Una vez más, Aster se encontró mirando la cascara de un huevo que había sido destrozada artísticamente. Suspirando, se sentó en el suelo y vio como el huevo se unía a otros catorce que había destrozado anteriormente. Le dolían los pies, comenzó a pasearse, tratando de no pensar en los problemas en los que la preocupación por su compañero lo estaban metiendo. Aster no estaba permitido en la corte de la Reina de las nieves, y le hacía preocuparse cada vez que requería la presencia de Jack.
No porque no confiara en su copo de nieve, oh no. Todo lo contrario, en realidad. No confiaba en los otros Espíritus del Invierno. Y no importaba todas las veces que se lo asegurada, él simplemente no podía confiar en la palabra de la Reina de las Nieves de que su Jack estaría ileso bajo su protección.
Y su espíritu se había ido desde hace varios días.
De repente, se puso rígido, una brisa agitaba su pelo, sus orejas rectas y la nariz moviéndose para detectar los aromas en el aire. Entonces, corrió como un rayo, más o menos en la dirección en la que la brisa había venido.
Vio a su presa. Solo unos saltos bastaron para abalanzarse sobre el intruso. Le encantaba el sonido de la risa resonando en su madriguera. Aterrizo en el suelo mientras envolvía sus brazos firmemente alrededor de la cintura de su compañero mientras acariciaba el pelo blanco suave y fresco.
"Estoy en casa, Aster"-dijo Jack en voz baja una vez que había dejado de reír, rodeando con los brazos la cintura del pooka.
"Bienvenido a casa, copo de nieve"- Respondió en voz baja Aster, ganándose una sonrisa llena de calidez.
