CAPÍTULO 1

~Dos años después de aquella batalla "ganada"~

Cerré la puerta de un portazo y salí corriendo tirándome sobre mi cama hecha pedazos. Estaba cansada de todo; de las miradas de reproche de mis padres cada vez que rechazaba sin escrúpulos cualquier chico que ellos me presentaban; cansada de soñar todas las noches con él y despertarme sufriendo; cansada de pensar que me olvidaría o de que seguramente estuviera tan enfadado conmigo que me odiara más que a cualquier cosa repugnante en el mundo.

Fue hace poco cuando comprendí el verdadero significado de lo que me ofrecía. "Témeme, ámame, haz lo que te digo y yo seré tu esclavo". Era tan solo una niña inconsciente de 16 años pero eso no es un motivo para excusar todo el daño que hice y todo el dolor que provoqué. Lo necesitaba. Lo supe cuando también comprendí que no encontraría jamás en los chicos de mi edad sus ojos, ni su arrogancia, ni su porte elegante, así como tampoco encontraría esa última mirada cargada de ternura y promesas de amor y felicidad.

Me senté sobre mi cama y traté de refregar mis ojos para atenuar la borrosidad que mis lágrimas creaban mientras miraba a mi alrededor. Después de aquella aventura que cambió mi vida, y lo que soy para siempre, mis padres me obligaron a deshacerme de mi infancia, y lo único que pude salvar fue aquel libro que lo inició todo. " Labyrinth". Acaricié la portada ensimismada, rememorando el profundo amor que sentía por aquel personaje que decía ser villano, hasta que llamaron a la puerta y una rubita cabecita asomó tímidamente por la puerta.

-Sarah, ¿Puedo entrar contigo?

-Claro Toby – respondí cogiéndolo en brazos y cerrando la puerta con pestillo para que nadie más entrara. Al único ser que toleraba en mi habitación era a mi pequeño hermano de tres años.

Tomó mi rostro entre sus manos y me miró triste.

-¿Has vuelto a llorar teta?, ¿Por qué estás triste?, Toby te quiere.

Me senté en la cama con el niño en mi regazo mientras le respondí:

-Lo sé Toby, yo también te quiero. Estoy triste porque lo echo de menos y no sé cómo volver adonde está él.

-¿El mago del cuento?- Para mi sorpresa, Toby recordaba vagamente su aventura y siempre me pedía que se la relatara una y otra vez antes de dormir-¿Por qué no lo llamas?. Yo cuando quiero ver a alguien lo llamo- me dijo inocentemente.

-Hay un pequeño problemita- me miró frunciendo el ceño y esperó a que se lo dijera.- Seguramente esté muy muy enfadado.

Se quedó pensativo por un rato y al final me respondió:

-Si te quiere sabrá perdonarte, si no papá y mamá nos odiarían mucho.

Me dio un besito en la mejilla y las buenas noches; se levantó, quitó el pestillo y salió cerrando la puerta.

¡Eso era!. Tomé el libro entre mis manos y deseé fervientemente volverlo a ver pero sabiendo que no reaccionaría bien, llamé a mis fieles amigos.

-Hoogle, Ludo, Didymus- musité- os necesito.

Al segundo los tenía delante de mí abrazándome y diciéndome lo mucho que me habían echado de menos. Al cabo de un rato que terminamos de bromear y contarnos cosas, Hoogle me preguntó:

-Dime muchacha, intuyo que nos llamaste por un profundo motivo. ¿De qué se trata?

Tomé aire y se lo pedí con ojos suplicantes.

-Necesito que me lleves con él.

Los tres me miraron tristes.

-¿Qué?, ¿Qué sucede?, ¿Él está bien?

-No- dijo Ludo- aquello ha cambiado mucho desde que te fuiste.

-Se está volviendo cruel, ¡más de lo que es!- dijo Hoogle entre asustado y apenado.

-Es peligroso retornar pero siempre estoy dispuesto a dar mi vida por una dama- dijo Didymus caballerosamente.

-No, no hace falta nada de eso.- le dije, y miré a Hoogle- Me da igual lo que esté pasando. Quiero ir.- dije firmemente- necesito verlo- susurré.

-¿Y si sales lastimada?- dijo Ludo.

-Él no me hará daño.- sonreí- Es un extraño presentimiento que tengo.- aclaré para despejar confusiones.- Por favor chicos, es lo primero y lo último que os pido.- rogué.

-Está bien- dijo Hoogle mosqueado y preocupado- pero si llegaras a estar en grave peligro llámanos y te traeremos de vuelta.

Asentí feliz.

-No sabéis lo agradecida que os estoy.

Ellos sonrieron. Me indicaron que me levantara de la cama mientras que ellos formaban un círculo a mi alrededor cogiéndose de las manos.

-Cierra los ojos hasta que te avisemos. No los abras bajo ninguna circunstancia.- dijo Hoogle.

Los cerré con fuerza y lancé un pequeño gritito cuando sentí que estaba siendo succionada por un vacío. El miedo se instaló en mi estómago pero mantuve los ojos cerrados mientras rogaba por que esto pasara rápido.

Al cabo de unos segundos, que me parecieron una eternidad, aterricé de culo sobre algo duro. El calor me golpeó de lleno en la cabeza.

Supe que habíamos llegado.