Disclamer: Todo de la SMeyer, yeah.
Advertencias: Femslash (Oh sí, el primero)
Dulzón
(Alice sabe que sufrirá, pero no que pasará si da un paso más y junta sus labios con los otros).
Puede verlo. Y aún cuando no pudiera hacerlo, lo sabría. Ella la conoce. Nada va a salir bien
Alice no está de acuerdo con la decisión de Edward, para nada. Y esta vez, por extraño que parezca, no desea apoyarlo de todos modos. Percibe las manos de Jasper en sus hombros y sus labios posados sobre su cuello, su respiración tranquila y su don surgiendo efecto.
Pero Alice no quiere calmarse, porque terminaría cediendo y abandonando aquel pueblo lleno de verde y nubes bajas al cual tanto se había adaptado, sería decirle adiós a la única persona fuera de la familia con la que ha podido entablar una relación. Sería (es) como separarla de una hermana, duele, porque Bella era una Cullen.
Gira el rostro, se pone de pie; Jasper la observa en silencio y sin cuestionar. Un segundo después, ya ha saltado por la ventana y caído en el musgo del bosque sin levantar sonido alguno. Observa el rostro comprensivo de su marido, sin reproches pero indudablemente triste, antes de ponerse en marcha. Llega a los pocos minutos, la casa no es nada del otro mundo y lo sabe. Distingue cual es su cuarto puesto que su olor le penetra desde varios metros antes. Vacila un poco y finalmente decide entrar por la misma ventana por donde lo hacía su hermano. Él no está, ella sí.
Hace una mueca, duda. Puede observar a Bella durmiendo, se da cuenta de que es levemente entretenido. Su pecho sube y baja con movimientos lentos y rítmicos, la respiración acompasada, se da vuelta y Alice teme haberla despertado pero la humana sólo cambia de posición.
—¡Edward! No... —Sí habla en sueños, mayormente balbucea cosas sin sentido que el oído experto y acostumbrado podría distinguir. Pero no obstante, para Alice es fascinante. Ella no puede dormir y es encantador que Bella sí lo haga, que sueñe y tenga esperanzas, aunque dentro de poco vayan a romperse en mil pedazos—. Alice, tú...
Da un paso, dos, curiosa. El tictac del reloj resuena levemente. Uno más.
Llega junto a su cama, se inclina. No tiene idea de lo que está haciendo, sólo se guía por un impulso irrefrenable que controla sus movimientos como si fuera una vil títere en un espectáculo de marionetas. Ambos labios se rozan levemente, es el frío abrasador que casi quema al contacto de la vida, la alegría y la inteligencia.
Mueve un poco la lengua, nerviosa; la voluntad de piedra cae en picado. El beso es suave y lánguido, una caricia tierna que apenas se siente pero provoca en la vampiro ciertas sensaciones extrañas: que tiene un corazón y este late con fuerza, que la sangre recorre furiosa sus venas vacías, que no es a la (casi) ex novia de su hermano la que roza sus labios. Pero Alice sale corriendo cuando siente un movimiento respondiéndole.
La luz se enciende rápidamente. Lo último que puede sentir Bella antes de volver a dormirse es ese aroma dulzón que embarga la habitación.
