Una flor en el olvido
Kenshin Himura, heredero al trono de Cardinia, cabalgaba hacia el bosque, internándose más y más profundamente en el laberíntico lugar.
Después de un largo rato de serpentear entre la maraña de árboles y malezas, sin seguir ningún sendero visible, Kenshin comenzó a oír voces y música como si se estuviese celebrando una fiesta, cuando la espesura del bosque quedó atrás y se pudo ver de donde provenía la bulla no tuvo más que echarse a reír. En el campamento gitano había encontrado exactamente lo que esperaba: a su mejor amigo, tendido bajo un árbol, con una encantadora joven aferrada a él. En realidad, lo encontraba con tres mujeres, cosa que no esperaba, pero que tampoco le sorprendía. Aoshi tenía a una metida bajo cada brazo y a una tercera sentada tras él, ofreciéndole uvas como si se tratase de un exótico califa.
- ¿No te dije que lo encontraríamos aquí?-dijo Sanosuke a la derecha de Kenshin.- Aún anhela lo salvaje.
A la izquierda de Kenshin, Yahiko resopló antes de expresar su opinión:
- Lo que anhela es mujeres en abundancia, cosa que los gitanos nunca dejan de proveer.
Kenshin no pudo discutir eso, puesto que él también pasaba largos ratos en campamentos gitanos, solo que últimamente había estado muy ocupado con sus responsabilidades por lo que no le quedaba mucho tiempo para este tipo de diversiones, además de que si bien no sabía como, su amante terminaba de enterarse cuando el compartía la cama con alguien más y lo recibía con una lluvia de lloriqueos y reproches que le ponían los nervios de punta.
- Supongo que vosotros dos querréis quedaros aquí, con Aoshi- dijo Kenshin a sus amigos, en tono humorístico. Pese a sus comentarios despectivos, todos, incluido él, tenían ganas enormes de quedarse a juguetear un rato con las muchachas del campamento, pero si bien el mensaje que le había dado Sanosuke, su padre les estaba esperando a su mejor amigo y a él en la sala del trono.
-¿No vamos a llevárnoslo a la ciudad, su padre nos espera- preguntó Sanosuke, como leyéndole los pensamientos.
Yahiko lucía ahora una cara de derrota.
- Lástima que el viejo Hiko solo permite que tu protección esté a cargo de nosotros tres; de lo contrario podríamos quedarnos un tiempo a disfrutar de las bellezas del campamento.
El viejo Hiko era Seujiro Hiko, primer ministro de Cardinia y un segundo padre para Kenshin. Y Hiko tomaba sus deberes muy en serio, por lo cual insistía en que Kenshin no abandonara el palacio sin llevar a toda una brigada de soldados, o por lo menos llevase a alguno de sus inseparables amigos, en este caso los dos, solo que los 15 soldados que los acompañaban fueron dejados a las afueras del bosque para evitar conmoción en el campamento.
Kenshin notó apenas que Sanosuke, para librarlo de molestias de las demás mujeres que trataban de llamar su atención, estaba arrojando puñados de monedas a estas, ahuyentándolas con gestos de la mano.
Aoshi estaba tan dedicado a las mujeres con quien estaba que no había notado siquiera el súbito silencio anterior ni la reanudación del bullicio, ya había terminado las frutas y ahora se encargaba besar y acariciar a las mujeres. Tampoco oyó los caballos de sus amigos cuando se aproximaron, de modo que Kenshin y Sanosuke se detuvieron a un par de metros, a disfrutar durante un rato de su actuación, Aoshi tenía una apariencia que volvía locas a las mujeres, además de tener extremada facilidad en el arte del amar, que lo convertía en un mujeriego consumado, era muy versado en las artes militares, al igual que sus tres amigos, nadie podía con los cuatro, tenían fama de invencibles y desde un par de años eran pocos los que se atrevían a retarlos a un duelo. Lo que Aoshi tomaba más en serio era lo de formar parte de la guardia real, custodia personal de Kenshin. Aoshi no habría estado ese día en el campamento si hubiera sabido que Kenshin iba a salir del apartamento que compartía con su amante, Tomoe, una joven viuda de 24 años que había quedado sola, y las deudas habían acabado con la fortuna de su marido dejándole una pobre pensión, que la obligaba a vivir totalmente diferente a como estaba acostumbrada, bueno, eso tiempo atrás, hasta que logró cautivar al joven príncipe y le hiciese su amante.
En ese momento había allí tres muchachas, dichosas de estar junto a un hombre como aquel. En aras de la paz futura (Sanosuke no resistiría la tentación de provocar a Aoshi por su brusca falta de pudor, ya que en ese momento la ropa le estaba estorbando a las mujeres, por lo cual acabarían trenzándose a golpes para terminar muertos de risa), Kenshin carraspeó.
No sirvió de nada. Lo intentó de nuevo, pero tampoco sirvió. Por lo tanto, Sanosuke comentó en voz bastante alta:
- Lástima que a los gitanos no se les ocurrió vender entradas. A estas horas serían ricos.
Yahiko agregó:
- No parece que Aoshi se opusiera.
Aoshi giró sobre sí y les clavó una mirada fulminante. Su gemido no se debió al bochorno, sino al hecho de verse interrumpido.
-¿Cómo diablos me habéis encontrado?
- Por Tomoe, oyó cuando le dijiste a tu ama de llaves, a la señora Jones, donde ibas a estar cuando fue a recoger mí pedido a tu casa.- explicó Kenshin.
- Pues deberías enseñarle de discreción, o le digo a la señora Jones que le enseñe, para que no me interrumpan la próxima vez.- Parecía tan disgustado, que sus tres amigos se echaron a reír, nada solidarios. A él no lo importunó esa muestra de humor. Lo que sí lo importunaba muchísimo, en su actual estado físico, nada controlable a este punto, y algo en su interior le decía que no iba a ser atendido.
- ¿Qué haces aquí, Kenshin¿Y por qué no me informaron de que esta noche pensabas salir?
Kenshin le dedicó una gran sonrisa.
- Si te hubieras molestado en atender al mensajero de mi padre, no hubiéramos tenido que desviarnos, mi padre desea vernos hoy antes de las 7 de la tarde¿para que, no se, pero creo que tiene que ver con la misión de Lord Saito, regreso esta semana al reino- a esto los cuatro callaron, la misión de que por años había sido encomendado uno de los hombres más fuertes e inteligentes del reino siempre les había llenado de curiosidad, nunca habían podido averiguar que era y que le llevaba más de dos décadas acabarla. Aoshi iba a replicar algo cuando un hombre entro a todo galope al campamento, interrumpiéndolo. Los cuatro le reconocieron como un mensajero del Palacio, por lo que esperaron hasta que llegara para ver que tenía que decirles.
- Su alteza, su merced- dijo dirigiéndose a Aoshi sin importar su apariencia, sin camisa y el pantalón abierto.- el primer ministro pide su presencia de inmediato.- jadeó el mensaje el hombre, lo que no le dio buena espina a los oyentes.
- Pasa algo.- preguntó Aoshi levantándose entre las fuertes protestas de las mujeres y tirando de su camisa para sacarla debajo de una torneada cadera; pero el hombre no parecía dispuesto a hablar, Kenshin comprendiendo le hizo un gesto a las mujeres, y estas arreglándose las ropas se alejaron obedientes, y le dio la orden de hablar al mensajero.
- Es su majestad, alteza, se ha indispuest…- el hombre no terminó el mensaje al ver que tanto Sanosuke, Kenshin y Yahiko, daban vuelta a sus caballos para salir galopando hacia el palacio, mientras que Aoshi corría en dirección donde había dejado el caballo para subir de un salto y salir galopando a toda velocidad por donde habían salido los demás.
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El príncipe de la corona de Cardinia se detuvo súbitamente antes de entrar a la antesala de la alcoba real, cuando llegaron al palacio los estaban esperando con diferentes mensajes para cada uno, a Sanosuke y a Jahiko los habían mandado a sus respectivas casas, obligándoles a permanecer ahí hasta nuevo aviso, y a Aoshi lo mandaron inmediatamente a la casa de su madre, por orden expresa del rey, según el mensaje, a el se le iba explicar lo mismo que a él pero solo la parte en que el estaba involucrado, suspiró, no entendía por que, pero este asuntó no le traía ser buena espina y lo confirmo cuando entró en la antesala y Hiko Seujiro lo estaba esperando solo, como un recordatorio portentoso de la juventud del príncipe y de los castigos que había recibido, todas las veces que lo habían llamado para responder por sus fechorías, había sido en estas habitaciones.
- Se aprecia su sentido de la puntualidad, su Majestad. Temía que tuviéramos que recorrer la campiña entera en busca del campamento de gitanos para encontrarle.- La censura estaba presente en sus palabras, silenciosa como siempre. Seujiro no aprobaba – mucho menos que el propio rey – la manera en que el príncipe a veces pasaba su tiempo libre. Pero sus palabras no le afectaron del modo habitual, ni le acentuaron el color ni le produjeron furia. Fue la forma de llamarle –su Majestad en vez de su Alteza— lo que llamó la atención del príncipe y le hizo empalidecer.
-¡Dios mío¿Está muerto?- medio grito, medio chilló Kenshin
-¡No, no!.- Exclamó Seujiro, horrorizado al pensar que había dado esa impresión-. Pero... –se detuvo, consciente de que el príncipe de la corona no había sido advertido de lo que él estaba a punto de comunicarle.- Okina abdicó, formalmente, y el Gran Visir de Turquía fue testigo.
El color volvió a apoderarse furiosamente de las mejillas del príncipe, antes de responder con una voz peligrosa:
- ¿Y por qué no fui invitado en esa ocasión tan importante?.-
- Se creyó tal vez se habría sentido inclinado a protestar...- respondió tranquilo a Hiko pero a la espera de la tormenta que estaba seguro se iba a desatar.
- ¡Por supuesto que lo habría hecho¿Por qué, Seujiro? sus médicos dicen que su estado ha mejorado. ¿Mentían en mi beneficio?.- gritó enojado Kenshin sus ojos cambiaron a dorado, y el hombre frente de el ya no estuvo tan seguro del plan del rey…
Flash Back
Seujiro tocó la puerta y espero a que le permitiesen entrar, cuando lo hizo, Okina Himura, Rey de Cardenia, uno de los países más rico del viejo mundo, estaba de pie viendo por los ventanales, eso le dio mala espina, el rey solo hacía eso cuando estaba pensando algo que no tenía buen resultado.
- Lo he decidido amigo mío- suspiró el monarca.- Kenshin tiene ya 27 años, yo a esa edad ya estaba casado y tenía tres hijos, Kenshin tiene que casarse de inmediato.
- Pero con quien, no lo será con Lady Tukishiro ¿verdad?- preguntó temeroso, el no era de esos que discriminaban, y sinceramente una joven viuda le traía sin cuidado si esa era la elección del príncipe, pero había algo en esa mujer que todavía no le terminaba de gustar.
- No, no- se asustó el Rey- de ninguna manera, esa mujer no tiene lo que se necesita para ser reina, además, mi hijo ya tiene prometida…- dijo volteándose a ver a directamente a los ojos de Hiko, que lo miraban interrogantes, suspiró consiente de lo que iba a decir- Kaoru Kamiya.- Hiko era consiente de que la cara que tenía ahora disentía mucho con la del mujeriego incontrolable del que era fama y el presumía, pero no era para menos.
- Pe…pero Kaoru Kamiya murió hace años- dijo seguro pero al ver la cara del monarca dudó.-… ¿no?. Okina negó con la cabeza mientras respondía
- No, Kaoru Kamiya está viva, cuando pasaron los sucesos hace 20 años, decidimos que lo mejor era desaparece a Kaoru Kamiya del mapa, antes de que los Yukishiro la eliminaran del mundo de los vivos, así que decidimos enviar a una persona sin acompañantes, y la única en quien podíamos confiar en ese entonces fue en Okon Himura, mi hermana no está muerta- dijo mientras daba la espalda para mirar por el paisaje, aunque eso no fue suficiente para no ver la sorpresa de Hiko, quien creía al igual que todos que ella había muerto ahogada hace mucho después de casarse a escondidas con el ahora Conde Rubliov- Ella huyó con la niña en brazos, llevando en su vientre a un niño, que según me enteré después fue niña- El silencio reinó por unos segundos.
- Y como cree que su hijo tomará la noticia- preguntó temeroso, Kenshin Himura, de pequeño había sido un niño tranquilo, pero los acontecimientos que siguieron en su juventud lo habían convertido en una persona irritable y sin paciencia.
- Mal como los dos lo sabemos- suspiró, había llegado al punto que necesitaba tratar con él, si lo lograba convencer, todo sería más fácil en adelante- por eso después de pensarlo mucho he llegado a la única solución posible- se dio la vuelta para ver de frente al que ahora era su mejor amigo. Él y Julia Shinomori, eran las personas en que más confiaba en el mundo. Hiko era hijo del que antes había sido el Primer General del Ejercito de Cardenia, un hombre imponente, que dejaba mudo a cualquiera, medía más de dos metros, y su hijo había sacado su estatura, aunque no era tan alto como él, tenía su misma prestancia y fama con las mujeres, se habían conocido de jóvenes en el castillo y aunque Hiko era muchos años menor que el, habían congeniado inmediatamente.
- Ya no tengo la fuerza necesaria, ni Kenshin la edad para imponerle mi voluntad como antaño, he meditado por días, he visto y estudiado a mi hijo, y he llegado a comprender que lo único que lo haría acatar mi orden de casarse con ella sería a causa de mi enfermedad.- concluyó mientras se acercaba a la pequeña sala que poseía el despacho, se sentaba en el sillón y le señalaba a su amigo que hiciese lo mismo.
- Pero Okina- dijo alarmado, este le permitía llamarle por su nombre cuando estaban solos, y entre amigos.- no sabía que estuvieses enfermo.
- Eso es por que no lo estoy.- respondió tranquilo, como si lo que estuviese diciendo no fuese a alarmar al otro, aún cuando sabía que no era así. Hiko abrió y cerró la boca, sorprendido, si lo que dejaba de entrever Okina era cierto pensaba usar una falsa enfermedad para obligar al príncipe para casarse con alguien que para todos estaba muerta, y no solo eso, que fue criada en un lugar totalmente diferente al de él, bueno, ya por lo menos sabía que era lo que Okina tramaba, pero aún así no dejaba de impactarle, aunque no le sorprendía, de todos modos Okina era famoso por sus extravagantes decisiones, aunque casi nunca equivocadas, pero sencillamente eso… se salía aún de sus singularidades.
- En que estás pensando Okina- dijo algo molesto, sin demostrarlo del todo, después de todo estaba frente al rey.
- Ya debes de haberlo imaginado- dijo Okina- si no, no estarías con esa cara que pones siempre que digo algo que te disgusta.
- Y si se llega a enterar- dijo preocupado, Okina tenía razón, se conocían tanto que el sabía que Okina había tomado una decisión y no cambiaría de idea.
- No lo creo, solo lo sabremos tú, el sanador y yo, por eso necesito tu ayuda, solo muy pocas personas sabremos y necesitaré tu apoyo cuando mi "enfermedad" me impida algo- dijo más resuelto, sabía por experiencia que Hiko estaba esperando que le dijera todo antes de exponer todas sus dudas, el recolectaba información antes de exponer sus puntos, de manera que fuesen definitivos e irrefutables- ponlo de esta manera, jugare un poco como lo hace esa Lady Tomoe, el dolor y la culpa no le permitirán contradecirme en nada, se que es un truco sucio, pero en el fondo de mi corazón se que hago lo correcto.
End Flash Back
Habían discutido por más de dos horas, el Rey tratando de que entendiese su punto, explicándole la historia completa de la desaparecida princesa y la repentina aparición de Lady Misao la sobrina de este, y por otro lado él empleando toda su paciencia y astucia para tratar de hacerlo entrar en razón, pero fue imposible. Posteriormente, después de un fingido desmayo unas semanas atrás, se le anunciaba al príncipe que su padre tenía una obstrucción en una vena cercana al corazón, por lo que no podía agitarse, ni recibir disgustos. No había marcha atrás. Toda la farsa estaba servida, era solo cuestión de tiempo para ver si el plan de Okina funcionaría, ahora le tocaba a él representar su papel.
-Ha mejorado, pero... no vivirá mucho tiempo si regresa a sus obligaciones y aun así usted sabía.- se le había comunicado- que el tiempo que le quedaba era limitado. Su padre cumplió cincuenta y cinco años. Este problema que afectó su corazón le quitó fortaleza. Unos pocos meses más es lo máximo que podemos esperar.
El rostro del príncipe no dejó entrever ninguna expresión que revelara el dolor que le causaban esas palabras. Sólo cerró los ojos. Le habían dicho lo que Seujiro acababa de recordarle, pero como haría cualquier hijo al enfrentarse a la pérdida del único de sus padres vivo, había ignorado las advertencias y se había aferrado a la esperanza. Ahora tomaba conciencia de que era una esperanza falsa.
- ¿Por qué razón fui convocado?. – preguntó con amargura. -¿Para decirme que seré coronado antes de que el viejo rey esté en su tumba?- dijo con voz dolida.
- Sé que siente que no está bien, pero es algo que no se puede evitar. Es la voluntad de su padre.- dijo con voz más segura Seujiro, la tormenta ya había pasado y como había dicho Okina, el dolor le había ganado al enojo, solo esperaba que esto funcionara con el resto de las noticias.
- Usted podría tomar las riendas, como lo hace siempre que él abandona el país. No era necesario que hubiera renunciado al honor antes de que la muerte se lo arrebate.- se sentía como un ahogado dando las últimas brazadas, desesperadas, pero innecesarias.
Seujiro sonrió con tristeza.
-¿Usted cree, verdaderamente, que no se involucraría en los rigores del gobierno si estuviera aquí y que no querría mantenerse bien informado? La única manera de tener la paz necesaria para sobrevivir un tiempo más prolongado es quitarle el derecho a gobernar. El lo sabía y eso es lo que hizo. De todas maneras, esa es solo una de las razones por las que se le convocó, no la más importante.
- ¿Qué puede ser más importante?.- dijo algo temeroso, sin demostrarlo mucho sintiendo como el mal presentimiento le regresaba, se le había olvidado por la salud de su padre, pero ahora no solo regresaban, si no que sonaban miles de alarmas en su cabeza, gritándole que huyese de ahí, pero antes de que pudiese hacer o decir algo, Hiko le empujaba hacia la habitación de su padre mientras le respondía.
- Okina se lo dirá. El le está esperando, de modo que entre a verle. Pero una palabra de advertencia, si me permite. No proteste por lo que ya está hecho y no se puede cambiar. El abdicó por propia voluntad y hasta con felicidad, porque usted es y siempre fue el orgullo de su vida. Y, en cuanto al resto- dijo incomodo, cosa que Kenshin notó- controle su temperamento y sus palabras, guarde todo y descárguese conmigo cuando salga. Estoy preparado para hacerle frente… su Majestad.- esta vez dijo su Majestad con deliberación y su intención era decirle que a pesar de que ahora fuera rey, Seujiro lo trataría de la misma manera que lo había hecho siempre: con amor y una clama razonadora frente a su ira real. El sólo pensar lo que causaría esa ira le embargo de temor al entrar a la cámara real. Seujiro sabía que ya no era habitual que se enfureciera. De hecho, se habría peleado con cualquiera, sin importar el rango, pero desde que se había vuelto hombre, se vanagloriaba de haber logrado controlar más su temperamento, cosa que todos sabían que era de temer, kenshin Himura, ahora Rey de Cardenia, tenía un carácter que hacía temblar hasta las piedras cuando se enfurecía.
El rey de Cardinia que acababa de abdicar yacía en su lecho, tan enorme y monstruoso que requería de escalones para llegar al estrado sobre el que estaba apoyado, y que estaba adosado a un cabezal de oro macizo con el escudo real en la parte superior. El resto de la habitación ostentaba la misma opulencia. Los pisos de mármol reflejaban la luz de las velas; las paredes revestidas en la más fina de las sedas estaban adornadas con obras de arte de los maestros de Europa, algunas pinturas colocadas desde el piso hasta el cielo raso, todas las enmarcadas en oro macizo. Pero la habitación del rey no era diferente del resto del palacio, donde abundaban el oro y la plata y le aseguraban a cualquier visitante que Cardinia, a pesar de ser relativamente pequeña en comparación con las naciones vecinas, contenía dentro de sus fronteras innumerables minas de oro que la convertía en uno de los países más ricos de Europa del Este.
- Ya estás frunciendo el ceño, y ni siquiera me has saludado –gruño Okina, mientras su hijo se acercaba-. Mi última amante confesó que la atemorizabas profundamente cuando te veía así.
- ¿Cómo estas padre?- dijo Kenshin evitando deliberadamente responder la pregunta.
- Bien dentro de lo que cabe, si Seujiro se excedió en sus límites, haré que le corten la lengua – juró, para cambiar rápidamente de tema.
- Me dijo solamente que soy el rey.- dijo sin poderlo evitar con reproche.
- Ah.- Okina ignoró el tono de reproche y volvió a reclinarse, relajado, sobre los almohadones, al mismo tiempo que golpeaba suavemente el colchón a su lado.- Ven junto a mi, como solías hacer antes, es mucho lo que tengo que explicar y no se por donde empezar.- dijo incomodo, las advertencias de Hiko empezaban a caer sobre su conciencia pero no había marcha atrás.
El príncipe no dudó, pero bordeó el estrado y se tendió a los pies del colchón. Se apoyó en un codo y miró a su padre con esa paciencia por la cual comenzaban a reconocerle. Okina supo en ese momento que su abdicación no sería cuestionada, no importando que su hijo pudiera aborrecer esa decisión. Respiró con alivio, un punto menos en que preocuparse. El resto era un hecho establecido que simplemente necesitaba recordarle, pero eso no quería decir que lo aceptase de buen modo, después de todo, ahora era rey.
- Sí, eres el rey y serás coronado en una semana, antes de que el Gran Visir finalice su visita.- dijo con decisión, sabía que Kenshin no podía verle dudar no podría ganarle en el punto que faltaba por tratar.
-¿Cómo¿No habrá invitaciones grabadas en oro para los soberanos coronados de Europa?.- replicó con sarcasmo Kenshin. Okina sonrió, pasando por alto el sarcasmo y se concentró en responder.
- En este momento, contamos con invitados que representan ocho de esos monarcas, tres príncipes, una archiduquesa, varios condes, nuestro estimado amigo de Turquía y hasta un conde inglés. Aprovecharemos la presencia de todos ellos para ser testigos de la ocasión, se encuentran representantes de casi toda Europa, lo justo para que nadie dude de que eres mi heredero en un futuro, aunque lo único que le falta es una reina a su lado.- dijo con tacto sabiendo que su hijo no era ningún tonto y ya sabía por donde venían las cosas.
El príncipe se puso en guardia, las alarmas empezaron a sonar otra vez y el estomago se le hizo un revoltijo ante las palabras de su padre, pero aun más por el mensaje oculto tras de ellas.
-Tú sobreviviste sin una reina los últimos quince años, desde que mi madre murió.- no había que alarmarse, su padre estaba delicado, y todo tenía salida.
Esas palabras le permitieron a Okina darse cuenta de lo molesto que estaba realmente el príncipe. En lugar de gritar y enfurecerse, había pronunciado una frase absurda como esa, que no garantizaba una respuesta, mucho menos una confirmación. Pero como su hijo se esforzaba por contener su furia, fue Okina quien respondió.
-Tuve a mi príncipe de la corona¿qué necesidad tenía de tener otra esposa, a no ser por una razón política que nunca existió? Tú no puedes decir lo mismo.
- Entonces, permíteme elegir- bueno, habían llegado a la parte escabrosa del asunto sobretodo por que sus palabras sonaron como un murmullo, muy cercano a una súplica. Okina ya las había oído antes, la última vez que surgió el tema, cuando su hijo regresó de su viaje por Europa diciendo que había encontrado a la mujer con la cual deseaba casarse. Por supuesto, esa vez no se mostró tan tranquilo en sus protestas cuando su pedido fue negado. Okina creía que, esta vez, no podría soportar protestas de ese tipo.
Para evitarlas, dijo:
- Es mi último deseo, mi última voluntad, si quieres, que cumplas con el compromiso asumido el día en que nació Kaoru Kamiya. Su padre era nuestro rey y era su deseo y decretó que tú gobernaras como su esposo. Podría haber elegido entre las muchas casas reales de Europa, pero eligió a mi hijo. Fue un enorme honor, te voy a contar toda la historia que nadie sabe de cómo llegué al trono:
Tenemos el honor de ser la casa de Cárdena reinante debido a que la casa de Kamiya se extinguió, debido a que no nació ningún otro Kamiya.
Eso por que los Yukishiro habían jurado eliminar a toda su familia, Y en pocos meses lo hicieron. Mataron a todos, excepto a la niña, que yo escondí fuera del país. Lo que me sorprende es que nadie nunca insinuara que yo tenía más que ganar que los Yukishiro. Con las muertes de los Kamiya, yo gané el trono.
Su feudo era legendario. Tú no participabas en él.
Sea como fuere, el último Yukishiro fue finalmente encontrado y eliminado. Después de mucho tiempo, la princesa puede sentirse segura de regresar a su tierra y sentarse en el trono, que es suyo por derecho desde el nacimiento.
- Ella perdió ese derecho, padre. Nadie quería una reina joven, sobre todo si casi no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir a las balas de un asesino. Y aunque esté viva, tú fuiste declarado rey. Y si ahora llegara a regresar, ya no tiene derecho de reclamar la corona.- dijo molesto
- Excepto a través de ti –Okina le recordó suavemente—. Las circunstancias te han hecho rey en lugar de consorte. Ya no debes de gobernar a través de ella. Pero ella pertenece a la verdadera familia real y tus hijos son los únicos que se pueden beneficiar.
- Eso no es cierto- masculló Kenshin.- Nuestra familia es tan real como ...
- Es cierto, pero en forma indirecta- suspiró Okina, preso de recuerdos indeseables.- Dios mío, once Kamiya tuvieron que morir antes de que yo fuera el próximo en la línea al trono. ¡Once!. La corona nunca debió ser mía. Tampoco la codiciaba, maldita como estaba. Pero fue mía, y ahora es tuya y tú, mi hijo, eres el último eslabón de la línea real, tú y esa Kamiya que logró sobrevivir. De modo que sea cual fuere la razón caprichosa que tienes en la cabeza para no quererla, la ignorarás y cumplirás mi último deseo. Irás a América, donde… - vaciló en seguir, Kenshin había adorado a su tía aún a su corta edad y había sufrido cuando se le dijo que había "muerto", pero no podía callar mas que todo por que en esos momentos la marquesa Shinomori, le estaría diciendo todo a su hijo y de ahí a Kenshin era un solo paso para que este se diese cuenta.- donde tu tía Okon la crió.
- ¿Que tía Okon QUE!- fue el grito que resonó por toda la habitación y llegó hasta la antesala, donde Hiko gimió y se encogió de hombros, suspiró, ya llevaba más de veinte minutos adentro, no debía de sorprenderse, más bien era un milagro que hubiese explotado hasta ahora, pero le extrañaba que no hubiese sido con lo de su matrimonio arreglado.
- Así es, tu tía esta viva, y tienes una prima, no sabíamos que mi hermana estaba en estado cuando salió de Cardenia disfrazada de monja, ella era la mejor amiga de la esposa del Rey Janacek, y era la madrina de la criatura, por lo que ella no dudo en salir del país para proteger a la criatura mientras todos los Yukishiro eran encarcelados o ejecutados, solo que el hacerlo tardó más de lo necesario, y solo hasta hace unas semanas el último de los Yukishiro murió ahogado.- suspiró cuando terminó, el asunto del embarazo de su hermana era todavía extremadamente escabroso como para explicarlo y no había razón de complicarle la vida más a su hijo. Por otra parte Kenshin al fin comprendió un enigma, o en realidad varios, el por que su padre no había vuelto a insistir en que se casara, pero el mayor era cual era la misión del General Hajime Saito, ahora estaba claro, era el de encontrar y el de ejecutar a los Yukishiro, las historias coincidían, al general le tenían encomendada una misión desde hace años, y justo cuando volvía, su padre le decía que ya los Yukishiro no existían más.
- Pero padre, ella no debe de aceptar esto, el pueblo no lo aceptaría!- renegó todavía no dispuesto a rendirse, esto tenía que ser una pesadilla.- por más sangre real Cardenia que tenga fue creada como una americana, quieres traer a una americana a la corte.
- Te olvidas de tu tía, ella no dejará que ella sea una extraña en la corte, la educó con las premisas necesarias para ello, ahora aceptarás ir por ella, la traerás a casa y te casarás con ella, con toda la pompa y circunstancia que merece una boda real. Y, si Dios quiere, yo estaré vivo para verla concretada, y tal vez viva lo suficiente como para ver a mi primer nieto.- ya estaba había dicho lo que sabía era el golpe maestro, y al ver la cara de su hijo lo supo.
Sin estas últimas palabras, el príncipe podría haber continuado con sus argumentos en un tono tranquilo. Hasta haber expuesto sus razones para no querer a la princesa Kamiya, aunque lo dudaba, ya que sus razones estaban escondidas en la parte más oscura de su alma. Pero con esas palabras, las palabras de esperanza de un hombre a punto de morir...
-Así será .- fue lo único que pudo decir.
Sin embargo, Seujiro Hiko no fue tratado con la misma condescendencia. De ninguna manera. Pero el hecho de ser aún más alto del que pronto sería coronado rey, y de contextura militar igual al del hombre más joven, ayudó a que no se sintiese intimidado en lo más mínimo por la explosión de furia con la que se topó fuera de la habitación de Okina.
-¿Quién diablos recuerda que esa perra real está viva? – gruñó el príncipe en el mismo instante en que cerró la puerta, e ignoraba olímpicamente los gestos de Hiko para que bajara la voz, pero aún así se dejó sacar por Seujiro de la antesala para que se alejara de Okina, antes de responderle.
-Todos los que estuvieron presentes cuando se comprometió, sin ninguna duda, si su padre no se lo dijo, varias personas estaban presentes el día en que se firmó el compromiso, solo que fueron obligados a callar hasta que el último de los Yukishiro estuviese muerto, y a propósito, es obligatorio no sólo por nuestras leyes, sino por su honor.
- ¡Bastardo!.- gruño ya fuera de control Kenshin, sus ojos eran de un dorado alarmante, esto era una señal equivoca de los Himura, a todos les pasaba cuando se enojaban, la tonalidad de sus ojos cambiaba a un dorado intenso que hacía temblar hasta al más audaz.
- Espero que haya podido controlarse más con su padre.- dijo Seujiro, tratando infructuosamente de que se calmara
- Cállese, Seujiro. ¡Déjeme paz de una buena vez¡váyase al infierno!- dijo molesto sin prestar la menor atención a los guardias y a los asistente que pasaban, y miraban entre sorprendidos, y aterrados el ataque de furia del que el príncipe era preso – no… mejor aún.- dijo volviendo sobre sus propios pasos un instante.- vaya a ver que otra cosa se le ocurre a mi padre para arruinarme la vida!- gritó Kenshin, esta vez siguió caminando sin parar. Si Seujiro no hubiera sido tan insensible, se hubiera sentido ofendido de oír que alguien se dirigía a él de esa manera, delante de otras personas de rango inferior, que ahora miraban, atónitos, como el príncipe se alejaba. Pero el hecho de estar asociado con autócratas exigía dejar de lado el orgullo y, por cierto, el temperamento.
- No creo haberlo oído mencionar, en ninguna oportunidad, qué es lo que tanto objeta –dijo Seujiro, mientras intentaba mantener el ritmo que imponían los pasos del príncipe, él era más alto y por lo tanto sus zancadas más largas, pero al príncipe lo movía a furia — Si quizá me dijera...
- ¿Cuál es la diferencia ahora? El lo formuló como su último pedido. No como un orden, sino como su última voluntad. ¿Sabe lo que eso significa?- dijo molesto sin tomarse la molestia de disminuir su paso.
- Sí. De no ser así, habría ignorado la orden. Pero ahora Okina pondrá todo su corazón y su alma en el cumplimiento de su voluntad.- el había estado en desacuerdo de usar algo tan bajo como simular la enfermedad para que Kenshin hiciese lo correcto, pero viendo el resultado de todo, pudiese ser que Okina hubiese hecho lo más inteligente.
El príncipe se dio vuelta. Sus ojos echaban llamaradas., y Hiko se asustó momentáneamente, como si el príncipe le hubiese leído los pensamientos.
- Váyase, Seujiro, antes de que me olvide que usted es como un segundo padre para mí.- dijo en voz baja, y dio la vuelta y siguió caminando sin fijarse que por su furia, no había no había girado en el pasillo que llevaba al ala este del palacio, donde estaban situados sus aposentos. El corredor que él había tomado no tenía salida.
Seujiro se detuvo abruptamente, no por esa advertencia supuestamente fatal, sino porque se había quedado sin aliento, y por que él si se había dado cuenta de la equivocación. Pero pasaron varios minutos antes de que Kenshin se diera cuenta y regresara, dándole a Seujiro el tiempo suficiente para considerar la información que poseía y que podría hacer que el joven aceptara lo inevitable con un poco más de simpatía de lo que había demostrado hasta el momento.
Antes de que el príncipe llegara junto a él, con el ceño fruncido, Seujiro dijo:
- Tal vez tema que, al haber sido educada en un país distinto al nuestro, la princesa tenga creencias opuestas a las que profesamos. Pero esto no puede haber pasado, no con una guardiana como lo era su tía, usted no puede dudar, de que la muchacha no sea una buena persona. La niña habrá sido preparada para su destino con gran afecto, crecida en un hogar de amor y de humildad. Se le debe de haber enseñado a amar su país de nacimiento así como a su prometido. Por otra parte, se entregó una fortuna para su cuidado, de manera que debe de haber sido criada con todo esplendor...
-Y malcriada hasta los pies, no me cabe la menor duda.- dijo Kenshin asqueado de este nuevo pensamiento, no lo había pensado, una mujer caprichosa e insoportable, y terriblemente superficial.
- No es posible – dijo Seujiro entre dientes- recuerde que fue su tía quien la crió tal vez usted no la recuerde bien, pues era un niño cuando ella se fue, pero era una gran mujer, y su aspecto probablemente sea más que suficiente para compensar todos sus defectos. Tal vez no recuerde a sus padres, ya que en ese entonces vivía fuera del palacio, pero eran una pareja inmensamente bella. La reina era una reconocida belleza austriaca que podría haber elegido a su esposo en cualquiera de las casas reales de la isla. Pero eligió a su rey Kamiya. Su hija no puede ser menos que exquisita en su belleza.
Esto no pareció aliviar al príncipe como esperaba Seujiro. En cambió, el joven parecía estar aún más enfurecido, si es que eso era posible. Solo gruñó unas palabras:
- Me importa un bledo su belleza, ya que llegaré a odiarla, igual que a ella, cada vez que se aleje de mí con asco.- dijo con la cabeza baja. El dolor se reflejó en los ojos de Seujiro. Finalmente había comprendido. Dios santo, no había pensado en eso, cuando iba a hablar, Kenshin levantó la cabeza de repente como si hubiera recordado algo.
- Y que tiene que ver Aoshi en todo esto, a él le dijeron que fuera a la casa de Lady Julia por que le iba a explicar lo que tenía que ver él en este asunto, y en realidad no le veo cabida en esto.- replico entre molesto y curioso.
- Tal vez entre tanta cosa, no prestó atención a la noticia de que tiene una prima, hija de el Conde Rubliov y su tía Lady Okon.- explicó mientras hacía una pausa, dejando al príncipe que recordara esa parte de la conversación de su padre.
- Y que con eso, no me diga que también lo van a comprometer con ella, y que vamos a tener que ir a América por nuestras prometidas- dijo con todo el sarcasmo que pudo, pero se quedó mudo cuando Hiko se sonrojó ligeramente y solo asintió, se quedó tan impresionado que solo atinó a balbucear- tienen que estar bromeando.- la cara de Kenshin Himura de la casa de Guent, en ese momento, era de todo, menos lo de un príncipe heredero de la corona.
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Esa misma noche, justo cuando Kenshin hablaba con Seujiro, antes de entrar a hablar con su padre, la madre de Aoshi se reunió con él en su sala. Su expresión no era la que él había llegado a asociar con la seriedad del asunto, El Rey Okina había tenido una recaída, pero aparentemente había pasado algo más, ya que habían obligado a sus amigos a recluirse en su casa hasta nuevo aviso, a Kenshin lo habían escoltado a los aposentos del rey, y el había recibido un mandato real, de ir inmediatamente a la casa de su madre, donde se le iba a informar de la situación, pero la apariencia de su madre no era la de una mujer preocupada por la salud de uno de sus mejores amigos. En realidad, se la veía tan complacida y feliz.
Julia Shinomori era una mujer bonita, quizá más bonita en la madurez de lo que lo había sido en su juventud, pues nunca se la tuvo por una gran belleza. El mentón saliente y la nariz algo grande, que no resultaban exactamente femeninos, siempre le causaba extrañeza, además de un encendido orgullo, haber tenido un hijo como Aoshi. Claro que el muchacho se parecía a su padre. De los Kent sólo tenía los ojos, esos ojos de un azul tan profundo.
En el joven príncipe Kenshin, su pelo color fuego y su tez blanca, sus ojos eran demoníacos de un violeta cuando estaba tranquilo, y un color dorado cuando se enfurecía, en Aoshi, por lo dorado de su piel, sus ojos azules y su cabello negro, resultaban simplemente bellos, complemento de la fina estructura ósea que lo hacía tan apuesto.
-Qué aspecto tan lamentable traes.- fue lo primero que dijo la madre.
Puesto que él no se había molestado en volver a su casa para cambiarse, la camisa y la chaqueta estaban arrugadas después de su encuentro en el campamento de gitanos. También su pelo era un desastre, después de tantas manos como habían probado su suavidad. De cualquier modo, ese comentario lo puso nervioso al instante, pues ella lo había dicho sonriendo. Decididamente, algo andaba muy mal, las alarmas empezaron a sonar en su cabeza, sin saber que no tan lejos de ahí, su primo estaba sintiendo lo mismo. Considerándose valiente, tomó aire y entornando los ojos con suspicacia, inquirió:
-¿Con qué te estás regocijando, madre?.- su madre tenía la cara que de seguro tenía un lobo cuando había acorralado a su presa, pero el no se sentía ningún animal debilucho… todavía.
-¡Qué palabra tan desagradable!.- obtuvo entre risas de respuesta- Y eso es algo que nunca hago.- Hubo otra sonrisa-. por cierto ¿Por qué no preparas un par de copas?.
-Excelente idea.- dijo algo tenso, la alegría inusual de su madre no le había permitido relajarse, últimamente para lo único que lo buscaba era para "recordarle" (que era una palabra muy suave para describir sus encuentros) que ya era hora de buscar esposa; por lo que un buen trago (o dos) le daría la fuerza necesaria para aguantar lo que tuviera a su madre feliz.- supongo que quieres Brandy.- preguntó tomando la mencionada botella pero se sorprendió cuando su madre le respondió:
- No, sírveme un poco de ese buen vodka ruso que compro sólo para ti.- pidió
La petición le detuvo la mano y le arrugó la frente.
-¡Pero si el vodka no te gusta!.- le recordó.
-Cierto.- reconoció ella, encogiéndose de hombros-. Pero esta noche estoy de tremendo humor.- Sonreía otra vez, ahora se sentía mal, el estomago se le retorcía. Aoshi le llevó una pequeña cantidad de ese potente licor, pero volvió en busca de la botella, para llevarla consigo al sillón, frente al sofá donde su madre se había instalado. Bebió una copa, pero al ver la radiante sonrisa de su madre bebió otras dos copas enteras antes de sentirse lo bastante fortalecido como para sugerir:
-Bueno, madre, veamos¿qué es lo que te alegra de un modo tan repugnante, es acaso algo relacionado con el Rey.
- Oh, no, Okina esta bien, dentro de lo que cabe- dijo tranquila, demasiado tranquila para su gusto- a ti, y a Kenshin les mandaron a llamar por que dentro de unos días deberán viajar a América, verás…-Y así en silencio, pero sin dejar de sonreír Julia Shinomori, contó la historia de cómo los Himura llegaron a al trono, la salida precipitada del país de Okon Himura, y de la niña que nació en un país ajeno al de sus padres.
-¿Es eso lo que tanto te complace?.- preguntó confundido, después de que el relato terminó- que Kenshin tenga que viajar al otro lado del mundo para casarse con una extraña, que Lady Okon tuviera que vivir veinte años lejos de su pueblo, sin contar a la niña que vivió y creció en un lugar ajeno al que debería haber crecido.- dijo molesto
-No mi niño, por supuesto que no, lo que me complace es que irás a América…
- Pues claro que iré a América- interrumpió- no voy a dejar que kenshin pase por esto solo, pero no solo por eso estás feliz por que vaya a América, verdad- preguntó con suspicacia.
Ella asintió; su sonrisa se había vuelto decididamente gozosa.
-Sin duda, porque irás por tu novia.- y ahí sin duda su sonrisa fue radiante, contrario a la reacción de él, quien se levantó de un salto para erguirse ante ella, viva imagen de la presa acorralada, no recordaba que su madre lo hubiera enfadado nunca hasta ese extremo. El no aceptaba intromisiones en su vida. Ella lo sabía y siempre lo había respetado. Los sermones, la preocupación y la insistencia eran una cosa, aunque esto...¿Cómo diablos se le ocurría que él iba a permitírselo?
-No sé que has hecho, madre, pero tendrás que deshacerlo. Y si eso te causa un bochorno, tendrás que soportarlo por tu cuenta. No quiero oír una palabra más sobre el asunto- dijo seguro pero lo increíble era que ella seguía sonriendo. No lo mantuvo en suspenso por mucho tiempo en cuanto al porqué.
- No he hecho nada, por lo tanto no tengo nada que deshacer.- respondió segura
-Eso es absurdo. Está claro que tú tienes algo que ver, tienes meses insistiendo en que me…
-No, yo no hice absolutamente nada. Si tienes una prometida esperándote, es puramente obra de tu padre.
- ¿Y cómo se supone que arregló este casamiento¿Desde la tumba?- dijo molesto, su madre había cruzado la línea definitivamente, al involucrar a su padre muerte hacía casi 15 años. Ella aspiró bruscamente, y su cara era de molestia extrema cuando respondió
-Eso es de mal gusto, Aoshi.
-También tu broma— replicó él.
-¿Broma¿Cómo se te ocurre que yo pueda bromear sobre algo así?- dijo extremadamente molesta, no se le podía ocurrir como su hijo podría pensar, que ella sería capaz de embromar sobre la memoria de su difunto esposo.
-Pero hace catorce años que...
-Sé exactamente cuánto tiempo hace que murió tu padre.- El tono de Julia era cortante; seguía muy disgustada con él.- Pero, al estar muertos todos los Tukishiros, se ha roto el juramento hecho hace casi 20 años, ya no hay necesidad de guardar silencio, tu pacto matrimonial se firmó hace quince años, es cierto, pero estaba estrechamente relacionado con el juramento de silencio hecho hace 20 años, por lo que se les obligaba a guardar silencio, no me acuses de esto, por que fue u padre quien te comprometió la última vez que tu estuvo en Rusia.
-¿Pretendes hacerme creer que él hizo algo así sin decírtelo... y sin decírmelo a mí?- dijo disgustado.
- Parece que no conocieras a tu padre, al ser yo muy amiga de Okina fuimos unos de los pocos que estuvimos cuando se firmó el juramento de XXX, su sentido de la lealtad y honestidad era intachable, su Rey le había ordenado guardar absoluto silencio acerca de todo lo relacionado a la huía de kaoru Kamiya y tenlo por seguro que si yo no hubiera estado presente no hubiera habido forma de que te enterases el por que nunca dijo nada.
Aoshi ya estaba echando chispas por los ojos. Aquello parecía demasiado grave como para limitarse al simple enojo.
- Es mentira- afirmó con énfasis- . El no tenía ningún motivo para hacer semejante cosa, prometerme con una mujer totalmente extraña, por Dios madre, por más padres Cardianos que tenga, es una Americana- él no era tonto, y si su madre le había dicho, toda la historia de los Himura, debía ser por que su novia era la desaparecida Kaoru Kamiya (cosa que no era, por que su madre ya le había dicho que ella era la prometida de Kenshin) o la hija de Okon Himura, la tal Misao.
Julia sonrió otra vez, dándole a entender que la respuesta no le gustaría.
- Existe uno. Tu prometida es hija del conde Rubliov, gran amigo de tu padre. No habrás olvidado lo mucho que James hablaba del conde y la elevada opinión que tenía de él. Todos los años viajaba a Rusia para pasar varios meses con él, después de etapa negra de tu padre.
Aoshi lo recordaba, sí; también recordaba haberse resentido por el tiempo que su padre pasaba lejos del hogar, todo eso después de la etapa negra como le llamaba su madre; época en que casi pierden todo por las deudas de juego de su padre, aunque logró reponerse, pasaron por una época dura.
-Por mi parte, bien puedo imaginar a tu padre firmando el contrato de compromiso.- prosiguió la condesa.- Al fin y al cabo, nadie en Cardinia le era tan querido como Alexander Rubliov. Le habría encantado unir ambas familias- luego dijo en tono más bajo, como en un susurro, como si fuera solo para ella.- tu padre le debía mucho.
-Pero mi padre tuvo que haber dejado algo- hacía ya tiempo en el que no estaba sentado, pero ahora cruzaba la sala a grandes zancadas.
-Lo hizo- respondió la mujer mientras tomaba un gran sobre que estaba en la mesita a la par del sillón- a pesar de lo que creas yo no sabía nada de esto, tu padre le encargó a un jurista, que cuando el Rey lo permitiese, se me entregase un sobre, en el venían 2 cartas, una para mi y la otra es tuya- dijo mientras la depositaba en la mesa,
- Déjame ver esa maldita carta, dijo mientras la tomaba y rompía el sello de los Shinomori, contrario a lo que había esperado la carta no era extensa, pero no le sorprendía su padre era muy conciso en sus asunto siempre iba directo al asunto.
Querido hijo:
Si estas leyendo esta carta significa que no sobreviví a este último ataque, y que ya no estoy dentro del mundo de los vivos, créeme que lamento no haber estado contigo cuando recibisteis tus espuelas, cuando entraste en la guardia real, o cuando te cases.
Se también que al leer esta carta, tu madre ya te debe de haber contado sobre lo que sucedió hace unos años, de como un hombre desesperado, mandó a su única hija viva, fuera de su reino, de su hogar, para salvarle la vida, y con ella se fue una gran mujer, Okon Himura, Lady Okon Himura, ella fue muy amiga mía y de Alexander, solo que la amistad de ellos transcendió a amor, tengo que reconocerlo hijo, el amor que se tenían era algo único, solo que él era solo el hijo de un vizconde, y ella era la hija del gran Marques de la casa de Guent, algo que el padre de nuestro ahora Rey no podía aceptar, que su única hija se casase prácticamente con un Don Nadie, por lo que desde el inicio se opuso al matrimonio, y les prohibió verse, solo que el amor les hizo cometer una imprudencia, y cuando Okon aceptó viajar a América a ocultarse con la niña, se dio cuenta de que estaba en estado. Nunca podré describirte, ni puedo hacerlo sobre estas páginas, el enojo- si se puede llamar así- de Fausto Himura, el padre de Okon, los soldados que la acompañaban mandaron un mensaje desde América comunicando su estado, por lo que por orden del Rey, Okon Himura, se casó sin estar presente con Alexander, para darle nombre a la niña que nació lejos del lugar que pertenecía, Misao Rubliov Himura.
Poco después fue cuando pasamos por una mal época, desconozco si todavía guardas algo de ese tiempo, ya que tu madre y yo empleamos gran parte de nuestras vidas para que olvidaras esa época, lamentablemente, te darás cuenta cuando tengas que encargarte de los negocios de la familia, si es que no lo haces ya, que en el momento de de las sucesiones a veces no podemos elegir a nuestros socios, cuando mi socio de ese entonces, el mismo de mi padre, murió, su hijo Yuri Tokugawa tomó su lugar, me gustaría decirte que era igual de correcto y de honesto que su padre, pero la verdad es que no había tomado las riendas de los negocios, y ya tenía incalculables deudas, su padre trató de advertirme, y André Tokugawa, el hermano menor de Yuri, empleó la mayor parte de su tiempo en tratar de que su hermano no despilfarrase, no solo la fortuna de su familia, si no que no hundiera a los socios, lamentablemente no le fue imposible.
Yuri, hizo varias malas jugadas, contrarias a la ley, que quise hacer la vista gorda a favor de André y su familia, hasta que me involucró, pero ya era demasiado tarde, hubiera ido a la horca, si… a la horca hijo, si Alexander no hubiese hecho hasta lo imposible por demostrar que todo lo turbio que había en los negocios eran debido a Yuri y no a mi, pasamos un duro año, se me confiscaron todos mis bienes y propiedades, prácticamente estábamos en la calle, pero Alexander nos recibió en su casa, cuando todavía era Vizconde, y era preso de sus propios demonios al no saber nada de su hija y de su mujer.
Alexander fue el que dio con las pruebas necesarias para librarme de la horca, y me ayudó a dar con las necesarias para recuperar todo lo que me pertenecía y encerrar a Yuri, en prisión, después de ello todo quedó en una mal época, que como podrás ver, no la hubiésemos podido superar sin Rubliov.
Tal vez te preguntas que tiene que ver tu matrimonio con esto, pero tenía que explicarte la deuda inmensa que tenía con Alexander, por lo que cuando fui a verlo un par de años después por que estaba enfermo, cuando me hizo solo una petición, no pude negarme, el estaba muy enfermo y creía que no iba a sobrevivir, así que me pidió que velara por la vida de Okon y de su hija, aún cuando no sabía si estaban vivas, debido que la comunicación se tuvo que suspender meses después de la llegada de Okon a América.
Lo medité mucho, y la verdad que su petición de casarte con su hija al tiempo, me pareció correcta, ese hombre me pudo haber pedido que viajara por el mundo a buscarle una cura, y yo, en mi deber, tendría que haber partido a hacerlo, pero lo único que me pidió fue un futuro sólido para su hija, para que cuando regresara, no obtuviese problemas en encontrar brazos que la recibiesen de forma cálida. Se que esto te debe de molestar hijo, aún ahora cuando eres solo un muchacho, veo en ti la fuerza de tu carácter, pero solo te ordeno que cumplas con la voluntad de un hombre en deuda, le debo a Alexander más de lo que te imaginas, el fue el que me presentó a tu madre, quien salvó mi vida al librarme de la horca, y me ayudó a recuperar todo lo que me pertenecía, Lady Okon era una mujer muy hermosa, que de seguro su hija debió de haber heredado su belleza, por lo que no que no creo que encuentres motivos para negarte y espero que no lo hagas.
Por último te pido que cuides a tu madre, no le reproches a ella dediciones sobre cosas que ya no se pueden cambiar, solo te pido que cumplas.
Atte.
Tu padre.
Cuando Aoshi terminó de leer la carta la arrugó en la mano y la arrojó al otro lado del salón. La bola rebotó en un jarrón lleno de flores y rodó por el suelo. El sintió el impulso de triturarla contra la alfombra con el tacón de la bota, pero optó por tomar la botella de vodka y llevársela a los labios, sin importarle que su madre considerara esa manera de beber el colmo de la grosería. Como para probarlo, ella chasqueó la lengua varias veces. Eso no impidió que su hijo tragara la mitad del vodka.
Con aire indiferente, como si no estuviera hirviendo por dentro, Aoshi dijo:
- Manda una carta al Conde Rubliov, madre. Puedes decirle que ya estoy casado. O que he muerto. Poco me importa lo que le digas, mientras le hagas entender que no puedo casarme con su hija- era increíble, se había bebido casi una botella de vodka, pero la ira y el enojo eran tal que no le permitían sentir los efectos tranquilizantes del alcohol.
Ella irguió la espalda. Sus labios se fruncieron para la batalla.
-Vas a hacerlo, Aoshi, puede que no sepas lo mucho que le debemos, tienes que casarte con ella…- iba a seguir en una lluvia de reproches, pero el grito de su hijo la interrumpió.
-¡No!- Lo dijo en un grito, para sorpresa de ambos. Nunca levantaba la voz ante su madre, por muy irritado que estuviera. Pero en ese momento experimentaba una furia que le alborotaba las entrañas, y eso brotaba de la sensación de estar encerrado en una trampa.
Con más suavidad, aunque no con menos énfasis, añadió:
-Cuando esté dispuesto a casarme lo haré, aunque será cuando yo decida y con quien yo elija, puede que cuando la conozca, considere- haciendo énfasis en la palabra- casarme con ella pero hasta entonces- hizo un gesto de exasperación con la mano.
Hubiera querido que ese fuera el fin de la discusión. Debería haberlo sido. Incluso fue hacia la puerta, llevándose la botella de vodka. No llegó muy lejos antes de que las palabras de su madre se le clavaran en la espalda, como astillas de vidrio, lacerantes y arrancando sangre.
-Ni siquiera tú, por descarado y bribón que seas, puedes deshonrar el nombre de tu padre,le debes mucho a Alexander, por que por él tienes todo lo que posees, no te atrevas a deshonrarte a ti, y al nombre de tu padre
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Sanosuke y Yahiko se miraron antes de entrar en el apartamento de Aoshi que quedaba en la parte de arriba de una librería, algo había sucedido esa noche, a ellos los habían mandado a sus respectivas casas con un guardia real para que les impidiera salir hasta nuevo aviso (cosa que no los hubiera detenido de querer hacerlo), y solo hacía un par de horas que les habían permitido salir, no les había costado mucho averiguar que tanto Kenshin como Aoshi, estaban en el apartamento que el último usaba para sus conquistas de una noche, y que tenían ya tres horas de estar tomando sin parar.
- Crees que sea algo grave- preguntó en voz baja Yahiko, mientras se dirigían a la sala, de donde provenían algunas risas.
- No lo creo, pero algo debió de haber pasado para que estén aquí- respondió preocupado Sanosuke, el ya tenía una idea de que era lo que aquejaba a sus amigos, pero lo mejor era salir de dudas, abrió la puerta para encontrarse con una escena por lo demás lamentable, Aoshi estaba de pie con una botella de vodka tratando de servirle a Kenshin en un vaso, pero por el estado tan lamentable no podía mantener el equilibrio, y la mayoría del líquido caía fuera del vaso, situación que los tenía muertos de risa.
- Mira Ken- dijo un muy borracho Aoshi.- son los padrinos.- y se hecho a reir al igual que Kenshin.
- Se puede saber que les pasa- preguntó igual de preocupado Yahiko que Sanosuke.
- Esh que no se vería muy bien shi nos pusshemos a llorar no, que imayen daríamos a las ad…miradoras- dijo Ken tratando vanamente de levantarse, ya que perdió el equilibrio y cayó pesadamente en el sillón.-aunque no creo que estemos dando un buen espectáculo ahora.- murmuro risueño.
- Que fue eso de padrinos- preguntó Sanosuke mientras le quitaba la botella a Aoshi y trataba de no reír al ver la cómica cara de pataleta infantil que hizo, totalmente impropio en él.
- Ahs, es que no sabesh esh seche…no sete.. shequesho, jeje- rio tontamente Kenshin- no puedo dechir secreto- se quedó un momento callado antes de gritar- lo dihje!- volvió a reír esta vez acompañado de un Aoshi, que del ataque de risa perdió el equilibrio y fue a dar al suelo, lo que causo más risas de los dos, y total estupefacción de las dos personas que los veían y no podían creerlo, Aoshi shinomori y Kenshin Himura, no eran muy dados a tomar en esas cantidades y cuando lo hacían, nunca llegaban a esos extremos, la verdad es que al igual que ellos, poseían una tolerancia extrema al alcohol, pero hasta ellos tenían un tope, y considerando las botellas tiradas por el piso, no tenían tres horas tomando como se les había dicho, o realmente querían matarse por intoxicación etílica.
- Es que nos vamos a cashar- dijo Kenshin- eshpera que shonó feo, él se va a cashar, y yo me voy a casarh, y teyemos que irh a América por nuestrahs novias, pero la mía sta muerta shhh- dijo posando un dedo en sus labios en señal de silencio, para Sanosuke fue suficiente, así que llamando a los guardias que estaban custodiando el apartamento y por consiguiente al príncipe, les dio instrucciones a cada uno, mandó a uno por un carruaje y haciéndole un gesto a Jahiko se volvieron hacia los dos borrachos, y tomando a cada uno del brazo los bajaron a trompicones por las escaleras, se iban quejando pero era tanta la borrachera que llevaban encima que mucho no podían hacer contra Yahiko y Sanosuke, más este último que estaba empecinado en sacarle la borrachera a como fuera a sus dos amigos.
Cuando el carruaje llegó, los dos echaron a Kenshin y a Aoshi dentro del carruaje sin mucho miramiento, y al instalarlos bien (no sin antes prometerles que se dirigían a un bar, para que se quedaran queditos.), dieron las instrucciones necesarias al cochero para llevarlos a la casa de Aoshi, posteriormente montaron en sus respectivos caballos y cabalgaron detrás del coche.
- Solo me preguntó- le alcanzó a oír Yahiko a Sanosuke antes de montar a su caballo- quienes serán las novias para que los tengan en ese estado.
Continuará…
