi padre y que Ivhoxha, un representante de otro reino submarino, se enteró de la situación y decidió ayudarme a criar a Atenea. Con el paso de los años empezamos a sentir algo el uno por el otro, pero decidí mantenerme fiel a mi marido y Ivhoxha respetó mi deseo hasta que, tras enterarnos de su muerte y aparecer para consolar a Marta, usted nos preguntó si deseábamos casarnos al ver lo unidos que estábamos a pesar de no ser marido y mujer.

—Yo apruebo la relación —afirmó Tritón. Todavía no se sentía cómodo teniendo a un escualiano como yerno, pero, tras dos semanas planeando cómo lidiar con Eric junto a su hija y Ivhoxha, sabía que era un buen hombre y, francamente, no le importaba mucho su raza siempre que tratase a Ariel mejor que su primer marido. Además, tras tantos años siendo tanto el guardaespaldas como el amante de la bruja del mar, su nieta honestamente creía que era su padre, por lo que todos salían ganando si les permitía casarse.

—Ahora que está todo aclarado, si la pareja hace el favor de acercarse al altar podemos oficiar la boda ahora mismo —dijo el obispo antes de empezar la ceremonia por segunda vez ese día.