Cinco drabbles acerca de la convivencia entre los Dursley y los magos encargados de su protección en el séptimo libro. Es mi primera incursión en este estilo así que todos los consejos de los que os paséis por aquí me vienen genial ;)

Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a JK Rowling, yo sólo juego con ellos.


Hestia Jones.


Hestia Jones era una bruja talentosa, un miembro destacado de la Orden del Fénix y una reputada activista en la lucha a favor de la igualdad entre magos y muggles. Sus convicciones eran firmes y nunca había dudado a la hora de luchar por ellas, por eso cuando se pidió un par de voluntarios para llevar a cabo una misión de protección a la familia muggle de Harry Potter, la bruja no se lo pensó dos veces; estaba convencida de que su amplia experiencia la capacitaba plenamente para ejercer ese cometido.

Sin embargo, las cosas no habían resultado como la mujer tenía previsto, en parte por lo exasperantes que eran aquellos Dursley y en parte por su incapacidad para aguantarlos. Hestia Jones tenía innumerables virtudes, pero la paciencia nunca había sido una de ellas. No tenía ni idea de cómo iba a poder aguantar por tiempo indefinido los diálogos sin sentido entre el matrimonio, los pepinillos de ella o las quejas de él, proferidas bajo ese bigote espantoso y lleno de migas que asqueaba a la bruja hasta límites insospechados.

Hestia estaba convencida de que aquel matojo de pelos ejercía alguna clase de control mental sobre Vernon Dursley; no había otra explicación lógica si no para su comportamiento. De no ser porque había jurado proteger de todo daño al hombre que estaba detrás de ese bigote, la bruja se lo hubiese arrancado de cuajo; sobre todo cuando lo oía gruñir, bufar y despotricar contra todo pequeño cambio que los magos intentaban introducir en su vida.

Pero las cosas no podían seguir así; la joven bruja había tomado una decisión –tanto si a él le gustaba como si no –y pensaba llevarla a cabo por el bien de su salud mental. Se acercó con rapidez a ese ser de aspecto malhumorado, le dio un paquete en el que venía envuelta una maquinilla de afeitar y se dispuso a marcharse de allí, cuando la voz de Vernon resonó a sus espaldas:

−Ni hablar −gruñó−. Me niego rotundamente a este nuevo despropósito.

Hestia se giró; sus ojos castaños refulgían atemorizantes y sus mejillas, generalmente sonrosadas, ardían rojas por la furia contenida.

−Hazlo −murmuró con firmeza.

Asustado por la amenaza que percibió en la voz de la chica, Vernon asintió con una cabezada seca y Hestia se permitió esbozar una sonrisa. Quizá, cuando lo viese aparecer sin bigote, la convivencia sería más sencilla.