Destino
Summary: Alucard es un hombre de la nobleza que guarda muchos secretos detrás de su actitud descarada, y esta buscando una esposa. Celes Victoria es una joven de belleza digna de un coleccionista que esta obligada a conseguir marido. Su punto de encuentro será en la fiesta debut de la corte londinense.
Disclameir: A excepción de los personajes nuevos que naturalmente son de creación mía, ninguno de los demás que han aparecido antes en el anime o en el manga me pertenecen =D estos son propiedad de sus respectivos autores.
Notas de la Autora: Heyy! Ahm que miedo, jeje...Bueno, soy nievecita en esto de escribir en esta pagina! He leído varias historias por aquí que me han parecido excelentes, y estas me han inspirado a intentar escribir yo misma por aca…realmente no se mucho de Hellsing, mi conocimiento abarca solo al anime así que por la misma razón he decidido empezar mi trayectoria en el mundo de los fics con un UA para no meter mucho la pata! Si estas leyendo mi historia, que espero que alguien lo haga ya que me alegraría mucho, espero que te guste y que me dejes un review con tu comentario al respecto! Acepto todo tipo de comentarios, criticas, bombas, etc. xDD todo es bienvenido. Gracias por pasarse por aquí =3!
Capitulo I.-
El aroma del bouquet floral se colaba entre sus sentidos, el molesto aroma del incienso, que entra en tu cabeza y provoca un caos con todo vestigio de racionalidad.
Elisa insistía en colocar mas rubor sobre sus mejillas mientras su madrastra trataba de ajustar el corsé lo mas apretado posible, provocando que su generoso busto saliese por encima dándole un aspecto exótico a su tan remarcada inocencia, la culpable de que aun a sus 21 años no había sido desposada y siquiera cortejada.
Su cuerpo, ahora de voluminosas y sensuales curvas no había terminado de desarrollarse si no hasta terminada su adolescencia y un año mas-anterior a eso era una muchacha delgada sin el mas mínimo brillo, con una cabeza bastante grande para su cuerpo- su rostro pálido aun tenia la grasa de bebe acumulada que le hacían conservar sus rasgos infantiles en un molde de corazón, cubierto por una cortina de ondulados cabellos rubios que sujetaba a un lado de su cuello con una mano que anteriormente había estado enguantada en fino satén rosado-ese guante permanecía en el piso sin que nadie excepto Victoria se hubiese dado cuenta-Permitiéndole a su pariente darle los detalles finales a su vestido.
-Pareces una muñequita de porcelana.-Dijo su criada al terminar con su maquillaje.- ¡Con tus enormes ojos de cristal celeste y tus mejillas rosadas! ¡Si hoy no eres la mas solicitada de toda la corte de los caballeros para bailar los vals, entonces yo dejare de llamarme Elisa Wad!-Sonrió y le revolvió con cariño el cabello rubio pensando en como peinárselo.
-Esta temporada debes conseguir un marido, hemos retrasado tu debut 3 años, tres años en los que yo, que no tengo ninguna obligación, he seguido manteniéndote. Todo por culpa de tu cobardía. Espero que muchas cosas cambien este año.
-Si….-Dijo ella tímidamente mirando al piso sin muchos ánimos de encarar a su madrastra. Roselyn, quien sin ir más allá, la aterraba. Pero era lo único que tenia en el mundo aparte de su noble criada, su padre al morir había hecho a su espora prometer que se haría cargo de su educación y bienestar hasta poder hacerse ella con un marido y pasar a responsabilidad de el. Siendo la ultima voluntad del difunto, su madrastra no había podido hacer más que aceptar. De mala gana pero dispuesta a hacerlo.
Ella ya estaba algo entrada en años: cuarenta y cinco para ser exactos; y sus posibilidades de volverse a casar estaban descartadas. Pero sin embargo, Victoria, tan bella y fresca tenia bastantes posibilidades de casarse con un caballero de elite, que podría pagar bien por ella.
Quizás un noble o un burgués adinerado.
-Ponte el vestido.
La señorita Serás levanto los ojos al mirar el vestido que su madrastra sujetaba frente a ella. Predominaba un bello color palo de rosa. La blusa iniciaba con un escote en color marfil que se prolongaba hasta tras su espalda, hasta llegar a los omoplatos, cubriendose con un elegante chal de la misma tonalidad, Las mangas terminaban con llamativos volados, con encajes en color rosa pálido y canela. Tenia detalles de flores en color canela y marfil al centro del vestido, debajo de los cuales cintas en color marfil se entrecruzaban. La falda era de tela sedosa. Para alivio propio no era tan llamativa como ella se había imaginado, era voluminosa más no ostentosa. Con la bella tela rasa y encajes de rocaille al final. Sujeto con un gancho, al comienzo de la falda se encontraba un abanico hecho de las mismas telas utilizadas en el vestido.
Se lo colocó y con la ayuda de su criada, lo cerró en torno a su figura. Cerro los ojos y se sentó frente al tocador esperando que las expertas manos de Elisa hicieran el trabajo con su
Cabello. Su Madrastra salio de la habitación a llamar al cochero.
Pasaron los minutos. Victoria comenzaba a sentirse nerviosa. Nadie la iba a acompañar y estaría sola en un lugar al que nunca en su vida había asistido. Deseo poseer la elegancia de Roselyn y la valentía de su padre. Solo así se sentiría segura y no tuviese miedo de asistir al comienzo de la temporada.
Sintió que Elisa había dejado de trabajar en su cabello hacia más de un minuto y abrió los ojos. La señorita que le devolvió la mirada, difícilmente podría ser ella.
Una elegante tiara sujetaba su cabello rubio en un moño bastante elaborado, que dejaba sueltos algunos rizos de cabello perfectamente ondulado por detrás y por adelante, cayendo suavemente sobre su piel pálida con mejillas ruborizadas. Su boca carnosa estaba pintada de un rosa discreto y elegante. Que haría que una sonrisa o un mohin por igual, pudiese derretir la frialdad de cualquier hombre. Sus ojos, maquillados en tonos grises se veían mas llamativos que de costumbre y nunca antes había vistos sus pestañas tan negras y gruesas como en ese momento.
Se levantó y observo que el vestido era, de hecho, hermoso. Si cuando lo vio había considerado que se veía lindo, ahora creía que era perfecto. La blusa se ceñía de manera perfecta a su silueta y la falda elevada por el tul debajo, caía también grácil y elegante rozando levemente el suelo de baldosa verde. Desprendió el abanico y lo sujeto tal como su maestra de etiqueta se lo había enseñado.
-El carruaje ya llegó.-le dijo Roselyn al entrar. Sintió que un nudo se le formaba en la garganta. Y sujeto con más fuerza el abanico. Elisa roció un poco mas de perfume sobre su cuerpo y dándole un toque final, colgó un prendedor de oro en el centro del escote del vestido de la joven. Comenzó su camino hacia fuera seguida por victoria.
-Con permiso.-Dijo inclinándose ante su señora y salio de la casa. Detrás de ella, la ojiazul no hacia nada por disimular su alegria y una hermosa sonrisa se había plasmado en su cara, por que al parecer su criada la iba a acompañar. Ya se preguntaba ella por que la castaña iba vestida con sus ropajes de gala y tan bien arreglada. Ahora ya tenía la respuesta a esa interrogante.
Subieron al carruaje conducido por corceles blancos, que se perdió en la estrellada noche de Londres.
- Victoria
-¿Dime?-Dijo la aludida tocándose el cabello vigilando que su peinado no se hubiese arruinado.
-¿Te has dado cuenta de que te falta un guante?- Elisa sonrió dulcemente con ambas manso entrecruzadas sobre su falda. Observo como Victoria pasaba de una tonalidad roja a otra y frenéticamente se quitaba el otro guante, entendiendo por fin por que las pomposas señoritas que estaban sentadas en los taburetes cercanos a la chimenea de mármol de aquel lujoso salón, la señalaban entre risitas continuamente.
-¡Ay no que vergüenza!-Dijo ansiosa la joven, estrujando nerviosamente el guante que estaba entre sus manos mientras sin darse cuenta, pisaba su abanico.
-Señorita ….-Repitió su compañera con la misma sonrisa dulce estampada en su cara.-Ahora estas pisando tu abanico
….
-Jo.-Decía con una sonrisa de medio lado un hombre al otro lado del salón. Era alto, tenía el cabello negro como la noche y la piel más pálida de todos los presentes. Sus ojos eran de un color rojo intenso con destellos dorados. Exhalaba un magnetismo exótico único, el sudaba seducción. Y las damas que se encontraban cerca de el habían caído presas de su encanto instantáneamente, y lo miraban sin disimulo cuchicheando entre si, soltando risitas y buscando llamar su atención.- ¿Recuérdame para que hemos venido?- Miro a su lado, donde su mayordomo Walter se encontraba jugueteando con un hilo desprendido de su camisa.
-El señor Alucard ha venido a buscar esposa. Es por eso que estamos en la sala de las vírgenes.-Dijo con una sonrisa mirando alrededor por encima de sus anteojos.
-¿Seguro que vine a buscar esposa? Yo creía que había venido a buscar la cena.- Sonrió sádicamente enseñando unos dientes bastante peculiares. Blancos y puntiagudos.-Sin embargo, he de agregar que lo que veo no es de mi gusto. –Giro sobre sus talones, dando la espalda a su sirviente.
-Lamento oír eso, señor. La belleza y calidad de todas las presentes es bastante obvia.-Se fijo en que el conde había partido en su ausencia y lo había dejado hablando solo.- Ah, quien lo entiende.
Caminó entre los pasillos de aquel lujo tan vulgar. Pasando entre grupos de mujeres con una pureza tan barata, tan corrompida y falsa que definitivamente no era su estilo. Miro a una adorable muchacha que le hacia alarde de una inocencia casi divina, bajando los ojos verdes ante su mirada, temblorosa y sus mejillas sonrosadas.
Acaricio su mejilla sonrojándole más.
-Eres tan falsa, querida.
Sonrió, enseñándole parte de su peculiar dentadura y paso de largo.
Las mujeres habían sido un juguete desechable desde que se había iniciado en los placeres de la carne. Entre el tumulto de rubias, morenas, castañas y pelirrojas, fácilmente habría seleccionado una compañera, pero esa noche deseaba algo especial. Casi seguro de que no la encontraría se acerco al último rincón que aun no había conocido, aquel lugar donde las 'comunes' se hallarían. El lugar donde la gente sin ningún grado de nobleza llevaba a las jóvenes que poseían una belleza fuera de lo común en su círculo social. No pudo evitar reír suavemente al pensar en que lugar había llegado a parar. Para el, un hombre con un gusto tan exigente, debería estar prohibido buscar en un lugar tan simple. Si en la sangre fina que era su favorita no había encontrado nada de su gusto, ¿Cómo es que se había dignado a buscar en un lugar tan corriente?
Tomo una copa de vino que le ofrecía un camarero y miro a su alrededor.
Tenia que ser pecado, tenia que ser delito que una mujer con tan belleza y esas formas se encontrase sola, sin un imbecil millonario a su lado ataviándole de promesas vanas en su oído y oliendo el suave perfume floral que superficialmente su delicada piel de porcelana emanaba.
Su garganta clamaba sentir el sabor del manantial de pureza teñida de rojo que se movía dentro de ella, que corría con una pasión encarcelada. Su boca, tan rica en glóbulos como en hechizos brillaba y parecía ansiosa de algo mas que besos y sus ojos miraban tímidamente al piso, temerosa de establecer contacto siquiera visual con cualquiera de los presentes.
La observo con más detalle.
Su nariz era bastante fina, sus mejillas se le antojaban tan suaves y tenían un rubor natural que se notaba por debajo de su maquillaje que ahora mismo ella intentaba quitarse con un pañuelo. Al ver sus ojos pensó que no había visto ojos más grandes que aquellos, azules con destellos plateados. Y al escrutar dentro de ellos descubrió que aquella señorita era todo lo que había estado buscando esa noche y quizás desde antes.
Su pureza era genuina y no fingía inocencia.
El moreno sonrió de medio lado y se dispuso a acercarse a aquella bella doncella, decidiendo que fuese como fuese, ella debería ser suya. Pero sus planes se vieron frustrados al ver como otra mujer se acercaba a ella y entablaba conversación. Agudizo el oído.
-¿Por que te has quitado el maquillaje?
-Pero yo…no me gusta usar maquillaje.
-Aun así, eres una señorita y estas en tu debut. Tienes que verte perfecta que tu futuro esposo podría aparecerse en el momento menos pensado.
Así es como se ve perfecta. Pensó el conde quitándose sus guantes blancos y guardándolos en el bolsillo de su frac. Tendré que hacer esto a la antigua
-Walter.-Llamó, volteando sutilmente la cabeza. El mayordomo fiel a su trabajo se encontraba detrás de su amo, con los brazos cruzados tras la espalda esperando una orden.
-Señor Alucard.
- ¿Ves a aquella preciosura rubia y a la castaña de su lado? Quiero que vayas allí y me presentes.
Walter asintió con la cabeza e hizo una reverencia frente al moreno y se acerco a las dos damas a las que el otro hombre se había referido.
-Señoritas.-Hizo una reverencia.- Buenas noches sean las suyas.
-Buenas noches sean las suyas también.- Elisa le devolvió la reverencia mientras Victoria los miraba sin saber que decir ni que hacer. Sintió la mirada escrutadora de Walter por encima de su monóculo, que aun no se erguía de su reverencia.
Elisa le dio un codazo y entonces comprendió de inmediato.
-Ah! Buenas noches sean las suyas.-Hizo una venia torpemente dejando caer su abanico al piso, se inclino a recogerlo y al erguirse se golpeo con la mano de Elisa que sujetaba una copa de vino, cuyo contenido fue a parar en su escote. Tiñendo su busto de un tentador color rojo. Sonrojada, levantó la mirada y observó como un hombre cercano a ellos, la miraba descaradamente relamiéndose los labios.
El mayordomo la miro con curiosidad y la criada la miro arrepentida.
.-Lo siento mucho. Te acompañare al tocador a arreglarte. Con permiso.-le dijo al hombre que se encontraba junto a ellas. Cogio el brazo de victoria y se dispuso a avanzar pero un brazo se interpuso en su camino.
-No.
La dureza y masculinidad de ese hombre la hicieron vibrar. Victoria dio un respingo y miro hacia arriba, donde el mismo hombre que hace un momento le había parecido descarado, las detenía.
-Dado que mi inútil sirviente se ha visto incapacitado de concederme el honor de ser presentado a vuestras mercedes, tendré que hacerlo por mi cuenta.-Dijo dando un paso hacia atrás y haciendo una reverencia bastante elegante.- Lord Alucard, para servirles.
