Buenos días queridos lectores, desde México.
Hace casi 6 años que vio la luz esta historia. El día 5 de Noviembre precisamente, estará de manteles largos. Sin embargo ese no fue el motivo de la re-publicación, aquí en FF sino la insistencia de los lectores por leerla, en esta plataforma. Al fin me decidí a traerlo de nuevo y para tal suceso decidí revisarla y editarla por segunda vez.
Ayer que hice la invitación para leerla, Igzell Scarlin me hizo estas preguntas y quiero compartirles la respuesta:
-¿Qué te llevo a modificar la historia y que después de tantos años de haberla publicado, te animaras en compartirla en ff?
-Será igual o mas fuerte que la original?
1.- Mientras revisaba, me di cuenta de que algunos detalles eran demasiado parcos, muy planos. De hecho la primera edición que hice se debió a eso, a la falta de detalle, lo que llevó a mostrar una impresión que no era la deseada por mí, en el lector. En la primera edición añadí detalles en el epilogo sobre un personaje, para que el lector se diera una mejor idea de mi punto de vista. En ésta segunda edición, nutrí con un poco más de detalles respecto al sentir de los personajes, para que el lector tuviera una experiencia más cercana con su sentir. Esto porque, al leer la historia después de años de que la escribí, me di cuenta que lo ameritaba. Que, como estaba hecha en un principio estaba bien, pero le faltaba el detalle. Deseo que cuando lean puedan ver, sentir, escuchar, vibrar, como lo hice yo al escribirlo. Quiero poner en sus cabezas la escena exacta que hubo en la mía, en un principio.
Esta es la tercera historia que escribí en mi vida de escritora de fandom, pero la segunda que termine. Aunque tuve un gran avance, en cuanto a contar historias, ahora, después de 6 años, creo que he mejorado mucho más. Y me di cuenta (cosa que antes no) que a la historia le faltaban esos detalles, que por inexperiencia, no pude plasmar la primera ocasión. La historia no cambia, no se modifica en nada en cuanto a la trama. La historia es igual, simplemente esta mas nutrida en detalles.
Decidí subirla nuevamente a FF, por la constante insistencia de las lectoras para leerla.
2.- Como mencione arriba, la historia no cambia, es la misma trama hasta el final, solo la enriquecí en pequeños detalles que no modifican o cambian en nada, el curso y resultado de la historia. Creo que además, quedo mejor presentada. Con más estructura y de esta forma más fácil de leer, de comprender y de gozar cada situación, cada emoción y sentir de cada uno de los personajes.
Dicho esto y aclarando que la historia no esta modificada, ahora viene las advertencias de la historia.
ADVERTENCIA DE LECTURA.
Esta es mi versión del "LADO OSCURO" de los personajes que manejo en la historia. Es por lo tanto, una historia oscura.
ES UN TERRYFIC HENTAI. CON SITUACIONES PARA MAYORES DE EDAD, DE MENTE ABIERTA, QUE GUSTE DEL GENERO DE SUSPENSO.
CONTIENE ADEMAS DE SEXUALIDAD EXPLICITA, VIOLENCIA, LENGUAJE SOEZ, SITUACIONES EXTREMAS QUE PUEDEN CAUSAR SENSIBILIDAD A LAS PERSONAS QUE NO GUSTEN DE ESTOS GENEROS.
QUIEN DECIDA LEER, ES A SABIENDAS DE LA ADVERTENCIA YA MENCIONADA, FAVOR DE MANTENER LA DISCRESION RESPECTO AL TEMA.
ES RESPONSABILIDAD DE CADA PERSONA DECIDIR SI EL TEMA LE AGRADA O NO. DESDE ESTE MOMENTO, "ACLARO" QUE NO ACEPTARE COMENTARIOS QUE NO TENGAN NADA QUE VER CON LA HISTORIA, NI COMENTARIOS DESCALIFICATIVOS NI HACIA MI PERSONA, NI HACIA LA HISTORIA MISMA.
COMPRENDO PERFECTAMENTE LA DIFERENCIA DE UN COMENTARIO QUE EXPRESA EL SENTIMIENTO DEL LECTOR RESPECTO A LA HISTORIA, QUE EFECTIVAMENTE SE TOMO EL TIEMPO DE LEER, PARA PODER OPINAR. INCLUSO SI EN EL TRANSCURSO DECIDE DEJARLO, MERECE TODO MI RESPETO POR HABERSE TOMADO EL TIEMPO PARA LEER Y DEJARME SU OPINION, INCLUSO SI NO ES FAVORABLE. CUALQUIER OPINION FUNDADA EN LA LECTURA Y COMPRENSION DE LA HISTORIA ES RESPETABLE PARA MI. Y, LOS COMENTARIOS SIN SENTIDO QUE SOLO TIENEN LA INTENCION DE ADULTOS, MOSTREMOS COHERENCIA Y MADUREZ.
MI ULTIMA PETICION ES QUE, SI YA LE DIERON LA OPORTUNIDAD A LA HISTORIA Y SI NO HA SIDO LO QUE ESPERABAN (A PESAR DE QUE YA ADVERTI) SI LES ES POSIBLE, LLEGUEN HASTA EL FINAL, HASTA DONDE LA HISTORIA TENGA ESCRITO LA PALABRA "FIN".
De antemano Gracias.
Chica de Terry
"GOZA DE MI LECTURA, COMO YO GOCE ESCRIBIENDO"
HOTEL CALIFORNIA
1
La sensación térmica de la temperatura se le estampaba en el afilado rostro con brusquedad, el sabor a salitre en los labios a causa del terreno desértico por el cual viajaba. El viento seco y arenoso revolvía su larga cabellera, a pesar de sus 26 años, Terrence Grandchester seguía con ese look de adolescente rebelde y despreocupado.
Faltaban unas semanas para celebrar su matrimonio con Dalila Walker, hermosa actriz de cine con quien Terry mantenía una relación seria, se habían comprometido hacia un año atrás.
Había dejado el pasado muy lejos, enterrado en lo más profundo de su memoria, Susana no resistió más a un Terry taciturno, oscuro, en qué se había convertido ese chico guapo y arrogante, lleno de energía y ambiciones, esa pasión desbordaba que exudaba por el teatro, el chico del que ella se enamoro había desaparecido para nunca más volverlo a ver.
Susana se retiró de su vida una mañana de invierno dejándolo libre para hacer de su vida lo que quisiera, cerró la puerta tras de sí y no miro atrás, no hubo ni un solo adiós.
Terry siguió adelante dejando de lado los sin sabores y los fracasos personales y con el tiempo las heridas suturadas dejaron un día de desangrarse. Encontró una nueva ilusión al toparse con la horma de su zapato, una chica arrogante, rebelde y aguerrida que en un principio lo exaspero hasta adueñarse por completo de su mente, una nueva esperanza había nacido en su corazón y terminó por comprometerse con ella finalmente después de dos años de relación sin interrupciones.
Antes de la boda había decidido darse un tiempo para sí mismo, quiso recorrer el trayecto de regreso a Nueva York en auto, después de haber terminado su temporada con la compañía de teatro en Los Ángeles. Un lujoso convertible Ford negro se atravesó en su camino al pasar por una agencia. Al mirarlo sintió el impulso de entrar y observarlo más de cerca, en el momento en que se vio montado detrás del volante sintió la necesidad de hacer ese viaje de fantasía, saco su chequera y así sin más salió de aquella agencia conduciendo el flamante convertible.
Terry se dirigió hacia el este, saliendo de Los Ángeles hacia Fontana, tomó la carretera 15 y se dirigió por ella hacia Las Vegas, admiraba el paisaje que cada vez era más agreste, más desértico, más solitario.
"Será un viaje único -se decía- será el último respiro de libertad porque después tendré un anillo dorado en el dedo que me recordara que alguien, espera por mí" -Pensó el castaño, torciendo la mueca.
Dalila, acostumbrada a las excentricidades y al comportamiento arrebatado de su prometido, no le dio mucha importancia a su capricho de querer regresar hasta Nueva York conduciendo, después de todo iban a casarse en poco tiempo, no quiso acosarlo y le celebró su nuevo capricho. Conociéndolo bien, sabía que era el último atisbo de libertad que su amado se permitiría y lo dejó disfrutar de aquella aventura, a su manera.
La última vez que habló por teléfono con él, un enorme hueco se instaló en su pecho y la idea de que su novio atravesara solo, la mitad del país, en un lujosísimo juguete masculino recién adquirido, ya no le pareció tan "exuberante", sino una reverenda locura, un escalofrío la atravesó entera.
-Terry cariño, ¿Estás bien? –Preguntó la chica.
-¿Cómo me llamaste? -Respondió el castaño.
-Terry…
-¿Por qué? Tú nunca me llamas así -
-No sé, digamos que fue por cariño, My Lord.
-Dalila, por favor no lo hagas… prefiero tu voz pronunciando My Lord, más cuando estás vibrando bajo mi cuerpo.
-¡Terrence! –Rió la chica fingiéndose escandalizada- My Lord... my Lord… - susurró ella sensualmente.
-Así está mucho mejor, My Lady, te veré pronto.
-Te extraño, My Lord –Dijo la chica con dulzura, pero debajo había ansiedad.
-Igual My Lady, hasta pronto -Terrence cortó la comunicación, siempre era así con él. No era un hombre que fuera conocido por ser sensible o dulce.
Dalila después de esa mención se quedó intranquila como nunca, no conocía su vida pasada, pero estaba segura que antes de su ridícula relación con Susana Marlow había sucedido algo con él.
Eran verdad sus suposiciones, Terrence o "My Lord" como ella lo llamaba desde que se conocieron, primero con desprecio, luego con amor y deseo, puesto que Terry logro cambiar esa inflexión en la voz de la altanera actriz y disfrutaba enormemente que ella lo llamara melosamente de esa manera recordándole muy seguido que ahora él, era su Señor, su dueño, pero jamás, nunca, lo había escuchado decir: Te amo.
Él la llamaba "My Lady". Era como el equivalente para Dalila de esas dos palabras que nunca creyó necesarias ni repetirlas, ni escucharlas. Él decía necesitarla y cuando hacían el amor -que era muy a menudo- lo sentía vibrar y entregársele, entonces -sentía ella- no había necesidad de aquellas dos palabrejas, cuando los actos lo decían a gritos.
Atribuyó su falta de demostración de sentimientos a su carácter difícil y reservado. ¡Vaya que era difícil el hombre aquel! Era un volcán activo, que en cualquier momento explotaba sin previo aviso, así era Terry exactamente, para todo.
Ahora que él había cortado la comunicación lo sintió frio y lejano. Le pareció que se despedían para nunca volverse a ver y esa sensación de abandono fue más fuerte, al no escucharlo decir ni un solo te quiero, o un te extraño, palabrejas, que si bien antes no eran significativas, ahora que estaban a kilómetros de distancia recobraban gran importancia. Nunca creyó sentir la necesidad de escucharlas de la voz amada pero tras el auricular, deseo con todo su ser haberlas oído.
Terry conducía su auto, extasiado ante su costosísima adquisición, aun no comprendía como fue que tan rápidamente se decidió a comprarlo. Por lo general era muy metódico y nunca se mostraba interesado ante los voraces vendedores, pero esta vez fue muy diferente, algo le atraía de sobre manera al hermoso vehículo. Lo atribuyo a su próxima boda y a la pérdida de su "libertad".
Quiso darse el gusto meramente masculino, de hacer lo que se le viniera en gana; aunado a los comentarios mordaces del vendedor, que, demasiado osado ante la actitud despectiva que Terry mostraba , le sugería adquirirlo para que nunca olvidara como era que un hombre debía tener siempre el dominio de la situación. Que si ya había cedido ante los encantos de una mujer, por qué no darle el goce al ego, de una pieza de ingeniería como aquella. Que sin duda, le daban a cualquier persona -Claro, cualquiera que pudiera pagar la exorbitante cantidad que costaba- un letrero indeleble en la frente que decía "Yo tengo el poder y el control".
Viajando por la carretera estatal 15, el viento se volvía más y más cálido, esto le hizo deshacerse de la chaqueta y arremangar su camisa blanca, hasta el codo. La corbata terminó en el asiento trasero del auto. El cabello en libertad absoluta y las gafas oscuras cubrían sus ojos del viento que se azotaba con fuerza contra los perfiles de su rostro.
El crepúsculo estaba en su punto. Había conducido bastante tiempo, estaba cansado por causa de sus presentaciones y siendo sincero no deseaba manejar durante toda la noche, la oscuridad lo cubrió todo rápidamente.
"Los faros del auto iluminaban la senda, a lo lejos pude distinguir una pequeña luz en el horizonte como una pequeña estrella en medio de la oscuridad que tintilaba y como polilla, seguí su diáfana luz"
"El sueño se apoderaba de mis sentidos lentamente. Saque la elegante cigarrera de oro puro, la abrí con destreza sin soltar el volante, tome el cigarrillo blanco perfectamente retorcido en la punta para que el contenido no saliera del centro"
"El cálido olor de la hierba verde despejo mi mente. Mis sentidos despertaron ante ese incitante estimulo olfativo relajando mis músculos y mi tensión. Di un hondo pasón, mantuve el humo en mis pulmones impregnándome de esa cálida sensación. Lo solté lentamente a través de mis labios entre abiertos, disfrutando cada segundo del sensual roce del humo en ellos"
"El primer churro se fue lentamente, el segundo con más rapidez saboreando casi con deseo ese pequeño pitillo deforme relleno hasta el tope de marihuana seca. Aquellos caros placeres me elevaban y me mantenían a otro nivel cuando así lo necesitaba. Estaba tan enfocado en la placentera succión de mis labios sobre el cigarrillo que pase de largo el paradero.
-¡Maldición!
"Vociferé. Volví el rostro para mirar el Hotel que segundos antes pase de largo. Ahí estaba ella. Su silueta oscurecida atrajo como imán mi atención sacándome de mis pensamientos, frene bruscamente quemando las llantas en el desquebrajado asfalto. Me eche en reversa y detuve el motor frente al paradero.
Su silueta de espaldas a mí se recargaba en sus codos sobre el barandal del pórtico. La larga cabellera caía en cascada al vacío. Miraba el cielo estrellado, o eso creí. Al no escuchar el ruido ensordecedor del motor en reversa al fin se dignó a mirar al próximo cliente: Yo.
Seguí observándola, no entendía por qué, quizás esperaba una invitación de su parte, que se yo. Aun con el auto encendido en medio de la oscura carretera, ella se volvió de una forma extraña hacia mí, me pareció que su cuello se dislocaba para poder verme, giro la cabeza sobre su eje sin perder nunca la postura inicial. Pestañe asombrado y un escalofrío me erizo al piel. Conduje por inercia hacia el estacionamiento de grava, sus ojos brillaron de forma increíble como los de un gato en la oscuridad. Escéptico como siempre, atribuí aquel singular hecho a los faros de mi coche que la iluminaban entera.
Ella entró en el hotel sin dar la bienvenida. Subí los escalones con mi chaqueta en mano. Escuché la campanilla de servicio antes de cruzar el umbral. Un hombre apareció de pronto mostrándome donde podía registrarme, acto seguido, la menuda criatura que estuvo afuera encendió una vela y me mostró el camino; hecho que me pareció extraño, ya que había luz eléctrica en el viejo edificio.
El hombre tendió la mano dándome anuencia hacia el pasillo que estaba a media luz, una luz amarilla muy opaca. Camine en silencio detrás de la chica, nadie había pronunciado ni una sola palabra. Pude admirar en la oscuridad la dorada cabellera sobre su espalda, el vestido blanco ribeteado de flores color rojo se pegaba exquisitamente a su bien torneado cuerpo, se ceñía apretadamente a la breve cintura y se difuminaba airosamente sobre las generosas caderas que oscilaban atrevidamente al caminar. Suspire hondo y quedo, al apreciar aquel cuerpo contonearse frente a mí.
-Hermosa anatomía y un más delicioso derriere… -Susurre para mí. "Esto puede ser el cielo… o el mismo infierno" Sonreí ante tan pervertido pensamiento, las caderas de la chica y su delirante meneo estaban levantando mi "animo" en la penumbra del largo pasillo.
Doblamos la esquina y las notas de un piano se escucharon, una luz ambarina cubría el pequeño y acogedor bar del hotel, había en el muy pocas personas, el barman tras la barra, el pianista acariciando las teclas con sensual cadencia y un parroquiano tomando unos tragos en el rincón más lúgubre de aquel bohemio lugar.
Al atravesar el pasillo de largo sentí en mi persona la intensa mirada de los tres hombres mientras seguía de cerca, a mi linda guía. Giramos en escuadra y subimos las escaleras, la sensación en mi espalda de que me seguían observando me hizo volverme hacia el bar, no pude distinguir los rostros, todo era brumoso… ¿Era el cansancio que me afectaba la visión? Una voz en el pasillo me hizo volver de golpe.
-Señor Grandchester, Bienvenido al Hotel California
Dijo el hombre que me atendió en la recepción, sacándome un soberano susto. En aquel pasillo con poca luz pude apreciarlo más detenidamente, su rostro me pareció familiar. Sentí un extraño deja vu, imágenes borrosas vinieron a mi mente, la sensación de que los 4 individuos que vi ésta noche los conocía de algún otro lugar. Toque mi cabeza con la mano derecha, froté mi sien, la voz de la chica me erizo la piel.
-El Hotel California es un adorable lugar, con hermosa fachada y numerosas habitaciones amplias y confortables. Puede visitarnos en cualquier época del año -Dijo la chica amablemente sin volverse ni una sola vez. Parecía que tenía ese monologo de bienvenida perfectamente ensayado.
Llegamos a la habitación asignada, ella abrió la puerta sin necesidad de llave y penetró en la pieza. La habitación, en efecto, era amplia y cómoda, acogedora, muy bien equipada, a pesar de que no lo parecía por fuera. Tenía un balcón que daba al jardín interior del hotel. Me asome. El viento cálido me dio en el rostro, el lugar estaba construido en forma de media luna, como las antiguas haciendas, en el estético jardín un árbol "lluvia de oro" al centro, completamente desnudo.
La música del bar se antojaba placentera, el lugar era bastante tranquilo. El ventilador de techo daba frescura al lugar.
-¿Te sientes bien? -La voz femenina cimbro mi interior, el corazón latió desbocado. Hacía muchos años que no latía con esa intensidad. A punto del colapso gire despacio. Me petrifique. Creí que el corazón paraba en seco dejando de irrigar sangre a mi cuerpo, me sentí desfallecer pero con la diferencia de que simplemente no podía desvanecerme. Quede por segundos flotando en un limbo desconocido, mi respiración cesó al fin.
El rostro, la cabellera dorada llena de suaves rizos… ¡Por dios! Los ojos enormes y verdes donde la luz de la vela danzaba inextinguible. Las pecas… apenas pude recuperarme de la impresión y de mi dialogo interno.
-¿Señor?
-Si… si… gra… cias…
-Muy bien. Cualquier cosa, favor de pedirlo a recepción -Dijo ella sin dejar de mirarme. Salió cerrando la puerta tras de sí.
Me desplome en el sillón a un lado del balcón. La mente me daba vueltas, no sé si la impresión de ver a esa chica tan parecida a Candy me noqueo…
"¿Fue el desvelo de las noches de teatro? O la hierba verde que me aletargo, o me hizo tener alucinaciones. Ya no sé"
Mis sentidos fueron consientes nuevamente cuando la música sonó en el aire apaciblemente, con pesadumbre me acerqué al balcón sin dejarme ver. Había cinco personas en el patio central. Estaba la chica rubia, vestía elegantemente, con un vestido de terciopelo negro y ataviada con joyas carísimas que solo podían adquirirse en Tiffany´s, tienda exclusiva donde solo los millonarios adquirían sus obsequios.
Había cuatro hombres cerca de ella, tres de ellos se desvivían por tener la completa atención de la elegante dama. Ella sin mostrar gran emoción recibía los galanteos atrevidos de aquellos hombres que luchaban entre sí, por sacarla a bailar. Ella no se mostraba muy interesada en ninguno de sus amigos, que eran bastante apuestos y vestían elegantemente también, ni siquiera prestaba atención al cuarto, que se mantenía a poca distancia observando la escena.
Me acerque un poco más al balcón, las siluetas vestidas de smoking me parecieron familiares; aun no había visto sus rostros, llevaban una especie de antifaz cubriéndolos. Las máscaras tenían un aspecto macabro y lascivo, había un enorme apéndice en la negra careta que hacía las veces de nariz.
La lacia melena rubia, otra negra y las dos castañas me provocaban una especie de inquietud, sus avances hacia la dama eran más intensos, urgentes, desesperados.
El castaño de cabello corto bailaba con ella tocando incesantemente su cuerpo, ¡Oh dulce sudor de verano! Ella sonreía, pero no había un gesto de felicidad que sustentara la mueca, las temblorosas manos pasaban por su pecho y la esbelta cintura, terminando por apretar las redondas caderas, mientras el siguiente caballero esperaba ansioso su turno.
Me retire del ventanal. Llame al capitán y pedí licor. El más costoso que hubiera en el lugar, mi respiración era agitada, no por presenciar aquel espectáculo en medio del jardín, la descripción correcta seria: una fuerte opresión en el pecho que me impedía respirar.
"Volví a mirar desde el resguardo de las sombras, la música flotaba lentamente. Un vals viejo, "de ensueño" me inundo de nostalgia, cerré los ojos recordando un colegio lúgubre, una colina verde, una linda jovencita danzando entre mis brazos esa misma melodía, apreté los parpados y sacudí la cabeza borrando la imagen"
-Candy…
Pronuncie ese nombre después de muchos años. La presión crecía en mi interior, comencé a sudar, la angustia instalada era apremiante. Abrí los ojos para saciar mi instinto voyerista y dejar de lado las añoranzas. El más alto de los sujetos bailaba apretadamente con ella, mientras se daba un festín con su delicado cuello. Parecía disfrutar gratamente lamer esa piel pálida… arriba, abajo, con lentitud agónica. Bajo mi pantalón la pulsación inmediata, la corriente eléctrica del deseo llego acompañada del torrente sanguíneo caliente, que lleno en un segundo mi miembro en reposo, elevándolo y empujando ferozmente contra el pantalón, rosando la suave tela de la ropa interior y ante el sutil roce, se declaró listo para ser liberado de la prisión de las ropas.
Los toques en la puerta me sacaron del estado delirante en que me encontraba, siendo testigo mudo de como el rubio besaba el nacimiento de los senos de la chica en el filo de su escote. Ella ofrecía su voluptuosidad, atrapada en la bruma de la excitación. Agitada ante los labios habidos, diestros y la lengua ardiente de… su "amigo".
-Adelante
Permití, alejándome un poco de la ventana. Sobé mi entrepierna para apaciguar al furioso áspid bajo mi pantalón. Era el capitán. Su traje negro me desconcertaba llamando en demasía mi atención, pero aún más su tétrica mirada oscura y profunda como un abismo sin fondo. Penetró en la pieza llevando en sus manos la hielera repleta, con la botella dentro.
Con elegante destreza descorcho el envase, sirvió el burbujeante liquido ámbar haciendo un sonido demasiado chispeante a mi parecer, al servirlo en la alta copa. Aquella peculiar característica llamó mi atención ¿Acaso era yo, quien estaba demasiado receptivo? el líquido era espumoso en extremo, más que ninguno que hubiera visto antes pero extrañamente, me hizo salivar. Se me aguó la boca por sentirlo mojándome los labios y resbalando por mi paladar, rasposa y lentamente.
El lúgubre hombre esbozó una especie de sonrisa bajo el tupido y negro bigote, me acercó la copa rebosante. Lo mire a los ojos sin decir nada, tome la pesada copa de cristal.
Bebí de inmediato. Una sed desatada desgarraba mi garganta, empuje lentamente al principio sintiendo como el agrio liquido quemaba tras su paso, mi gesto de repulsión fue inmediato pero la estela de calor que dejó en mi interior, trajo consigo una sensación de placer y bienestar. Volví a beber, el siguiente trago fue un elixir a los sentidos, el sabor agrio dio paso a un ardiente deseo por volver a sentir esa extraña mezcla de repulsión y placer al mismo tiempo. Bebí hasta dejar la copa vacía.
Me acerqué a la mesa, saque la botella de la hielera y serví hasta llenar el pesado cáliz nuevamente. La espuma reboso y empapó por completo mi puño, el deseo volvió con fuerza haciéndome estremecer. Ver mi mano bañada por la blanca espuma me excitó, al imaginar un desfogue espectacular de mí mismo. Suspire, sacando en la exhalación mis ganas de compañía femenina.
-No habíamos tenido ese… "espíritu festivo" aquí, desde hace un año -Dijo el capitán, mirando hacia el patio por el balcón y frotando descaradamente su ingle. Me sorprendí de su desfachatez, poco le importó hacer de mi conocimiento su creciente excitación.
-¿Perdón…?
No logré entender lo que quiso decir. Unos susurros se escucharon muy quedamente, volví el rostro hacia el centro de la habitación. Aquello parecían lamentos, risas, expresiones de placer, frases obscenas, gritos amortiguados. Un escalofrío me recorrió de los pies a la cabeza, mi cuerpo entero se estremeció involuntariamente y los pelos bajo mi nuca se erizaron al igual que los vellos de mis brazos. Me turbe. Jamás en mi vida había sentido tal sensación de… ¿miedo?
Gire en todas direcciones y la cabeza me dio vueltas, quizá fue por el vino, o por la rapidez de mi movimiento. Todo giraba a mí alrededor descontroladamente, la cara del capitán cerca de la mía detuvo el vórtice de mi locura.
-Señor Grandchester, bienvenido al Hotel California, este es un agradable lugar con hermosa fachada. Las habitaciones son amplias y cómodas, puede visitarnos en cualquier época del año.
Dijo el hombre muy cerca de mi rostro. El mareo seguía nublando mis sentidos, su aliento a azufre me hizo apartarme tambaleante de su cercanía. Mi desconcierto fue total cuando lo vi parado a un lado del balcón, no junto a mí, como creí. La sed seguía irritando mi garganta.
-La botella es de cortesía Señor Grandchester, es… nuestra bienvenida.
Traté de tranquilizarme. Serví más champaña. Un poco más recuperado mire hacia el patio. El tipo de cabellos largos y castaños bailaba ahora con la rubia, la apretaba a él con posesividad, no permitiendo que ella se apartara, que huyera, esa fue mi impresión ya que ella, tenía las manos sobre el pecho del tipo, como imponiendo una barrera entre los dos. El cuarto hombre, el que solo se conformaba con mirar, ya no estaba ahí.
-¿Le parece extraño el grupo, señor Grandchester? No se preocupe, ellos disfrutan de la vida, aquí, en el Hotel California. Disfrute de su estancia usted también.
El sonido de la puerta cerrándose a mis espaldas me hizo girar, el capitán se había marchado.
-¿Disfrutar? ¡Vaya agradable sorpresa! Quizá debería seguir el consejo, - Empuje nuevamente la copa. Advertí bajo la puerta un sobre, lo tome, saque la nota y una estilizada caligrafía con tinta roja rezaba:
"Trae tus excusas, exponlas sin miedo, hay champaña rosada enfriándose. Ven, te espero"
-¿Excusas? Mis excusas… ¿A qué se refiere? La invitación es realmente tentadora.
"C.W."
-¡Esto debe ser una broma de mal gusto!
Salí de la habitación, baje las escaleras en la penumbra, solo la tenue luz de los candiles alumbraban el lúgubre pasillo, llegue al patio, no había nadie. La música seguía sonando en la lejanía, ni un sonido más, solo el viento soplando en el caliente desierto susurrando en mis oídos. Parecía quejoso, lastimero, agonizante, ni un sonido de insectos se escuchaba ya, giré sobre mis talones para encontrarme con un par de ojos brillantes.
La rubia estaba frente a mí, demasiado cerca. Me hizo pegar un respingo y retrocedí.
-¿Cómo llegaste hasta aquí sin hacer ruido?
Pregunte confundido y sobresaltado. La llama que ardía en sus ojos desapareció. La luz del único farol del patio los hacían lucir transparentes sin color alguno, parecía colorear un suave tono en sus pupilas pero me fue imposible definirlo. Al tenerla tan cerca e inmóvil, pude apreciar una vez más unas cuantas manchitas rosadas sobre la respingada naricilla.
-Te pareces a… -Me detuve a punto de pronunciar ese nombre por segunda ocasión en la noche- A alguien que conocí, hace mucho tiempo,
-No creo ser esa persona. No la que usted conoció –Respondió la chica.
-No dije que lo fueras - "sería imposible" susurre. Hacia demasiado tiempo que no sabía de Candy. Me enteraba de su existencia por las notas del diario, donde aparecía esporádicamente en cocteles de beneficencia junto a Albert. Hacía más de un año que las revistas y diarios no hablaban más de ella, perdí toda pista acerca de su vida cuando anunciaron que radicaba en otro país. "Yo seguí con mi vida… " me perdí en mis pensamientos por un segundo.
-Aquí todos somos prisioneros de nuestras propias invenciones e inmundicias, de nuestras bajas pasiones, de nuestros garrafales errores -Su voz me trajo al presente, la voz sonaba baja pero nítida. Ella se alejó por el pasillo.
- Quien no se ha enfrentado a sus demonios atravesando el infierno de sus pasiones, es porque no los ha superado aún, Terry
Dijo ella mirándome, sus ojos volvieron a brillar en la oscuridad del pasillo como los de un gato, helándome la sangre al escucharla llamarme como lo hacía Candy. El mismo tono, la misma dulzura al pronunciar cada letra, la misma voz…
Extendió su mano enguantada eh hizo un lento movimiento con sus dedos invitándome a seguirla. Desapareció lentamente en la oscuridad del pasillo.
Camine a paso rápido tras de ella, me interne en aquel laberinto oscuro de madera y puertas con números. Pase a un lado del bar, no había nadie. La música en el viejo tocadiscos seguía sin detenerse tocando el mismo vals una y otra vez. Mi piel se erizo dándome escalofríos. Camine sin detenerme por la planta baja. Una luz bajo la puerta del fondo me indico el lugar preciso, dentro, parecía llevarse a cabo una fiesta privada. Era la habitación del administrador del Hotel.
Abrí despacio la puerta y una luz blanca me cegó por instantes. Mis pupilas se contrajeron ante la intensa luminosidad, me quede de pie en el umbral, nadie allí dentro advirtió mi presencia y si lo hicieron, a nadie le importó.
Sobre la mesa, en el centro de la pieza, se sentó la rubia. Traía una bata de terciopelo negra, la abrió frente a los cuatro hombres que estaban a su alrededor. Eran los mismos del patio. Ahora lo sabía, eran los mismos sujetos del bar y el capitán. Para mi sorpresa estaban completamente desnudos, portaban solamente el grotesco y lascivo antifaz de enorme y puntiaguda nariz. El techo estaba cubierto de espejos. Ella deslizó la bata por sus brazos lentamente y se tendió desnuda sobre la mesa. Aquella imagen, visible en todos sus ángulos me conmociono. Parecía estar viendo a un cordero tenderse en el matadero por voluntad propia, sin importarle que los cuatro verdugos blandían arrogantemente su "instrumento" con el cual, inducirían la tortura.
El corazón se me encogió al ver la escena. Creo que mis principios de caballerosidad o mi concepto sobre justicia me abordaron. Mi desconcierto fue mayor cuando ella comenzó a acariciarse a sí misma. Sus pequeñas y blancas manos recorrían su cuerpo muy lentamente, acaricio el vientre, el torso y tomo los suaves senos entre sus manos, los apretó amasándolos, estiro con fuerza los rosados pezones irguiéndolos inmediatamente. Acarició su blanco cuello, chupó tres dedos de su mano derecha, mientras seguía jugando en su pecho con la otra.
Hizo el recorrido hacía el sur con sus dedos húmedos, dobló las rodillas, acomodo las piernas sobre la mesa y hundió sus dedos en la vagina. Comenzó la invasión con frenesí, jugó con ella misma. Los dedos entraban y salían rápidamente mientras mordía su labio inferior.
Entonces cambie de opinión, respecto a mi primera impresión. Ella estaba más que dispuesta a participar en aquel quinteto erótico y depravado. No era tan indefensa, ni tan víctima como yo creí. La jauría enardecida de machos se deleitaba del espectáculo principal. No pudieron solo mantenerse viendo, había que participar de aquel festín y siguiendo la pauta jugaron cada uno, con su miembro viril, para entonces ya erectos. Disfrutaban en demasía del espectáculo que la menuda y ardiente rubia les brindaba.
Ser testigo de tal escena me lleno de ardor, de deseo insaciable, incontrolable, un deseo dolorosamente punzante al querer formar parte de aquella orgia. Jamás en mi vida había visto algo igual y resultaba en extremo excitante.
-Aún mejor -dije para mí- raptarme a la impúdica rubia y llevarla a mi habitación. El mirar está bien para acrecentar el deseo animal, pero soy demasiado posesivo y dominante, no se me da el compartir. Ni la caridad. Te mostraría preciosa, las delicias que soy capaz de provocar en una mujer.
Mi virilidad se endureció tremendamente ante semejante reto de batirme por el derecho de ser el único macho dominante, entre las piernas de esa deliciosa hembra. Mi ropa se humedeció al lanzar involuntariamente un poco de mis jugos ante la urgencia de lubricar, para embestir sin piedad. Sin decidirme a raptar a la rubia, seguí mirando la escena.
-Hoy es viernes -dijo ella- ¿Quién vendrá hoy…? ¿La pequeña y perversa? O será el día de la enorme y gruesa torre. O quizás tenga suerte la delgada, precoz e impetuosa… Estará de suerte la madura y experimentada, ¿al fin se animara?
Dijo ella mirando a los falos erectos que la rodeaban, sus dueños los jalaban con ímpetu y furia para endurecerlos y engrosarlos más, mostrando cual machos a la hembra sus "atributos", y ser elegidos por la ardiente y arrebatada fémina que olía endiabladamente bien. Ella perfumaba el tibio aire con sus feromonas estimuladas, atrayéndome como polilla a la hoguera, ese dulce olor que despedía su sexo húmedo, nublaba mi razón encendiéndome, incitando mi instinto básico animal de copular.
-Yo fui el primero y siempre lo seré, aunque lo desprecies.
Dijo el hombre de piel canela, atrayéndola hacia él y penetrándola con brusquedad. El blanco cuerpo revotaba convulso contra el bronceado monumento que la embestía sin tregua. Se apretaba ella, a su cuello, hincándole las uñas en la espalda, mordiéndose los labios, el seguía y seguía sin detenerse. Ella se dejó caer sobre la mesa, exhausta, mientras sus pechos se agitaban con el feroz movimiento. Vi su rostro, las lágrimas caían por sus mejillas, mantuvo los ojos cerrados todo el tiempo, se mordía los labios soportando el dolor del salvaje apareamiento.
La excitación que en un principio sentí, desapareció por arte de magia en el instante en que ella abrió sus ojos y entre los cuerpos desnudos que la rodeaban conecto su mirada con la mía. El verde de sus acuosas pupilas llenas de dolor me paralizó. En sus bellas esmeraldas había miedo, terror, vergüenza, desesperanza, resignación.
Me quede de una pieza. No podía hacer nada por ayudarla, el cuerpo no me respondía, ella seguía mirándome, pero mi voz había desaparecido de mis cuerdas vocales impidiéndome hablar. El furico individuo se separó de ella volteándola boca abajo con rudo movimiento, la penetró por atrás, ante la vista de todo. Ella pujo de dolor, rasguño la mesa en un gesto de desesperación, dejando en arañazos la evidencia de su deshonra.
Él en un airado gesto de supremacía, quitó la máscara que cubría su sudoroso rostro.
¡Neil Legan!
No podía creerlo. El alma se me contrajo con un dolor lacerante. El coraje corriendo por todo mi ser al sentirme mancillado en mi honor, en mi hombría, en mi propia alma. ¿Qué era ésto que estaba presenciando? ¿El imbécil de Neil… dañando a Candy?
Era ella. Ya no tenía duda. Era el amor de mi vida quien recibía ese cruel castigo sin razón alguna. Ella se creció ante el dolor y soportó con vehemencia las salvajes embestidas del toro embravecido que mugía tras de ella. Las ganas de asesinarlo se apoderaron de mi pero una fuerza extraña me clavaba los pies al suelo, impidiendo moverme.
Se retiró de ella, solo después de saciar su instinto. Se dejó caer en el sofá mientras seguía jalando su falo que expulsaba su asquerosa simiente. Ese gesto en su cara de goce absoluto se me clavo en el alma cual daga envenenada. Cerré mis ojos, no podía ver a Candy en aquel estado, hecha un ovillo sobre la mesa.
-Vamos Candy, se buena…
Esa voz me hizo volverme. El estómago me dio un vuelco. El alto rubio se hincoó sobre la mesa, se quitó el antifaz, acomodó a Candy bajo su cuerpo cual flácida muñeca. Creí que perdía la razón, no daba crédito a la dantesca imagen frente a mí.
-Vamos, Candy, cariño, ¿Cómo se siento esto… "pequeña"?
Levantó la pelvis femenina y se hundió cual espada, dentro de ella, penetrando pausadamente, disfrutando cada embiste con deleite.
Candy se apretaba a su espalda oscilando las caderas. Su gesto era de placer. El fornido rubio sabía moverse bastante bien, pronto la tenía gimiendo enloquecida. Su altura y su fuerza le permitían tenerla como se le pegara la gana, aunque ella hubiese querido luchar, nunca hubiera ganado.
El vigoroso cuerpo se movía con cadencia, apretando las redondas nalgas al embestir, penetraba duro y profundo. Candy comenzó a gemir, pero sus jadeos eran producto del dolor, no de uno físico, sino dolor del alma. Comprendí que eran sollozos apagados lo que salían de su boca, pero entre los jadeos placenteros del rubio, se perdían. Sus lágrimas salían a torrentes de sus ojos que parecían debatirse entre una dualidad. La innegable mirada nublada, deseo puro del goce ardoroso al que estaba siendo sometida por el espectacular y bien dotado miembro del que consideraba mi mejor amigo, en el pasado.
Pero, muy en el fondo había una especie de desesperanza, un ruego, un grito atrapado que no escapaba, una resignación silenciosa a la que no se atrevía a combatir.
Albert, como un experto amante la beso en los labios, repartía ardorosos mimos por su rostro pero era claro que se engañaba a sí mismo. Candy solo recibía, pero no respondía a sus casi románticos besos, solo por momentos la bruma abrasadora del sexo la hacía corresponder como hembra, pero no como mujer.
Esos pequeños estallidos de ímpetu de Candy encendían de sobre manera a Albert, que la tomaba una y otra vez con arrebato hasta llegar a la cúspide derramando su leche, en el sexo femenino.
En ese momento los ojos de Candy se volvían destellos brillantes y su boca emitían roncos gruñidos como señal de advertencia. Sus manos, cual garras, se clavaban en la ancha espalda masculina. El bello rostro de Candice se volvió pálido, un semblante tétrico enfurecido, un gesto de odio con los dientes apretados, la mandíbula desencaja mostrando su blanca dentadura, parecía querer sujetar dentro de sí y no dejar salir un monstruoso ser de su interior, que amenazaba con escapar.
Mientras el heredero Adley daba muestras de su destreza como amante, su perro fiel, el mismo George Johnson, se masturbaba febrilmente, mientras sus ojos devoraban con lujuria lo que su patrón hacia sobre la mesa.
Se mantenía al margen, no tocaba ni por error su pálido cuerpo, no profanaba el templo que alguna vez desee fuera solo mío, pero el acto de ser amante callado, al margen de la acción hombre – mujer, aún sin tocarla… sus ojos depravados habían violado su espacio vital, al no hacer nada para evitar lo que presenciaba.
El esculpido y maduro cuerpo seguía inamovible y flemático como siempre. La mano derecha del heredero Adley, se conformaba con las migajas, al ver a su patrón feliz, el verle gozar era su mayor satisfacción. Y William Albert Adley gozaba en grande, se extasiaba con el bello cuerpo bajo el suyo.
No era que George amara o deseara como pareja a Albert, era que lo respetaba tanto que no se atrevía a tocar, a la hembra de su patrón. Se conformaba con su auto infligido placer, masturbándose hábilmente al ver el coito de tutor y protegida. Sonreía, el muy bastardo.
-Así, William. Así. Cóbrate los años que invertiste en ella, tiene que recompensarte de alguna manera. Así, así…
Los labios del maduro hombre se abrían para jalar aire entre su agitada respiración. No salían palabras de su boca, caí en la cuenta de que aquello que escuché tan claramente, eran sus pensamientos.
-Así, mi pequeña princesa, ¿Te gusta, Candy? ¿Sientes esto? Esta duro por ti…
Al parecer a Albert no le importaba que su lacayo lo observara. Pareciera que aquella voyerista escena le gustaba en demasía. Albert, le permitía ver, escuchar, se dejaba alabar silenciosamente por su administrador. Tal como lo hiciera en los negocios, cuando una empresa resultaba ventajosa.
Pero, Albert, celoso de su "territorio" no hacia ni una mueca de compartir con Johnson, las mieles que estaba degustando. Mientras su perro fiel babeaba de deseo hasta explotar, sus jadeos roncos y profundos llenaron la habitación, sin que nadie le diera trascendencia.
El rostro de Candy se volvió a mirar al oscuro hombre, ya sin la máscara puesta. Con los ojos en blanco arrojaba con furia todos sus jugos cerca de la mesa. Ese movimiento de contorsión que vi, al llegar al hotel, ella volvió a repetirlo; su cuello giró de tal forma que me helo la sangre. Con la cabeza volteada al revés, Candy, le gruño mostrándole los dientes en señal de defensa. Era horrenda la expresión en el rostro de Candy, gesto que Johnson pasó desapercibido pues, flotaba en su propio delirio.
Albert se retiró de ella, con gesto enamorado y satisfecho, se tumbó sobre un diván. Candy sollozaba lastimeramente abrazándose a sí misma. George seguía de pie, empapaba su miembro de sí mismo con su puño, el maduro y grueso falo no había flaqueado ni un ápice, seguía jugando son sus "miserias".
Candice no sollozaba más. Permanecía tumbada mientras el otro sujeto levantaba sus piernas, las separó de par en par. Abrí los ojos con furia, mi sangre hirvió como nunca, el tipo se quitó la máscara.
"¡Archivald! ¡Desgraciado! ¿Tú también?"
Mi otro hora condiscípulo del colegio veía con lasciva el bello cuerpo sobre la mesa, pareciera que Candice, no estaba ahí. Su mirada se perdía en un punto indefinido.
El deseoso castaño acaricio el interior de los blancos muslos con manos ávidas y temblorosas, se relamió los labios una y otra vez. Le mostró la lengua a Candy con un gesto obsceno. Candy miraba sin mirar. Con sus manos, Archivald, apartó las rodillas con brusquedad y hundió su cabeza en ella como una hiena devorando los restos de un infortunado impala. Saboreo con deleite las sobras que dejó el rey de la selva.
Enajenado, babeaba, chupaba, lengüeteaba, succionaba aquel oloroso sexo con furia, como un colibrí bebiendo las mieles de la rosa recién abierta. Candy solo apretaba los dientes y emitía gemidos apagados, producto de la fuerte estimulación que Archivald le proporcionaba. El sonido de succión y el incesante chupeteo se escuchaba por todo el lugar. George se alejó y se tendió en la ancha cama, siguió masturbándose incesantemente, frotándose el miembro de arriba abajo poniéndolo erecto cada vez más. Cerré apretadamente los ojos ante tal escena
"¡Que era esto! ¿Por qué estaba yo aquí presenciando esta atrocidad? ¿Por qué sentía desgarrar mis entrañas y al mismo tiempo temblaba de deseo?"
Cuantas veces soñé pasar mi lengua y mis manos por cada rincón del cuerpo de Candy tal como lo hacía Archivald. ¿Por qué estos tres hombres usaban a placer a Candice, y a ella, no le importaba que estuvieran emparentados.
¿Por qué ella me invitó a venir? A presenciar tal orgia. Los gemidos ahogados de Candy me hicieron mirar de nuevo. Archie chupaba con rudeza sus ya rojos pechos mordiendo los pezones duros, haciéndola vibrar. Ella apretaba su cabeza contra su pecho, jalando la castaña cabellera, mi boca salivó ante la escena.
-¿Por qué Candy? ¡Dime, porqué nunca me elegiste! Te hubiera hecho tan feliz "gatita", te hubiera llevado con orgullo, como mi esposa. Te voy a demostrar que soy digno de merecer tu cama…
Decía él con reclamo, con reto. Se hundió en ella y embistió rápido y torpemente, su rostro era una completa mueca de placer, empujó una sola vez y el orgasmo vino inmediatamente, ella jadeaba quedamente ante los rápidos y pequeños embistes del falo de su "querido primo".
-Ojalá mi venerable esposa fuera tan ardiente, como tú. Ojalá ella… chillara como lo haces tú…
Candy lo atrapó con sus piernas. Por primera vez ella se consumió en las deliciosas sensaciones de su propio cuerpo. Archivald se retiró de ella y el muy imbécil se corrió fuera haciendo volar su simiente, mientras su mano terminaba con el trabajo, estrujaba con fuerza el rígido miembro que disparaba sin control los chorros de semen.
Candy se quedó convulsa sobre la mesa. Las piernas apretadas, sus manos acariciaban su pecho enrojecido, los ojos cerrados, su bello rostro reflejaba el placer. Sus labios repetían una palabra pero no se escuchaba. Lo hacía una y otra vez, cada vez más fuerte, al fin en un suspiro dejo escapar un nombre.
-Terry… -Dijo ella llena de emoción.
Las miradas de los cuatro hombres giraron hacia mí. Sus ojos llameaban. Tomaron una postura de ataque. Estaban a punto de echárseme encima. Candy se irguió sobre sus cuatro puntas y con los ojos brillantes les gruño en señal de advertencia. Su rostro estaba transfigurado, la ira pintada en la mirada. Hice el intento por escapar, mis piernas al fin se movieron y gire sobre mis talones. Un hilo tibio cruzó salpicando mi mejilla, toque con mis dedo la humedad… ¡Era sangre! Voltee hacía la habitación y una encarnizada batalla se pugnaba dentro.
Mi dulce chiquilla pecosa se había transformado en un monstruo, que laceraba los cuerpos desnudos de los cuatro hombres. Se escuchaban gruñidos guturales horrorosos. Gritos desesperados de dolor, voces ahogadas pidiendo perdón. Muebles estrellándose contra las paredes. Las voces de Neil y Archivald, ahogadas por la sangre que les llenaba los pulmones. La bestia les había cortado el cuello con las afiladas uñas.
El destino de Albert y George fue infame. Fueron castrados de tajo sin ningún miramiento. Aullaron de dolor, mientras se desangraban lentamente. Esos cuatro hombres la habían apuñalado con sus cuchillos acerados, ellos habían profanado su carne sin su consentimiento dañándola con su masculinidad, sometiéndola con su hombría, llenándola de rabia y vergüenza. Pudieron someter su cuerpo pero despertaron una bestia que no podían dañar y ahora se volvía su verdugo. Contra aquel demonio no había defensa.
No entendía lo que pasaba, los segundos parecieron siglos, giré y corrí alejándome de aquel lugar. Mis ojos se llenaron de horror al ver a Candy en ese estado de desesperación y autodefensa, cuando ella pronunció mi nombre y ellos intentaron atacarme. Mi corazón se contrajo de miedo, de temor, al escuchar los lastimeros gritos provenientes de aquel siniestro lugar.
Ni en mis más oscuros sueños hubiese concebido algo igual. Muchas noches soñé hacerle el amor a Candy… pero era eso, AMOR. Amor de ella y mío. No ésta espeluznante estampa, que acababa de presenciar.
Corrí por el pasillo quería encontrar la salida hacia mi auto, por más que avanzaba solo me internaba más en un laberinto sin salida, ni fin. Al doblar una esquina me tope de frente con Johnson, vestido de negro. Me paro en seco poniendo las manos sobre mis brazos.
-¡Cálmate! -dijo con severidad- estamos preparados para recibir un amante más, puedes venir y registrarte cuando gustes, Grandchester, pero nunca te podrás ir…
Lo empuje y seguí mi loca carrera. Al final del pasillo había una puerta, por el impulso que llevaba choque contra ella, el número de la habitación quedó frente a mis ojos: 3112.
Abrí la puerta con desesperación y me introduje. Era mi habitación. Cerré rápidamente apoyando las manos contra ella, como impidiendo que alguien más entrara. Mi respiración era arrítmica, agitada, jadeaba profusamente, el aire no entraba a mis pulmones.
-Llegaste al fin…
Los vellos se me crisparon y la arritmia desapareció dando paso a una especie de paro respiratorio. Giré lentamente, temblando. Ahí estaba ella, de pie frente a mí, con su bata de terciopelo negro cubriéndole el cuerpo.
-Ca… Candy...
"El review es el alimento de una imaginación creativa, te agradezco el tuyo en compensación a la mía"
CRECI. MADURE. SIGO SIENDO ORGULLOSAMENTE TERRYTANA.
