"Rodeados Por El Escándalo"
por Crystal.
Nota preliminar: lo primero que tengo que decir- como siempre hago en mis historias- que los personajes no son míos. Pertenecen al Fantástico Grupo Clamp. Por lo segundo los primeros capítulos de esta historia surge de una mezcla de tramas entre "Rodeados por el Escándalo" de Amanda Stevens y basado en parte de la trama de la historia "Sutton" de Diana Palmer. Todo lo demás es de mi autoría.
-Preámbulo.-
"Lo último que se imaginaba el Sexy y varonil Touya Kinomoto, era el retorno de un fantasma del pasado que por sus recuerdos, cometió los errores que le costaron parte de su personalidad al encontrarte ocho años después reacio al sexo femenino. Ahora ella regresaba también huyendo de sus recuerdos y de un horrible crimen, de la cual era la sospechosa principal. ¿Podría la cantante y el cazador de Perlas encontrar un punto medio y cesar las hostilidades para encontrar el amor?"
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Cuando despertó de sus recuerdos- maldiciéndose de haber navegado en ellos- se encontraba ya llegando a su pueblo natal. Había pensado en lo feliz que había sido allí unos años antes de la muerte de su madre. Su abuelo- un gran comerciante de perlas de río- le había criado desde su fallecimiento. Su madre murió del corazón roto y todos siempre cotilleaban de cómo el escándalo de los Daidouji cobró vida.
Había jurado sobre la tumba de su madre que nadie le rompería el corazón. Que nadie podría jamás, hacerle ver como débil o una mujer que necesitara protección.
Un mes antes, había roto aquella promesa. Y el estigma de su madre, cayó en sus hombros. Ahora huía de los dolorosos recuerdos y del aparatoso accidente que hizo que su vida diera un giro dramático. Para descansar y borrar la vergüenza, era que acudía al auxilio de su abuelo sin hesitar.
Su deportivo descapotable azul recorría la carretera pedregosa. Vio en la distancia- dos kilómetros a su derecha,- el río. Su mente divagó en los recuerdos de aquel río donde muchos veranos, se bañó en su orilla acompañada de Sakura.
Pero Sakura, se fue a la universidad. Mas por obligación de su hermano Touya que otra cosa.
Pero Sabía que Touya odiaba los cotilleos. No dudaba que los rumores acerca de ella una vez alcanzó la edad de dieciséis comenzaron a destruir la sana amistad que existía en ellos.
"-¿Podrías hacerme el favor de dejar de venir tan seguido?"- preguntó mirándole con frialdad a sus ojos. Parecían cuchillos filosos que querían herirle-"Sakura se fue, se que ella te pidió que no me abandonaras, pero la verdad no es necesario y odio que digan que estoy aprovechándome de una niña tan joven como mi hermana"- fue lo último que escuchó de Touya quien se volteó a dirigirse a la cocina. Una vez él se volteó ella salió por la puerta, y jamás volvió a la casa.
Ahora, por necesidad de su abuelo, estaba de vuelta.
Ocho largos años.
Ya tenía veinticinco. No era una niñita o una jovenzuela de la cual podían hablar. Aunque claro, su fortuna cambió gracias a su talento vocal.
Era la cantante principal de una banda que cobraba ya popularidad en la capital, pero no creía que allí escucharan aun esa música.
Después de ocho años, solo había hablado con Sakura para su cumpleaños. Se escribían mucho por correo electrónico pero trataba en lo mas posible, alejarse de ella. Tal como él le solicitó.
¿Por qué le hizo caso en aquel entonces? Porque le dolía admitirlo, estaba enamorada del hermano de Sakura. Nunca hizo la confidencia para declarársele y Sakura nunca lo supo. Sakura se graduó con honores de la universidad en administración y ahora, manejaba la tienda de Perlas de su abuelo. Agradeció que, Sakura nunca abandonara a su abuelo. Ella también llamaba mucho a su abuelo y hasta le pagó los boletos para que, fuera a visitarla para su cumpleaños y navidad. Pero nunca, volvió a pisar el pueblo.
Su abuelo le preguntó alguna vez porque lo había hecho. Ella nunca le dio respuestas claras. Solo le dijo que, estaba muy ocupada para retirarse de la capital. Le pidió que, guardara el secreto de que artista exitosa era ella. Además, en el grupo y públicamente iba por otro nombre: Sakura. Irónico, cierto. Adoraba a su mejor amiga tanto así para hacerse llamar públicamente como ella. Claro, que nunca se lo contó. Sakura era un nombre común del país aunque su amiga no lo era. Tampoco ella.
Su cabello negro plomizo era una fascinación en la fantasía de los seguidores de la banda donde ella cantaba. Una piel tan blanca como natilla fresca. Y detrás de las gafas oscuras que llevaba iban unos preciosos ojos amatistas que a veces, tomaban ese color violáceo fascinante que llamaba la atención de todos.
Por sus ojos fue que, conoció a Remi. Aremisi era su nombre completo. Pero sus amigos cercanos le llamaban Remi. Observó el anillo que llevaba en su mano izquierda: tres kilates. Sus ojos se llenaron de la tristeza que llevaba en su corazón al tener consigo lo que ella llamaba la maldición de su madre: Ser traicionada no era algo que ella quería repetir.
Cuando entró finalmente en el pueblo, notó autobuses que se llenaban de personas. El sitio era altamente popular gracias al montón de turistas que venían atraídos por el sonido del río y sus preciados tesoros. "La Ciudad de la Perla" le llaman. Vio muchas tiendas que se dedicaban a comercializar perlas. Había también negocios nuevos. Notó el negocio de su abuelo. A través de la vitrina vio a quien suponía por su físico, era Sakura. Estaba colocando unas joyas de base en perla en la vidriera y no le vio. Pensaba pasar después de ir a visitar a su abuelo al hospital.
Avanzando sin prestar atención a nada en particular, miraba alrededor y esperó a que el semáforo cambiase de color cuando notó un hombre alto de tez pálida que salía de un edificio de cuatro niveles y era nuevo. Se miraron un instante hasta que el semáforo cambió. No recordaba a ese sujeto de su juventud. Sus cabellos negros fueron revueltos por el viento y notó a través de unas gafas de receta unos profundos ojos marinos. Cuando dio marcha al vehículo suponía que el sujeto le siguió con la mirada.
Sabía que era atractiva. Sino fuera así, los hombres no le propondrían aventuras o contratos lucrativos a cambio de su persona. No era ese tipo de gente. ¿Quién diría que una mujer de veinticinco años, cantante de un grupo de rock y parte de la cosmopolita vida de los ricos, famosos y populares del medio seguiría siendo virgen? Ella lo era. Esperaba que Remi tuviera el honor de ser su primer hombre en su noche de bodas...
Pero ese sueño también acabó. Secretamente después de todo lo ocurrido, creía que Remi le había hecho un favor.
Llegó al hospital que era comunitario y no era un gran centro clínico teniendo esa imagen de hospital pueblano de tres niveles. Descendió de su coche y agradeció vestir solo pantalón negro de sastre y una sencilla camisa blanca. En su cuello colgaba el prendedor que alguna vez perteneció a su madre. Avanzó con seguridad por los pasillos y preguntando en recepción por el señor Monohui le guiaron a la habitación de su abuelo. Tenía una ventana que desde el segundo piso se veía parte de la calle principal y si se forzaba un poco la mirada, se veía kilómetros mas abajo el río.
El anciano dormía placidamente. Tomoyo notó la vejez marcada en su cara. Su barba blanca bien cuidada y sus cabellos platinos además de sus arrugas, contaban su edad. Aquellos accidentes no eran lo mejor para él como le explicó la enfermera y su salud tampoco ayudaba mucho. Sin embargo, se estaba recuperando lentamente pero al menos, duraría unas semanas mas en el hospital.
-Pero ¿Está bien? – preguntó la mujer de rostro pálido.
-Si por supuesto. Muchas personas han venido a verle mientras ha estado aquí. Ha llegado usted a la hora del almuerzo y el último visitante se fue hace diez minutos. Es muy querido por aquí.
Tomoyo sonrió ante aquello: su abuelo era uno de los hombres mas conocidos de la comunidad y respetados también. Pero su reputación no evitó que su hija se muriera del corazón roto y gracias a los cotilleos, sobre su fallido matrimonio.
-¿Abuelo? – preguntó preocupada. Estaba dormido. Tocó su mejilla con dulzura y repitió.- Abuelo...
El hombre abrió sus ojos con pesadez mirando a los ojos y el rostro de su nieta. Tomoyo había heredado de su madre sus ojos y ella de su padre. – Tomoyo...- sonrió abriéndole los brazos. Tomoyo le abrazó con ternura. –Viniste hijita...
-Si abuelo. Estoy aquí- declaró ella emocionada. Después de todo, era una de las pocas personas en su vida a quien en verdad le importaba.- ¿Cómo estás? - observando el yeso en su pierna- ¿Te duele, te han atendido bien?
-Si, si hija- admitió el hombre acariciando su mejilla. La muchacha tenía unos profundos círculos alrededor de sus ojos y notaba la desnutrición en su piel. – ¿Cómo estás tu?
-Estoy bien.
-No lo estás. Pero tampoco te sacaré a la fuerza una confesión.
Sonriendo declaró.- Sabes leer a las personas abuelo.
-Se leer a mi nieta. – afirmó él. Viendo que se sentara, declaró.- ¿Hace cuanto llegaste?
-Unos minutos. Vine aquí directamente.
-Debiste ir a casa a descansar. El vuelo debió dejarte agotada... te ves muy pálida.
-No vine volando- declaró ella aturdiéndolo.- Vine conduciendo.
-¡Tomoyo! – exclamó él sorprendido. Se incorporó un poco.- ¡No debiste venir así! Debiste tomar un avión.
-No abuelo. Tenía ganas de manejar.
-¿Tu prometido no vino contigo? Es un recorrido largo. Son unos dos días en carretera.
La mirada de Tomoyo se enfrió ante aquella pregunta. No le había contado lo ocurrido con Remi. Solo dijo.- No...- murmuró.- Remi y yo... no nos estamos hablando últimamente.- hablando a medias.
-Ah. – solo dijo el anciano observando el anillo de compromiso de tres quilates. –De todas maneras, no creía que fuera lo mejor para ti- atrayendo su mirada sorprendiendo a su nieta.- No es hombre para ti.
-Cuando lo conociste no me dijiste nada.
-¿Para que decírtelo? – encogiéndose de hombros.- Aunque no te veía ni emocionada ni ilusionada tampoco... se supone que, quien está en un noviazgo es porque está enamorado.. no vi eso en ti... ese hombre no sabía sacarte una sonrisa...- acariciando su mentón.- O al menos, un brillo en tus ojos... – cambiando de tema rápidamente declaró.- Dime ¿Ya viste a Sakura?
-La he visto en la tienda... aun no le hablo...
-Bueno, hazlo pronto. – sonrió el anciano.- Esa niña es un alma de Dios. Me trae flores de su jardín todos los días- señalando el florerito a la derecha. Tomoyo sonrió. – No me ha descuidado y tampoco al negocio. Y debo decir- bajando la voz- que me ha traído de contrabando galletas y tarta además de helado que como con gusto...
-¡Abuelo! –declaró Tomoyo con jocosidad- Creo que el doctor no permitiría que comieras eso...
- Bueno pero al menos me conciente... tengo que quedarme aquí unas semanas mas y me moriré de hambre con la comida del hospital. –declaró con humildad.- Y también ha estado por aquí Touya...
-¿Ah si? – preguntó ella tratando de simular. Sentía su corazón aun herido aunque las heridas cicatrizan con el tiempo. Y ocho años, son bastante.
-Viene cada vez que puede. Aunque los negocios y la casa lo mantienen casi siempre ocupado...
-Me imagino...
-Si. Tiene una oferta de un inversionista... un extranjero que quiere comprar la casa y todo el terreno para colocar un punto para extracción de perlas. Como su casa está a la orilla del río... es una oferta muy lucrativa.
-Touya jamás vendería la casa de sus padres- declaró Tomoyo. Su abuelo asintió aunque no pudo evitar sonreír a la vez de mirarla conspiradoramente.
-Si, tal vez. Pero conoces a Touya... no le gustan los rumores y cotilleos y...
-¿Qué tiene que ver eso¿Acaso ha estado metido en problemas?
-¿Qué, acaso no lo sabes?
-¿Saber que?
-Bueno es la primera vez que permites que te hable de Touya. Cuando nos hemos visto, me has callado de la primera o cambiado el tema cuando te refiero a Kinomoto. De Sakura si aceptas pero de su hermano...
-Abuelo: no me interesa nada que puedas decirme de él. Lo tolero porque es el hermano de Sakura. Y Sakura, estuvo conmigo cuando todo el mundo se reía de mi y mamá por lo que hizo mi padre. – declaró con firmeza- Pero solo quiero saber de Sakura. No de su hermano...
-Ya veo- declaró bajando su mirada y suspirando.- ¿Cuándo lo perdonarás... por lo que sea que te hizo? Touya vive preocupado por mi siempre. Nunca me ha desamparado. Sorprendido estaba cuando supo que no estabas en el pueblo...- Tomoyo se puso de pie y caminó a la ventana negándose a ver al hombre echado en el lecho. – Estaba inquieto cuando se dieron cuenta que no estabas en el pueblo y supo por alguien que yo había contado que te habías marchado. Después de eso, me visitaba casi todos los días.
Tomoyo sonrió para responder con frialdad- Eso mas bien, es ataque de conciencia abuelo.
-¿A que te refieres?
-Te lo contarte algún día. – declaró con firmeza y sonrió tratando de no pagar su problema con Touya (o mas bien el problema de él con ella)- de todas maneras, no creo que lo veré... – besando su frente.- Iré a la casa a descansar. ¿Guardas la llave en el lugar de siempre?
-Si querida-declaró el sujeto mirando lo cambiada que se veía su nieta. Se notaba en verdad infeliz, pese a que, estaba él feliz de verle- Tomoyo: Me alegra verte.
Ella sonrió sutilmente para contestarle- A mi también abuelo. Te he echado de menos... mas que nunca...
El asintió en silencio y la vio marcharse.
La casa no estaba inmediatamente en el pueblo. Estaba unos cinco o seis kilómetros antes de la casa de los Kinomoto. A diferencia de la casa de Sakura, que estaba cerca del río, ellos tenían como patio un hermoso sembradío de plantas. La casa de madera y concreto de dos niveles le daba la bienvenida una vez entró por la cerca. Subiendo el rellano con el columpio que tantos veranos se sentaron Sakura y ella contándose los secretos y hasta pintándose las uñas cuando eran adolescentes, buscó debajo de la alfombra. Encontró la llave y abrió la puerta.
Después volvió al coche por sus maletas. Cerró detrás de ella. Su abuelo era un hombre muy limpio. También tenía una mucama que iba tres veces por semana a limpiar y lavarle la ropa. Vio el sofá delante de la chimenea y fotos en la mesilla a un lado. Fotos de ella y Sakura, fotos de ella con su abuelo y fotos de su madre y su abuelo. Sonrió ante esta ultima.
Subió las escaleras y vio su antigua habitación al fondo. Abrió la puerta. La habitación estaba intacta, exceptuando que su cama y los muebles estaban cubiertos de mantas para evitar el polvo. Se vistió usando unos shorts que tenía en el armario – Sorprendida que esos shorts que usó cuando tenía diecisiete aun le sirvieran a sus veintiséis. – y sacó una camisola que tuvo que amarrar por encima del busto pues le quedaba algo holgada.
Limpió la habitación y acabó dos horas después. Organizando sus cosas, en la misma tardó otra hora mas. Era demasiado meticulosa. Decidió que, mientras estuviera en la casa, aprovecharía el rato. Pensaba ir a ver a su abuelo a la hora de la tarde y llevarle algo de comer. Tal vez el caldo de pollo que tanto le gustaba. Tomando una decisión, fue a la cocina, rogando tener los ingredientes en la casa. Sorprendida, encontró muchas de las cosas y también encontró una mezcla para pastel de chocolate. Decidió que, le llevaría un pedazo.
Un largo rato después (cuando el reloj del pasillo dio las cinco y media) todo estaba listo. El pastel lo acababa de sacar del horno y colocarlo en la mesa para partir un pedazo cuando escuchó la puerta del recibidor abrirse y cerrarse.
Tomoyo se detuvo un instante para escuchar. Alguien venía por el recibidor... el salón... alguien se aproximaba a la puerta de la cocina. ¡Donde estaba ella!
No recordó si cerró con llave o no, razonaba que quien quiera que fuera, era un intruso y ella estaba sola. Solo sabía que nadie sabía que ella estaba allí o su abuelo. Todo el mundo sabía que estaba en el hospital. Tomó lo primero que tenía cerca (irónicamente una sartén de mango largo). Se preparaba para golpear a quien fuera.
Respiró profundo. Esperaba el momento que la puerta se abriera. Y así fue: lentamente la puerta fue abriéndose y ella vio alguien alto entrar. Vestía unos vaqueros y una camisa blanca, portando sombrero negro de vaquero. Preparándose para dar el golpe, echó para atrás la sartén y cerró los ojos para impactar al intruso. Con lo que no contaba era que, su respirar pesado (por la tensión), fue escuchado por el intruso quien se volteó antes de que la sartén le pegara y pudo esquivarla, pero Tomoyo perdió el equilibrio y fue a caer encima de él que, de la sorpresa, cayó sin poder prevenirlo.
Tomoyo tardó unos segundos en recobrar sus pensamientos pues le había tomado de golpe. Cuando abrió los ojos se encontró con la camisa blanca del sujeto a milímetros de su nariz. Pestañeó dos veces. Estaba ella encima de él. Parcialmente sentada y con su cuerpo entre sus piernas y su torso. Colocó las manos en su pecho, y sintió un agitado latir contra sus palmas. Levantando la mirada se encontró con unos ojos que le miraban furiosos e iracundos. Vio como unas manos, grandes, de piel dorada por el sol y con algunas cicatrices, en instantes, le quitaban las suyas del pecho. Sus manitas pequeñas eran cubiertas a la perfección por las de él.
-¿Qué rayos trataste de hacer? – declaró el sujeto con voz grave retirando como si estuvieran envenenadas aquellas manos pálidas. Le quemaba aquel roce. - ¿Matarme?
-To... ¿Touya? – preguntó ella sorprendida de verle en la casa. ¿Qué estaba haciendo aquel hombre en la casa de su abuelo y aquella hora? Notó para su deleite que Touya estaba más guapo de lo que recordaba. Era más alto de lo que evocaba en sus pensamientos. Su piel estaba más dorada. Labios carnosos y complexión bastante masculina. Su torso era más amplio y su mirada seguía siendo la misma para ella: Desconfiada, enojada y con cierto repudio a su persona.
El fue quien se separó y ella no quiso ser ayudada al ponerse de pie. Touya la miró fijamente por unos instantes que a ella se le hicieron eternos. ¡Después de ocho años aun la hacía temblar con solo una mirada!
-¿Cuándo llegaste? – preguntó el sujeto tratando de calmarse. Rayos¿Cuándo Tomoyo Daidouji se había puesto tan hermosa? Se preguntó el sujeto. Observó sus facciones: Delicadas, femeninas, hermosas. Su piel aun parecía la nieve y sus ojos amatistas habían adquirido una profundidad escondidas en espesas pestañas. Sus cabellos eran como la seda, brillantes y largos. Sus labios, carnosos y brillantes. Observó que aquella mujer había perdido unas libritas desde la última vez que la vio: ocho años atrás. Su recuerdo era en parte la responsable de los errores que cometió en su vida. Pensó en aquello: por su culpa había cometido errores que le habían salido caros.
Por ella no confiaba en las mujeres.
Volvió a sentir el repudio que experimentaba ocho años atrás ante su recuerdo.
-Hace unas horas...- declaró ella desconfiada. Su mirada le daba miedo en aquel instante. -¿Com... como entraste? – preguntó nerviosa. Se alejó dos pasos de él y es que su mirada le daba miedo. Un terrible miedo. ¿Cuándo le había temido a Touya antes? Nunca. Bien, tenía una mirada seria que hacía correr a todos los chicos que iban pretendiendo a Sakura. Pero nunca le había mirado así...
Excepto... la última vez que se vieron.
-Tengo una llave- declaró mostrándosela. – Vimos las luces encendidas y pensé que era un ladrón- entornando sus ojos.
-¿Acaso no viste mi coche afuera?
-Así que es tu coche- declaró con sorna. Tomoyo comenzó a molestarse. ¿Por qué hablaba así? Touya sacudió su cabeza, quitándose el sombrero y lo colocó en el respaldar de una silla que había allí. - ¿Qué hace una oficinista con un coche como ese?
-¿Oficinista? – preguntó ella.
Entornó sus ojos para decir con cierta victoria en su tono de voz y una sutil sonrisa de triunfo.- Así que no eres oficinista... me pareció ridícula esa respuesta de tu abuelo...
-¡Mi abuelo no es ridículo! .- se acaloró ella.
-Claro que no. Respeto a Monohui como a nadie mas. – tomando una bocanada de aire- pero ¿Qué hace su nieta viviendo por ocho años en la capital, sola? – declaró con acidez.
-¡No es nada de tu incumbencia! -. Declaró acalorada.
-Cierto. – Jugando con el tope del sombrero.- Pero no es difícil adivinar... que haces o no... – Observando el dedo donde estaba el diamante de tres quilates- o con quien estás. – Tomoyo miró por igual la joya. - ¿Acaso las felicitaciones están en orden?
-No te molestes- declaró Tomoyo.- No quiero que me des nada que venga de la hipocresía.
-Jamás he sido hipócrita... jamás...
-Bien. Pues ahórrate tus felicitaciones porque no las quiero viniendo de ti.
-Así que sigues siendo una rencorosa inmadura... – crispando su lengua.
-¡Y tu un monstruo!- usando el mismo adjetivo que el frecuentaba a usar con su hermana. -¡No tienes ni dos minutos en mi casa cuando ya estás molestándome!
-Esta no es tu casa. Es la casa de tu abuelo... te fuiste de aquí...
-¡Tu me echaste!
-No de aquí... ¡No del pueblo! Te marchaste sin decirle a nadie ¡Ni siquiera a Sakura! Eres típica a todas las mujeres... ¡Por eso odio a las de tu tipo!
-¿Mi tipo?
-¡Las mujeres! Abandonan a todos sin importarles nada. Son unas egoístas. Se largan dejando todo atrás y si pueden ni vuelven...
-¡No soy egoísta! Hice lo que debía hacer. Y mi abuelo me apoyó. Además ¿A ti que te importa? – declaró molesta con él. Molesta porque gracias a él, conoció a Remi y Remi le recordó la estigma de su madre. -¡Me lo dijiste bien claro que me alejara de ti! No debo de importarte nada si eso dijiste...
-No dije...- alzando un dedo para aclarar algo cuando otra voz se hizo presente.
-Ehhh ¿Disculpen? – atrayendo la mirada de Tomoyo a la puerta. Se descubrió a si misma viendo a un niño de no mas de siete años. Era flacucho. Tenía ojos color gris y pelo negro intenso. - ¿Por qué discuten? – preguntó inocentemente.
-¿Qué...- preguntó Tomoyo mirándole.- ¿Buscas a alguien pequeño?
-Si. – declaró el chicuelo observando a Touya. – Papá: llegaremos tarde y nos toca hacer la cena...
Touya cambió por completo su mirada al observar al pequeño. Tomoyo no veía nada parecido a Touya en el niño. Tal vez, se parecía a su madre. Pero notó que Touya, no llevaba sortija de matrimonio.
-Ya voy hijo. Ve adelantándote. Espera en el coche...
-¿Quién es ella? – preguntó señalando a la mujer.
-Ve al auto- declaro Touya. El chico asintió y se despidió con un saludo de Tomoyo. Esta se quedó en silencio observando en silencio y sin evitarlo sonrió. Aquello atrajo la atención de Touya quien volvió su mirada a endurecerse- ¿Qué¿De que te ríes?
-Pensando que no nos debes odiar a todas las mujeres: - Touya entornó sus ojos ante aquello. – Porque ese... no lo dejaron a las puertas de tu casa... – asustándose preguntó.- ¿O si?
-Eso no te incumbe- colocándose el sombrero nuevamente- ya que estás aquí, no esperes que esto vuelva a pasar. He estado dándole vueltas a la casa, pero ahora no será necesario... – y dirigiéndole una ultima mirada declaró. – Y no te acerques a Shinji.
-¿Shinji?
-Mi hijo- declaró con acidez- No quiero que adopte de ti tus ejemplos de vida libertina... soy chapado a la antigua y quiero que Shinji sea igual. .- saliendo por la puerta de la cocina. Tomoyo estaba sonrojada ¿Acaso le había llamado libertina?
Le siguió saliendo por igual y ya en el recibidor declaró- ¡Para que sepas que no llevo una vida de libertina ni nada por estilo! – reclamo roja de la indignación por sus presunciones acerca de su persona. Pero Que le importaba a ella lo que pensara Touya o no de su vida? Venia solo por unos días a cuidar a su abuelo y volvería a su vida para no volver a ver aquel terco y tosco hombre.
-¿Ah no¿Qué tipo de persona deja que su esposa venga sola a su pueblo natal? – Observando el vehículo.- Manejando... ¿Viniste manejando? Pudiste haberte matado en la carretera... o peor...- entonces se dio cuenta, tanto como ella, que estaba mostrando consternación por la chica.
.-No estoy casada- declaró ella. – Pero lo estaré... pronto...- mintió.
-Ah. Felicidades... – declaró él distraídamente.
-Ya te dije que no seas hipócrita.- notó la camioneta estacionada detrás de su coche y declaró.- Aun no cambias el camión...
-Aun camina.
-Ya veo- declaró sonriendo. Touya les enseñó alguna vez a ella y a Sakura a conducir en aquel camión.
Se imaginaba lo que pensaba y declaró Touya- Olvídalo. Esos tiempos no volverán... ¡Y ni creas que permitiré que ese trasero de niña rica, se dañe en mis asientos!
-¡Eres una bestia! – le gritó molesta. -¡Un idiota!
-No delante del niño- declaró Touya señalando el camión. Tomoyo hizo una pataleta y el chico rió desde su asiento al observar aquello.
Touya arrancó el vehículo y se marchó dejando una humareda de tierra detrás de él. Tomoyo una vez pasaron dos minutos, sintió que su corazón volvía a latir normal. ¡Ese hombre estaba insoportable! Y parecía que, la odiaba.
Pero ¿Por qué?
--------------- Continuará.
Hola, hola! No, no sufres de alucinaciones ni nada por el estilo. He vuelto después de una merecida ausencia y poner mis asuntos en orden. Espero en verdad, que este capitulo uno, haya captado tu atención y por supuesto, continúes leyendo esta historia que prometo que, tendrá muchas sorpresas… espero claro, por ultimo que si te gusta esta historia, me mandes tus comentarios acerca de este primer capitulo. Hay muchos secretos por develarse y aun más intriga por venir. Así que, acompáñenme en el desarrollo de esta historia.
Un beso y nos veremos en la próxima actualización de "Rodeados por el Escándalo"
