Disclaimer: THG no me pertenece, ni su historia, ni sus personajes.
Fic para el mini reto de Septiembre del Torneo entre distritos en la arena, del foro "Hasta el final de la Pradera".
Distrito 4.
Película: Terror en Amityville
Ella tiene razón.
Llevaban ya 1 mes viviendo en aquella enorme casona, la habían encontrado por casualidad mientras buscaban un lugar acogedor donde vivir junto a sus hijos. Y cuando ella le sugirió que podrían irse a vivir al campo, para cambiar los aires, el aceptó.
En realidad siempre aceptaba todo lo que ella decía. Amaba verla sonreír, como sus mejillas se coloreaban y como unos pequeños hoyuelos aparecían en sus mejillas.
Era su Annie, la mujer para él.
Pero, fue un día cuando las cosas empezaron a cambiar. Desde aquel día que ella salió a la ciudad y volvió sonriendo, cuando vio que esa sonrisa que solía ser para él, venía desde otra parte, le hirvió la sangre y luego de pensar lo peor, recapacitó. Ella le juraba amor cada día, ella le amaba como él a ella.
Y aquella voz en su cabeza comenzó a frecuentarlo. Primero eran susurros que le decían que tuviera cuidado, después el nivel subió, le gritaba, le rogaba, le decía.
Mátalos, mátalos, mátalos.
Su mente era un caos, él no podía hacer esas cosas, él amaba a su familia.
Su hija corrió a él cuando volvió del trabajo y le contó como había sido el día, le abrazó y besó su mejilla. Su hijo mayor le contó de una vecina de su edad que había conocido, que tenían muchos gustos en común. Y su esposa, aquella noche le hizo el amor como nunca antes en su vida.
Y la voz seguía ahí, susurrando desde lejos lo que ella añoraba…
Sangre.
Cada día se volvía peor, al principio solo eran voces, oscuras que querían hacerle pensar cosas que él sabía no eran así.
Pero un día llegaron las visiones, imaginaba a otro hombre en casa cuando él trabajaba, imaginaba a su hijo robando su dinero mientras él no miraba, imaginaba a su hija riéndose de él a sus espaldas. Su familia ya no le quería, su familia ya no le añoraba.
Mátalos.
La voz infernal tenía razón, ellos le engañaban, se reían en su cara y disfrutaban esa sensación. Pero él no era idiota, él no iba a vivir para esas sanguijuelas que chupaban todo lo que él tenía y les daba.
Caminó al cobertizo y agarró el rifle que días atrás había usado para espantar un par de plagas que habían querido entrar a su casa, su padre le había dicho que todo hombre debía tener un arma en casa para proteger a la familia. Ahora él la usaría para protegerse a él.
El ruido de la madera anunciaba su llegada, sonrió. Sentía como su estomago se apretaba ante lo que haría, pero iba a echarse para atrás, no ahora que la voz en su cabeza gritaba.
¡Mátalos! ¡Es hora!
Agarró con fuerza el arma y sintió el frio del metal en sus manos, le quitó el seguro y con cuidado abrió la puerta de la habitación matrimonial. Ahí se encontraba ella durmiendo, con una sonrisa en la cara mientras abrazaba las sábanas que suavemente la arropaban.
Sueña con otro, te engaña.
La voz lo enloqueció, frunció el ceño y cerró los ojos. Apretó el gatillo.
El rojo bañó las frazadas y parte de la muralla, la sonrisa de su esposa se había apagado y con ella el volumen de la voz en su cabeza. Ya no gritaba, ahora le decía que siguiera.
La voz tenía razón, él no iba a dejar que se rieran de él. No, era mucho mejor que eso.
