POV Eliza
Odiar a su familia era la cosa más fácil del mundo, incluso más que no estudiar y dormir en clase.
Solía pasar en casa el menor tiempo posible para evitar escuchar a su madre quejarse de la hija tan decepcionante que era, no como su hermano, que fuera de la forma que fuese, se las apañaba. Sus maneras de "apañárselas" no eran las más legales, sino esas que harían a cualquier madre preocuparse y avergonzarse de su hijo. Pero su madre no era una madre cualquiera. Estaba enferma, y cada cierto tiempo debía ir un par de meses al hospital para probar nuevos tratamientos que la mantuvieran todo lo cuerda posible. Pero la predilección que su madre tenía por su hermano menor no tenía nada que ver. Ambos eran tal para cual, y Eliza sabía que esa era la principal razón de que, hiciera Alex lo que hiciera, siempre tendría excusa. Ella era como su padre, por desgracia, y aunque intentaba obviar sus parecidos, su madre se encargaba de recordárselo día tras día, como si la culpase a ella por los interminables errores que cometió su ex marido.
Eliza nunca quiso parecerse a nadie de su familia. Su madre Abby estaba loca, y ella temía acabar igual. Su hermano problemático, bebía cada noche que salía y se metía en problemas, y se dedicaba a trapichear con drogas para sacar dinero y largarse de casa también. Funcionaba, y Eliza sentía cierta envidia por eso, pero antes que conseguir una salida haciendo lo mismo que su hermano prefería quedarse atrapada en su casa toda la vida. Ella sabía que algún día Alex tendría problemas, y no pensaba ser ella, como de costumbre, quien los solucionase. Para colmo, era un pelota. Trataba bien a su madre cuando le convenía, sacando de quicio a Eliza , y cuando no, trataba a su madre como a una mierda y ella debía intervenir. Estúpidos sentimientos. Debía dejar que se matasen entre ellos, pero no podía.
No, ella debía marcharse y alejarse de todo aquello, costase lo que costase. Tenía 24 años y seguía como cuando cumplió 18. Su único don, pintar, le daba dinero, pero no el suficiente. Suspiró mirando el libro que leía tumbada en su cama. Siempre quiso hacer tantas cosas con su vida, pero nunca encontró oportunidades. Quizás porque no las buscó bien, pensó, pero deshechó rápidamente ese pensamiento. Era más fácil culpar a su familia y el destino.
Se estaba deprimiendo, y era lo último que quería hacer un sábado de verano por la noche, así que cogió su móvil y le envió un mensaje a Lindsey, preguntándole dónde había fiesta esa noche. El viernes en el gimnasio le comentó algo de una "cena de amigos" en casa de Marie, y ambas sabían que eso era sinónimo de fiesta. Le dijo que no, porque seguramente Bob, el hermano de su amiga, había invitado a Alex , y lo último que quería era ir a la misma fiesta a la que iría su hermano. Procuraría pasar de él, odiarlo, pero, como de costumbre, Alex se metería en algún lío y su estúpida conciencia la haría intervenir en vez de disfrutar del espectáculo de ver cómo le parten la cara a su hermano. No le apeteció la idea de otra fiesta tras la del jueves, pero bastó con escuchar a su madre gritarle que limpiara la casa a fondo para convencerse. A veces creía que Lindsey se compinchaba con su madre para convencerla de salir.
Así que cuando su amiga le dijo la hora a la que quedarían comenzó a vestirse. Pantalón negro, botas hasta el tobillo negras, camiseta de tirantes gris y chaqueta de cuero negra. Su media melena rubia y ondulada caía con gracia hacia un lado, y sus ojos azules brillaban con expectación cuando se miró en el espejo. Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios al imaginar los salidos comentarios de Bob cuando viera su escote. Eran buenos amigos, pero era tan idiota como para pensar que ella, al seguir con el tonteo, estaba colada por él. A Eliza le encantaba bajarlo de la nube. No era creída, pero consideraba que ella era demasiado para un salido bruto como Bob Blake.
Salió de su casa cogiendo el casco de su moto, una Harley Davidson 1200cc, sin hacer caso de las preguntas de su madre.
Cuando llegó a la casa de los Blake, Lindsey la esperaba apoyada en la verja del patio con cara de malas pulgas. Soltó un bufido, molesta, cuando Eliza, con toda la intención de molestarla más, se quitó el casco y bajó despacio de la moto, parándose a limpiar una inexistente mancha del asiento. Después caminó relajada hacia su mejor amiga con las manos entrelazadas detrás de su cabeza, y al llegar junto a ella le sonrió burlona.
- ¿Qué?
- Tienes mala cara, Lindsey, ¿cuánto tiempo llevas sin echar un polvo?
- Menos del que me haces esperarte siempre, seguro - devolvió la puya Lindsey, comenzando a andar a paso ligero. Sólo se volvió hacia ella, apuntándola con un dedo, para advertirla -: Te lo juro, Taylor, como no quede bebida o encuentre un tío buenorro libre por haberte esperado serás tu la que me eche ese polvo.
- Yo encantada - rió guiñándole un ojo, y Lindsey rió con ella al tiempo que llegaban al patio trasero de la casa, donde la música sonaba a todo volumen con la última canción de moda y la gente brindaba entre risas y algunos empujones amistosos por parte de chicos que ya iban un poco pasados.
Marie vino a recibirlas con un abrazo a cada una. No se veían desde que habían finalizado las clases una semana atrás. Ella había estado ocupada con su novio, claramente. Llevaban un año, todo un récord. Eran tan felices juntos que Eliza no sabía si odiarlos o alegrarse. Las tres eran muy parecidas en el sentido de ligar, pero a la vez completamente diferentes. Lindsey iba de flor en flor, sin importarle nada ni nadie. Estaba enamorada hasta las trancas de ella misma. En su día estuvo muy pillada por su hermano Alex, pero Eliza tuvo que intervenir y acabar con la relación, amenazando incluso a su hermano cuando engañó a Lindsey y la mentía cada día, prometiendo dejar las drogas y no salir tanto mientras su amiga se desvivía de la preocupación. Lindsey tuvo el corazón roto por meses, pero entre la ayuda de Eliza, Marie y montones y montones de helado de chocolate, decidió levantarse una mañana cualquiera como si nada hubiera pasado. Pensaron que era una apariencia temporal, pero funcionó, porque así llevaba cinco años. Marie también era un alma libre, o lo era hasta conocer a Ricky. Eliza sólo tuvo una relación seria, con Costia, una compañera de clase. Terminaron como amigas, y si se sentían solas quedaban para verse y recordar lo mejor de su relación. La apreciaba como a su primer amor, ese que tienes de joven, cuando comienzas a saber lo que es el amor. Su madre una vez le dijo que el hay tres tipos de amores: el desastroso, el primero y el verdadero. Estaba segura de que Raven había descubierto el amor desastroso con Alex, ella el primero con Costia y Marie el verdadero con Ricky.
A veces se preguntaba por qué no encontraba a ese alguien especial, otras se decía que ella era demasiado genial como para que sólo una persona la tuviera.
- ¿Es una rebelde, es una buenorra, es la tia con las mejores tetas de la ciudad? Sí, es ¡Eliza Taylor!
Rodó los ojos riendo entre dientes al escuchar a Bob completamente borracho. Él pasó su brazo por sus hombros y dejó un sonoro beso en su mejilla, que Eliza limpió exageradamente con una mueca de asco para picarlo.
- ¿Es un idiota, es un cabeza-pene, es el tío más borracho de la ciudad? Sí, es Bob Blake - se burló empujándolo con su cadera, haciendo que el chico casi perdiera el equilibrio y Lindsey riera - ¿No vas demasiado pasado para ser la una todavía?
- Los más divertidos de esta fiesta lo están - respondió el chico alargando las palabras y extendiendo sus brazos para señalar a un par de chicos, entre los que reconoció a su mejor amigo Richard y su hermano Alex Ambos se tambaleaban, y supuso que además de borrachos irían más fumados que un salmón ahumado. Se tranquilizó al ver que Richard no se separaba de su hermano y le dirigía una mirada para tranquilizarla. Era idiota la mayor parte del tiempo, pero Eliza sabía que era un tío leal, así que le caía bien.
- Pues creo que estás a punto de romper tu propio récord. Sabía que podías superar tus metas en la vida - Lindsey levantó un pulgar en señal de aprobación, pero luego rodó los ojos hacia Eliza con una mueca divertida al ver a Bob acabarse de un trago la cerveza que le quitó a la rubia de las manos.
Eliza se habría molestado un día cualquiera, pero prefirió dejarlo pasar al ver que el chico casi se caía sobre ella al acabar el botellín.
- Deberías controlar, Blake. Lo difícil es mantenerse. ¿Qué diría la gente si te da un coma etílico? - bromeó haciendo que se sentase en la silla de plástico más cercana.
- ¿Me llevarías en tu moto?
- Puede. Pero te abandonaría en la puerta del hospital.
- Que mala - protestó con problemas para enfocar la vista en ella -. Yo nunca lo haría.
- Yo ni siquiera te llevaría al hospital, Bob - dijo Lindsey bromeando -. Te dejaría aquí tirado por acabarte todo mi alcohol.
- Eliza, la psicópata de tu amiga borracha me está amenazando, dile algo - protestó Bob, quien comenzó a pegarse manotazos con Lindsey.
Pero Eliza estaba en otro mundo. Estaba allí. La morena de ojos verdes estaba allí. Después de un año volvía a verla, esta vez sin el estúpido de su novio. Sonrió ampliamente. Decidió dejar a los otros dos a su aire y comenzó a andar hacia la morena. No le había dicho su nombre, y con lo borracha que la iba la última vez estaba segura de que no la recordaría, pero Eliza sí. Como para olvidarla.
- ¿Hola? - dudó la morena cuando vio a la rubia frente a ella, expectante.
- ¿No me reconoces? - quiso asegurarse Eliza, sintiéndose divertida al ver que la otra se esforzaba por buscar entre sus recuerdos.
- ¿Debería? - sonrió a modo de disculpa, y Eliza pensó que seguía tan adorable como un año atrás.
Sonrió de medio lado y se presentó:
- Eliza Taylor. El placer es tuyo, obviamente.
POV Alycia
Frunció el ceño, confusa. La chica la miraba divertida, y Alycia tenía la sospechosa sensación de que se reía de ella, pero su sonrisa era contagiosa y se la devolvió.
- Encantada - extendió su mano -. Yo soy Alycia.
La chica, Eliza, aceptó el saludo y estrechó su mano con firmeza y cuidado. Entonces, para su gracia o desgracia la recordó. Sus intensos ojos más azules que el océano, su sonrisa burlona, su pelo rubio hacia un lado, su chaqueta de cuero, su cara aniñada y su lunar injustamente sexy.
[Un año antes...]
Alycia estaba teniendo un día terrible. Dentro de su lista de los diez días más terribles, ese encabezaría la lista sin duda alguna. De mañana la echaron, sin razón, del trabajo. Bueno, sin una razón buena. Es cierto que, tras su accidente de coche en Navidad, seis meses atrás, donde su madre murió y su padre acabó en silla de ruedas, había estado ausente, física y mentalmente, en el trabajo, y su rendimiento había caído en picado.
No era un gran trabajo, vale. Era camarera en una cafetería, y solía llegar a casa quejándose de los horarios apretados, el bajo sueldo y los clientes maleducados.
Bueno, no todos.
Recordar aquella clienta que siempre le dejaba una abundante propina, incluso cuando era obvio que no era millonaria, la hizo sentir más nostalgia por aquel trabajo de la que debería.
Nunca la había atendido, nunca había entrado en su trabajo, pero cuando volvía a la mañana siguiente, su jefa le daba su propina y decía: "Para ti, de la chica que pinta".
No sabía cómo se llamaba, ni donde vivía, sólo que le gustaba pintar en la calle, en concreto en la acera de enfrente de su trabajo. Cuando había poca clientela y su novio Ethan no iba a visitarla solía observar sus pinturas. Personas, paisajes, animales...de todo. Alguna vez la había pillado observándola, y Alycia volvía a sus tareas inmediatamente para disimular su sonrojo. Le encantaba cómo pintaba.
Recordó la última vez que la pilló espiándola. La chica era guapa, de cara aniñada pero sexy, rubia, de media melena. Estaba sentada en una silla de plástico, con parte de un caballete y un lienzo tapándola de su campo de visión, y además la distancia no ayudaba a fijarse en los detalles, pero cuando vio cómo le hablaba y sonreía a una niña pequeña que se paraba a su lado para ver sus dibujos, Alycia sonrió. Y sonrió más al ver que la chica cogía un folio de una libreta de dibujo, hacia cuatro o cinco trazos y luego la arrancaba para enseñarle a la niña un dibujo de Bob Esponja, que la pequeña enseñó entusiasmada a su madre, la cual le dio las gracias y parecía dispuesta a pagarle. La chica rechazó el dinero con una sonrisa, y se despidió de la niña como si fuera su amiga.
Entonces levantó la vista y la vio, observándola y sonriendo como una loca acosadora. Lo peor no fue que la pillara. Lo peor fue que la chica le sonrió. Y cuando todo parecía de lo más humillante para Alycia, la chica rubia le guiñó un ojo, divertida. Ella desvió la vista hacia su novio, que entraba por la puerta y la saludaba con un cariñoso beso en los labios.
A partir de ese día procuró no volver a mirar a la chica artista.
Pero la volvió a ver.
Odiaba las fiestas, pero Ricky era su amigo, así que cuando la invitó a su cumpleaños, donde conocería a su novia nueva, tuvo que aceptar. Fue con su novio, por supuesto. Llevaban ocho meses y eran inseparables. Fue su gran apoyo durante la tragedia que azotó su vida aquel 31 de Diciembre. Era inconcebible que fuera a ningún evento sin él, y viceversa. A Ricky no le hacía gracia invitarlo, le caía mal y lo sabía, pero lo aceptaba si hacía feliz a Alycia. Ella reía cuando él le decía que su novio tenía de leal lo mismo que un gato.
Nunca lo creyó hasta esa noche.
La fiesta era en casa de su mejor amigo, y cuando llegaron su novio fue directo a por bebidas. En su ausencia, Ricky aprovechó para presentarle a los amigos de su nueva novia.
- Alycia - exclamó abrazándola. Iba contentillo, y eso le hizo gracia. Era como un oso amoroso gigante -. Ven, te presento. Esta es Marie, mi futura mujer - bromeó ganándose un golpe de la morena de ojos claros -. Marie, esta es la chica que me pasaba las chuletas en el instituto, toda una friki, Alycia. Es social cuando no te pone los cuernos con un libro.
- Eh, te quejarás - le dijo Alycia. Luego miró a la chica y sonrió dándole dos besos -. Encantada.
- Igualmente. Ricky habla mucho de ti.
- Bien, vale - el chico las rodeó por los brazos -. Ahora que todos nos conocemos, vamos a emborracharnos.
- Tu ya estás borracho - repuso Alycia bromeando.
Llevaban una hora en la fiesta. Su novio bromeaba con un par de chicos y chicas que ni Alycia conocía, así que ella estaba sentada en una tumbona con un vaso de algo oscuro en la mano. Hasta que alguien se lo arrebató de las manos.
- Eh - se quejó, y cuando vio a la ladrona de su bebida se quedó de piedra. Sintió sus mejillas arder al verla sentada en una mesa de plástico, cruzada de piernas y bebiendo tan tranquila de su vaso. La chica rubia con mechas rosas en las puntas le sonrió guiñándole un ojo por encima del borde del vaso al ver la cara de Alycia. Ambas se habían reconocido, pero ella prefirió ignorar ese hecho.
- Esa es mi bebida - protestó.
- Esta era tu bebida - recalcó el pasado, agitando su vaso ya medio vacío frente a ella -. ¿Ves? Ahora es mía.
Alycia se quedó sorprendida un segundo al escuchar su voz. Era ronca y aterciopelada, bastante sexy. La clase de voz que parece encantada y te puede convencer de todo. Pudo ver mejor sus rasgos, tenía una cara adorable, y a la vez un atractivo explosivo. Supuso que se debía a su pelo despeinado hacia un lado, el sexy lunar sobre su labio superior, que Alycia se quedó mirando demasiado tiempo, y sus profundos ojos azules, que se veían oscuros y misteriosos a la luz de la Luna.
- Me la has robado - frunció el ceño -. Si quieres una, ve a por ella.
- Si quieres tu otra, ve a por ella - la picó riendo, sacándola un poco de quicio. Pero recordó la sonrisa de la chica con aquella niña y supo que no podía enfadarse.
- Bien - se levantó, sorprendiendo a la chica rubia -. Iré a por otra. Disfruta de mi bebida, ladrona - recalcó el posesivo antes de dar media vuelta, intentando no sonreír, e ir a la mesa, donde el alcohol desaparecía como por arte de magia.
Pasaron las horas, y con las horas las botellas se fueron vaciando. Alycia estaba borracha. Nunca lo había estado y nunca lo volvería a estar, se prometió.
Estaba tan tranquila, riendo con Marie, procurando ignorar la mirada de su ladrona particular sobre ella, cuando los vio. Su novio y una chica que no conocía de nada intercambiando saliva como si no estuvieran rodeados de gente. Las manos de la chica atraían al chico contra ella, rodeando con una pierna las de él, mientras las manos del chico desaparecían por la espalda de ella y descendían hacia abajo, donde la espalda ya no es espalda. Alycia sintió arcadas, posiblemente por el asco del espectáculo y el alcohol, y corrió hacia dentro de la casa, hacia donde sabía se estaba el baño, y vomitó ignorando las lágrimas que salían de sus ojos.
No cerró la puerta, así que dio un respingo asustada cuando la escuchó cerrarse. No supo si tranquilizarse o ponerse más nerviosa al ver a la chica rubia agacharse a su lado y sujetar su pelo para que vomitara sin mancharse. No dijo nada, y Alycia menos, así que cuando acabaron ella se lavó la boca, hizo gárgaras y luego salieron. Su vista volaba desde la puerta al patio, en donde su novio que acababa de dejar de ser su novio, seguía morreándose con ganas con la pelirroja esquelética entre sus brazos, hasta la mirada expectante de la rubia ladrona artista.
- No merece la pena - le dijo, y se sorprendió de nuevo al escucharla hablar tan tranquila y serena. No parecía borracha, al menos no tanto como ella.
Quizá fue el despecho, el estar borracha o los intensos ojos de la rubia sobre ella, como si fuera la única persona de la fiesta que valiera la pena. Su mirada la hizo sentir hermosa, y su novio una idiota, así que cuando se lanzó sobre la rubia y la besó con ganas, lo asoció a esos motivos. No estaba en sus cabales, tenía una excusa.
La chica rubia pareció sorprendida, pero enseguida la puso contra la pared. Su lengua lamió su labio inferior. Alycia gimió de una forma desvergonzada, y sintió sus mejillas arder al recordar que había gente que podía verlas. Pero no le importaba. Nunca había besado a una chica, y nunca pensó que fuera tan genial, o quizá nunca la habían besado como aquella pequeña ladrona: con ganas, con veneración y adoración. La hizo sentirse deseada y que ella deseara a la rubia. Subieron las escaleras a trompicones y entraron a una habitación. La chica le preguntó un par de veces si estaba segura, y Alycia contestaba con más besos.
Mordió y lamió la zona del sexy lunar del labio superior de la chica, y ella jadeó.
El resto fue un borrón al día siguiente. Recordaba entrar a una habitación, donde la chica la tumbó sobre un sofá. Su ropa voló por todas partes y pronto sintió los dedos de la rubia dentro de ella, haciéndola gemir. Tuvo un orgasmo, y luego, cuando cayeron al suelo y la rubia bajó sus besos hasta donde ella los necesitaba, tuvo otros dos orgasmos seguidos. Ella gemía y gritaba de placer, retorciéndose en el suelo, pidiendo más hasta que perdió el conocimiento.
Despertó horas después, cuando la música ya no sonaba y apenas distinguía voces del jardín. Se levantó del suelo con un horrible dolor de espalda, pero la increíble sensación de sentirse plena y relajada. Se desperezó tan tranquila, pero enseguida se agobió al ver a la chica que la abrazaba con por la cintura. Alycia estaba desnuda, y la otra chica en sujetador y pantalones.
Se levantó de golpe, llevando sus manos a la cara.
¿Qué mierda había hecho?
[Actualidad]
- Volvemos a vernos, Alycia - rió Eliza al ver la cara de póker de la otra -. Ya sabía que nadie se olvida de mi.
Alycia se sintió mareada de nuevo, y por un segundo creyó que era el efecto de esa chica, como si tuviera súper poderes.
- Dios - se llevó las manos a la cara, completamente roja y sin poder mirarla más de dos segundos seguidos. La rubia se sentó a su lado,complacida con su reacción -. Oye, lo siento, yo... Aquella noche estaba borracha. Muy borracha. No sabía lo que hacía, no quería...
- Oh, créeme, sí que querías - la picó guiñando un ojo -. Para ser tan ruidosa en la cama eres muy tranquila ahora.
- Basta - le pidió avergonzada, mirando a todas partes para asegurarse de que nadie las escuchara. Luego se inclinó hacia la otra, bajando el volumen aun más -. Mira, no recuerdo muy bien aquello. Y tampoco quiero recordarlo - se apresuró a decir cuando vio a Eliza hacer el amago de interrumpirla -. No soy lesbiana, ¿vale? Estaba enfadada y borracha, y tu fuiste muy amable conmigo. Te lo agradezco, pero me gustan los chicos.
- Vale - se encogió de hombros, impasible.
Alycia pestañeó confusa.
- ¿Vale?
- Vale - repitió, y luego rió -. ¿Qué esperas? Estás muy buena, y estaría encantada de repetir lo de aquella noche, pero si no quieres no te voy a obligar.
Alycia inspiró de golpe, aliviada, y le sonrió.
- Genial. Esto quedará entre nosotras.
- Por supuesto.
- Y no se repetirá - insistió.
- Como quieras.
- ¿Amigas? - le ofreció de nuevo su mano.
Eliza sonrió de lado y asintió, juntando sus manos.
- Amigas.
