La verdad no estoy satisfecha con el resultado, y en mi opinión, ha salido horrible. Pero traté por todos los medios que quedé aceptable, porque realmente quería escribir en este Fandom con escasez de español.
Espero que disfruten al menos un poco. —corazónzónzón.—
Suicide Room es propiedad de Jan Komasa.
Quiéreme.
Una vez más, encerrado en su propia habitación, se dice a a sí mismo que debería intentar salir y enfrentar aquel martirio. No escapar y no fingir que sólo esas cosas lo atormentaban y que... alguien, un intruso, se sumaba.
Dirigió su vista al techo y observando minuciosamente su periférico se recostó en su cama, para así entrelazar sus manos fuertemente y fruncir los labios.
Un dolor pasó por su pecho, uno agudo y que experimentaba al estar él sumido y empedernido en sus pensamientos, como si estuviera solo en el mundo.
Disimuló el hecho de que sus ojos picaran al recordar el suceso con Aleksander, las burlas y risas cínicas que recibió de parte de todos luego del maravilloso y sensual beso que recibió. "Un hijo de puta", se dijo. También quería dejar escapar aquel grito desgarrador que demostraría aún más su sufrimiento y que de todas formas intentaba esconder de todos. Incluso de Sylvia. Porque él deseó "Y deseo" —incluye otra vez en su mente—, ser un bastardo sin corazón, mitómano, hipócrita y manipulador como el resto. Lo desea, más no puede lograrlo. Asimismo algo se lo impedía de alguna forma, algo que le murmuraba que eso estaba en contra de sus leyes y no le parecía correcto hacerlo para sólo esconder su dolor.
Entonces se permitió, por lo menos por aquel día en especial, dejar caer la tristeza que lo penetraba con más fuerza al rebobinar su sonrisa y el beso "correspondido" —entre comillas, ya que todo fue solamente una falsedad, — que tuvo con Aleksander.
Las lágrimas caían con desdén al pasar de los segundos e hizo una sonrisa socarrona. Una de esas falsas que odiaba sin embargo que ahora hacía con frecuencia.
—Aleksander... —musitó apenas audible y ya sin fuerza, y se —completamente—, acostó en el colchón— Dime —un puño en sus manos formó producto de la rabia y el dolor— ¿qué te costaba... no ilusionarme? —Dominik rió.
Ah, rió como un total desgraciado rodeado de su miseria.
Volvió a sentir y recordar el peso de los labios de Aleksander y aquello aumentó su profunda y severa depresión que ahora, se podía decir, era cotidiana. Su depresión se agrandaba al darse cuenta que rememorar lo antes dicho todavía lo afectaba de sobremanera.
No obstante, Dominik sólo quería ser querido. Alguien que se entregue a él y le dé amor.
Justamente como fingía su amigo hacerlo.
Al parecer, su deseo es prácticamente imposible, ya que todos se empeñan en rasguñar y dejar moribunda a su pequeña burbuja de... ¿felicidad? ¿De ilusiones?
Su utopía se destruyó.
Aquello que antes le parecía omnipotente, como su inexplicable cariño a Aleksander, se esfumó.
—Sólo quería que Aleksander me ame. —agregó, para llorar y librarse de su desgracia.
Para arrancarse sus alas recientemente partidas.
