Bueno, soy nueva en esto y espero les agrade. Frank y Lisa son personajes de mi propiedad, pero Tom es de mi amada Jk. Rowling. Contiene lenguaje vulgar y próximamente tendrá escenas fuertes. Quien quiera leerlo, con cualquier criterio, léalo. Pero, déjenme ¡Reviews! Dedicado a mi prima Carola V. Lucero. Y a Lynn. También inspirado en mi author idol: The Fox Lady.

~*~

Una noche de Furia.

By: Anne M. Riddle.

I Capítulo.

"Is not funny when the rabbit has a Gun..."

Tres años antes de Hogwarts.

31 de Octubre de 1943.

Frank Beddingfield, tez morena con descendencia italiana, alto y fornido, delgado y bastante guapo a sus dieciocho años. Era un joven hermoso con ojos de jade, repletos de rizadas pestañas y espesas cejas que reflejaban la característica perfecta de un atractivo varón.

Esa noche estaba sentado al pie de su cama frente a un enorme espejo. Esperaba... silenciosamente en la penumbra de la habitación. Se observaba... a él... y a su interior.

Era su última oportunidad... la última oportunidad de llegar hasta ella, de tenerla, de reclamarla y hacerla suya... y de nadie más.

Las horas habían transcurrido, los minutos y los segundos se habían detenido para él... se confesaba en el espejo, en ese espejo que le había cambiado la vida... donde nunca imaginó que sus temores más profundos y obscuros le darían respuesta alguna a través de este.

Y esa vez no era la excepción... la criatura estaba ahí... dándole órdenes y respuestas que su mediocre mente humana jamás llegaría a ser... a hacer, ni mucho menos, a pensar.

Sus temores infantiles, las lágrimas derramadas con tanta desesperación, los golpes... los gritos e insultos, hasta las más crueles violaciones inhumanas sufridas en el transcurso de su vida... todo. Todo esta ahí, en el reflejo de su persona.

La criatura ya había dictado la orden y él lo sabía... no había marcha atrás. O lo hacía o moría en el intento.

-¿Qué estás esperando... Frank? ¡Vete! – Siseó aquella espantosa criatura a través del cristal.

Frank solo asintió afirmativamente con solo un movimiento de cabeza y se quedó quieto... tan solo unos segundos sin mirarse al espejo. Suspiró. Se colocó la capucha de su sudadera con una mano, mientras que con la otra tomaba la máscara que portaría esa noche, la máscara que para él representaba tantas cosas, como su libertad y su inocencia, las cuales le fueron arrebatadas.

Era una máscara sencilla echa de metal... y estaba orgulloso de su obra. Parecería estúpido que la máscara representara un conejo... pero ese conejo no era un bello animalito... sino uno esquelético, pómulos definidos que intentaban asimilar lo horrenda que era aquella máscara.

Ojos de sangre, grandes y tan rojos como un rubí. Una nariz casi invisible de no ser por dos poros que se acentuaban en ella... terminando finalmente, encima del cráneo de aquel instrumento, con unas orejas retorcidas y deformes hacia arriba.

Se la puso al fin... y volvió su vista hacia el espejo. Lo que vio hizo que su corazón se acelerara de pronto. La expresión de la máscara que portaba en ese momento... sintió miedo... pero el reflejo de aquella atrocidad lo aseguró con un asentimiento.

La criatura del espejo fue sustituida por la máscara. Por él. Fue entonces cuando su corazón se detuvo... La máscara estaba sonriendo. Y él... no la había construido de esa manera necesariamente.

Se levantó con el corazón en la mano y se paró a escasos centímetro del espejo, se observó con calma... pero algo dentro de él se hacia cada vez mas intenso. Ira. Furia. Dolor. Se sintió débil y se odió por ello... sus ojos se cegaron de ira y con una impotencia irreconocible en él... arremetió contra el espejo haciéndolo añicos.

Una extraña tranquilidad se apoderó de él después de aquella violenta acción. Torció sus finos labios casi femeninos en una sonrisa desquiciada. Segundos después salió de la habitación camino a su destino. La casa de Lisa M. Rowe.

La criatura se había ido... y nadie en el tranquilo vecindario de Londres, ni siquiera los pequeños mocosos que celebraban alegremente la noche de brujas notaron el sonido de una pistola dispararse en la casa de Frank, ni tampoco cuando salió de su hogar... dejando a su madre desparramada en el suelo... con el rostro deforme y sin vida.

El arma reposaba en los bolsillos del joven. Pero... ¿Para qué una pistola? No lo sabía con exactitud... Solo por si acaso... por si ella desistía a la idea de acostarse con él. Y eso no era exactamente lo que esperaba... no... no recibiría un "No" como respuesta. Sería suya... por las buenas o por las malas.

Todo tipo de pensamientos atacaban a su mente mientras llegaba a su destino. Se le detuvo el tiempo cuando abrió la perilla de la puerta... la abrió... no necesitaba usar el timbre ya que ella vivía sola tras asesinar a su única familia en el mundo. En fin... eran escoria y su mundo necesitaba estar libre de basura como ellos.

Se adentro en silencio, subiendo escalón por escalón hasta quedar frente a la habitación de ella. Lo sintió... Su corazón latiendo a punto de salirse de su pecho... su pulso acelerándose a cada momento... su respiración entrecortada. La gota de sudor frío que recorría su espalda, hasta el cambio de una mirada seria a una libidinosa por detrás de la máscara. Podía sentirlo.

Abrió la puerta que lo separaba de su amada, quiso detenerse pero no pudo. No había tiempo de retractarse, la puerta... ya estaba abierta.

Ahí estaba ella, sentada en un pequeño banco frente al peinador. Cepillando su largo y sedoso cabello dorado... hermosa. Pensó. Se veía hermosa con un pequeño vestido negro... tirantes finos y el largo hasta por encima de las frágiles rodillas. Perfectamente amoldado a su apenas formado cuerpecito. Sencillamente bella. Como siempre.

El nudo en su garganta se hizo insoportable. Pero... aún así. Habló.

-Adorable... – Murmuró. Ella dio un respingo y se volvió hacia él. – Cariño... Estas preciosa. – Volvió a susurrar con una voz apagada a través de la máscara. Sonrió. -Imbécil... No vuelvas a asustarme de esa manera. – Se mostró visiblemente enojada para después fijar su vista ambarina en las manecillas de su reloj de pulsera. – Dijiste que me recogerías a las nueve... y falta una hora. Además... ¿Qué haces con ese estúpido disfraz?. – Le sonrió descaradamente con un gesto de burla en el rostro. -¿Acaso... no reconoces algo cuando lo ves?. – Conque ella estaba jugando. ¿Ah?. El también jugaría con ella y se iba a asegurar que nunca olvidara la lección. Sin embargo, ella relajó su expresión a cambio de una cara de asombro. -Esa máscara... es la... – Sus palabras se vieron ahogadas ante la afirmación de Frank. Así es... – Se quito la máscara y la tiró al suelo, dejando ver su hermoso rostro.

Caminó hacia ella y la tomó delicadamente por la cintura con una mano acercándola hacia él... dejando escasos centímetros de espacio entre ellos... mientras que con la otra comenzaba a acariciar su cuello ascendiendo hasta su mejilla. El cepillo cayó al suelo.

-¿Qué... qué estas haciendo... Frank? – Titubeó. ¿Estaba Frank... tratando de besarla? No pudo volver a preguntarle algo... él la estaba acorralando contra la pared. Estaba asustada... había anhelado ese momento desde que conoció al chico de ojos esmeraldas, pero esto estaba resultando demasiado fácil. Lo amaba... con toda su alma... con todas sus fuerzas... lo amaba en secreto... pero estaba muy extraño esa noche. -Algo... que he querido hacer... desde hace algún tiempo... pero, hasta ese entonces eras tan solo una niña... – Aspiró lentamente el aroma a sándalo que despedía su cuello de terciopelo. Ella se estremeció ante aquella caricia. – Pero ahora... eres toda una mujer... Muy hermosa, por cierto. – No habló más. Sus labios ya ocupaban los de la joven.

No fue tierno, ni delicado con ella. No era el beso que había esperado de él con tanto anhelo. Fue salvaje y agresivo. Le faltó el aire al cabo de unos segundos... pero él no se detuvo. Ella ahogó un gemido cuando la lengua intrusa de Frank se aventuro en su boca. ¡Por Dios! Eso estaba pasando. Él la besaba, pero no como ella lo deseaba. Cayó en cuenta de que él quería algo más que solo besos.

Y lo comprobó aterrorizada. Una mano intrusa subía por su pierna para después adentrarse por debajo de su falda. No podía respirar. No le estaba gustando la manera... ni la desesperación con la que él estaba actuando. Comenzó a llorar... le estaba haciendo daño. No lo soportó más... Lo empujó lejos de ella, mientras las lágrimas comenzaban a surcar sus mejillas.

-¡¿Qué crees que estas haciendo?! ¡Cómo te atreviste... tan siquiera a pensar... que me quiero acostar contigo! ¡Nunca! – Le reclamó histérica mientras una lágrima resbalaba hasta llegar al piso, y después otra... y otra, y otra más. Se abrazó a sí misma cubriendo su frágil cuerpo que se moría de vergüenza. -Vamos Lisa... yo sé que tu también quieres hacerlo, así que no me vengas con esas cosas. No te estés haciendo la tonta. – Murmuró un poco molesto al tiempo que se volvía a acercar violentamente hacia ella acorralándola bruscamente contra la pared haciendo que su pequeña cabeza se estrellara en un sonido sordo.

Quiso besarla de nuevo pero ella le volteó la cara... cosa que a él no pareció molestarle ya que comenzó un camino de besos que iban bajando hacia su cuello mientras intentaba bajarle los finos tirantes del vestido.

Se vio indefensa. No podía gritar... su garganta no daba sonido alguno. Siguió sollozando en silencio. Estaba perdida. Él... Frank, su único y mejor amigo abusaría de ella y no podría hacer nada para impedirlo. Cerró los ojos e intentó no mirar... no sentir. No había salvación... pero la vio. Frank traía un arma en el bolsillo de su pantalón.

La pistola se veía tan tentadora, pero por otra parte no quería lastimar a su amigo. ¡Pero él quería violarla! No lo pensó dos veces. Con un ágil movimiento tiró de ella y volvió a empujarlo esta ves con más fuerza, él no se acercó más. Ella lo apuntaba temblorosa.

Frank se vio en problemas, pero entonces la aterrada chica se sorprendió ante la sonrisa del joven. Frank estaba mas desquiciado que ella... estaba trastornado. Y tenía miedo de lo que él pudiera traerse entre manos. La pistola tembló.

-Te... te lo advierto Frank. No te me vuelvas a acercar. O si no... – No pudo seguir. Se quedó de piedra al ver a Frank avanzar hacia ella. - ¡No te me acerques! -Tranquila Lisa... si fueras una niña buena y cooperaras nadie saldría lastimado. – Quiso dar otro paso pero se vio interrumpido por el sonido que hace el gatillo al jalarse. – Te estás portando mal, Lisa. – Dijo molesto. Para entonces una idea maquiavélica cruzó por su mente. Sonrió. - ¿Me matarías? ¿Sabes lo que pasa... si me haces daño, Lisa? – Una ves más trató de acercarse pero se detuvo nuevamente. Lisa apuntaba a su cabeza con mucha seguridad. -¡Lárgate! ¡No quiero saberlo! ¡Vete! – Gritó furiosa. Él se llevó una mano al pecho, fingiendo estar ofendido. -¡Lisa! ¿Me estas echando? – Dejó de lado el teatro y se puso serio. – Mira Pendeja... te diré como esta la situación. Si me matas, entonces no tendrás a nadie. A nadie. – Recalcó. Lisa seguía llorando. - ¿Y comprendes lo que eso significa, Estúpida? Significa que te vas a quedar sola. Que te vas pudrir sola en esta maldita casa. Que si te mueres nadie se dará cuenta. ¿Y sabes por qué? – Lisa comenzó a bajar el arma. La estaba lastimando. Le dolían mucho esas palabras. Porque sabía que eso era cierto. Completamente cierto. -Basta Frank... – susurró destrozada. -¡Porque a nadie le importas Lisa Rowe! – Gritó con un extraño brillo en los ojos. - ¡A nadie! -¡No! ¡Cállate! ¡Basta ya! – Se llevó las manos a la cabeza, aún con la pistola en una mano mientras que con la otra tiraba de sus cabellos. Lloraba desconsoladamente. -Pero... eso puede cambiar. Porque yo te amo Lisa, y yo te voy a cuidar. – Se acercó lentamente.

Ella le volvió a apuntar, pero se empezaba a suavizar. Frank alargó una mano y tomó las manos de ella. Pero ella no soltaba el arma... aunque por otro lado comenzaba a bajar las manos con su ayuda.

-Yo te voy a cuidar... y te voy a querer mucho... y siempre... voy a estar contigo. Siempre. – Hablaba cautelosamente tratando de que ella se lo creyera todo. – Ahora dame esa pistola y nadie saldrá lastimado. ¿Sí? – Su mano derecha se posó en su cintura de nuevo mientras que la otra seguía sobre la mano con la que ella portaba la pistola de origen Muggle.

Ella estaba en shock, sostenía el arma fuertemente. Sabía que él estaba mintiendo... pero y si lo que decía ¿Era verdad?. Lo supo cuando él murmuró.

-Dámela. ¡Qué me las des! .- Tiró de ella. Grave error. -¡No! – Gritó ella.

La pistola se disparó, Lisa solo cerró sus ojos. Un sonido sordo contra el suelo la hizo abrirlos de nuevo. Se quedó sin aire. La pistola cayó al suelo. Sus manos comenzaron a temblar bruscamente.

-Frank... ¿Frank?... ¡Frank! – Gritó horrorizada. Frank, Su Frank yacía en el suelo. Con el ojo izquierdo perforado por una bala... mientras que el otro estaba abierto a mas no poder en una expresión de horror.

Cayó de rodillas al suelo, junto al cuerpo de su amado. Gritó su nombre varias veces mientras lloraba desesperadamente. Él estaba muerto. Muerto... Ya estaba sola.

Se arrastró hacia la pared y se recargó en ella abrazando sus rodillas como si su vida dependiera de ello. Lloró como nunca en su vida... Pasaron horas... hasta que algo en su cabeza comenzó a crecer con fuerza...

De la nada... comenzó a reírse. A carcajada limpia... para después levantarse a tropezones para levantar el teléfono y marcar a la policía... Contestaron.

-Buenas noches. Policía de Londres. ¿En qué puedo ayudarle? – Contestó la operadora por el otro lado de la línea. -Él está muerto... – Susurró. – ¡Frank esta muerto!... ¡Frank Beddingfield está muerto! – Gritó como una loca y después estalló a carcajadas. Dejó caer el teléfono y se tiró al suelo. Reía y lloraba. Se estaba volviendo loca. Loca.

Lisa Marie Rowe no volvió a ser la misma desde esa noche. Esa noche estaría en sus recuerdos toda su vida. Jamás olvidaría a Frank... Jamás. Y eso... le costó su libertad.

Un mes después.

Hospital Psiquiátrico para Enfermos Mentales.

Lisa estaba sentada en el piso acolchonado... arrinconada como un animalito abandonado en una esquina. Atrapada. Sin libertad alguna... sus manos sin movimiento, gracias a la camisa de fuerza.

Su piel incolora... por la falta de luz solar, las manchas rojas que se asomaban por debajo de sus apagados ojos sin vida. Su cabello antes sedoso y fino... ahora enmarañado y descuidado. Esquelética... arruinada por completo.

Sus ojos ambarinos... ahora amarillentos estaban perdidos en alguna parte de aquella habitación. Fue entonces cuando vio la puerta abrirse. ¿Desde cuando tenía visitas? Había llegado ahí y tenía un mes sin ver a una persona normal... Frank tenía razón, nadie la había amado hasta ese entonces.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente ante aquella imagen. Traje de felpa negra, sudadera con capucha... La máscara del conejo que ahora le sonreía. La figura se movió quitándose la máscara que traía puesta. Lisa ahogó un grito. Lo conocía... era Frank y su ojo con sangre... perforado...

-Hola Lisa... – Frank le sonrió.

Un sonido sordo se astilló en la garganta de la joven como si fuera una uña resquebrajada. Sus gritos se ahogaron en la habitación cubierta de colchones. La puerta se cerró tras de Frank.

Frank había vuelto. Y no necesariamente vivo.

~*~

¡Fiu! Terminé el capítulo uno, me esforcé mucho. Espero que quien lo lea, sea de su agrado. Los capítulos siguientes serán más interesantes. No les prometo nada. Solo sorpresas.

Y no lo olviden. =(

R

E

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