Disclaimer: los personajes son propiedad de J.K, yo sólo tengo algo de tiempo libre y los tomo prestados mientras tanto.
Notas de la autora: con esto si puedo decir, ¡estoy de regreso! Aprovecho para dar las gracias por su apoyo a todos mis trabajos anteriores y bienvenidos una vez más. Honestamente, pensé largo y tendido sobre si debía publicar esta historia. Quienes me conocen saben que me inclino más hacia el fluff con un toque de humor y esto... bueno, es todo menos eso. Siempre me gusta contar un poco sobre el "detrás de escena" y esta vez no será la excepción. Escribí los primeros capítulos hace meses, un día que estaba tremendamente frustrada, agotada y hastiada de mi tesis. Fue un excelente desahogo. Después vino la pregunta, ¿vale la pena continuarlo? Y decidí que sí, aunque contiene temas y situaciones bastante difíciles. Por eso me veo obligada (por primera vez) a hacer una advertencia de contenido. Esta historia tiene una narrativa muy diferente, incluye escenas muy oscuras y trata temas complejos. Si no tienes problemas con eso, adelante. Los invito a leer.
Parte I. Tragedia
1. El peor día de la vida
No es algo para tomar a juego. Aunque tampoco es algo que se vea venir. No, es un día que jamás se espera. Es un día tabú, al que a veces se hace referencia cuando se ha tenido un mal día, pero el peor… Existe, no es un cuento. Es un día que cambia el rumbo de la vida, es un día que consume el espíritu y borra todo rastro de esperanza. Y ese es el problema, cuando la esperanza se pierde, cuando ya no puedes mirar a tus amigos a la cara, cuando lo único que evita que te conviertas en un cascarón vacío es el dolor que sientes. Y el odio. El odio que carcome y se apodera de tus entrañas, todo compactado y dirigido a una sola persona: tú mismo.
El peor día en la vida de Harry James Potter fue un jueves, que empezó como cualquier otro mundano jueves. Su reloj despertador cumplió con su función a las 8:00 a.m. Él lo ignoró diez minutos, hasta que una risueña voz llegó flotando junto con aroma a café. Entonces tomó su toalla y abandonó el nido de sábanas. Tomó una ducha de 17 minutos y salió al encuentro de la voz, que volvía a llamarlo. La voz pertenecía a una chica de cabellos rojos como la sangre y mejillas arreboladas. Ella iba y venía en su pequeño escenario: una cocina minimalista con aparatos de acero inoxidable. Una taza humeante lo esperaba, junto con una sonrisa preciosa.
-Ochos minutos, bombón -anunció, yendo de un lado a otro con un recipiente en las manos.
-¿Cuándo me he pasado del tiempo? -ella reaccionó con una risa dulce ante el chiste privado.
-Ceno con mis padres hoy.
-¿Me pides permiso?
-Te informo -el largo cabello se meció acompañando la expresión de juguetona reprobación.
-Llegaré tarde.
-¿Misión importante hoy?
-Eso parece. Espero tener algo que celebrar dentro de un par de horas.
-Lo tendrás, has trabajado mucho en este caso -una mano tibia sobre su brazo acompañó la aseveración.
Como subjefe del cuerpo de aurores, llevaba meses dirigiendo una operación enfocada en desmantelar una red de comercio de objetos de magia oscura. Si todo iba como estipulaban, ese día atraparían a los dirigentes. Entonces podría regresar a casa y abrazar a su hermosa prometida hasta ser vencido por el sueño.
-Un minuto.
-Con eso basta para un beso.
La chica aguardó con la cabeza gacha. El beso de despedida y el de buenas noches siempre se lo daba en el cabello, dejando los besos en los labios para los momentos más distendidos.
Lo que ninguno de ellos imaginó, fue que no habrían más besos. Ni en el cabello, ni en los labios. Porque para que haya fuego se necesita oxígeno, y eso se acabaría para ambos. En sólo un par de horas.
Su llegada al Ministerio de Magia también fue normal, lo que después sería un irónico recordatorio. La secretaria del vestíbulo en el nivel de Seguridad Mágica estaba tomando té y leyendo "El Profeta". Tres de sus compañeros ya esperaban órdenes y los memorándums no tardaron en aparecer. Cinco minutos antes de la hora, también hizo acto de presencia un sobradamente conocido rostro pecoso.
-¡Está peor cada día!
-¿Acabó la luna de miel?
Ronald Weasley se había casado tres meses atrás, con su otra mejor amiga de la infancia: Hermione Granger. Muchos habían esperado por eso durante años, aunque secretamente, él lo había dudado. Ellos no eran una harmonía como Ginny y él, sino que se movía cada quien tocando sus propias notas.
-Acabó, se incendió y se enterró. ¿Sabes que hizo justo antes de salir? ¡Quemó mi almuerzo! ¡A propósito! ¡Me dijo que no se mató durante seis años en la Academia de Medimagos para terminar siendo mi sirvienta!
-Y tiene razón, Ron…
-¿Cómo que tiene razón? Bueno, pero es mi esposa… A este paso, terminaremos envenenándonos para quedarnos con los bienes del otro.
-Como que estás en desventaja, ¿no?
-Nunca te cases, eso tira el romance por un caño.
Harry contempló con una sonrisa a su amigo, desestimando un su mente todo lo que decía. Ron amaba la comida y amaba pelear, pero aún más, amaba a Hermione. De una forma que no comprendía, pero que parecía ser suficiente.
-Le darás un beso cuando llegues a casa.
-Claro, porque planeo llegar ebrio.
Las risas se evaporan sin necesidad de calor, quedan como ecos invisibles contra las paredes. Se extinguen así como surgen y nunca nadie se pregunta cuándo volverán a resurgir, simplemente se asume eso: que volverán. Sólo las almas saturadas comprenden que ese es el peor error.
-Equipo vigía, equipo de confrontación y equipo de apoyo. Diez minutos de diferencia cada uno. Es hora de ir a escena, caballeros.
Fue la orden de Harry Potter, subjefe de aurores, esa mañana de jueves.
El primer equipo partió en cuanto él terminó de hablar, con los demás mirándose entre sí reconociendo su puesto. Identificándose como parte de un mismo objetivo.
Y tal como lo dijo, diez minutos después, él mismo partió junto a tres de sus compañeros. Porque el tiempo se respeta, porque el tiempo es una medida universal. Porque lo único que da sentido a las acciones y al pensar, es que ocurre atado a un instante. Como ese instante que pierdes al mirar atrás, como ese instante que te pone en línea con tu destino.
Harry se apareció, pensando que se aproximaba otro momento de éxito en su carrera. Pero no llegó a un prado o a un bosque iluminado, llegó a un campo de batalla. De los tres enviados en el equipo de vigía, sólo uno de ellos permanecía en pie. Escasamente. Dos personas con máscaras blancas lo atacaban a intervalos regulares, haciéndolo tambalearse de un lado a otro. Un tercero miraba a un par de metros, riendo como un poseso. Cuatro varitas se unieron a la refriega, parando el infame espectáculo. Pero estaban sólo ante los payasos. Lo supieron cuando el tercer hombre se incorporó y seis tipos más aparecieron, con idénticas máscaras y habilidades superiores. Ahora enviaba a las bestias del circo.
Nunca lo había admitido, como nunca se admite un mal hábito o algo que te pone a dudar de ti mismo. Pero a Harry le fascinaba el sonido de los hechizos. Lanzar, esquivar, chocando, rebotando y dando directo en el blanco. Batirse a duelo era como una noche de apuestas. Todo para ganar, todo para perder, cada lado buscando la mejor combinación. La vida es y no es como el póquer. No hay una sola mano ganadora, ante cualquier circunstancia. Y también se arriesga mucho sin tener plena noción de ello hasta que se ha perdido.
Harry creía saber sobre la perdida, hasta que llegó ese momento congelado en el tiempo.
Dos de sus amigos cayeron y él se encontró acorralado junto a Ron, desviando hechizos más de los que enviaban. ¿Acaso no pasa eso en cada aspecto de la vida? Cuando más grande es el problema, más se desvía la atención y se dejan de formular soluciones.
-Situación de emergencia -gritó, en contra de sí mismo. El comando que jamás creyó que usaría, ese que constituía el mayor tópico indiscutible entre sus semejantes.
Una autorización para matar.
-No creo que sea…
Varias figuras más se materializaron, penetrando en la confusión.
-¡Situación de emergencia!
La reacción del equipo de apoyo sólo avivó la ferocidad de las bestias. Si Harry se permitía ser sarcástico en ese momento, empezaría a preguntar por las trapecistas y los acróbatas. Pero si algo sobraba en esa ruin puesta en escena, era la magia. Inundando la habitación, sofocando a los presentes hasta hacerlos presas de sí mismos. Uno, dos, tres… como un castillo de naipes desbaratado por el viento o porque alguien se acercó demasiado. Así cayeron de uno y otro lado. No había más lugar en su cabeza que para repetir los mismos hechizos, empeñándose por ser quien quedase de pie.
¿De dónde viene todo el vacío, el dolor y el odio? Viene de dos momentos unidos en uno solo, de dos palabras, de dos voces y una desgarradora trayectoria.
Avada Kedavra.
Dijeron la bestia y el subjefe de aurores, en el mismo instante en que un cuerpo derribaba al héroe de su posición. La más ridícula y acertada representación de un héroe caído. El sonido de no uno ni dos, sino tres cuerpos impactando el piso.
Un auror desmayado, un auror derrumbado y un auror muerto.
2. El triángulo del fuego
Representa los tres elementos necesarios para que se produzca la combustión.
Combustible, oxígeno y calor.
Oxígeno, calor y combustible.
Calor, combustible y oxígeno.
Ordénalos como quieras, si tienes los tres en las cantidades adecuadas: arderás. Como las brasas de una barbacoa un domingo, como el incienso en la iglesia de los creyentes, como la punta de un cigarrillo, como las llamas reduciendo a cenizas al hijo de alguien. Es una imagen mental difícil de espantar una vez que la has invocado, es un calor y un frío que viene de la nada y te consume a su propio ritmo.
-¿Saben qué fue lo último que me dijo? "De todas formas, mi madre cocina mejor que tú". Una estupidez, una estupidez…
-Hermione…
¿Cuántas veces se habrían abrazado las dos chicas mientras compartían sus penas amorosas? Muchas, probablemente. Pero nunca así, nunca compartiendo el dolor de forma tan tangible. Ginny nunca se quedaba sin palabras y Hermione nunca lloraba en silencio. ¿No decían que eso lastima aún más? Tal vez en su mente estuviera gritando y ellos no podían escuchar.
Dos días atrás, acorde a la maldita medida del tiempo, Harry, subjefe de aurores, había reportado tres bajas. No era la primera vez que lo hacía, pero sí fue la primera en que la mano le temblaba al punto de tirar la pluma al menos diez veces antes de conseguir terminar.
Daniel Callahan, Demian Zane y Ronald Weasley.
-Yo lo vi el sábado. Dijo "esta semana será nuestra semana, Ginne. Me voy a emborrachar en jueves y a nadie le importará".
-Eso es lo que él creía.
La risa de Hermione sonaba hueca, como algo hermoso que ha sido destinado al olvido.
-¿Podrías dejar de fumar, cariño?
Más ceniza sobre la alfombra, menos tiempo para la combustión.
-Estaré fuera.
-¿A esta hora? Está helando, Harry.
-Entonces cierra las ventanas.
No hubo segunda réplica ni miradas ofendidas, porque ella sufría por un hermano y creía que él sufría por un amigo. ¿Por qué no podía explicarle que esa compasión sólo lo hundía? No necesitaba comprensión y amor, necesitaba reclamos y odio. Porque eso era todo lo que él tenía para dar. Reclamos y odio.
La noche sí estaba fría, pero el frío pierde poder en alguien que ha dejado de sentir. En alguien que ha hecho su humanidad a un lado y se ha centrado en no dejarse morir. Realmente, ¿cuál era el propósito de eso? Lo tenía menos claro mientras más atravesaba la neblina. No quería pensar en calor, no quería pensar en frío, no quería pensar en absoluto. Quería suprimir todo, cada una de las voces en su cabeza. Esas que lo atormentaban y lo sometían a un estado de vigilia continua. ¿Qué caso tenía seguir así? Como un despojo, una sombra de sí mismo. Lo peor era cuando se miraba al espejo. Nada había cambiado. Los mismos ojos verdes, el mismo cabello indomable, la misma cicatriz en forma de rayo. No lo merecía. Lo que merecía era una nueva cicatriz, una que nunca sanara y le quemara en carne viva por el resto de su existencia. Sonrió, porque en el fondo sabía que la tenía. No era visible, lo que la hacía peor. Era una cicatriz interna que pudría sus entrañas y le arrebataba los restos de cordura.
-Situación de emergencia.
Sonó como murmullo en la gélida noche, mientras Harry Potter, de 27 años, rompía en tres partes una varita de acebo y pluma de fénix.
-Una para ti.
Otorgó, entregándosela a la noche.
-Otra para ti.
Siguió, lanzándola frente a sí hasta que la vio desaparecer.
-Y esta se queda conmigo.
Guardó el último trozo en su bolsillo. Como un perfecto triángulo de fuego. Como un contradictorio triángulo de fuego. La noche era el oxígeno, el agua era el calor y él era el combustible.
Pocas personas recuerdan aprender a caminar, pero debía ser algo similar. Un pie primero, luego el otro. Un ligero tambaleo. Y repites la acción.
Esos veintisiete años habían sido un juego mórbido entre él y la vida. Haciéndole conocer la perdida desde pequeño, después dándole compañía y quitándosela de nuevo. Ambos, él y la vida, se habían dado y arrebatado cosas. Tenía algo de poético ser quien ejecutara la última jugada.
Pero en ese ínfimo instante, no importaba quien había anotado más ni quien quedaba en deuda. Importaba el saldo. Sabía que estaba a su favor. Su mera existencia agravaba la pena de las personas a las que debió proteger, era el camino a seguir. La caída definitiva del héroe.
-Si tienes que pensarlo tanto, probablemente no debas hacerlo.
Harry se aferró al tubo, rechazando el impulso que le dio el sobresalto.
-Eso decía mi abuela. Aunque no sé si deberíamos hacerle caso a lo que decía alguien que se llamaba Casiopea.
-¿Malfoy?
-¿Potter? -devolvió, componiendo una perfecta sátira de su tono incrédulo.
-¿Qué haces aquí?
-¿Por qué no habría de estar aquí? ¿Qué, ahora eres dueño de la noche y del puente?
-Bueno…
-¿Y bien? ¿Vas a saltar?
-Vete a la mierda.
-Vengo de ahí, cielo.
Malfoy sonrió hacia la noche, de esa manera en que se sonríe cuando se está perfectamente satisfecho de lo dicho.
-Pues regresa.
-¿Por qué no vas tú?
-¿Hace cuánto que estás viéndome?
-Desde el primer día, ¿no lo sabes? Ya son dieciocho años de este tormentoso amor no correspondido.
-Dieciséis años -corrigió automáticamente. Así hacía todo en el último tiempo.
-¿Tan poco ha pasado?
-¿Te parece poco?
-No hablaba contigo.
Harry se removió en su sitio.
-Oh Merlín, no me digas que confundí todo. Creí que ibas a matarte, pero… ¿Acaso planeabas orinar hacia el río? Vaya, estoy escandalizado. Y también un poco encantado con la idea. ¿Te acompaño?
-¿Para qué? ¿Vas a sostenerme la polla?
-Sólo para aclarar el panorama, lo que dije antes fue una broma, Potter. Una bro-ma.
-Justo como lo que yo acabo de decir.
-Tienes dos opciones, orinas o te bajas de ahí -sentenció, apoyando ambos codos en la baranda.
-¿Qué hay sobre saltar?
-Eso no es opción. ¿Qué tal si pasó alguien y nos vio hablando? No quiero ser quien cargue con tu cadáver, Potter.
-Vaya, cuando creí que ibas a decir algo amable por primera vez en tu vida. Además, dudo que alguien más se atreva a salir con el frío que hace.
-Tú y yo salimos a pesar del frío. ¿Cómo sabes que no habrá un tercer loco que también lo haga?
-Esperaba ser el único por aquí.
-Ah, qué lástima. Pero este maldito mundo no está a disposición de tus caprichos.
Malfoy acompañó la frase con una mueca de disgusto, como si hubiera probado algo agrio.
-¿Eso también lo decía algún familiar tuyo?
-No, esa es mía. Puedes citarme cuando quieras.
-¿Mañana a la misma hora en este puente?
-No me refería a… ¿Qué demonios pasa contigo, Potter?
-Estoy seguro de que lo sabes.
-Yo… En realidad estoy un poco alejado de la comunidad mágica.
-No me fío de tu palabra, pero tampoco es que me importe. Es sólo que esta ha sido la peor semana de mi vida.
-¿La peor en el sentido romántico o en el crudo?
-En el crudo.
-¿No estás exagerando?
-Ha sido una autentica mierda.
-¿Por qué no me cuentas un poco más? Estás con el experto en mierdas y malas decisiones.
Harry dejó vagar su mente y sus deseos sobre la espuma a ambos lados del río. Después bajó de un salto, apostándose a unos pasos de Malfoy.
-¿Desde cuándo te refieres así a ti mismo?
-Desde que cometí mierda tras mierda y tomé malas decisiones. Pon un poco de atención, ¿quieres?
-¿Tú admitiendo tus errores?
-Bien, ya sabes. A veces la vida te golpea tanto que no hay más alternativa.
-Pareces bastante entero.
-Ahora, creo que eso es lo más amable que me has dicho en tu vida.
-Deberías ser reciproco, ¿no crees?
-¿Quieres escuchar algo amable?
-¿Por qué no? Venga, hazme la noche.
Harry enfrentó a su ex compañero con los brazos cruzados y la firme certeza que nada, absolutamente nada de lo que ese rubio engreído dijera, iba a hacerlo sentir mejor.
-De acuerdo. Potter… Harry. Harry Potter. Cómo sea… Me alegra que no te mataras. Parece que entre tanta porquería, al fin hice algo bien.
Claro que jamás consideró que recibiría una respuesta tan directa y aparentemente, sincera.
-Yo no iba a…
-¿No ibas a saltar?
-Iba a orinar.
-Como chiste está bien, pero sabes que no es verdad.
-¿Por qué saltaría de un puente?
-Eso es algo que sólo tú puedes contestar.
-¿A ti?
-No estoy preguntándolo, precisamente.
-Ah, Malfoy.
-Pero si lo que te trajo aquí esta noche es tanto que está devastándote desde dentro… Es mejor que lo dejes salir. Díselo al aire, a las rocas, a algún amigo. No le des poder sobre ti.
-¿Por qué te interesa tanto?
-No estoy seguro de que me interese. Pero sé cómo se siente estar desesperado, querer gritar por auxilio y tragarse eso una y otra vez.
-Asfixia.
-Necesitas una tabla, un salvavidas, algo… Y al mismo tiempo sientes que no lo mereces. Te dejas arrastrar por el autodesprecio y sucumbes, finalmente te derrumbas.
-¿Qué te pasó en la vida, amigo?
La interrogante no llegó con burla o mala intención, tampoco fue recibida con desprecio, sino con una perezosa sonrisa.
-¿Ahora somos amigos?
-Amigos en la desgracia, puede ser.
-Sí, puede ser. Volviendo a tu pregunta… Lo que me pasó fue la vida misma.
-Creo que quiero escuchar un poco sobre eso.
-Tal vez otro día, ya es hora de que vuelva.
-¿Vives cerca?
-No lo sé, todo parece muy relativo estos días.
-¿Entonces?
-Ya nos encontraremos por ahí. Capaz que tu tribulación será una especie de imán para mí.
-¿Acaso planeas convertirte en mi ángel de la guarda?
-No creo dar el tipo, sería más como un demonio acompañante.
-Buenas noches, Malfoy.
-Ve, ya no es momento de seguir hablando de demonios o discutiendo sobre la vida y lo cabrona que ha sido con nosotros.
Harry se permitió una sonrisa cansada antes de desaparecer, aún con la visión del pensativo rubio impresa tras sus parpados.
Notas finales: como dije, esta no será una de mis historias llenas de corazones y mermelada. Pero creo que tiene su magia, espero que les guste. Olvidé decirlo al inicio, pero este fic ya lo tengo completamente escrito. Tiene ocho partes y publicaré una cada viernes, como es usual. También, en mi perfil he dejado el link a una playlist de YT, contiene esas canciones que escuché una y otra vez mientras escribía. Hay un poco de todo, así que pueden visitarla. Además, he actualizado mi perfil, por si quieren conocer un poco más sobre su servidora. Es todo por hoy.
En la parte II: pecados.
Hasta la próxima semana, Allyselle
