En verdad le agradezco a todos por subir sus historias, siempre es un gusto leerlas y son una gran fuente de inspiración. Ahora, antes de que lean la mía, quería que supieran que si este trabajo les llega a gustar aunque sea un poco, o a dejarles algún mensaje, sea cual sea, es muy probable que gran parte del crédito sea de ustedes. Gracias a todos.

SOBRE LOS DERECHOS DE AUTOR: "El Vaho Reptil" es un trabajo derivativo el cual está basado en ideas, personajes y escenarios originales de The Legend of Zelda® a la vez de contener conceptos propios del escritor, ajenos a la serie. Nintendo® posee los derechos de autor de The Legend of Zelda®. Este libro no fue escrito con fines de lucro.

Prólogo: Por los bosques y campos se esparce un veneno, un sueño amargo que flota en el aire como la niebla en la frialdad de la noche, dentro del Castillo Hyrule horribles pesadillas acechan las horas más oscuras de una princesa que no puede más. El mundo entero cambiará, con el paso de las eras, las cosas viejas se colapsan, de las cenizas del pasado un nuevo orden surgirá. Sombras y miedo, oscuridad y muerte, el demonio del abismo, ansía regresar.

Un soñador ha dejado atrás el reino, buscando la respuesta para poder despertar, en la tierra de Termina, Link, Héroe del Tiempo descubrió un secreto poderoso, Hyrule tiene muchos enigmas, la Trifuerza es el mayor, el más peligroso.

Lejos, más allá de los horizontes ocultos, rodeado por monstruosas montañas de fuego y violentos mares de lava, arde furioso, el secreto de la luz dorada…


La Leyenda de Zelda

El Vaho Reptil

El Destino del Tiempo I

Las manos que me sostenían...
Ahora acarician al dragón...
Dime a quien acarician tus pensamientos...
Y te daré alas para volar y escapar...


Prólogo

Al borde de un sombrío y gigantesco desfiladero, cuya orilla seca y rocosa se extendía por ambos lados hasta donde la vista se perdía en el horizonte lejano, ahí, en lo que parecía ser la orilla inconmensurable del fin del mundo, dos personas se mostraban de frente al vacio, un niño, con la virtud del coraje vagando misteriosamente en sus ojos tristes y azules, junto a un adolescente cuyo odio y desesperación se desbordaban arrebatadamente por todo su ser, incluso por los necios y negros mechones de su cabeza. Ambos en completo silencio, no había palabras para ese momento, el horrible y penetrante silbido del viento hablaba por ellos, les revolvía el cabello con brusquedad y les llenaba los ojos de arena y polvo. Llevaban en la espalda unas enormes y gruesas capas grises, para ocultar el brillo de sus armas a lo lejos, de las narices se les asomaban unos delgados y extraños tubos metálicos que les ayudaban a respirar, pues en ese lugar el aire era veneno puro. A sus pies yacía un valle, una oscura y tétrica planicie completamente carbonizada, sin árboles ni flores, sin pastizales o animales, sin un río que la vida atrajera. No había nada, lo único que había quedado eran rocas, miles y miles de tristes y solitarias rocas, de todos los tamaños, salpicadas por todo el llano como granos quemados de maíz sobre una tabla muerta y chamuscada. Tenían un aspecto tan lúgubre y deprimente que más bien parecían lápidas, testigos de una muerte tristemente olvidada, todo el paraje lucía como un cementerio maldito, y el viento que silbaba entre las frías rocas hacia brotar de ellas fúnebres sonidos, notas agudas y largas, hondos lamentos que viajaban con el aire.

Por miles de años, nada había nacido o crecido en ese lugar, la vida se había alejado instintivamente de la muerte, incluso las estrellas se habían marchado para siempre, pues el cielo ya no era azul de día, ni claro de noche. Una gruesa masa de nubes de un profundo violeta que se volvía negro en las zonas más densas se había robado la corona del cielo, un sol agonizante aun se asomaba lastimeramente por detrás de las negras alturas, le costaba tanto trabajo salir que parecía haber decidido finalmente dejar de brillar, solo un fantasma moribundo de su antiguo esplendor lograba descender vagamente hasta una tierra enferma y condenada, que moría un poco más con cada día que pasaba. La única cosa que se alzaba en medio de aquella insoportable desolación, el único signo de que alguien o algo había obrado en ese lugar, era una torre, una monstruosa e increíblemente gigantesca torre. Era tan alta que la cima se perdía entre las impenetrables nubes que la rodeaban como escapando de sus vapores mortales, su fundación estaba hecha de roca, toda la base había sido tallada directamente de algún peñasco pero conforme ascendía hacia el negro y relampagueante cielo, el acero se volvía su esqueleto y millones de oscuros cristales su negra y reflejante piel. Cientos de pequeñas luces rojas se encendían a diferentes alturas, como si fueran los ojos parpadeantes de demonios eléctricos que acechaban desde adentro, la torre era tan gruesa casi como una montaña, una sola mirada a esa desafiante e imponente estructura producía un vértigo y un miedo incontrolables. La sombra que proyectaba cubría gran parte del ya de por si oscuro valle frente a ella, como una sentencia de muerte pesando vilmente sobre ese amargo y siniestro lugar.

―El valle de la sombra de la muerte ―dijo el adolescente con cierto tono de cinismo en las palabras, sus ojos rojos brillaban sutilmente, como si saludaran amargamente a las luces de la lejana y negra construcción― me pregunto qué es lo que diría mi madre si supiera que estoy aquí.

―Tal vez diría que estas a punto de entrar en el mismísimo infierno, en cuyo caso no estaría tan equivocada ―dijo el pequeño, casi gritando por culpa del fuerte viento mientras sostenía con una mano la verde capucha que llevaba puesta, luego se quedó callado un momento, como si pensara detenidamente en lo que acababa de decir, ensimismado― Siete años fue demasiado ―dijo al fin― pero esto… ¿cómo fue que llegamos a esto?

―Siete años, siete mil años, hay una diferencia ―dijo el joven de cabello negro, sin dejar de mirar hacia el frente― todo fue… una cuestión de tiempo.

―El cual ya no tenemos ―replicó el niño de la capucha verde― la torre sigue en pie, fallamos.

―¡No! ―explotó de golpe su acompañante, agitando las manos y exagerando un gesto con el rostro de forma perturbadora, el pequeño tan solo lo miraba en silencio, después de jadear como una bestia por algunos instantes, se calmó, recuperó la compostura y con cierto dejo de orgullo en la voz, prosiguió― te equivocas, aun no fallamos, no hay manera de que fallemos, si hay algo que siempre habrá, eso es el tiempo ―y al terminar de decir eso sus ojos se cerraron un poco, como si de pronto estuviera concentrando la mirada en un punto lejano del horizonte.

―Todo se acaba, incluso el tiempo, y la vida.

Cargadas de una tranquila solemnidad, esta vez las palabras del joven niño sonaron claramente y con fuerza, como alentadas por el propio viento al que parecían haber unido su triste mensaje.

―Cuando eso ocurra ―comenzó a decir el adolescente mientras se quitaba lentamente la capucha gris que venía con su capa y volteaba a ver al niño de una forma muy extraña, casi con locura, con esos profundos ojos rojos, inyectados de sangre― cuando el tiempo se acabe, simplemente haremos más.

En ese momento todos los sonidos cesaron, por un instante el tiempo pareció alentarse hasta casi detenerse, el destello más brillante que cualquiera de los dos hubiera visto jamás iluminó de repente el cielo con la fuerza de mil soles, toda la existencia parecía haberse reducido a esa luz y a un gran calor, súbito e insoportable. Un colosal hongo termonuclear se formaba detrás de la gigantesca torre, barriendo de golpe a la oscuridad, y todas las nubes del cielo mientras, desde su posición, el niño y el joven podían ver claramente como la onda expansiva de la titánica explosión arrasaba con lo poco que quedaba del valle, dirigiéndose inevitablemente hacia la torre maldita, y también hacia ellos.


Bueno, así comienza, espero que les haya gustado y también espero sus comentarios, críticas o lo que sea que me quieran decir. Hasta luego y gracias por su tiempo.