Esperanzas inútiles.

Miedo. No. No existía el miedo, él nunca lo había tenido y sin embargo lo conocía. A lo largo de su vida pudo ver rostros contorsionados por el miedo, aprendió a reconocer cuando sus víctimas tenían miedo, por eso lo conocía.

Pero no en ella… y cuando se lo confirmó supo que nunca la considero una víctima.

De ella conoció su tristeza, su fortaleza y su desesperación pero miedo no. Por eso preguntó, era lo último que le intrigaba de esa mujer y entonces lo comprendió.

Comprendió, cada una de sus acciones para con ella, comprendió cada una de sus propias palabras, cada una de las de ella y comprendió, comprendió lo que es un corazón.

Pudo sentirlo, antes de dejar de hacerlo, supo que no podría permanecer más tiempo viviendo, y aun así intento alcanzarla, intento sentir su mano atrapada en la suya, pero el tiempo es cruel y va muy rápido. Más rápido que la comprensión de sus propios deseos.

Los humanos estúpidos dicen las cosas tan fácilmente, sin pensarlas, sin siquiera dedicar un poco de su tiempo en ello, quizás porque el tiempo es tan efímero que no vale la pena gastarlo en eso. Era inevitable, él ya no era humano, pero algo dentro de él sí; al intentar aferrarse a ella sintió su corazón humano latiendo de nuevo, sintió los sentimientos que le destrozaron antes, volverlo a hacer, y en cierta forma agradeció convertirse en ceniza. El polvo no siente. Pero maldijo tener que irse tan pronto. Ya no la volvería a ver.

Al menos se quedaría con esa última imagen suya intentando también alcanzarlo, tomarlo de la mano, quizás entre lazar sus dedos, quizás sentir la frialdad de su piel, solo quizás. A él no le gustaban los quizás prefería las certezas. Pero solo por esa ocasión les daría cabida en su mente. Ese es uno de los efectos de tener corazón. Formarse esperanzas.

Recordó por un momento, una historia del mundo real, una princesa que ama de lejos a un pescador, separados excepto un día al año, mantienen ese amor con fuerza, con la misma intensidad que un principio, con la esperanza de verse otra vez.

Verla otra vez sería bueno, solo por un momento más, quizás entonces ella le regalaría una sonrisa, quizás entonces él aprendería a sonreír, quizás…

Él pudiera ser el amado pescador cautivo por una hermosa princesa aunque fueran esperanzas falsas e inútiles, como todas las esperanzas humanas.