Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

La Historia es mía y está protegida por Safecreative. ¡No al plagio!

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Summary:

¿Qué puedo decir para mi falta de autocontrol? No hay excusas, sus ojos verdes fueron y son mi perdición…

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Desnuda

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Cierro la puerta con sigilo y de la misma forma camino por el pasillo en dirección a los elevadores, no quiero encontrarme con el aquel pintor de pacotilla.

«Pintor sexy y estúpido, tan pretencioso como tierno», pienso mortificada a la vez que impaciente pincho el botón de llamada, esperanzada que alguna de las malditas cajas metálicas —donde comenzó todo, por cierto—, ayude a escabullirme al menos por hora de su mirada.

Porque sí, como si no fuera suficiente castigo haber sucumbido a los encantos de semejante mujeriego, el maldito toma desayuno todos los días, llueva, truene o relampagueé, a las nueve en punto, en la Cake Boutique de la cual soy dueña. Que puedo decir…, él ama mis cupcakes.

Apoyo la frente en el plateado marco, espero que su frialdad, en algo ayude a calmar la avalancha de candentes imágenes que ataca mis pensamientos desde que abrí los ojos a las siete de la mañana. Pero, ¿cómo aplacarlas si el enorme cuerpo desnudo de «él», atrapaba el mío de manera tan deliciosa e inolvidable?

Suspiro.

La molesta campanilla anuncia la llegada del artefacto que me llevará, no tan lejos como quisiera, del lujurioso décimo piso. Entro con rapidez, aprieto el número uno y cuando comienzo a disfrutar de la limitada libertad que me dará el cierre de las puertas, una mano enorme y hermosa, aparece por la rendija frustrando mi patético intento de fuga.

Sí, esa mano es de «él.»

«¡Maldición!», sollozo y aprieto mis piernas con deseo, al recordar donde estuvieron esos largos dedos y todo lo que son capaces de hacer.

Siento mis mejillas arder y deseo fundirme con los pulcros espejos —que han sido testigos silenciosos de nuestro licencioso encuentro—, para no revelar el efecto que él tiene sobre mí. Me parapeto contra el de la izquierda, alejándome todo lo que puedo de Edward, «caliente como el infierno», Cullen, bien dotado pintor de desnudos.

—Buenos días, Isabella…

Saluda acariciando cada sílaba de mi nombre, al igual como la hacía anoche cuando se deslizaba suave y profundo dentro de mí, cuando me exigía que le describiera qué sentía con cada una de sus certeras embestidas. Otra dulce e involuntaria contracción ataca el centro de mi deseo y Edward, sonríe satisfecho; él ya sabe cómo me provocan sus palabras.

Se apoya con gesto elegante y desinteresado en el espejo para enfrentarme, sus ojos verdes, ardientes e insolentes, se clavan en los míos, como diciendo: «Sí, cariño… Sé qué deseas que te folle de nuevo hasta que pierdas la conciencia.»

Lo ignoro, pero por el rabillo del ojo veo que mi indiferencia le divierte. La amplia sonrisa que deja ver sus blancos y relucientes dientes, es la prueba que mi rechazo en vez de herirlo, le divierte.

Tengo ganas de golpearlo, por ser tan irresistible y por verse como un dios a las ocho de la mañana con sólo un jeans desgastado con rastros de pintura al igual que su vieja camiseta, que transparenta sus tonificados pectorales, gracias a las gotas de agua que caen de su desordenada y húmeda mata de pelo cobrizo.

También tengo ganas de golpearme, por no sentar cabeza, permitir que su masculino perfume embriague mis sentidos y seguir el movimiento de sus manos que se han colado en los bolsillos de sus vaqueros, como recordatorio que ahí, en medio de ellas, está la poderosa herramienta que anoche una y otra vez me hizo tocar las estrellas...

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Les cuento chicas que estoy cambiando mis historia de cuenta, si quieres volver a leer Desnuda y las demás mándame un MP y te mandaré el link!

Besos!