Comentarios Iniciales:
Saludos. Como se puede apreciar, esta es una obra centrada en los hechos de The Legend of Zelda: Ocarina of Time , más sin embargo, es una parcial "novelización" de ese juego, o más bien la parte final de este, lo plasmaré a mi manera, ya que esta es una obra que servirá como precuela histórica de mi Fanfic en progreso "The Legend of Zelda: Génesis de la Extinción" ubicada milenios después de Ocarina, pero más adelante en ese fic haré referencias a sucesos que relataré en esta historia que se compondrá por tres capítulos. Subiré el capítulo 2 de esta historia en Febrero. En cambio mi Fic Génesis de la Extinción lo actualizo TODOS los Domingos, sin falta ni demora.
Como dije esta historia se ubica en la fase ya final de OOT, en el punto que Link ya ha despertado a todos los Sabios y le espera enfrentar a Ganondorf, pero en vez de que Sheik revele su identidad en el Templo del Tiempo, en esta historia cambiaré eso y la revelación será un poco más dramática. La clasificación es M, ósea Lemon, en los tres capítulos habrá Lemon y situaciones sexuales explícitas, pero sin rozar la obscenidad ni lo soez sino apelando al romance y la pasion. Hay SPOILERS. Y eso es todo. Disfruten:
Preludio: Reencuentro de los Ungidos
No sabía qué hacia, sólo corría guiado por el instinto, una curiosidad desesperada e insaciable. ¿Qué ocultaba bajo una máscara? ¿Por qué lo ayudaba? ¿Cómo tenía tanto conocimiento de él y su destino? ¿Qué sabía de Zelda?...
Atravesando el espeso follaje de los árboles, el Héroe del Tiempo mantenía un ritmo mientras que con agilidad perseguía a un blanco en específico. A Él. El joven miembro de la Tribu de las sombras, el que se hacía llamar Sheik. Este con tranquilidad se retiraba a alguna parte, mientras que Link lo perseguía entre los bosques del oeste a una distancia prudencial para no ser visto ni oído.
Con una gran dificultad Link cazaba al joven Sheikah, siguiéndole el paso a duras penas, era una ardua labor para el Héroe ya que su presa era extremadamente rápido, ágil, y conocía perfectamente la ruta.
Link se mantenía ensimismado en sus recuerdos y las dudas que invadían toda su mente, mientras que se regañaba a si mismo que se mantuviera atento y alerta para no perder de vista a Sheik.
Pero de repente, el Sheikah se detuvo en seco, y Link alertandose se ocultó tras un árbol temiendo haber sido descubierto. Para comenzar, Link se preguntó a sí mismo ¿Qué hacía allí?.
Todo era por Zelda. Nada más. Su amiga de la infancia, que llevaba más de ocho años sin ver, siete estando oculto en el templo de la luz, y todo su periplo en otro tiempo le había consumido impetuosamente otro año de su vida.
Quería ver a Zelda, era una necesidad asfixiante, un anhelo insano, no le bastaba con que Sheik, el Sabio Rauru o Impa le dijeran que estaba sana y salva. No, necesitaba, debía verla, estaba desesperado. Y prueba de ello era la locura que estaba haciendo, y el por qué estaba oculto, acosando a un siervo Sheikah de las Diosas que lo había guiado por todo ese año en su misión.
Estaba enojado, al borde de la rabia por ser un ignorante del paradero de la Princesa, cumplía con su misión por el ardiente deseo de cuidar a su Reino, aliviarlo de la cruenta opresión de Ganondorf, y traer la luz como estaba profetizado... ¿Pero por qué otra cosa hacia todo lo que hacía? Por ella, ella era la razón por la que nunca retrocedió con cobardía ni miedo en su misión. En cada combate, en cada situación, en cada laberinto, pensar en su voz, en su sublime sonrisa, en su esencia, lo hacia avanzar con la determinación como escudo y la valentía como espada. Y sin comprender un por qué. El la conoció por muy poco tiempo, pero tenía la sensación de conocerla desde hace tanto tiempo... A la vez de que su corazón se aceleraba al pensar en ella.
Sin embargo, ni ser incinerado por las llamas de Volvagia, ni ser ahogado por Morpha, ni desollado por el Fantasma de Ganondorf se comparaba con el miedo, pavor y dolor de siquiera meditar la posibilidad de perder a Zelda. De no volver a verla a ver. Ningún miedo se comparaba a ese temor morboso.
Finalmente se asomó con discreción a un lado del árbol para mirar a Sheik, pero al hacerlo, no estaba ahí.
—Maldición...—murmuró enfurecido Link, al ver que perdió de vista a Sheik, apretando sus puños al punto que sus uñas comenzaron a clavarse en su palma. Soltando su bolso y municiones y escudo, incluso se su espada, y la escondió entre las raíces de un cedro. El joven, se acercó a la zona en la que pocos segundos antes estaba su presa. Si, Presa, Link estaba literalmente cazando a Sheik, iba a sacarle lo que quería, el paradero de Zelda, así fuera a medidas poco diplomáticas. Estaba cansado de las indirectas, de los secretos y verdades a medias. Había aguantado ocho años, ocho largos años, sin saber siquiera que había sucedido con Zelda. Había sido paciente, había tratado de ser comprensivo, pero ahora se acercaba la batalla final contra su auténtico Nemesis, autor y protagonista de sus más horrorosas pesadillas, Ganondorf. Y más que nunca, necesitaba el valor que sólo ella le daba. No se sentía capaz de enfrentar al Rey del Mal, no sin ella a su lado. La furia nublaba sus sentidos. Ni siquiera el mismo entendía la razón de su malestar y desesperación, sólo se guiaba por su sentir.
Link miró a su alrededor con cautela, en silencio, sólo oyendo su respiración. Comenzaba anochecer en los bosques, sólo quedaba una hora de luz solar. Los árboles eran majestuosos y enormes, cubriendo la totalidad del horizonte a todo punto cardinal posible. El ceño de Link estaba fruncido, mientras que sus sentidos estaban agudizados observando a su alrededor. ¿Donde pudo haberse ido Sheik? Hasta que su vista se posó en una cueva a la lejanía, bastante oculta, en la que comenzaba a salir un ligero humo. Sin demora, Link fue hacia ese lugar a paso apretado.
Entre la oscuridad del lugar, estaba la Sheikah, a solas. En su refugio con muy pocas pertenencias, un sacó de dormir espacioso y acolchado, un bolso con armas, alimentos, agua, y un círculo de piedra algo apartado en el fondo donde encendía fuego.
La joven comenzó a encender una pequeña fogata, lográndolo fácilmente. Ocho años haciendo lo mismo cada noche ya la había vuelto una experta. La oscuridad de la cueva se vió desvanecida por la luz del fuego rojizo que comenzó a crecer a medida que la chica le ponía ramas secas como combustible. Sus ojos rojos por el poder del conjuro de modificación física que usaba para aparentar ser alguien más se fijaba directamente a la llamaba bailarina que tenía frente si, y que disipaba el frío y la humedad del lugar. Unas lágrimas espesas corrieron por los ojos de Zelda, la joven detrás de la máscara. Las lágrimas recorrieron sus finas mejillas y cayeron entre los vendajes que cubrían la mitad de su rostro ocultaba su identidad.
Estaba agotada, con una creciente ansiedad consumiendo su pecho, que devorando su juicio y le causaba un lento y tortuoso dolor en su alma. Cada vez que veía a Link, fingiendo ser alguien que no era, mostrando un rostro que no tenía, simulando tener la fortaleza que le faltaba. Tener a su amado tan cerca, pero a la vez tan lejos, distante. Eso la destrozaba. Ella había comprendido que sus almas estaban estrechamente enlazadas, desde tiempos remotos. No sólo por el lazo de una misión, sino por una mucho más intensa y poderosa. Pese a haberse relacionado con el joven héroe por poco tiempo, lo sentía, estaba enamorada, lo amaba, tan intensamente como su encarnación pasada amó con vehemencia a su Héroe. Su Alma ardía en amor por él.
Pero estaban en una guerra, una guerra cruenta y que cada vez más cobraba vidas inocentes. No podía permitirse el doblegarse por deseos carnales, deseos egoístas. Debía cumplir su misión, de guiar al Héroe para cumplir su designio. Así si eso significaba oprimir aún más su dolido corazón. Secó sus lágrimas, decidida a no volver a mostrar ápice de debilidad o melancolía. Por el bien de los seres que amaba. Pero sin embargo, sus ojos se abrieron desmesuradamente al sentir la presencia de alguien a su espalda, en su ensimismamiento ni se percató de la cercanía de un intruso. Rápidamente se giró mientras se levantaba, a la vez que sacaba de su estuche del muslo una kunai para defenderse, sin embargo su cuerpo se frenó abruptamente, mientras su corazón se estremecía, su espalda se tensaba y su respiración se descontrolaba, todo eso al ver el rostro del joven que tanto conocía.
Sin embargo, la mirada ardiente de Link, furiosa y encolerizada, sus ojos azules como el cielo al anochecer, hizo que se estremeciera y que tragara en seco. La cercanía la ponía nerviosa, sentía como su traicionero cuerpo le hacía pasar un mal momento, como comenzaba a sudar frío, un intenso calor la invadía. Pero la palidez invadió su rostro. Zelda observó de nuevo el rostro del dueño de sus sueños, sus facciones finas pero a la vez masculinas, su cabello rubio dorado desordenado, sus profundos ojos que ahora la miraban con molestia. Eso último la confundía, y a la vez le dolía.
—Hé-roe... No sé a que se deba su presencia aquí, pero debo pedirle que se retire, inmediatamente, no es seguro ni para usted ni para mi—dijo Zelda reponiéndose de su desliz. Mientras que con su magia hacia que su voz sonará masculina para ocultarse. Trataba de mantenerse quieta y serena, pero no podía. En cierta forma le atemorizaba la mirada tan fría y cortante de Link. Zelda sólo se preguntaba cómo la había encontrado, y a reprenderse a si misma por lo descuidada que había sido.
Pero Zelda dió un chillido de sorpresa cuando, con poca delicadeza Link tomó por los hombros al supuesto Sheikah y lo acorraló contra una de las paredes, apresandola con su cuerpo y con sus manos sujetándola con con fuerza contra la pared. Zelda comenzaba a caer presa de pánico, su cuerpo comenzó a temblar, mientras que el maldito y dulce aroma de su amado embriagaba sus sentidos al punto de enloquecería. Deseaba que la tierra la tragara.
—Basta ¡Basta! Estoy harto del desdén que me tienen, Rauru, Impa, tú, todos... He cumplido con cada designio que me han expresado. Si me quieren usar de objeto, como una instrumento para un fin, bien, no me interesa, obedeceré porque es lo correcto. Pero al menos merezco saber en donde está Zelda, la única que de verdad haría algo, ella inició esta aventura junto a mi, siempre me apoyó y esta lucha es de ambos, no como ustedes que acuden a mi cuando necesitan ayuda...—dijo con palabras llenas de enojo, y gran resentimiento. Observando con intensidad y furia al Sheikah.
Zelda comenzó a abrir los ojos desmesuradamente. Pero aún así, no debía doblegarse. No podía.
—Lo lamento... Héroe Link, pero no me corresponde revelarle su paradero, lo tengo prohibido. La única que puede revelarlo, es ella misma. La Princesa, pero comprenda... Ella debe esperar al tiempo apropiado para regresar, ha sido paciente por años, esperando su retorno, le suplico que siga el ejemplo de ella y también sea paciente—dijo en un tono serio y suplicante Zelda con voz entrecortada y totalmente conmocionada. Estaba confundida y en extremo nerviosa, no podría soportar mucho tiempo si su cuerpo seguía tan cerca al de él...
—Mientes... ¡Mienten todos, porque la Zelda que yo conozco habría luchado por su pueblo, no se habría ocultado sin hacer nada como una cobarde, sólo esperando!. Habría hecho lo que estuviera en su mano para ayudar a su Reino, por mínimo que fuera, lucharía hombro a hombro con sus aliados y no escudándose detrás de ellos como ustedes insinúan. Así que te advierto, Sheik... Di la verdad, ! O Impa será por fin la última Sheikah con vida!—amenazó frío Link. Zelda sintió emociones totalmente contradictorias, una extraña felicidad, dicha, una sensación de ternura al oírlo defender su nombre con tanta vehemencia y seguridad, su corazón perdió un latido al escucharlo. Y un terrible miedo, porque no había ápice de duda o titubeó en las palabras de Link. Estaba enfurecido por tantas mentiras, y no era para menos. Era verdad, lo había utilizado, y una gran culpa la invadió.
—Por favor... Link... No haga esto... Se lo suplico, Vayase, le juro que las respuestas a sus dudas llegarán más pronto de lo que cree, pero no ahora, no así—suplicó una vez más Zelda bajo su alterego, con una mirada de imploración. Link se sorprendió con el tono que usó Sheik, ablandando su semblante. Pero lo volvió a endurecer.
—Se nota que no comprendes lo que siento, que jamás podrás ponerte en mi lugar... La verdad no tengo idea de que si tu tienes algo que perder, algo o alguien que ames... Padres, hermanos, novia...—dijo Link lo último bajando el semblante—Si no, eso explicaría por que puedes mentir sin remordimientos. Pero yo si, a Zelda... La amo, no la conocí mucho, no en esta vida, pero he logrado recordar mi vida pasada... La recuerdo a ella, recuerdo toda la vida juntos que compartimos, lo que enfrentamos y lo que vivimos hasta morir. La conozco mejor que nadie, y legítimamente mi Alma le pertenece, y la suya a mi. Necesito verla...—dijo Link, su tono fue quebrándose de dolor. Pero no fue el único que fue cediendo. Zelda volvió a derramar una lágrima al oír la confesión del Héroe. Su corazón amenazaba destrozar su caja torácica, y lo oía fuertemente en sus oídos. Zelda se rindió, no pudo contener más lo que le dolía ver a Link de esa forma.
En un murmuro, un conjuro, la piel de Sheik fue teñiendose de color bronceado a uno pálido, al igual que su anatomía neutra comenzaba a tomarse curvilínea, femenina, y sus ojos de carmesíes sangrientas se coloraron de un tono celeste como el cielo al amanecer, joyas de zafiros. Y lentamente, ante la vista incrédula de Link, quitó los vendajes de su rostro, mostrando su hermosura celestial. La verdad era revelada. Sheik era la Princesa Zelda.
Link quedó enmudecido, la boca ligeramente abierta y sus ojos casi desorbitados. No podía creer lo que veía. Simplemente no lo creía. Exactamente, su cabeza colapsó. Su cuerpo se estremeció de la perplejidad y de la arrebatadora y ahogante sensación abrumadora que la masacraba. Felicidad, conmoción, rabia, incertidumbre, rencor. Era horrorosa la batalla campal que se llevaba cabo dentro del alma de noble Héroe. Sólo buscando respuestas sobre su amada, y recibió el peor de las estocadas en forma revelación.
—Zel...da... Tu...—Link apenas podía modular palabra, su voz estaba quebrada, sus piernas fallaban, y sus rostro estaba invadido por la palidez.
—Soy yo... Link—dijo la Princesa sonriendo con tristeza, mientras sentía como Link iba soltándola del brusco agarre. Se había rendido, se había rendido a lo que sentía por su amado. Sin meditar, sin pensar, sin importarle nada.
Pero se preocupó terriblemente al ver como el semblante de su amado cambiaba a uno dolido y molesto. Link no terminaba de procesar lo que veía y oía, quería creer que era mentira todo, un mal sueño, una alucinación estando dentro de Lost Woods, pero no. Todo era la cruda y dolorosa verdad.
—¡¿Por qué me mentiste todo este tiempo...?! ¿Por qué te ocultaste como alguien que no eres? Me mantuviste con el corazón en el puño todo este tiempo, sin saber nada de ti, luchando sólo, cuando necesitaba de ti, y me tuviste a un lado cada vez... ¡¿No confiaste en mi?!—dijo Link en un tono bajo, voz ronca aguantando las lágrimas de un dolor mudo. El de la traición. Zelda sintió como su corazón se fragmentaba al ver la mirada rencorosa y triste del Héroe.
—No Link... No es falta de confianza... Nunca. El único ser en quien confío ciegamente es en ti. Desde que soy una niña, desde que te vi, y desde nuestra primera vida... Siempre has sido mi pilar, la razón por la que no me rindo o decaigo. Medito en tu valentía, en tu coraje, y sólo así he salido adelante estos ocho años... Me ha dolido tanto como a ti estar distante, y mentirte, no poder acariciarte, besarte... Eran como apuñaladas de kunai sin filo contra mi corazón.—confesó Zelda temerosa, gimiendo en llanto mientras hablaba con voz temblorosa. Estaba aterrada, y su corazón amenazaba literalmente salir de su pecho. Link suspiró, confundido y estresado.
—Sólo dime una cosa... ¿Por qué? ¿Por qué me dejaste en esa incertidumbre? ¿Teniendo pesadillas de que quizás no volvería a verte y no poder calmar mi ansiedad con las respuestas vacías que me daban los que sabían la verdad? ¡¿Teniendome tan cerca y no tuviste la piedad de aliviar mi sufrimiento?!—exclamó el Héroe ya perdiendo los cabales. Dominado por el dolor, una lágrima ya recorriendo traicionera por su mejilla.
—Por mi culpa...—esa respuesta frenó en seco a Link. Zelda sonaba totalmente invadida por la culpa.—Fui una estúpida la ordenarte buscar la Espada Maestra... No oí advertencias, sólo te indiqué que hicieras justo lo que Ganondorf planeaba que harías. El me manipuló, me usó como una pieza en su tablero, para deshacerse de ti a la vez de que le dieran carta blanca para entrar al Reino Sagrado y hacerse con la Trifuerza... Toda la oscuridad que nos cubre, toda la sangre que se ha derramado, todo el sufrimiento y las lágrimas que han caído estos últimos ocho años fue por mi culpa. De nadie más. Te hice un terrible daño al dejarte encerrado en el Templo de la Luz. Yo era una inútil sin ti, y no me quedó más que ocultarme como una súbdita de Ganondorf, y desde adentro de sus tropas frenar su avance con sabotaje, esperando... Día y Noche, pidiendo e implorando a las Diosas que regresaras, sin ti no soy nada, tu puedes ser un Héroe sin mi estorbándote, pero yo no soy nada si no cuento con tu apoyo... Perdoname Link... ¡Por favor, te lo pido!—exclamó llorando sin consuelo la Princesa, desesperada y a todo pulmón revelando su sentir que la torturaba desde hace tanto tiempo. Sin poder frenar, sin poder descansar, sin poder mirar atrás, sin poder doblegarse por el dolor, porque un sólo traspié significaba la muerte de decenas de inocentes. Insconciente, Link fue frente a Zelda la estrechó contra su pecho, consolándola, siseando con ternura y buscando aliviar el dolor que causaba agonía en su amada. Se sentía abrumado, confundido, conmocionado, pero ver así a su Princesa... Eso la destrozaba.
—No. No fue tu culpa. En lo absoluto, no teníamos más opción, Ganondorf iba a dominar Hyrule tuviera la Trifuerza o no. Mira el daño que hizo sin ese poder, no hay ningún otro culpable más que él... Zelda... No permito que digas eso. Tu siempre has sido una luz de esperanza, para tu pueblo, para mi. Has guiado al mundo, tanto como una Diosa, como una Princesa, y como una Hylian, sin importar cuanta oscuridad contamina al mundo, siempre habrá un destello de luz, una esperanza, y la forma física de ese destello es tu Alma. A mi siempre me recordarán como el verdugo del ser que trajo las tinieblas al mundo, pero a ti te recordarán como la Diosa llena de bondad y amor que trajo la luz de la paz a su Reino, con su sublime sabiduría. Has salvado mi vida miles de veces, no sólo física, sino espiritualmente... Cuando siento que colapsaré, cuando siento que simplemente quiero morir, pensar en tu esencia alivia toda tortura que siento. Las Diosas te han puesto a mi lado porque saben que yo jamas, nunca, lograré ningún cometidos, ningún designio, nada, si tu no estas ahí para que me guíes y me seas el indispensable complemento y aliada—dijo con total sinceridad y desespero el Héroe, desahogando la verdad y su sentir.
—Link...—dijo con voz extinguida la Princesa, mientras que su cuerpo y corazón parecían colapsar ante la sublimidad de galés palabras.
—Zelda. Lo dije en el pasado, y lo diré hasta mi ultimo aliento, te amo, siempre te he amado, desde nuestra primera vida, cuando eras una Diosa y yo un simple mortal. Siempre has sido una guía en mi camino, una luz que evita que sucumba ante la oscuridad... De ti he dependido desde que tengo razón en este mundo, por ti he luchado, y por ti he logrado cumplir con mi destino. Gracias a ti el mal no ha logrado invadir nuestro mundo, y gracias a la luz de tu sabiduría, en cada vida has llevado a nuestro pueblo a la paz. Pero... Siempre dependeré de ti, nunca podré vivir si no estas a mi lado, nunca podré tener valentía si no estas ahí, conmigo... Siempre serás mi razón de vivir, siempre blandiré mi espada para defenderte, y siempre la bajaré para poder estrecharte contra mi pecho, en donde está mi corazón que late tu nombre a cada segundo...—dijo con vehemencia y seguridad el Guerrero, pero se vió interrumpido por algo que lo impactó, el abrazo de los dulces labios de su amada contra los suyos, en un beso al torpe y frenado al principio, pero que inevitablemente fue tornándose en uno intenso, desesperado, mostrando el deseo que ambos tenían. Link tomó la cintura de Zelda, y ella enredó sus brazo en el cuello del rubio, apegándose ambos, juntando sus cuerpos que clamaban ser uno de nuevo. El beso sólo aumentaba en frenesí y desespero, ambas lenguas danzando con pasión y frenesí en una violenta batalla que ningún iba a ceder. Sus labios se unían con tanta necesidad como el de alguien deshidratado en medio de un desierto y que al fin, encontrará un oasis de agua.
Las temperaturas de sus cuerpos se elevaron terriblemente, sonrojos teñían sus mejillas sin pausar ni menguar el beso. Hasta que por fin se recordaron del pequeño detalle que necesitaban del oxígeno para vivir. Se separaron por unos instantes, pero con sus frentes unidas, observándose uno a al otro con intensidad, sus ojos azules demostraban la necesidad y el anhelo que ardía en sus interiores. Y luego de unos segundos sus labios volvieron a devorarse.
La pasión y la vehemencia inundaba el ambiente de la cueva, mientras que eran alumbrados tenuemente por la luz de las llamas, y la luz de la joven luna. Repentinamente, el rubio, dominado por el deseo, y el instinto, no sabía como reaccionar, que hacer, sólo se dejaba llevar, tomó por las caderas a su amada, y alzándola, Zelda dió un chillido, pero instintivamente enredó sus piernas en la cintura de Link, acercando aun más sus cuerpos, mientras que abrazaba el cuello de su amado y lo besaba como si no hubiera un mañana. Con torpeza, la Princesa tomó la cola que sujetaba su larga cabellera y la soltó, dejando suelto su largo cabello dorado, y con rapidez tomó el gorro verde de Link y lo tiró a un lado mientras que atrevida y cegada mordía el labio inferior del rubio, sacándole un grueso y ronco tenido mientras la llevaba contra la pared de nuevo, con ella trepada a su cuerpo, y acorralándolo contra la lisa superficie de piedra. Sin embargo Link se separó del beso al oír un gemido fino y excitante de ella. Zelda se sorprendió ante la reacción de Link, quien cortó repentinamente el beso.
—¿Que-ue sucede...?—preguntó confundida mientras que sentía una punzada en su pecho por la reacción de él.
—Yo... Si continuo... No podré detenerme...—dijo Link en jadeos y respiración irregular. Sonaba más como una advertencia. Zelda sólo sonrió y acercó sus labio a la oreja de él.
—Pierde el control... No importa nada más...—susurró excitada y deseosa la Princesa, para después morder el lóbulo de la oreja punteaguada de Link.
No se necesitaron más contemplaciones. Inmediatamente toda barrera fue atravesada.
El rubio volvió a hace suyos los labios de la Princesa, desesperado de saborear la dulzura y embriagarse con el extasiante aroma a rosas que ella desprendía, que le causaba un efecto alucinante y nublaba sus sentidos, mientras que comenzó a desvestirla, a tirones le quitó el el pectoral de tela con el símbolo Sheikah, y con poca delicadeza, sacó una navaja que tenía en el cinturón y rompió de arriba a bajo la malla cuerpo completo que vestía al fingir ser Sheikah. Zelda se sonrojo terriblemente ante el arrebató apasionado de su amado, e insconciente cubrió con sus brazos la desnudes de su piel bajo la licra, su ropa interior. Enternecido y con ternura, Link tomó los brazos de Zelda para quitarlos de su cuerpo y devolverlos de nuevo a su cuello, y al hacerlo comenzó a desnudarla apresuradamente, sacó de sus brazos la malla, bajándola por su cintura, muslos, y con lo bajó por sus piernas junto con las botas de la Dama. Link contempló descarado la casi desnudez de su amada, contemplándola como una obra de arte, sus pechos bien formados y de tamaño envidiable, una cintura estrecha y deseable, caderas anchas y excitantes, y piernas largas y tersas, con la piel pálida, y sólo vestida con su ropa interior que cubría sus senos e intimidad. Zelda desvío la mirada mientras que su rostro estaba carmesí y ardiente, y Link, sonriendo con amor, besó sus mejillas rojas mientras que sus manos traviesa exploraban el cuerpo de la dueña de su corazón, bajaba por su espalda, embobado observándola, bajó a su cintura, caderas... Y tomó sus glúteos, haciendo que Zelda ahogara un gemido desesperado contra el hombro de Link. La Princesa comenzó a besar el cuello del rubio, lamiéndolo y mordiendo suavemente como reacción involuntaria a las repetidas y atrevidas caricias que le daba su amado.
—Te amo...—susurró en un ahogado gruñido el rubio, presa de la excitación, y ante tales palabras el fuego dentro de la Dama se encendió, y con timidez comenzó a dar jalones a la túnica verde de Link, hasta sacárselo por la cabeza y volver a besar sus labios. Zelda se detuvo un momento, y guió al rubio hasta la comodidad de sus sabanas anchas y acolchadas. Acostó a Link boca arriba, sin dejar de hacer contacto visual desmedido. Una vez tendido la princesa se colocó sobre él, sentándose en la pelvis del rubio, y con desesperación comenzó a quitarle la túnica de Lino Blanco que había bajo la verde, y exponer lo que tanto ansiaba Zelda, la piel de su amado. Quedó impactado al ver lo atractivo y sublime que era el torso de él, definido, fuerte, músculo perfectamente formados, masculino que la enloquecía. La Dama no tardó en besar sin reparo toda esa piel, deseosa de saciarse, pero ahogó un gemido poderoso y un sonrojo intenso la invadía al sentir como un gran montículo se formaba entre sus piernas y se oprimía contra su intimidad vestida en paños menores. La humedad no tardó en evidenciar las reacciones físicas de ella.
Link no perdió tiempo, y sentando aún con Zelda sobre el arrancó sin reparo lo que sostenía los pechos de su amada, dejándola casi desnuda y exponiendo su precioso par, firmes, pálidos y grandes, con un diminuto pezón en cada uno como un capullo de rosa. Ante el deseo, Link no tardó en arremeter contra ellos, y comenzar a literalmente a devorar como fiera los pechos de la Princesa, mordiendo, lamiendo y succionando ambos pezones como si fuera el manjar más exquisito de todos. Y realmente lo era. Zelda ya había dejado de pensar, de meditar, dando rienda suelta a los gemidos y jadeos desesperado, deseoso, incontrolables. No existía un Héroe, no existía una Princesa del Destino, sólo eran dos jóvenes y alocados amantes que no soportaban más estar separados.
Finalmente Link dió vuelta la situación, literalmente, acostó a Zelda boca abajo, y como una bestia comenzó a besarla de nuevo en los labios con su lengua como batuta a una desesperada y brutal sonata de besos.
Fue descendiendo, lenta y tortuosamente, besando la totalidad del cuello de ella, mordiéndola y marcándola como suya, bajando a su pecho volviendo a succionar impetuoso de ellos, bajando por su estómago, lamiendo su ombligo bajando más y más hasta acercarse a la última prenda que le destruía el plano de verla a su máximo esplendor. Con los dientes, bajo la prenda que cubría su intimidad, humedecida y contraída. Sin reparos Link bajó la prenda por su piernas y comenzó a bajar y besar el interior de sus muslos pálidos, y contemplar la marca de su feminidad, pequeña, estrecha y teñida de rosa. Zelda sólo gemía desesperada, pidiendo, sin razonar, dominada por las sensaciones. Link comenzó a acariciar con dos dedos la entrada húmeda de su amada, causándole un desconocido y a vergonzante placer que la hizo gritar de éxtasis, sintiendo ansiosa esas arrebatadoras sensaciones. El rubio ascendió de nuevo a besar sus labios, mientras que los gemidos de ella se ahogaba en la boca de ambos entre el apasionado beso. Inmedidamente Link se despojó de sus botas y cinturón,
Notándose un gran bulto entre sus piernas, cosa que lo hizo avergonzarse levemente, le dolía la poca atención que le había dado a sus propias reacciones corporales, pero Zelda lo detuvo cuando el mismo iba a desvestirse.
—Yo... Yo lo hago...—dijo nerviosa y sin saber por qué hacía eso ¿Realmente importaba?.
La Princesa bajó lentamente los pantalones Blanquesinos que vestían a Link, desnudándolos completamente y liberando la palpitante hombría del rubio que no hacia más que crecer con cada gemido, cada palabra, acaricia, beso, roce. Zelda se sonrojó una vez más, impactada, pero de nuevo, dejándose llevar tomó con sus delgadas y frágiles manos el miembro del rubio, y comenzó a hacer movimientos lentos, pausados, arriba y abajo, arrancándole fuertes gruñidos de placer a Link, quien cerraba los ojos, apretaba la mandíbula, y respiraba de manera errática. Al verlo así, una gran satisfacción invadió a Zelda, sonriendo de orgullo.
Pero soltó un gemido cuando un desesperado Link la acostó una vez más boca abajo, tomó las manos de la su amada y llevándolas sobre su cabeza para inmovilizarla, se posicionó entre las pálidas piernas de ella, rozando su hombría por la virgen estrechez de ella.
Comenzó a prepararse, y una vez más miró a su amada, para asegurarse de tener su aprobación para dar el paso que iban a dar. Zelda sólo asintió, respirando con dificultad.
Nada más lo detuvo, y mientras besaba el cuello de ella, ahogándose en la esencia de su ser, hasta que lentamente, su miembro comenzó a entrar en la intimidad de su Princesa, lentamente, pero una extraña capa le impedía entrar al rubio, comenzó a moverse lento, entrando y saliendo de ella tratando de perforar esa membrana, mientras que en el rostro de Zelda sólo se expresaba dolor, hasta que finalmente atravesó dicha barrera, moviéndose con libertad dentro de su amada, haciéndola suya, y disfrutar de su estrechez y húmedad debía ser considerado un don celestial. Pero Zelda dió un grito agudo de dolor, mientras que de sus ojos descendieron lágrimas. El rubio, preocupado comenzó a besar el labio de su amada para tranquilizarla, subió en un camino de besos por sus mejillas y con sus labios secó las lágrimas, dió besos en los párpados de Zelda y descendió de nuevo a los labios de ella, se miraron ambos entre besos, demostraban fuego en sus miradas, el calor eran intenso en el lugar, las penumbras los rodeaban y la pasión les quitaba el aliento, ambos podían oír como los corazones de ambos latían desesperados.
Y sin poder aguantar más, Link comenzó a penetrar a su amada con un ritmo más acelerado, entrando y saliendo del interior de ella, obsesionado y extasiado con tal incomparable placer, gruñía desesperado, mientras que aumentaba el ritmo.
Zelda en cambio había cambiado su gesto de dolor a uno consumido por el fuego de la lujuria, simple y llanamente. Su mente no pensaba en nada mas, sólo sentir a su amado haciéndola suya con desesperación, sintiendo el sublime placer de ver al dueño de su alma poseerla con tanta vehemencia y fuerza, pero siendo amoroso y tierno.
El lugar se volvió una sinfonía de gemidos y palabras intensas de amor, desde peticiones a súplicas, ambos conociéndose, ambos siendo uno, físicamente y espiritualmente, elevando al cielo su intenso amor y demostrándose de la manera más descontrolada y ardiente sus desesos.
Repentinamente todo cambió, Link se encontraba acostado boca arriba, viendo enmudecido y excitado como su mujer, si, era suya y él de ella, se posicionaba sobre el, sentándose sobre su pelvis y uniendo sus cuerpos de manera placentera. Y sin reparo ambos comenzaron a moverse al compás del otro, reanudando el explícito e intenso conjunto de gemidos y suplicas subidas de tono. Zelda palpaba con hambre el cuerpo de su amado, su fuerte pecho perlado en sudor, sus músculo que tantas bajas sensaciones le había causado, mientras que Link volvía a tomar con ambas manos los senos de ella, y su boca deseosa devoraba todo su cuerpo, y consumía su deseo plasmándola en el cuerpo de Zelda como artista al blanco Lienzo. Continuaron en un vaivén intenso, mientras que las manos del rubio fueron a parar a los glúteos de ella, caricias intensas y apasionadas, a la vez que devorada de nuevo los pechos de Zelda y esta se abrazaba del cuello de su amado y tiraba de sus largos cabellos entre el arrebato del brutal y agresivo placer.
Link comenzó a sentir como el interior húmedo y caliente de su amada comenzaba a contraerse de manera extrema, mientras ella gritaba de manera desesperada. Se acercaba al éxtasis del orgasmo, consumida en tal deseo. Y finalmente pasó. La Princesa sintió como su cuerpo se contraía, como una ardiente corriente corría por su espalda y un vacío se sintió en su vientre, mientras que tal corrientaso invadía su cuerpo entero en una agotadora pero placentera sensación embriagante y casi narcótica. Link inmediatamente comenzó a acercarse a tal punto supremo de placer, dando unas últimas estocadas en el interior, y finalizando tal acto dentro de ella, y ser invadido por una sensación de ir al cielo y regresar a la Tierra en poco segundos.
Ambos quedaron totalmente jadeante y agotados, al limite, Zelda cayó sin fuerza sobre el pecho de Link, recostándose sobre su pecho. Oía el corazón del rubio, latir con fuerza y en frenesí, al igual que el de ella, mientras que los pechos de ambos subían y bajaban rápidamente tratando de recuperar el oxígeno. Luego de varios minutos, ya estaban recuperados... Pero seguían en la misma posición, uno en brazos del otro.
—Zelda...—murmuró dolido el Héroe. La susodicha puso un gesto de preocupación, mirándolo con atención.
—¿Te irás de nuevo de mi lado...?—preguntó el hombre con la voz quebrada, no soportando siquiera la idea de separarse de la dueña de su alma.
—Nunca más, jamás. A donde tu vayas yo te seguiré, a donde camines yo caminaré, hombro a hombro, apoyándonos, como guerreros, como compañeros, como amigos, como amantes. No importa que nos sobrevenga, seré enterrada a tu lado. Te amo, Link, y siempre serás mi Héroe, mi Caballero, mi Amado... Ahora y en nuestras futuras vidas—espetó con determinación y dulzura la Dama, nunca más dispuesta separarse bajo ningún término del ser que alumbraba su vida, y le daba una razón de seguir luchando. Llorando de felicidad, ambos sellaron tales y memorables palabras dictantes de una promesa irrompible con un sublime beso de ternura y amor, dispuestos de olvidarse de sus sufrimientos, de sus penas, de sus dolores. Se habían reencontrado, leyendas renacidas, seres proféticos, pero que sin el pasar del tiempo, jamás se rompería tal amor tan intenso que sobrepasa a los más poderosos enemigos, el tiempo y la muerte. Lazo de amor que ni siquiera el más crueles de los Reyes de la Oscuridad rompería. Eran seres unidos, Almas enlazadas. Eran uno.
Continuará
Comentarios Finales:
Así concluimos el capítulo "Preludio". Como dije, el segundo será a lo largo de Febrero. Y en los tres caps habrá Lemon.
También, esta obra como ya se mencionó es precuela de Génesis de la Extinción, obra de Aventura/Romance/Acción/Épica y varias categorías más, pero esas son las Principales. Y obviamente, netamente ZeLink, y en un futuro Lemon. Espero tal obra sea de su agrado ^^
No olviden dar review y comentar su opinión, es valioso para mi saber su criterio sobre lo que leen, es lo que me impulsa y ayuda a mejorar. Un placer, chicos. Y para los que lean Génesis, nos vemos el Domingo.
