Dark Desires (por Im-the-best)

Calificación: Mmmm... por ahora T pero no descarto que pueda cambiar más adelante.

Resúmen: Un encuentro casual con Tom Riddle hace que el destino de un James de 5 años cambie bruscamente de dirección. Porque cuando uno se siente solo, trata de aferrarse a cualquier cosa que pueda brindarle algo de calor y comodidad, incluso si esto le hace tomar las peores decisiones de su vida... o tal vez las mejores.

Advertencias: Dark James. Escenas de asesinatos y torturas. Slash/ yaoi ; si no te gusta no leas.

Parejas: De momento TomxJames JamesxTom pero no se descartan otras parejas.

Nota de la autora: Este es mi primer fic de Harry Potter, sean clementes por favor :S Esto sólo es el prólogo, aunque quedó algo largo. Trate de hacer lo mejor posible para que quedara en un español neutro pero pido perdón porque seguramente algún regionalismo se me escapó XD. No puedo prometer que voy a actualizar todas las semanas ya que quiero que el fic quede lo mejor posible y para eso necesito más que unos pocos días pero voy a hacer mi mejor esfuerzo para no hacerlos esperar demasiado. Además también tengo que considerar la escuela y que ya estamos casi a fin de año, por lo que ya se acercan los exámenes finales y el año que viene empiezo la Universidad lo que me va a descontar tiempo para escribir, pero voy a tratar de haber terminado el fic para ese entonces. De lo único que pueden estar seguros es que no voy a abandonar el fic.

Sin más, acá les dejo la historia.

Disclaimer: Harry Potter y todos sus personajes le pertenecen a J.K. Rowling, yo sólo los tomo prestados sin fines de lucro.


Prólogo

Un niño de cinco años se encontraba sentado en un banco del parque Saint James, en Londres. Por su manera de vestir –una camisa blanca de seda, sweater gris oscuro, pantalones negros que se amoldaban a sus piernas y zapatos brillosos del mismo color- fácilmente se podía apreciar que pertenecía a la alta sociedad. Tenía el cabello negro, algo largo, con puntas que iban en todas direcciones dándole un aire rebelde a pesar de su corta edad. Su rostro era muy atractivo, de piel pálida y las mejillas levemente sonrosadas. Los pequeños labios estaban tan estrechados que sólo se veía una fina línea y su ceño estaba fruncido por encima de unos ojos de un azul eléctrico. Era obvio que algo disgustaba al niño.

─ Oh… ya quisiera tener once años- suspiró.

Con pesadez se levantó del banco y comenzó a vagar por las calles de Londres. Mientras por dentro iba maldiciendo la vida que le había tocado.

No sabía cuanto había caminado ni a donde se dirigía pero cuando levantó la mirada del suelo, se encontró frente a un zoológico. No había tal lugar cerca de su casa así que supuso que ya no estaba en el barrio en el que residía. Se encogió de hombros y entró.

Durante media hora su mirada azul se paseo por los diferentes animales sin encontrar ninguno que le llamara verdaderamente la atención. Buscaba una especie en particular pero cómo el zoo era muy grande, todavía no había dado con ese animal en cuestión.

Sus ojos se iluminaron y en sus labios se asomó una pequeña sonrisa cuando por fin lo encontró. El serpentario.

Siempre le habían gustado las serpientes, aunque nunca hubiera visto una realmente sino que a través de la televisión, internet o imágenes de una revista. No sabría decir porqué le atraía tanto ese réptil, quizás era su piel escamosa y aparentemente frágil pero al mismo tiempo mortal o tal vez fuera porque a pesar de su tamaño, nadie las subestimaba.

Con paso enérgico se acercó al primer terrario. Este era enorme y si tocabas el cristal, notabas que la temperatura del interior era superior a la del exterior. Probablemente para adecuarse al hábitat natural del réptil. La serpiente que había dentro, una Dasypeltis capturada en Arabia según se leía en el cártel, tenía escamas de color ámbar veteadas con marrón oscuro. Su terrario estaba lleno de arena y rocas del desierto y la serpiente se encontraba dormitando con medio cuerpo enterrado por lo que sólo se podía apreciar de ella unos cuantos metros.

La que más fascino al niño fue una boa constrictora que había nacido en cautiverio. Su terrario era similar a una pequeña selva y la boa se hallaba enroscada en la rama de un árbol, observándolo atentamente.

Oye tú ¿Qué tanto me ves? ¿Acaso tengo algo en la cara?

El niño dio un respingo asustado y volteó a ambos lados para ver si alguien le hablaba pero la persona más cercana a él se hallaba a tres metros a la derecha y no parecía estar prestándole atención.

Te he hablado yo ¿Acaso eres tonto?

El niño observó estupefacto a la serpiente que hablaba con él como si fuera algo completamente normal.

¿Tú- tú puedes hablar? ¿E-entiendes lo que yo te digo?─ preguntó sin poder creérselo aún y podría haber jurado que la serpiente bufó exasperada, si es que las serpientes podían hacer tal cosa.

El sorprendido debería ser yo─ comentó ─Tú eres el niño raro que puede entenderme, ningún otro humano me ha entendido antes.

El aludido debió de haberse sorprendido o tal vez debería de haber sentido algo de miedo, pero bueno, era un niño mago de cinco años y en su mente infantil, hablar con serpientes no parecía algo de lo que debería preocuparse.

Uhhm, bueno, y dime ¿Qué tal es la vida aquí?─ preguntó lo primero que se le venía a la cabeza.

Es de lo peor, todo el día niños tontos con sus padres golpeando el vidrio como si esperaran que hiciera algo fascinante─ respondió irritada la boa ─ Además este lugar es un asco y lo limpian muy de vez en cuando ¡Odio mi vida!

Puedo entenderte, yo también odio mi vida─ Por mucho que trato de ocultarlo, la tristeza y el resentimiento se filtraron en su voz.

─ ¿No eres un poco pequeño para decir semejante cosa? ─ Siseó una voz a sus espaldas provocando que un escalofrío recorriera la espalda del niño que volteó a ver quién le había hablado.

Un joven muy atractivo que no aparentaba tener más de dieciocho años estaba de pie detrás de él. El rostro del recién llegado no denotaba ninguna emoción y sus fríos ojos verdes estaban clavados en los suyos. El cabello negro y lacio estaba bien peinado para un costado. Vestía una camisa gris con un sweater negro y pantalones y zapatos del mismo color que contrastaban con su pálida piel dándole un aspecto algo siniestro.

─Y tú eres…─ dijo el niño con más valor del que sentía. Algo en el joven que estaba frente a él lo inquietaba, tenía el presentimiento de que cualquier cosa que dijera mal podría costarle mucho, aunque no sabía por qué.

─Aquí lo importante es quién eres tú─ respondió calmadamente el extraño─ ¿Y donde están tus padres?

El rostro del niño palideció, era como si… como si él supiera.

─Eh, ellos están… están observando los leones y ya vienen─. Si, era una mentira y lo sabía pero tampoco podía admitirle a un extraño que se había escapado de su casa y que se encontraba sólo e indefenso frente a él.

El otro muchacho sonrió con suficiencia como si para él todo eso fuera demasiado obvio y posándole una mano sobre el hombro le dijo:

─ Me gustaría invitarte a tomar algo y charlar un poco contigo.

No era una pregunta realmente y el niño lo sabía ya que Riddle, cómo quien no quiere la cosa, había puesto los brazos en jarra y "sin querer" se le había corrido un poco el sweater, rebelando una varita mágica enganchada en la cintura del pantalón; así que tragando saliva el niño se dejo arrastrar por el desconocido hacia la cafetería del zoo.

¡Oye! ¡Se te ha olvidado liberarme!─ se oyó gritar a la serpiente cuando salían del serpentario.

-.-

─Así que tu nombre es…─ le cuestionó el desconocido mientras bebía tranquilamente de su café.

El niño aún no estaba seguro de si podía confiar en aquella persona pero por el momento no tenía más opción que responder a sus preguntas.

─James.

─ Y dime James ¿No tienes apellido?

─Claro que sí─ Si se hubiera estado dirigiendo a un niño de dos años tratando de explicarle que las vacas no ponen huevos, hubiera empleado el mismo tono de voz. Tal vez tuviera que seguir a este tipo hasta que encontrara la forma de escaparse pero tampoco iba a hacerle fáciles las cosas.

─No trates de hacerte el listo conmigo─ A pesar de que su voz había sido amenazante, no pudo evitar sorprenderse de que un simple mocoso le faltara el respeto. Dese luego, la irritación le ganó fácilmente a la sorpresa como emoción dominante.

Ambos se fulminaron con la mirada durante unos segundos hasta que James se vio obligado a desviar la mirada bajo el peso de aquellos ojos verdes.

─Potter─ escupió con fastidio. No estaba acostumbrado a que los demás le dijeran qué hacer y mucho menos a perder, pero ambas cosas le estaban ocurriendo en ese preciso momento y, sinceramente, no es una experiencia que esperara repetir con ansiedad.

─Mmm… James Potter─ El desconocido pareció encontrar algo que lo complació en su respuesta porque lo observó de arriba abajo con ojos críticos y de repente su actitud se tornó levemente más amistosa─ Bueno, cómo hoy me siento clemente te diré mi nombre. Yo soy Tom Riddle.

James bebió sonoramente de su jugo por medio de la pajilla y observó a Tom con burla. Por la forma en que le había dicho su nombre, es como si creyera que con eso iba a amedrentarlo pero a James no le sonaba de nada la identidad del extraño hombre que estaba frente a él.

─ ¿Se supone que te conozco?

El aludido le dedicó una sonrisa ladeada.

─Yo hago las preguntas aquí. Tú simplemente dedícate a responder.

James frunció el ceño y miró hacia el resto de la cafetería. Las paredes del lugar eran de madera oscura y estaban decoradas con grandes ventanales, a través de los cuales se podía apreciar el exterior del zoológico y a la gente que iba y venía de aquí para allá. Las mesas y sillas también eran de madera para darle un aspecto más campestre y menos formal al lugar.

Sin contarlos a ellos, sólo había una familia en el interior de la cafetería y estaba sentada seis mesas más allá de donde ellos se encontraban. James suspiró, nadie podría ayudarlo en caso de que lo necesitara ya que probablemente Tom Riddle lo hechizaría mucho antes de que pudiera incluso gritar. De todas formas ¿Qué diría?… no es como si Riddle lo hubiera amenazado o algo, por lo menos no verbalmente, aunque claramente para él, las intenciones del mago no eran puramente bondadosas.

─ Mi nombre no debería sonarte de nada─ Por lo menos no aún─ Pero el tuyo sí me suena. Si no me equivoco tus padres son Caroline y Stephen Potter ¿Me equivoco, James?

James lo fulminó con la mirada por dos motivos. El primero por atreverse a llamarlo por su nombre como si fueran dos buenos amigos que se reúnen para tener una charla común y corriente. Y el segundo por mencionar a sus padres.

─Yo diría que no me equivocoLa burla era evidente en su tono de voz y en la forma en que lo miraba, cómo si encontrara todo aquello tremendamente divertido ─ Y creo que tampoco me equivoco al decir que no los aprecias mucho.

─ ¿Y a ti que rayos te importa? ─ Sus padres le habían enseñado que siempre debía ser educado y mantenerse calmado ante cualquier situación. Pero en este momento, el ejemplo de sus padres era el que menos quería seguir.

Una sonrisa torcida se formó en los labios de Riddle. ─Esas no son formas de dirigirse a alguien mayor que tú ¿O sí? ─ luego dejó escapar un falso suspiro de decepción pero en sus ojos seguía brillando la burla tan nítida como hace unos momentos ─ Creí que siendo el único hijo del famoso matrimonio de sangrepura sabrías conservar las formas. ¿O acaso tus papis no te han enseñado nada?

A James no le sorprendió que Riddle estuviera tan bien informado sobre su familia, después de todo, todos en el mundo mágico lo estaban ya que ellos eran la pareja de actores más famosa actualmente.

─ ¿Por qué les guardas rencor James?

El aludido miró a Tom con consternación. De ninguna manera podía decirle a él, un completo desconocido, los motivos que tenía para guardarle rencor a sus padres. Pero… ¿A quién sí? Él en realidad no tenía a nadie de verdadera confianza para poder contarle sus secretos, dudas y temores y necesitaba profundamente desahogarse con alguien. Y ¿A quién le importaba si ese alguien era este completo desconocido que posiblemente tuviera malas intenciones? Su vida ya no podía ser peor así que…

─ Ellos son unos bastardos─ soltó sin más.

Tom, que había seguido atentamente el desfile de emociones que había pasado por los ojos del menor, se sorprendió al oírle decir eso. No era algo que normalmente diría un niño de 5 años, mucho menos con la intensidad con que James lo acababa de decir. Pero si el menor notó caer la expresión de suficiencia del mayor, no comentó nada porque siguió con su monólogo.

─Todo el tiempo están ocupados, no me hablan, no me miran y hasta se confunden mi nombre─ James no miraba a Tom sino que observaba con ira sus manos que apretaban su vaso de jugo con fuerza. ─ Cuando ellos me tuvieron fue porque sus caras ya no aparecían en las revistas con tanta frecuencia como antes y ya poco se mencionaban sus nombres. Yo fui, de alguna forma, su boleto de nuevo a las primeras planas, pero una vez que comenzaron a figurar otra vez, se olvidaron de mí. Viven viajando y en medio de filmaciones, mientras que a mí me dejan con una niñera que se la pasa hablando por teléfono con su novio ¡Ni siquiera ha notado que me escapé!

El vaso que James sostenía explotó al igual que la taza de Tom, sorprendiendo al mayor. Se oyeron los chillidos de los animales y el revuelo, como si intentaran huir de una amenaza no vista. Pero James parecía ajeno a todo, porque seguía hablando, observando sus manos ensangrentadas por los vidrios rotos de lo que había sido su vaso de jugo.

─… he llegado a pasar hasta seis meses sin verlos y teniéndome que conformar con apenas dos cartas y seis llamadas telefónicas en todo ese tiempo… yo… verdaderamente no les importo.

El menor levanto la mirada por fin de sus manos y sus ojos azules se clavaron en las esmeraldas de Tom. Había lágrimas en los ojos de James que lograron incomodar al mayor.

Si el niño se hubiera comportado como un completo mocoso malcriado, el habría sabido cómo tratarlo. También si se hubiera comportado de manera ruda y agresiva. Pero verlo llorando… Incluso hubiese preferido que el menor le gritase.

La pena no era una emoción que él sintiera muy a menudo, ni siquiera cuando asesinaba a niños pequeños. Pero con James era diferente porque por alguna extraña razón se sentía conectado con él.

Desvió la mirada con el ceño fruncido para darle tiempo al otro mago de recomponerse. Y James así lo hizo. Con sus manos limpió furiosamente las lágrimas rebeldes que habían escapado de sus ojos y también desvió la mirada. De seguro que se veía patético llorándole a un desconocido porque sus padres no le prestaban atención. Pero de alguna extraña manera, le hacía sentir bien poder desahogarse con alguien todas sus miserias.

─ Así que ya sabes, si planeas secuestrarme no vas a conseguir nada de ellos porque no les intereso y les tiene sin cuidado lo que pueda pasarme.

Tom volvió a mirarlo con una sonrisa socarrona en el rostro. Con su mano derecha le paso a James un pañuelo blanco que el otro mago presionó sobre sus manos lastimadas mascullando un agradecimiento.

─ Yo no planeaba secuestrarte, después de todo, tus padres son de sangre pura –por muy bastardos que puedan ser- y sólo por eso no son mi objetivo. Tú tampoco eres mi objetivo.

James enarcó una ceja. ¿Otro loco idealista de la pureza de la sangre? Pero esa no era la pregunta que ocupaba su mente con más insistencia.

─ Entonces ¿Qué es lo que quieres de mí?

─ Ya te lo había dicho pero parece que no escuchas. Yo sólo quiero hablar contigo ¿Es eso tan malo? ─ ante la escéptica mirada de James, soltó una risita y agregó: ─ De acuerdo, te oí hablar pársel y…

─ ¿Hablar qué? ─ Lo interrumpió James.

─ Pársel y no me interrumpas cuando estoy hablando─ le dijo con irritación ─ Es la lengua de las serpientes, ya sabes, qué cuando tú hablas las serpientes pueden entenderte. ─ La mirada del menor le dijo que hasta ese momento no sabía de la existencia de tal cosa.

─ ¡Guau! Pero supongo que muchos magos pueden hacerlo, quiero decir…─ En realidad, James no sabía con exactitud lo que quería decir. En su mente de niño de 5 años lo más importante era que las serpientes podían entenderlo.

─ ¡Por supuesto que no! Si muchos magos pudieran hacerlo no me habría llamado tanto la atención que tu lo hicieras ¿No crees? ─ Cómo se atrevía el mocoso a insinuar que cualquier mago despreciable, incluso algún sangresucia, podía ser digno de semejante don. ─ Sólo un pequeño grupo de magos, yo entre ellos, puede hacerlo y generalmente somos herederos de Slytherin. Pero supongo que tú no, quiero decir, los Potter son descendientes directos de Gryffindor así que no me explico cómo es que posees este don. ─ Tom pareció meditar unos segundos ─ ¿Cuál es el apellido de soltera de tu madre?

─Hanson, Caroline Hanson ahora mejor conocida como Caroline Potter─ escupió James con asco y luego agregó, recordando una de las pocas y breves charlas que había mantenido con sus padres ─ Ella fue a Slytherin.

─Mmm… Los Hanson son descendientes de Slytherin así que puede que de ahí hayas sacado el don pero eso te convertiría en heredero de Gryffindor y de Slytherin, sólo habría que ver cuál de las dos herencias es la que está presente con mayor fortaleza en ti ─ Los ojos de Tom brillaban cómo si hubiera descubierto un gran diamante dispuesto a ser pulido. Y eso no estaba muy lejos de la realidad, la magia que James había liberado hace unos instantes, sumado a que pudiera hablar pársel y fuera heredero de Gryffindor y Slytherin hablaba con creces del gran poder que se almacenaba en su pequeño cuerpo. Y si todo iba bien, y él actuaba con mucho cuidado, era muy probable que pudiera tener al joven mago de su lado. Los padres del chico se habían encargado de facilitarle la tarea, haciéndolo sentir tan poco valorado y sólo. Ahora, él sólo tenía que decir las palabras correctas y tendría la futura guerra ganada incluso antes de comenzarla. Todo eso, claro, si sus suposiciones fueran correctas.

─Mmm… sí, claro─ musitó James. Ese tema no era algo que a su mente infantil le interesara demasiado.

Riddle frunció el ceño ─ Ahora, en cuanto a tu descontrol de magia… ─ el joven delante de él se puso perceptiblemente tenso ─ Creo que puedo ayudarte con eso, pero antes debes responderme algunas preguntas respecto al tema.

James lo observó sorprendido ─ ¿Tú puedes ayudarme? Quieres decir q-que ¿Se puede hacer algo para que ya no ocurra? ─ Esa idea parecía sorprenderle más incluso que el hecho de que este desconocido le ofreciera ayuda. Que la magia se le descontrolara era algo que le ocurría muy a menudo y casi siempre con muchos objetos de grandes y pequeños tamaños que resultaban hechos añicos. Por suerte en una mansión que estaba colmada de lujos, era fácil tapar la ausencia de algunos objetos. A los magos normales también se les escapaba la magia pero en menor medida y lo máximo que podía llegar a romper eran objetos pequeños como una taza de té o un vaso de licor. Pero con él era diferente. Cada vez que se le escapaba la magia, lo embargaba una sensación de poder infinito y era más consciente de todo a su alrededor, el viento, el calor, las voces y todas las personas que estaban por lo menos un kilometro a la redonda. Era como si él se fusionara con el aire y pudiera estar en todas partes a la vez y hacer lo que quisiera. Se sentía más ligero, más ágil, más poderoso… Como si fuera un depredador… Como si no fuera humano…

Riddle pareció meditar la respuesta durante unos momentos en los que James contuvo la respiración.

─ En realidad no es algo malo lo que te ocurre ─ respondió con total tranquilidad y clavando sus ojos esmeralda en los azules de James ─ A mí también me pasaba cuando tenía tu edad y no sabía controlarme. Usualmente ocurría cuando me enfadaba y obtenía como resultado grandes destrozos a mí alrededor. Supongo que contigo es igual ¿No es así? ─ El aludido asintió enérgicamente y con toda su atención puesta en las palabras de su emisor ─ Esto ocurre porque nuestra magia no deja de crecer dentro nuestro. Los magos normales tienen un límite de magia en su interior pero nosotros no. No voy a mentirte y decirte que es algo normal lo que nos ocurre; de hecho, tú eres la primer persona, después de mi claro está, con estas características que conozco. Sólo es cuestión de que te entrenes de manera adecuada y aprendas a conocer tus poderes y cómo y cuándo utilizarlos. Si lo logras, ni siquiera necesitaras hechizos y una varita para canalizar tus poderes, simplemente saldrán cuando tu lo desees.

James escuchó con fascinación todo lo que le decía Riddle. Era extraño cómo la situación podía tomar un giro de ciento ochenta grados en tan sólo unos minutos. Hace unos momentos habría dado lo que fuera por poder deshacerse de este desconocido, ahora, en cambio, no podía imaginar un solo lugar en el que quisiera estar más qué en el que se encontraba. Este hombre, Tom Riddle, le estaba diciendo precisamente lo que en toda su vida había esperado oír desde lo más profundo de su corazón. Qué no era malo lo que le ocurría y que él no era un monstruo porque se le descontrolara la magia. Y lo mejor de todo, que esto tenía una solución.

─ P-Pero ¿Cómo? Quiero decir… ¿Qué debo hacer para aprender a controlarme? ¿A quién debo recurrir para que me lo enseñe?

La sonrisa de Tom se ensanchó. Había sido tan sencillo…

─ Cómo ya te lo dije, no he conocido a nadie, sin contarnos a nosotros dos, que se encuentre en la misma situación. ─ El rostro de James fue tomando una mueca de desilusión cada vez más evidente a la vez que comprendía el significado de las palabras de Riddle─ Es decir que… ¿No había nadie que pudiera ayudarlo? ─ Yo tuve que aprender sólo a controlarme y déjame decirte que no fue una experiencia agradable o que espere repetir en algún otro momento de mi vida ─ Tom hizo una mueca de desagrado y continuó: ─ Si tú quieres, yo podría ayudarte a que controles tu magia así no tendrías que pasar por lo que yo pasé.

James lo observó boquiabierto. Era obvio que no se esperaba un gesto tan… tan ¿bondadoso? Por parte del mayor. Pero en su mente, el único objetivo era poder controlar la magia y si para ello tenía que ser pupilo de un extraño que posiblemente tuviera malas intensiones, no había ningún problema. Lo haría de ser necesario y era necesario.

─ Yo… bueno, supongo que no tengo otra opción─ musitó débilmente ─ Pero… ¿Cuándo me enseñarías? Quiero decir ¿No vas al colegio? ¿No tienes trabajo?

─ El colegio lo terminé el año pasado y trabajo no tengo porque no seguí ninguna carrera. Soy una persona libre de perseguir sus ideales de la manera en que le plazca ─ contestó Riddle uniformemente.

James sabía que había un significado oculto dentro de sus últimas palabras pero no se puso a darle vueltas al asunto. Riddle continuó hablando:

─ En cuanto a tus padres y a tu niñera, es evidente que no serán un problema. Si hoy no se dio cuenta tu niñera de que huiste de casa, tampoco lo hará la próxima vez que lo hagas─ El "Si no se entera tu niñera siendo que supuestamente esta todo el día contigo, menos lo harán tus padres" era tácito.

James observó al mayor con admiración. Era increíble cómo un mismo hecho visto de dos puntos de vista diferentes, podía tener distinto significado. Él siempre había considerado el que sus padres no le prestaran atención cómo un problema pero ahora era una gran solución. Ni siquiera se detuvo a pensar en lo que estaba haciendo o en las consecuencias de lo que esto podría tener, mucho menos en que si Riddle quería hacerlo a espaldas de sus padres era porque estos no lo habrían aprobado, por consiguiente no era algo bueno. Simplemente se lanzó de cabeza a una piscina confiando en que esta tenía agua sólo porque este recién conocido se lo había dicho.

─ De acuerdo, dejaré que tú me entrenes─ declaró con entusiasmo.

Riddle sonrió y luego observó el pañuelo ensangrentado que James sostenía contra sus manos. Observó hacía ambos lados y al ver que nadie los observaba, tomó las pequeñas manos entre las suyas.

James observó estupefacto como sus manos se iluminaban levemente. Cuando Riddle lo soltó, sus manos estaban completamente sanas y sin ninguna cicatriz, como si nunca se hubiera cortado.

─ ¡Wow! ─ exclamó fascinado mientras daba vueltas sus manos para observarlas. Estaban tan impecables y pálidas como siempre. Ni siquiera manchas de sangre le quedaban. ─ ¿No podrías haber hecho eso desde un principio? ─ le preguntó con un leve tono de reproche.

Tom se encogió de hombros. "Me gusta ver sangre" definitivamente no sería la respuesta correcta si quería ganarse la confianza del joven.

─ Una vez que te haya entrenado, podrás hacer mucho más que esto y sin varita ni necesidad de pronunciar los hechizos.

A James le brillaban lo ojos de emoción. Ahora le parecía una tontería haber considerado que tener mucha magia era malo.

Riddle se levantó de su asiento y se guardó el pañuelo ensangrentado en su bolsillo sin demasiados miramientos. Dejó un par de billetes sobre la mesa, por lo que habían consumido y por lo que James había roto, y luego dirigió la mirada hacia su acompañante.

─ Vamos─ le dijo sin más.

James lo observó desconcertado. ─ ¿A dónde?

─ A tu casa claro está ─ le contestó Tom como si eso fuera obvio ─ Puede que tu niñera sea tonta pero tarde o temprano notará tu ausencia y si queremos reunirnos libremente y sin inconvenientes nos convendría que te lleve a tu casa ahora mismo. Además quiero saber dónde vives ya que podría serme de utilidad en el futuro.

James entornó los ojos pero no dijo nada y siguió al mayor.

Caminaron en por las calles del barrio de Saint James, pasando casas costosamente decoradas y lujosas. Iban en silencio pero no era un silencio incómodo sino más bien todo lo contrario. Había una especie de acuerdo mutuo y camaradería que los sumía en un ambiente ligero y confortable. Y, aunque ninguno lo habría admitido en voz alta, les agradaba la compañía del otro.

Ya olvidado estaba en la mente de James el hecho de que en un principio le había desagradado Riddle. Ahora, todo lo que le importaba es que este hombre le ayudaría a controlar su magia y no sólo eso, era la primera persona que se le acercaba y se interesaba realmente por lo que le pasaba. También le había ofrecido ayuda y sin esperar nada a cambio, o por lo menos eso era lo que él pensaba ya que mientras más tiempo pasara con Riddle, inconscientemente le estaría devolviendo el favor que éste le estaba haciendo.

─ Aquí es─ anunció por fin cuando habían llegado a las verjas de una imponente y majestuosa mansión. Había guardias magos apostados en las puertas pero no eran necesarios ya que cuando atravesabas las verjas, una especie de rayo láser invisible y mágico, registraba tu ADN.

El ADN de los guardias y personal de la casa estaba registrado también en la memoria del aparato (que sólo podía ser modificada por Stephen Potter que era una especie de "guardián del secreto") para evitar inconvenientes. Las personas que no estuvieran almacenadas en el aparato, sólo podían ingresar a la mansión en caso de venir en compañía de alguno de los dueños de casa siempre que fuera la voluntad de este, por supuesto. En caso contrario, una especie de escudo mágico e invisible, a prueba de hechizos y maldiciones se activaría, evitando así el ingreso de personas no deseadas y otorgándole protección a quienes se hallaran dentro del escudo. Eso, sin contar la estruendosa alarma que empezaría a sonar para advertir a todo el mundo que alguien estaba tratando de entrar en la residencia sin ser bienvenido.

La entrada a la mansión era larga y de mármol blanco. Altos árboles perfectamente podados estaban apostillados e los lados del camino. Cuando este llegaba a la entrada principal de la mansión, doblaba hacia la izquierda y se partía en dos. Uno de los caminos se dirigía a una salida que allí había y que tenía las mismas medidas de seguridad que la principal y el otro iba hacía el enorme garaje de la mansión que estaba en el costado izquierdo de la misma. Esto permitía que los choferes pudieran dejar a sus patrones en la entrada de la mansión y luego salir con el coche o en caso de que fueran los dueños de casa, dirigirse hacia el enorme garaje. Los inmensos jardines que rodeaban la fachada tenían el césped corto y coloridas y espectaculares flores y árboles de distintos tipos. Había una que otra fuente y adornos correctamente distribuidos por aquí y por allá.

Al final se podía apreciar la majestuosa mansión blanca de cuatro pisos. Numerosas terrazas se veían desde lejos pero la más imponente era la que se encontraba sobre la entrada principal, sostenida por varias columnas y creando una especie de techo.

A través de los grandes ventanales de estilo victoriano se podían apreciar las largas cortinas de seda de color rojo oscuro. Y, a pesar de que no podía verse, Tom estaba seguro que en el patio trasero de la mansión había una enorme piscina.

Sobre la verja de entrada, podía leerse "Familia Potter" con el emblema de los Potter – un ave fénix con las alas extendidas y en el medio de su pecho una letra "P" con un león saliendo por el orificio de la misma- grabado en oro puro entre medio de ambas palabras.

A pesar de seguir conservando su habitual expresión estoica, Tom no pudo evitar verse sorprendido ante tanta ostentación y lujo.

James, mientras tanto, atravesaba la verja que lo saludó con un aparatoso "Buenas tardes, amo James" proveniente de la maquinita. Una vez dentro, se volteó a ver a Tom.

─ No existen palabras en el mundo para agradecerte todo lo que harás por mí ─ expresó con gratitud y haciendo gala de sus buenos modales que habían estado ausentes durante las horas anteriores ─ Pero si de algo sirve, eres la mejor persona que he conocido hasta ahora.

Y con una gran sonrisa, se fue caminando tranquilamente por el largo camino que conducía a la mansión, sin saber que a la tierna edad de cinco años había firmado un pacto con el diablo.


Bueno, ahí lo tienen. Esto sólo fue el prólogo, el siguiente capitulo estará situado ya en el último año de James en Hogwarts. Por favor, déjenme su opinión a través de un review, por más que sean sólo dos palabras me va a dar más animos para continuar con la historia.

Byee