Buenas noches, gente!

Ok... Aquí les caigo con un oneshot un poco raro y lleno de humor con Ziio, Haytham y Connor como protagonistas... Bueno, el padre y el hijo Kenway, querré decir. Es algo que se me ocurrió ayer en lo que veía a los Simpson XD, dando de esta manera un pequeño tributo a todas ñas veces en que Homero se va al bote por sus locuras.

En fin, teniendo en cuenta que los personajes de Assassin's Creed no son míos, sino de Ubisoft, les dejaré con esta historia que sé que disfrutarán mucho y les hará sonreír al menos.

¡Saludos!


Cosas de papá.

Connor suspiró ante las miradas preocupadas de Ezio y Altair, sus dos mejores amigos.

Era una mañana de otoño en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Metropolitana de Nueva York; los tres jóvenes amigos, de 20 años de edad, se sentaron juntos como siempre en una de las mesas de la escuela para comer y hablar de mujeres, escuela, trabajo y otras nimiedades. No obstante, en esa ocasión había algo que molestaba al joven Kenway, a lo que Ezio, sin reservas, le preguntó:

- ¿Sucede algo? Te hemos visto muy incómodo en toda la mañana, viejo.

- Bueno – respondió el angloamericano -… Realmente sí sucede algo… Es sobre mi viejo.

- ¿Tu padre? – inquirió Altair.

- Sí… Ehmmm… Resulta que se escapó de prisión en Perú…

- ¡Whoa, viejo! – exclamó Ezio muy sorprendido - ¡Aguanta ahí, mano, aguántale! ¡¿Tu viejo está metido en un pleito serio?!

- Siempre está metido en problemas desde que se dedica a sacar objetos arqueológicos valiosos del lugar a donde viaja.

- Me parece increíble lo que nos dices, Con – replicó Altair -. Tu padre es un respetado arqueólogo y un venerable profesor universitario, no un saqueador de tumbas.

- Eso mismo pensaba hasta no hace un año, cuando logró escapar de una prisión colombiana y se regresó a Estados Unidos en un barco pesquero. A mi madre casi le daba su ataque cuando le vio dormir semidesnudo entre los arbustos.

- ¡De lujo! – añadió Ezio muy maravillado.

- Ni tanto, amigo mío. Mi madre ya hasta piensa pedirle el divorcio y estaré de acuerdo con ella si él sigue con esta clase de locuras.

- ¿Por qué? – inquirió Altair – He visto cómo se quieren esos dos. ¿Por qué terminar un amor que ha dado abundantes frutos?

- Bueno, a mi viejo le quiero mucho, pero no quiero que un día llegue la policía a mi puerta y lo arrestaran frente a mí para ser extraditado a México, Chile, Brasil, Colombia o Perú. Sería vergonzoso tanto para mí como para mi madre.

- ¿Y ya han hablado con él? – inquirió Ezio.

- Mi madre y yo pensamos en hacerlo cuando él regrese, si es que logra huir de Perú, claro.

- Pues ojalá solucionen esto y se eviten una triste separación. Digo, con lo felices y enamorados que se ven…

- Yo también quisiera e-

- ¿Connor Kenway? – interrumpió una voz.

Los tres jóvenes se volvieron hacia un tipo uniformado del Servicio Postal, quien, con un poco de duda, preguntó:

- ¿A-alguno de ustedes es Connor Kenway? Ando buscándolo por todo el campus y me dijeron que lo encontraría por aquí.

- Yo soy el que busca, amigo – respondió Connor con seriedad -. ¿Puedo ayudarle en algo?

- ¡Oh, gracias a Dios! – exclamó el cartero con alivio - ¡Pensé que nunca le encontraría!

Entregándole un papel en una tabla, le indicó:

- Si fuera tan amable de firmarme aquí…

- ¿Firmar? ¿Para qué?

- Hay un enorme paquete para usted en la entrada del campus.

- ¡¿Qué?! ¡Déjeme ver eso!

Los jóvenes siguieron al cartero hacia una muchedumbre de gente apostada frente a la entrada de la facultad, la cual rodeaba una caja larga de madera con enormes letras y sellos postales. Connor, un tanto preocupado, se volvió al cartero y le preguntó:

- ¿De dónde vino esa caja?

- Pues vino de Lima, Perú.

- ¡¿Lima, Per-?! ¡Papá!

El chico apartó a la gente y, volviéndose hacia sus amigos, les dijo:

- ¡Busquen algo para romper la caja! ¡Pronto!

Ezio y Altair entraron al lugar mientras que Connor, un tanto desesperado, firmó el recibo postal y le pidió a la gente que se marchara. Cuando sus amigos regresaron con un hacha, Connor exclamó:

- ¡Apártense! ¡Voy a romper esa c-!

Antes de que pudiera decir más, la tapa de la caja salió volando de una patada, revelando en su interior a un hombre de cabellos largos color castaño oscuro con canas sentado en un banquillo; sobándose el cuello, el hombre salió y exclamó:

- ¡Carajo, este ha sido el viaje de retorno más incómodo que he hecho!

- ¡¿PAPÁ?! – exclamó Connor muy asustado.

- ¡Hey, Con, hijo! – exclamó el hombre con una sonrisa - ¡¿Qué hay?!

Connor abrazó a su padre… Y enseguida le dio un tremendo puñetazo en la nariz reclamándole:

- ¡¿Se puede saber en qué coño pensabas al darme esa clase de sustos, papá?! ¡Casi me da un infarto!

- ¡Aw, mi nariz! ¡No era necesario tal recibimiento!

- ¡Papá, por amor a Dios, ¿estás loco?! ¡¿Cómo se te ocurrió viajar dentro de una caja?!

- Bueno – se defendió el señor Kenway -… En vista de que tu madre no sale del trabajo hasta la tarde, pensé que lo mejor sería enviarte la caja a la Facultad.

El joven se llevó una mano a la frente muerto de la vergüenza mientras que Altair y Ezio, quienes observaban la escena, saludaron al padre de Connor:

- Buen día, profesor Kenway.

- ¿Cómo está, profe? – inquirió Ezio.

- Pues un tanto adolorido, pero bien, gracias.

- ¡Mamá se va a encabronar cuando le diga sobre esto! – intervino Connor.

- Lo sé…

- ¡Y te pedirá el divorcio!

- ¡Heya! ¡Alto ahí, cachorro! ¡Nadie le pedirá el divorcio a nadie!

- Pues ella y yo estuvimos discutiendo eso y se supone que íbamos a hablarte de eso.

- Hijo, éste fue mi último viaje a Latinoamérica. Después de esto, ya no viajaré más.

- ¿Eh?

- Sí… Tantos viajes y escapadas de prisión me han hecho pensar en lo que tu madre y tú sentirían si un día me llegaran a extraditar por supuesto tráfico de piezas arqueológicas. No me gustaría hacerles pasar vergüenza alguna por ello.

- ¿E-es en serio?

- Sí… Aparte de que el Rector ya me había puesto un ultimátum al respecto.

- ¡DE LUJO!

Connor abrazó efusivamente a su padre, quien, con una sonrisa, le correspondió el gesto.

- ¡Mamá estará feliz de escuchar eso!

- ¡Ten por seguro que sí, Connor! Ahora, vayamos a mi oficina. Necesito cambiarme de ropa y examinar estas piezas que me traje de allá.

- Sí, papá.

&%&%&

Un mes después, en Japón…

- Bueno, eh… Esto lo puedo explicar… – comentó Haytham un poco apenado mientras que, al otro lado de las rejas, Ziio y Connor le miraban con molestia.

- Haytham – dijo la señora Kenway -, esta es la última vez que toleraré que te entamben por tus pendejadas. Una próxima y me divorcio de ti, ¿me entendiste, cabrón?

- ¡Sí, señora!

- Bien… Connor, paga la fianza.

- Sí, mamá.