Corazón

Anna es muy fuerte: Es capaz de levantar sin esfuerzo veinte kilos de madera y noquear lobos con una guitarra. Además de tener tanta energía como para estar días sin dormir sin perder el aliento. Pese a su apariencia pequeña o brazos delgados.

Es más fuerte que la mayoría de las mujeres y gran parte de los hombres.

Hans en cambio, era un hombre promedio con fuerzas que palidecen frente a Kristoff. La clase de hombre que podría haber tenido problemas incluso para levantar su propio peso.

La maldición de un corazón congelado había tardado horas en avanzar en Anna, incluso en un clima helado que hubiera matado a más de uno de hipotermia, pero ella era especial. Su fuerza era testamento de ello.

Anna sabía todo eso. Por eso, cuando Arandelle fue descongelado, con todos a salvo arriba de un barco, ella sintió su corazón detenerse un poco al ver un mechón blanco en el cabello pelirrojo de Hans.

Él no lo sabía aún, Elsa y Kristoff lo miraron con curiosidad pero sin alarma. Solo Anna sabía que estaba frente a un hombre con un pie en la tumba. El odio que sentía hacia él se desvaneció en ese instante para ser reemplazado por una profunda tristeza.

Kristoff, únicamente había sabido que Hans las intentó matar en el muelle y por eso se dirigió a Hans para golpearlo. Pero antes de que Kristoff terminara de dar su segundo paso, el príncipe se dobló de dolor y sus ojos buscaron a los de Anna.

Eran brillantes, grandes, hermosos, con irises verdes.

Ella los habia recordaba azules o cafés durante todo su viaje por las montañas, por mucho que Hans fingió amarla, Anna por lo menos debió de ser capaz de recordar ese detalle de él y no solamente percatarse cuando a él le quedaban minutos de vida.

—¿Qué me hizo? —Hans preguntó a Anna mientras se intentaba incorporar, su pecho subiendo y bajando a un ritmo acelerado.

—Creo que es tu corazón.

Ante esas palabras, Hans se hizo para atrás, apoyando su espalda contra la borda y con una mano se jaló el cabello. Ella sabía lo que él iba a pedirle y negó con su cabeza incluso antes de que él le suplicará.

—¡Sálvame Anna!

—Solo un acto de verdadero amor puede salvarte — en cuanto sus labios dijeron la última palabra Anna comenzó a llorar. Elsa dijo algo pero el sonido había desaparecido para Anna en ese instante.

Hans dejo caer su cabeza y después fue incapaz de soportar su propio peso y cayó al suelo. La mayoría de su rostro, ocultó por cabello completamente blanco, le daba una apariencia casi de anciano.

— Yo soy quién tiene que hacer el acto de amor, ¿verdad?

Por lo menos ninguno de los dos intentó fingir que la pizca remanente de cariño que Anna tenía por Hans podría salvarlo. Aún así ella caminó hacía él y se sentó a su lado.

Él estaba asustado de morir y por eso acepto su presencia junto a él, por temor a que alejarla disminuyera su tiempo restante. O eso cree Anna incluso meses después de la muerte de él.

—Te...pi..do una disculpa — sus dientes estaban castañeando y por sus mejillas caían lágrimas que cortaban su piel como pequeñas navajas, pero él no mostraba signos de sentir las heridas —Pe..pe.. perdón..A..

—Estas perdonado — ella intentó sostener su mano, pero antes de tocarla se detuvo, incluso a escasa distancia, el frío de Hans la incomodaba, era como tocar hielo con una mano desnuda— ¿Necesitas algo?

Él se esforzó en levantar su cara, en observar el rostro de ella aunque sus párpados parecían estar luchando por cerrarse. Había una pequeña sonrisa en sus labios pese al dolor, una parte de él parecía estar feliz.

Antes de que alguien se diera cuenta, Hans agarra algo del suelo. Algo que no era hielo ni un vidrio.

Un pedazo de su espada los había acompañado al barco, y Hans lo sujetó con su mano, cortando su guante blanco y la piel de su palma, dejando la sangre pintar el fragmento de rojo. Antes de poder alzar la pieza a su pecho, su piel se volvió hielo.

Al mismo instante que Hans perdió todo su color, Anna dejo de llorar y limpió sus cachetes con serenidad tras incorporarse.

Elsa la abrazó y le preguntó si todo estaba bien, Anna no dudó en contar los horribles planes de Hans, en decir que él había intentado matarlas. Kristoff observó la estatua del príncipe y después sujetó el hombro de Anna. Ella intentó formar una sonrisa para él. Eso lo recordaba bien.

Su hermana Elsa la ama. Kristoff la ama. Tiene todo para ser feliz, pero desde ese día todas sus sonrisas son una farza.

No siente más dolor o ira, no hay emoción restante en su pecho.

Él es una hermosa estatua de un príncipe sentado, mirando a alguien por encima de su hombro y con lágrimas congeladas en sus cachetes. Una mano apoyada en el suelo y la otra sujetando la pieza de su espada. Parece el último momento de una persona sin escapatoria.

Al final del día, nadie preguntó por el paradero de Hans y su estatua fue trasladada al palacio de hielo de Elsa, un lugar que Anna nunca visita, siempre prefiriendo acudir a otra actividad en Arandelle, lejos del frío hielo, del recuerdo eterno del poder de su hermana.

Hans había intentado, en sus últimos momentos, asegurarse de morir. A veces Anna piensa en destruir la estatua, temerosa de que siga conciente dentro del hielo, torturado por el frío y la soledad.

En esos momentos se dice que ella no recordaba nada de cuando fue congelada, por lo tanto él no está sufriendo en aquel horrible palacio.

Una parte de Anna siempre teme que si toca el palacio de hielo, ese lugar se volverá su tumba helada como lo es la de Hans. O peor, se volverá una cárcel donde es incapaz de siquiera respirar.

Más de una vez sus ojos vagan hacia la montaña, y jura en voz baja que destruirá la estatua tras la muerte de Elsa. Si el hechizo no muere con su hermana, entonces él jamás despertara y por eso ella destruirá el hielo de su hermana para siempre.

Por el momento, aún hay esperanza y un motivo para vivir aunque todos los días sean grises, comer sea un martirio y la presencia de su hermana la haga arrugar la nariz.

Es injusto que la vida continúa sin él.

Elsa se recluye de nuevo en su habitación, por consejo de sus asesores hace trucos para complacer a las masas para mostrar su control sobre sus poderes y Anna finge sus mejores risas, incluso la abraza a Elsa sin reserva.

Kristoffintenta confesar a Anna su amor más de una vez, pero ella lo rehúsa sin dar ningún motivo.

Un corazón que perdió una parte de él no mata como una maldición y Anna es fuerte, por eso sabe que volverá a sobrevivir. Y, con el tiempo, a amar.

Fin