20 días

Un pequeño fan fiction sobre 20 días totalmente aleatorios dentro de la vida de Ezio Auditore, en los que aleatoriamente siempre acaba en el mismo lugar. Porque me gustaría creer que habría hecho algo más en 23 años que únicamente pensar en asesinar.


Día 1
1476

María Auditore era una mujer que no solía pedirle demasiado a sus hijos, pero que cuando lo hacía, le gustaba que estuviese rápido y bien hecho. Por eso, el tener que perder tiempo útil en despertar al segundo de sus hijos, era algo que la estaba sacando de sus casillas.

"¡Ezio! ¡Arriba!" el muchacho ni se inmutó ante el grito, lo cual exasperó aún más a María "¡Dio mio! Ezio, eres un completo desastre" decía la mujer recogiendo bultos de ropa del suelo y poniéndolos sobre una silla. Aunque no aprobaba la vida que llevaba su hijo, no podía reprocharle nada, ya que su padre era igual que él cuando tenía su edad y tenía que reconocer que lo que más le gustó de Giovanni fue eso, su apariencia desaliñada y su aura de oh, que poco me importa todo.

Ezio dio una vuelta en la cama, molesto por el jaleo que estaba armando su madre, y metió la cabeza debajo de la almohada concienciado en la tarea que le reclamaba, dormir, y tratando de amortiguar la voz de su madre.

"…no puede ser que con la edad que tienes aún estés…¡Ezio! ¿Me estás escuchando?" María resopló y, cogiendo la almohada de su hijo por una de las esquinas, tiró de ella violentamente llevándose parte de la sábana y dejando a su hijo prácticamente expuesto.

"Por lo menos podrías haberte vestido" le espetó tirándole la almohada.

Finalmente, Ezio abrió un ojo que volvió a cerrar casi al instante, abrumado por la intensa luz del sol. Tras luchar inútilmente contra todos los agentes externos que no le dejaban dormir, Ezio se incorporó y miró a su madre

"Madre, sabéis que os quiero como a nadie" María miró a su hijo alzando una ceja, esperando a que continuara la frase, a sabiendas de que no sería nada educado ni caballeresco "pero sois, diciéndolo suavemente, ruidosa, insistente y MUY oportuna" María suspiró cansada mientras Ezio se levantaba pesadamente rascándose la cabeza.

"No soy inoportuna hijo, tus…aficiones lo son. ¿Otra vez gastándote el dinero en vino? ¿Mujeres?" Ezio se giró al ver que su madre se acercaba a él, pero la mujer exigía respuestas, así que se acerco a él y le cogió por el mentón. Lo que encontró no es que le sorprendiera en exceso "¿Otra pelea?"

Ezio sonrió con prepotencia

"No os preocupéis madre, tendríais que haber visto al otro" María chistó de desaprobación

"Espero que nunca llegue el día en el que tú seas el otro, hijo" Ezio hizo un gesto que María entendió como un no sé cómo podéis pensar eso "No tardes en bajar"

Al bajar al patio Ezio observó prácticamente la misma rutina de siempre: Claudia pensando en lo maravilloso que sería encontrar un buen marido, Federico apoyado en el portón, mirando a las chicas pasar y haciendo como que era encantador, Petruccio asomado a la ventana, mirando a los pájaros, ansiando poder volar como ellos y María, cosiendo sentada en un banco. Se acercó a ella con paso decidido, pensando en que, también como siempre, su padre no estaba.

"¿Madre?" preguntó con su tono de voz meloso. María le tendió un saquito de piel marrón, con los cordones rojos

"Ve y compra algo de pan" Ezio iba a protestar, pero su madre se le adelantó "Anetta está enferma y no va a poder venir en un par de días, así que alguien se tiene que encargar de ir a comprar pan"

"Madre, podemos pasar sin pan" María levantó la mirada del bastidor

"Ezio Auditore co-…" Ezio comprendió lo que venía y antes de dejar a su madre terminar, salió casi corriendo de patio en dirección al puesto del vendedor de comestibles. No es que realmente le molestara ir a comprar el pan, le molestaba que le despertaran después de una noche con mucha productividad.

Antes de doblar la esquina, Ezio ya podía oler el aroma del pan y los bollos recién hechos así que en vez de ir al puesto, decidió ir a la panadería. Observó lo que Florencia le podía ofrecer a su parecer, Ezio creyó que jamás podría estar en una ciudad tan viva y bella como Florencia. Emocionado por la visión, entró a la panadería sin mirar por dónde iba y tropezó con alguien que iba en su misma dirección, haciendo caer lo que llevaba en los brazos.

"Cuanto lo siento, signore. Déjeme ayudarle" Ezio se sorprendió que a pesar de haber sido culpa suya y ser ella la que necesitaba ayuda, olvidó lo que le había tirado y fue al acto a ayudar a Ezio "¿Se encuentra bien?"

"Qué servicial. No te preocupes por mi, no ha sido nada, además de que ha sido culpa mía" Ezio miró los bollos de pan que se habían salido del paquete que llevaba la chica. "Preocúpate más por ellos" Se agachó a ayudar a la chica a recogerlos y ya de paso, la observó detenidamente. Era una chica que no destacaba por su belleza ni por su sinuoso cuerpo, era bastante normal, aunque Ezio tenía que reconocer que era de esas chicas que si no te llamaban al primer momento, quizá al segundo tenían toda tu atención.

"Gracias" dijo ella

"No hay de qué, perdona por estropearte esa hornada"

"No se preocupe" le comentó mientras se ponía detrás del mostrador "Iba a tirarlos igualmente." Ella se encogió de hombros mientras metía el último de los bollos en el paquete y los puso a un lado "Y bien, ¿en qué puedo ayudarle?"

"Primero deja de tratarme de usted" Ella continuó impávida, esperando el pedido de Ezio, pero le dio a entender que estaba de acuerdo con la petición "Pan"

"¿De qué clase?" Aquello pilló a Ezio desprevenido. Por su mueca de desconcierto, la muchacha supuso que Ezio no solía comprar pan "De acuerdo, te pondré del común"
Ezio agradeció que ella tomara aquella decisión y la volvió a observar mientras ponía el pan en un fardo. Tenía el pelo castaño oscuro, largo, recogido en una trenza bastante irregular y deshecha, supuso que por las horas de trabajo con el pan. Los ojos color miel denotaban un gran cansancio y falta de horas de sueño, pero eran bonitos. Por lo demás, llevaba todo el vestido y parte de la cara manchadas de harina. Ezio pensó que sería divertido hacer una de sus noches productivas entre harina.

"Aquí tienes" le dijo mientras le ponía el fardo sobre el mostrador "Son 35 florines" La muchacha se cruzó de brazos esperando a que Ezio sacara el dinero. Algo estaba flotando alrededor de Ezio y lo tenía realmente contrariado.
Le costó pero consiguió darse cuenta de que ella no le prestaba especial atención, había resistido al encanto natural de Ezio y eso era algo a lo que no estaba acostumbrado, pero tampoco iba a hacer un drama de ello, ¿o sí?

"Bueno pues, gracias" La muchacha movió la cabeza sin articular palabra, a modo de despedida. No podía dejarlo así, pero tampoco tenía ningún argumento para darse la vuelta y decirle nada, así que cogió el fardo con el pan y con la poca dignidad que, según él, le quedaba, se encaminó hacia el Palazzo Auditore pensando en que había perdido una batalla, pero no la guerra.