Disclaimer: Los personajes no me pertenecen (y es que si así fuese Heda seguiría viva). Paso a adjudicarme únicamente la trama.


Aclaración: no sé bien todavía si quedará como one-shot o tiene madera para más, así que me gustaría saber qué es lo que piensa de esto


Sucedió una Noche Vieja

Si le pidiesen que escogiera su sitio favorito en el mundo, Clarke definitivamente diría que era su azotea.

Seguro que cualquier otra persona le diría que estaba loca, y es que en la ciudad había millones de sitios espectaculares: el lago Reservoir, el Met, Times Square, el barrio chino, el edificio Chrysler, la catedral de San Patricio… En fin, la lista era larguísima. Y aun así ella seguiría prefiriendo su azotea. Quizás el único sitio que podría competir con ella era el Empire State, puesto que la vista desde allí era alucinante, pero vivía rodeado de turistas las veinticuatro horas del día y eso no le agradaba demasiado.

Allí, en esa simple azotea, Clarke tenía toda una vista panorámica de la isla de Manhattan, el puente Williamsburg y, un poco más alejado, el tan afamado puente de Brooklyn. De día la vista era hermosa, y variaba en la tonalidad de sus colores según la estación del año, pero de noche simplemente le quitaba el aliento. Se perdía en esa marea de luces, pudiendo llegar a pasarse horas observándolas sin darse cuenta del tiempo transcurrido. Desde que tenía uso de razón este era su pasatiempo favorito, y a pesar de que ya llevaba veintiún años viviendo en esa casa jamás dejaba de sorprenderse cada vez que subía a la azotea. En todo ese tiempo, su madre jamás entendió porque su padre se negaba a vender aquella vieja construcción de Brooklyn cada vez que le ofrecían una casa mejor en Upper West Side, y aunque nunca llegaron a hablarlo Clarke intuía que todo se debía por la vista de la azotea…

El solo hecho de pensar en su padre trajo consigo ese vacío en el pecho que venía sintiendo desde navidad, y que en estos últimos días solo había logrado aliviar cuando se abstraía en las luces de Manhattan o bebiendo. Al ver que las luces no estaban surtiendo mucho efecto, acabó de un sorbo todo el contenido restante de su vaso. En menos de un segundo, sintió como el whisky se abría paso por su garganta y calentaba todo su cuerpo. Era consciente que aquella salida era la más fácil y cobarde, pero simplemente no tenía otra opción. A veces la realidad dolía demasiado, y el alcohol era lo único que la atenuaba.

Se sobresaltó al oír una botella de vidrio romperse contra el pavimento de la calle, e inmediatamente bajó la vista buscando quién había sido el causante de aquello. A esas horas su vecindario estaba desierto, así que intuyó que los chicos del grupo que estaba justo en el porche de su casa fueron los culpables. Cuando los susodichos prorrumpieron a carcajadas, Clarke únicamente atinó a rodar los ojos… Por el aspecto de simio y lo ruidosos seguro eran deportistas. Aun no entendía como su hermana podía ser amiga de esa clase de personas.

A pesar de todas las diferencias que tenían y lo opuestas que eran, la quería. Infinidad de veces había llegado a la conclusión de que su vida no hubiese sido la misma de no estar ella presente, y aunque fue un acontecimiento trágico lo que llevo a ésto Clarke agradecía que así fuese. Raven era pura alegría, y se encargaba de darle luz en sus días más oscuros.

Claro que ambas tenían modos distintos de lidiar con el dolor. Mientras ella optaba por sumirse en la soledad, su hermana prefería armar fiestas o cualquier otro tipo de plan con tal de pasarla bien. Y era precisamente eso lo que ocurría aquella noche. El ánimo en la casa de los Griffin estuvo por el piso durante los últimos meses, y la celebración de navidad fue una de las más tristes que la familia pudo tener. En vista de esto, y ya que su madre pasaría la noche vieja con unas amigas en un crucero, Raven había decidido que ese año daría la mejor fiesta de Brooklyn.

Media población estudiantil de Columbia, y quizás casi toda la de la NYU se hallaban esa noche presente en aquel acontecimiento. Por supuesto que su hermana se había encargado de guardar todo aquello que pudiese estropearse y de cerrar con llave lugares prohibidos de la casa (después de todo no quería otro desastre como el de la última vez), pero aun así Clarke no estaba tranquila. Accedió a lo de la fiesta únicamente porque sabía que esa era la forma como Raven sobrellevaba sus problemas, pero en su opinión aun no era el momento de festejar algo y menos en la casa.

Levantó la botella de whisky, una que tenía guardada en cuarto para aquel tipo de momentos, y sirvió un poco dentro de su vaso. Estaba a punto de dejarla en el suelo cuando alguien abrió la puerta de la azotea y se asomó hasta el muro de cemento, totalmente ajena a su presencia… Genial. Ya era la tercera vez que la interrumpían. Primero fue una pareja caliente que estaba ya a medio desvestir cuando percibió su presencia, luego un grupo de yonkis que hasta trataron de disuadirla para que "hiciera un viaje" con ellos, y ahora esto.

Era una chica, y aunque la poca luz que llegaba desde la calle no le permitía ver con claridad Clarke estaba segura de que no la conocía. Es decir, recordaría a cualquiera con ese aspecto. No era por su pelo castaño (o negro, puesto que no distinguía muy bien) o por su esbelta figura, sino por su sonrisa. A pesar de que era apenas perceptible, podía afirmar que jamás vio una mueca que transmitiese tanta calidez.

La desconocida se hallaba completamente maravillada ante la vista panorámica que tenía enfrente, pareciendo una niña pequeña a la que llevaban por primera vez a un parque de diversiones. La rubia ya había visto aquella reacción cada vez que alguien conocía su azotea por primera vez, y aun así, sin saber bien por qué, esta vez le parecía la cosa más fascinante del mundo. Había jurado echar de allí a quien se atreviese a entrar, mas ahora se estaba replanteando las cosas.

De tan absorta que estaba observando a la recién llegada, Clarke no fue consciente de que dejó caer el vaso de su mano logrando que el mismo chocara contra el suelo y provocara un estrepitoso sonido. Inconscientemente maldijo por lo bajo. Y ella que estaba tratando de pasar desapercibida…

-Perdón, no sabía que este sitio ya estaba ocupado- dijo la chica sonrojada, tras voltearse y ver a Clarke, quien aún la observaba fijamente.

-No te preocupes, creo que hay lugar suficiente para ambas- respondió con nerviosismo y esquivando la mirada de la recién llegada, para luego recoger el vaso del suelo y volver a servir en él un poco de whisky.

¿Qué le estaba pasando? Cuando aquella desconocida cruzó su mirada con ella se había quedado paralizada. Y vamos, que si tenía unos bonitos ojos verdes pero no era la primera vez que veía unos así. Pero sin embargo había algo más… Algo que no sabía describir con exactitud. Quizás eran sus rasgos cincelados, o lo rosado que aún permanecían sus pómulos, o la forma en que jugaba con sus dedos nerviosa, o tal vez absolutamente nada y ya estaba volviéndose loca.

Apuró a beberse el contenido del vaso, ya que no quería más accidentes estúpidos, al tiempo que observaba de reojo a la chica misteriosa. Ella, entre tanto, se hallaba con ambos codos apoyados sobre el muro y el cuerpo un tanto reclinado sobre el mismo. Aun observaba Manhattan, pero sus musculos estaban algo tensos y en sus labios no estaba presente esa curiosa sonrisa que logró captar la atención de la rubia. Seguramente, pensó Clarke, el notar su presencia allí la había intimidado.

-¿Cómo soportas esto? No llevo ni dos minutos aquí y ya tengo el trasero congelado- soltó de repente la chica de ojos verdes, girando un poco la cabeza en su dirección al tiempo que frotaba sus manos e intentaba calentarlas con su aliento.

-El whisky, y además está el hecho de que soy cien por ciento neoyorkina y ya estoy acostumbrada- siendo sincera Clarke sabía que la súper camiseta de algodón y el sweater de lana que traía puestos también importaban, pero no podía decir eso y quedar como una anciana. Además, la recién apenas si vestía una camiseta negra ceñida al cuerpo y tejanos del mismo color ¿Quién, en su sano juicio, salía así sabiendo lo frio que eran los inviernos en New York? Es decir no nevaba, pero todo el mundo sabía que el clima en esa época era traicionero y por lo general no daba tregua. -Intolerante a bajas temperaturas, piel bronceada, ¿reflejos en el cabello?, delgada… Apuesto cincuenta dólares a que eres de California-

Para esas fechas la ciudad se llenaba de personas ansiosas por conocer lo que era tener una blanca navidad, y aunque en otra época Clarke encontrase eso mágico actualmente creía que estaba sobrevalorado. Ahora, analizando con detenimiento a la chica, estaba segura que éste era su primera vez, o quizás su primer invierno, en la Gran Manzana.

-Pues déjame decirte que acabas de perder cincuenta dólares, soy de Florida- retrucó ella sonriendo abiertamente, paralizando por unos instantes el corazón de la rubia… Vaya, esa sonrisa transmitía aún más calidez que la primera. Quizás contagiada por el gesto, se vio sonriéndole también y así permanecieron unos segundos (¿o quizás minutos?) hasta que los dientes de la desconocida comenzaron a castañear por el frio. Aquello devolvió a Clarke a la realidad, y sin perder más tiempo levantó del suelo la manta que trajo de su habitación para pasársela a su acompañante. Una vez protegida del frio, la chica volvió a dedicarle otra amplia sonrisa antes de agregar – Soy Lexa-

-¿Lexa? ¿Qué clase de nombre tan extraño es ese?- al instante en que lo dijo, las mejillas de la rubia se tornaron rojas… ¿Por qué había dicho eso? Seguro era el whisky que ya se le estaba subiendo a la cabeza. De igual modo había resultado descortés, y estaba a punto de disculparse pero la risa de Lexa le dio a entender que se estaba tomando con humor toda la situación.

-Un diminutivo de Alexandra, nombre que por cierto odio- explicó ella, haciendo una mueca de fastidio y rodando los ojos. A pesar de ello, Clarke encontró aquello de lo más adorable… Esperen ¿Adorable? Sip, definitivamente ese maldito whisky ya estaba alterándola.

-Alexandra…- musitó con lentitud, entornando la vista hacia el puente Williamsburg aunque sin mirar nada en particular. Era un nombre bonito. Si fuera el suyo, definitivamente le encantaría y no buscaría forma de acortarlo. -La verdad le encuentro cierto aire de grandeza y poder, no veo por qué odiarlo- cuando giró la vista de nuevo hacia Lexa percibió un leve sonrojo en sus mejillas, y cuando sus ojos se encontraron la rubia sintió como una descarga eléctrica que le recorrió todo el cuerpo. ¿De seguro era por el whisky? Antes lo había pensado así, pero ahora ya no estaba tan segura. Rompió aquel hechizo en el que ambas se encontraban agregando -Me llamo Clarke-

-¿Y yo soy la del nombre raro?- replicó Lexa con una ceja alzada, provocando que la aludida se mordiera el labio inferior intentando contener la risa.

-Por eso no dejes que tus padres interfieran en la elección del nombre de tu hijo, mi madre dejó que mi abuela lo hiciera y mira como resultó- a pesar de ello, no le recriminaba en absoluto a Abby que hubiese cedido el honor a su madre de escoger el nombre de, hasta ese momento, su única nieta. Es decir, si de su padre hubiese dependido quizás terminaba con algún otro nombre más soso como Alice o Marjorie.

-Clarke…- como si tratase de imitarla, la chica de ojos verde susurró su nombre y se quedó pensativa analizándolo. Así, con la vista perdida en la inmensidad de Manhattan y esa sonrisa traviesa en el rostro, lucía cautivadora. Tanto que Clarke ni siquiera podía quitarle la vista de encima… Era como una luz que la atraía y le impedía pensar con claridad. Por suerte Lexa no fue consciente de ello, o quizás prefirió obviarlo, y cuando volvió a entornar la vista hacia su dirección soltó de forma picaresca -En serio, creo que nunca escuche un nombre tan raro como ese-

-No te pases de lista, o haré que te saquen de la fiesta- amenazó la rubia, intentado sonar molesta aunque sin poder contener demasiado la risa. Ante aquello Lexa la miró confundida, y bajo la vista hacia la botella de whisky quizás pensando que el alcohol ya se le había subido a la cabeza y hablaba tonterías. -Esta es mi casa-

-Pensaba que la fiesta era de una tal Rachel…- ante aquello, Clarke atinó a reír divertida confundiendo aún más a la chica. Típico de las fiestas neoyorkinas: la gente aparecía y ni siquiera sabía con exactitud el nombre del anfitrión.

-Raven. Mi hermana- le aclaró, un tanto altiva pero sin dejar de sonreírle. Mientras se agachaba nuevamente para buscar la botella del suelo y servir un poco más en el vaso agregó -¿Ni siquiera conoces a Raven y viniste a la fiesta?- trataba de picarla. Por alguna extraña razón quería ver de nuevo como rodaba los ojos y esbozaba ese mohín de molestia con sus labios.

-Es año nuevo, no hay muchas opciones que resulten económicas y la verdad tampoco tenía ganas de tomar el metro hasta Manhattan en busca de otra cosa- mucho mejor que aquella mueca de desagrado, esta vez Lexa le enseño la lengua antes de reír por lo bajo.

Como por impulso, Clarke acortó un poco la distancia que las separaba observando con detenimiento sus labios. De repente sentía la imperiosa necesidad de besarlos. Se veían tan suaves, dulces, tentadores… Mierda. No volvería a tomar whisky. Para camuflar su acto fallido, y de paso evitar que más alcohol circulase por sus venas, le tendió el vaso la chica de ojos verdes, quien, ajena a todo el dilema interno y sus segundas intenciones, lo aceptó sonriendo.

-¿Por qué estás aquí?- preguntó Lexa de repente, antes de beberse todo el contenido de un sorbo. Al instante, su cara se contrajo en una mueca y procedió a agarrarse del muro de cemento tratando de recobrar la compostura. Clarke no hizo otra cosa que reír, y es que siempre encontraba de lo más divertido la gente que subestimaba su whisky y lo bebía de un solo trago. Tratando de disimular un poco el calor provocado por la bebida, y de pasó quizás desviar la atención de la rubia para que no se burlara, continuó -Digo, eres la dueña de la casa. Si quisieras podrías tomarte el barril de cerveza gigante que tienen en la cocina y nadie tendría derecho a decirte algo-

-No soy muy fanática de las fiestas, y tampoco tengo muchos ánimos- Raven llevaba haciendo fiestas en la casa desde la preparatoria, y en cada oportunidad Clarke encontraba alguna excusa para ausentarse o bien se escabullía a la azotea y se quedaba allí hasta que terminasen. La mayoría de las veces estaba en compañía de Anya, su mejor amiga, pero esta vez por motivo de año nuevo ella no se hallaba en la ciudad. -¿Y tú, Alexandra?- inquirió, y esta vez la chica mordió el anzuelo porque la mueca de disgusto no tardó en aparecer.

-No me digas así- le espetó amenazante, aunque la sonrisa en el rostro de Clarke no hizo más que expandirse provocando que la de ojos verdes sonriera también. -Soy nueva en la ciudad. Vine con la única amiga que tengo, y en estos momentos ella está dándose el lote con un tipo en ese callejón- señaló hacia el sector oeste de la casa, con lo que la dueña de la misma supo de qué sitio hablaba y asintió. Aun así, como si aquella no fuese toda la verdad, la chica se bajó la vista nerviosa antes de agregar -La verdad no soy muy buena socializando así que decidí escabullirme aquí para esperarla, pero tú me ganaste el sitio de antemano-

Qué curioso. Clarke pensaba exactamente lo mismo sobre sí misma, pero aun así las dos habían entablado una conversación casual y demostraban que aquello no era cierto. Quizás Raven tenía razón al decirle que sí era una persona sociable pero era ella misma quien se cerraba ante las personas.

-¿Por qué dejaste Florida?- soltó de golpe, sintiéndose intrigada por el motivo que había llevado a Lexa a estar compartiendo una botella de whisky con ella en noche vieja. Sabía que todas las personas que caían en New York siempre venían con ese anhelo de "cumplir sus sueños", como si esa ciudad fuese un lugar mágico, pero aun así quería escuchar lo que la chica tenia para decir.

-Es complicado, pero en pocas palabras podría decirse que ya no había nada que me obligase a permanecer allí- la forma tan enigmática que tuvo de decirlo, y lo sombría que se volvió su expresión incrementaron aún más la curiosidad de Clarke. Y estaba a punto de indagar sobre el asuntó cuando las voces del piso inferior y del patio invadieron el ambiente.

-Veinte…-

-Ya comenzó- anunció la rubia, refiriéndose a la cuenta regresiva para recibir al nuevo año que llegaba. De seguro su hermana y todo abajo estaban sintonizando la transmisión en vivo de Times Square con el televisor gigante de la sala. Y es que Raven amaba ver como recibían el año en ese sector de la ciudad, más prefería disfrutarlo desde la comodidad de su sala y no amontonada como ganado en el centro de Manhattan.

-Dieciocho…-

-Mierda. Me prometí que este nuevo año será estupendo, pero por lo visto no voy a iniciarlo como se debe- comentó Lexa cruzándose de brazos, logrando que la sonrisa picaresca de Clarke volviera… Y es que eso de verla ofuscada era demasiado divertido, y a la vez atractivo.

-Dieciséis…-

-¿No se supone que hay que recibir el año nuevo besando a alguien?- añadió la chica de ojos verdes, al ver que su acompañante no entendía muy bien a que se refería pues la miraba confundida.

-Catorce…-

-Debí hacerle caso a Octavia cuando me dijo que me acercara a la chica junto a la mesa de snacks- esto lo dijo más para sí que para Clarke, pero aun así la rubia sintió una leve puntada en la boca del estómago al escucharla. Menos mal que Lexa no se acercó a esa chica. Y de repente, no supo bien de donde, una idea le vino a la mente.

-Doce…-

-Pues si es tan importante para ti yo podría ayudarte, Alexandra- intentó sonar desinteresada, pero vamos ¿a quién quería engañar? Desde hacía rato se sentía tentada por probar aquellos labios. Y ya que Lexa estaba tan preocupada por seguir las tradiciones, ella podía ser su solución. Las dos salían ganando.

-Diez…-

-Soy una buena persona, me caes bien y tampoco es que estés tan mal…- sus miradas se encontraron. Clarke observándola de forma expectante pero sonriendo, y Lexa un tanto confundida pero exhibiendo también una mueca de diversión en su rostro, quizás por el halago.

-Ocho…-

-¿De verdad alguien como tú no tiene a quien besar en año nuevo?- inquirió la morena con curiosidad pero de forma seductora, y al notar a que se refería la rubia únicamente atino a morderse el labio y a negar sonriendo… Bueno, parecía que la atracción entre ambas había resultado ser recíproca.

-Seis…-

-El tiempo corre y no veo a alguien más dispuesta a sacrificarse, así que si fuera tú no lo pensaría mucho…- se aventuró a decir Clarke, logrando así que la chica riera divertida antes de acortar un poco más la distancia entre ellas.

-Cuatro…-

-Acepto- afirmó Lexa, volteándose para enfrentarla y mirándola fijamente a los ojos. Debido a que tenían casi la misma la altura, eso provocó que sus bocas estuviesen separadas apenas por unos milímetros.

-Tres…-

-Dos…- musitó la morena en un susurro, siguiéndole la corriente a la multitud del piso inferior, sonriéndole pícaramente. Eso provocó que su aliento diese de lleno contra el rostro de Clarke… Mierda. Olía jodidamente bien. Tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no abalanzarse sobre ella antes de tiempo. Lexa, notando aquello, se mordió el labio inferior, como si quisiese tentarla.

-Uno…- susurró Clarke imitando su gesto, para que entendiese que las dos podían jugar ese juego. No iba a darse por vencida tan fácilmente, ni tampoco sería la que efectuase el primer movimiento. Después de todo, y aunque se moría por besarla, no se mostraría tan evidente.

Ese pensamiento duro un milisegundo, porque, en menos de lo que dura un parpadeo, se vio con el rostro de Lexa entre sus manos y uniendo al fin sus labios en un acalorado beso. Para su sorpresa, fue ella quien tomo de inmediato el control de sus bocas marcando un ritmo aún más intenso.

-¡Feliz año nuevo!-

El alboroto, los gritos y los fuegos artificiales no se hicieron esperar, pero Clarke ni siquiera fue consciente de ellos. Estaba en su propia burbuja, embriagada por la mil y un sensaciones que le provocaban los cálidos labios de Lexa. Era … Era… Ni siquiera podía describirlo con palabras. Y lo más asombroso era que apenas si acababan de conocerse.

Quizás era el subidón de adrenalina provocado por ese beso. Quizás el whisky. Quizás las luces y el clima festivo. No lo sabía, pero así, sintiendo el aliento de Lexa dentro de su boca, algo le decía que el año sería alucinante…


Notas: Si llegaron hasta aquí, ¡muchas gracias! Para mi es todo un honor que se atrevan a leer las locuras que escribo, y me hace muy feliz que haya gente que disfrute de mi trabajo.

Muy bien, ¿por dónde comienzo? Soy nueva en el fandom. Ésta es la primera historia Clexa que escribo, así que la verdad no sé bien que les pareció. Últimamente leí bastantes, pero sentí la necesidad de redactar una propia y bueno… aquí esta.

Como aclare al principio, no sé bien que pretendo con esto. Lo pensé como un one-shot, pero al escribirla sentía que quizás daba para más y hasta podría seguirla (obviamente desarrollando más la trama y eso) No sé qué piensen ustedes de todo esto, pero me encantaría que me diesen su opinión.

Esperare con ansias sus reviews, aportes, comentarios, ideas, quejas y lo que sea que tengan para decirme. Y si quieren llorar conmigo la muerte de Lexa, también.

Si hay errores, perdón. Tuve flojera de revisarlo porque estaba que me moría por publicarlo.

Nos leemos pronto.

Atte. Anitikis