Luna
El reflejo de la luna brillaba en el espejo de agua dentro de las viejas ruinas del reino de Clow. El pequeño Yukito practicaba un ritual para su próxima sucesión como sacerdote del reino. El heredero al trono, el pequeño príncipe, era el mejor amigo del joven sacerdote.
El príncipe Touya salió del palacio para encontrarse con Yukito, hacía tiempo que no lo veía, desde que inicio el ritual. El joven príncipe llegó a la entrada de las ruinas donde Yukito lo esperaba, en el rostro del pequeño se dibujo una sonrisa, ni tardo ni perezoso, se lanzó para abrazar a Yukito. Yukito se sonrojo mientras su cuerpo era estrechado con fuerza.
—Je, es bueno verte Yuki— dijo Touya de forma alegre.
—Lo mismo digo...— exclamo Yukito aún sonrojado, —yo te extrañé mucho...— declaró con algo de pena. Touya sonrió.
Tomados de las manos caminaron por la multitud, los aldeanos los saludaban con sonrisas y halagos. Una mujer dueña de un puesto de frutas le regalo algunas al joven príncipe para su madre, la reina, que esperaba un bebé, una princesita.
Touya sostenía con fuerza la mano de Yukito, él sentía una gran felicidad. Al llegar al palacio, lo primero que hicieron fue saludar a la reina, la madre de Touya. La reina era una mujer bellísima y muy amable, sobre todo con su hijo, Touya la adoraba.
—Son frutas deliciosas—exclamo ella mirando la canasta de frutas que cargaba el príncipe.
—Si, lo son—dijo Yukito, ella sonrió.
—Bienvenido, Yukito-kun—exclamo la reina, Yukito hizo una reverencia.
Los dos pequeños, habiendo dejado la canasta, se despidieron de la reina y salieron al jardín. Las flores estaban hermosas, Yukito aspiró su aroma para remitir viejos momentos, Touya lo observaba en silencio. De pronto, el rey, su padre, apareció detrás de él.
—Bienvenido, Yukito— dijo con una sonrisa, Yukito hizo una reverencia. El rey se inclino un poco. —Yukito-kun es un buen chico...—exclamo para su hijo, Touya no entendió el porque de ese comentario. Fujitaka-ou sonrió y se marchó, dejando solos de nuevo a los dos niños.
La tarde se paso rápido, un vientre fresco fue la señal de que llegaba la noche, en el cielo brillaban las primeras estrellas. Touya y Yukito se quedaron platicando de muchas cosas, en especial de las experiencias que vivió Yukito durante su estancia dentro de las ruinas. Su trabajo era suplir a la reina, la actual sacerdotisa, durante su embarazo.
La luna brillaba con intensidad también esa noche, Touya se perdió un momento en su belleza y fulgor, Yukito solo hizo silencio sin dejar de observar a Touya.
—Sabes Touya...— dijo en voz suave, casi un murmullo que se llevo el viento.
—Dime...—pregunto el joven príncipe mirando con suavidad a Yukito, él se sonrojo.
—Nada importante— exclamo con un deje de decepción.
—Entonces te diré yo.... Amo a la luna en especial por el "conejo"—exclamo Touya, Yukito bajo la mirada sonrojado. Touya acarició sus cabellos de forma dulce, revolviendo esas hebras de color plateada como la luna. «Algún día te diré lo mucho que me importas, Yuki» pensó para si mismo el joven príncipe, abrazando de nuevo a Yukito.
Roto el contacto, ambos pequeños entraron al castillo para ir a dormir, era tarde, y ellos pequeños, debían hacerlo. De una u otra forma, el destino quiere, que ellos estén juntos.
FIN
