Gracias a mi querida PaulaGaTo, por tentarme con la idea…

Descargo de responsabilidad: Akatsuki no Yona pertenece a la maravillosa Kusanagi Mizuho.


FINALES Y PRINCIPIOS

Cuando la corona de Kouka ciñó los cabellos de fuego de Yona, del cielo cayeron cuatro estrellas.

El firmamento se iluminó con caprichosas y ondulantes cortinas de luz, como una aurora en un cielo extraño. Amarillas, verdes, también azules y blancas… Danzantes velos evanescentes y delicados que capturaron las miradas de todos.

Sonó un trueno, como el de voces regias, tonantes y solemnes, y a Yona le cayó hacia atrás la cabeza, arqueando la espalda violentamente, como si la hubiera atravesado un rayo, a la vez que los cuatro dragones frente a ella cayeron al suelo, de rodillas y también ausentes. Y las estrellas caídas encontraron su camino al salón del trono convertidas en brillantes haces de niebla, moviéndose entre los cortesanos, tocándolos, dividiéndose y volviéndose a unir, susurrando oscuras palabras arcanas que ya nadie entendía, acercándose al estrado, más y más…

Hak adopta una postura de ataque, inútil ante la inasible bruma, mientras la reina es flanqueada en formación defensiva por Kan Tae-Jun, Geun-Tae, el viejo Mundok y el general Tae-Woo. Incluso Joo-Doh, más lejos, también desenvaina la espada y lanza un mandoble en vano para cortar la niebla. Las voces sin cuerpo se alzan, atronadoras, rebotando en las paredes y duplicando su intensidad. Los pocos que a estas alturas resisten en pie se tapan con ambas manos los oídos. Una, dos, tres, hasta cinco voces cree distinguir Hak.

El joven Yoon se adelanta para proteger de los haces de bruma a la muchacha, pero su mentor, Ik-Soo, lo detiene con un gesto suave. Llora.

Y finalmente los alcanzan… Y los cuatro dragones, con los ojos vacíos, se ponen en pie y se acercan a Yona, que abre los brazos para ellos.

Las cinco figuras, fundidas en un abrazo sagrado, místico, son alzadas del suelo por fuerzas invisibles. El viento agita sus cabellos, y giran sobre el suelo mientras son atravesados por los haces de bruma y luz. Azul, amarillo… Verde, blanco… Y rojo…

Finalmente, una explosión de luz. Y luego, la risa. Porque las voces del aire reían, mientras Yona y los demás descendían suavemente al pie del trono. Y sobre ellos, los haces de bruma, que todos pensaron que eran onis o yokais, son ahora dragones celestiales. Sí, todos pueden verlos. Enormes, majestuosos, etéreos… Y al frente de sus hermanos, el dragón escarlata. Hiryuu, el fundador del reino. Los cinco dragones, elevándose hacia el cielo.

Reunidos al fin.


Los cambios no fueron inmediatos… Demoraron años… Pero estaba pasando de verdad…

Los saltos de Jae-Ha ya no eran tan altos. Kija iba perdiendo fuerza y escamas por todas partes, hecho que causaba la hilaridad de sus compañeros. Aunque lo más seguro es que a Jae-Ha también le pasaría lo mismo si no fuera por la bota… Además, fueron desapareciendo las marcas rojas de Shin-Ah, y sus pupilas se fueron tornando redondas, como las de cualquiera. Eso sí, sin perder ese hermoso color dorado.

De haber sido otras las circunstancias, hubieran pensado que un nuevo dragón había nacido en la tribu. Pero no… Ya ningún niño más tendrá que sufrir desprecios ni prisiones por llevar sangre de dragón...

Y Zeno…

Bueno, baste decir que una tarde, jugando con el hijo de Yona, el pequeño quiso emular a su padre y le arreó tal zurriagazo al pobre tío postizo con el palo que hacía las veces de quandao infantil, que le abrió una brecha en la frente. Cuando Yoon tuvo que darle cinco puntos de sutura en la aparatosa herida, el joven anciano lloró. Pero lloró de alegría. Porque la vida, la verdadera vida, por fin le había alcanzado.

Y ya el día que su esposa le encontró la primera cana, se enteraron hasta en el país de Xing…