CAPÍTULO 1
Estaban todos reunidos en aquel amplio salón, escuchando atentamente a su director, mientras éste les ponía al tanto de lo que estaba sucediendo en el exterior a mitad de la guerra ideológica que sostenían contra Voldemort.
No era sencillo simplemente escuchar lo que pasaba afuera, especialmente cuando las noticias siempre iban inclinadas a favor de Voldemort y su ejército de criaturas que arrasaban con la seguridad de los magos.
Quienes no sabían cómo protegerse, acudían al colegio, con la leve esperanza de ser protegidos por el director; pero la mala noticia estaba en el hecho que el colegio era para brindarles seguridad y protección a los estudiantes, y porque con la destrucción de muchas casas, había ya mucha gente que se refugiaba en la escuela.
Harry Potter miró de reojo a su compañera de sala y mejor amiga.
La chica estaba preocupada, severamente preocupada por la situación; hacía poco su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Lupin, habló de un ataque que se dio en una comunidad Muggle, no alcanzó a oír bien el nombre, por estar demasiado concentrado en una forma de ayudar.
Eso no significó que no sintió la tensión en el cuerpo de Hermione cuando el nombre salió de los labios de su amable profesor.
Día a día, noche a noche, la muerte rondaba los pasillos y nadie sabía con certeza si estaban o no a salvo, porque el hecho que a cada momento se supiera de robos en el Ministerio, no hacía a Hogwarts mucho más seguro.
¿No estaba el Ministerio de Magia rodeado de aurores que lo protegían?
O no estaban haciendo bien su trabajo o Voldemort cada vez era más hábil para burlar los sistemas de seguridad que la magia antigua utilizaba.
Ron también se mostraba asustado, debido a que sus padres formaban parte inactiva de la orden, esperando sólo una orden para pasar al bando de la acción y enfrentarse contra los enemigos.
Él por su parte no tenía de quién preocuparse más que de sus amigos, porque los Dursley estaban protegidos, así como la casa, porque allí Harry Potter pasaba sus vacaciones de verano (que más bien eran un suplicio).
Alzó la mirada cuando sintió los penetrantes ojos azules del director en su persona, y con un rubor en su rostro volvió su atención a la importante conferencia acerca de la protección que cada quien debería tener con su persona.
Las misiones de la Orden del Fénix cada vez dejaban más tiempo libre en la escuela, por lo que Harry dudaba estar en clases, porque ésas eran vacaciones en Hogwarts.
La última clase que tuvo, entera, fue hacía tres días, con McGonagall; ahora, su profesora estaba de guardia en el Ministerio, con ayuda de Ojo Loco Moody.
Suspiró, aburrido, cansado y harto de la situación en la que estaba viviendo.
¿Tenía que ser el protegido todo el tiempo, aún cuando su mismo destino lo marcaba como un héroe?
Sentía que le ataban de pies y manos al impedirle interferir en SU guerra.
Constantemente se repetía que Dumbledore lo hacía porque se preocupaba por él, pero cada día que pasaba se decía que su director ya no confiaba tan ciegamente en él como el resto del mundo lo hacía.
Él no era un Mesías, pero estaba seguro que podía pelear, y con toda su ira acumulada iba a conseguir derrotar a Voldemort.
Confiaba en su propia fortaleza, y era inteligente.
Miró a Lupin y sonrió.
—Lo más importante, ante todo, es la voluntad. Los aliados de Voldemort —escalofrío general. —Creen que no tenemos libre albedrío, nosotros debemos probar que están equivocados.
Tal y como Harry pensó, estaba hablando de cómo combatir iimperios/i, para que ninguno de los estudiantes, por si lograban entrar al colegio, fuera puesto bajo el control de Voldemort.
La primera vez que él derrotó la maldición, fue en su cuarto curso, cuando tuvo de profesor al falso Moody, quien les mostró el efecto de la maldición... usándola en ellos.
Fue el único que lo logró a la primera.
—También es bueno que peleemos, sin bajar jamás la guardia, porque el más mínimo descuido podría significar una tragedia para ustedes. Son fuertes, y en un combate contra un Mortífago, su inteligencia y su varita son sus únicas armas.
Allí concluyó el profesor, mirando a todos los presentes, que eran los alumnos del séptimo curso.
Las cuatro casas estaban allí reunidas, recibiendo aquella plática para defenderse.
Aunque los Slytherin, quienes lo hacían público, decían no necesitar de ninguno de esos métodos, pues no iban a ser atacados, jamás, por sus propios familiares.
El director se levantó de su asiento y con un movimiento de su mano, consiguió el silencio que requería para poder hablar.
-Bien, ésa fue la segunda conferencia de esta semana, señores. Primero oímos las noticias, luego su profesor Lupin les dijo cómo protegerse. Ahora, quiero que los líderes de cada casa, se queden un momento más... Tengo que hablar con ellos.
Los líderes de cada casa eran los encargados de informar al resto de los miembros de sus respectivas casas de las reuniones que se efectuaban y de poner al tanto a los que no asistían.
La lista era la siguiente:
Gryffindor: Harry Potter.
Ravenclaw: Padma Patil.
Hufflepuff: Justin Finch-Fletchley.
Slytherin: Draco Malfoy.
Obedeciendo las órdenes del director, los cuatro alumnos permanecieron sentados en sus respectivos asientos, esperando cualquier posible noticia para informar a los demás, o cualquier orden que tuvieran que seguir.
—¿Qué sucede? —inició Malfoy, cruzándose de brazos, impaciente y sin ganas de esperar un segundo más.
Ante la mueca de desagrado que hizo Potter, el rubio sólo enarcó una ceja, como incitándolo a decir algo al respecto.
Era divertido molestar a alguien o al menos intentarlo, frente a Harry, especialmente cuando se trataba del director, porque el de los ojos verdes se tragaba su ira y se controlaba.
—Hay más de lo que en realidad dijimos en la junta. —fue la respuesta de Dumbledore, quien vio como Harry se ponía en pie. Por qué su alumno favorito era tan predecible. —Siéntate, Harry. Ese ataque que hubo en el Londres Muggle, se llevó a muchos de los padres de mis estudiantes.
Harry se mordió el labio inferior, suprimiendo de esa forma un grito iracundo.
—¿Más muertes de muggles? —fue la pregunta que hizo el rubio, apartando un mechón rubio que cubría sus delicadas facciones.
Un asentimiento por parte del director.
Justin se cubrió la boca, y bajó la mirada, apenado por sus compañeros que eran de ascendencia Muggle.
Padma hizo un movimiento con la mano, pero volvió a su posición inicial, apoyada contra la pared, con las manos escondidas en su espalda.
—¿Los padres de quiénes?
Dumbledore negó.
Ésa es información que no puedo proporcionarles, pero también les pido que no divulguen la noticia.
—¿Para qué nos informa, entonces? —cuestionó el rubio, poniéndose en pie.
Estaba un poco aburrido, quería más acción, más pelea... mucho menos conversación.
—Son los líderes del colegio, quería que estuvieran enterados.
Miró a su alumno de Gryffindor.
—Pueden retirarse, Sr. Malfoy, Sr. Finch-Fletchley y Srta. Patil. Harry, necesito hablar contigo. —anunció el anciano.
Malfoy miró de soslayo al Gryffindor y le regaló una sonrisa burlona.
—¿Sucede algo malo, Profesor? —su voz no sonó muy firme, sino más bien temblorosa, porque sospechaba el tema del que iban a hablar, y no quería ser él quien brindara una mala noticia de esa magnitud.
—Ambos sabemos, Harry, que Hermione es una señorita muy fuerte, ¿no es así? —empezó Dumbledore, recibiendo una afirmación por parte del hijo de James Potter, al igual que su padre y su madre, Lily, Harry era un joven muy fuerte, en espíritu y en mente. También físicamente. —Sé que entendiste mi punto desde el principio, y por eso mismo entiendo que más que nunca sientas que tienes que participar directamente en el combate.
El Gryffindor no hizo nada, más que bajar la mirada y enfocar su atención en un punto en el suelo.
—Esta guerra aún no espera recibirte, Harry, porque Voldemort aún es más fuerte... Eres un niño.
—¡Ya no soy un niño! —exclamó. —Hace dos años, cuando Sirius murió, fui un niño, infantil, inmaduro y necio. Ahora sé que para detener tantas muertes innecesarias debo hacer algo al respecto.
—Lo estás haciendo. —le aseguró el profesor.
—Sentarse y ver morir a los seres queridos de mis amigos no es mi idea de ayudar, Profesor. —negó Harry, acomodándose los lentes. Su mano había adoptado un temblor involuntario. —¿Cómo murieron los padres de Hermione?
Dumbledore suspiró.
Harry había ido directo al punto, sin rodeos ni mentiras, simplemente la cruel verdad.
—Un Avada Kedavra uno, el otro murió desangrado.
Harry se paralizó a la respuesta.
—Yo se lo diré.
Se levantó y caminó a la salida.
—Esto es un secreto con los líderes, Harry. —dijo Dumbledore, y vio como Harry se detenía a mitad de un paso.
—Y sería un pésimo líder si no le dijera, Profesor. Buenas noches.
Dumbledore asintió, sin responder.
Su alumno estaba creciendo, pero en el fondo, seguía existiendo el mismo niño que carecía de amor. Por eso estaba tomando en sus manos una responsabilidad que no le correspondía.
Ser huérfano le daba experiencia, pero a diferencia de Hermione, él jamás tuvo a sus padres.
