CAPCOM ULTIMATE BATTLE
Episodio 1: Estudio del desarrollo corporal de los reptiles
Rebecca Chambers. 15 de junio. Central 847H de Umbrella. En los pasillos deambulan esos horribles zombies a los que nunca me acostumbraré del todo. Por su indumentaria, no parecen científicos ni empleados de este lugar. Esta vez no ha sido un escape, ni un accidente. Esta vez han cogido a individuos ajenos y los han infectado y soltado por todo el campo como peones en un juego de ajedrez. Jill está en China, Chris se encuentra en Japón y Barry está en Canadá. El planeta está en cada vez peor estado, y nos estamos separando para registrar todas las plantas de Umbrella. Se supone que esto es sólo una misión de reconocimiento y debería irme ya, pero algo me dice que estoy cerca de un descubrimiento relevante. Sheva se separó de mí hace media hora. Cerró tras de sí la puerta por la que se fue. Algo me dice que quería protegerme de algo que sabía que deambulaba por esa zona y no quiso decirme. En cualquier caso, tengo que ponerme en marcha. Caminaré un poco más y saldré de esta cárcel infecta antes de que pase algo.
Rebecca terminó de escribir la memoria en la vieja máquina de escribir que había en aquella sala pequeña. Sólo llevaba su Beretta reglamentaria de los S.T.A.R.S. (recuerdo de su anterior vida como agente de policía) como arma de fuego, aunque llevaba algunos objetos de autodefensa guardados en los múltiples bolsillos de su uniforme verde y blanco, y un botiquín de primeros auxilios en una bolsa atada a su cinturón de combate. Las únicas criaturas que había encontrado eran los zombies. No es que les hubiera perdido el miedo, pero ya estaba acostumbrada a lidiar con ellos y le resultaba cada vez más fácil despacharlos. Cuando terminó de archivar su escrito, abrió la puerta por la que había entrado y giró hacia la derecha para recorrer, pasillo a través, el tramo de la planta que tenía pensado registrar antes de abandonar aquel lugar. Sheva Alomar era una operativa de primera línea de combate de la sección africana de la B.S.A.A. (Alianza de Asistencia y Seguridad contra el Bioterrorismo), y era su compañera en aquella misión de reconocimiento. Se había ido por otro lado, cerrando tras de sí la puerta. Rebecca sabía que no la subestimaban, pero tendían a sobreprotegerla. Seguro que Chris o Jill le habían contado a Sheva que por allí había algo peligroso que requería destrucción inmediata.
No va a pasar nada por andar unos cuatro metros más. Sólo hay una esquina y una puerta, que comprobaré y después me iré.-dijo Rebecca en voz alta.
La joven avanzó cautelosa con la Beretta en las manos. El olor de aquel lugar era horrible por la presencia de los zombies. Cuando se dispuso a doblar la esquina, vio que había un cadáver apoyado en ella. Llevaba bata blanca y corbata: un científico, sin duda. Aquello empezó a darle mala espina. Como era de esperar, aquella cosa se levantó y se abalanzó contra Rebecca, que profirió un sonido de sorpresa, pero no llegó a gritar. Dio dos pasos hacia atrás y le disparó dos veces en la cabeza con su pistola. La criatura se desplomó, rezumando sangre por los agujeros de bala. El hedor aumentó, pero la chica continuó hacia la puerta…sin saber el craso error que supondría abrirla. Demasiado tarde. Cuando abrió la puerta, una muchedumbre de zombies se lanzó contra ella. Antes de correr para guardar una distancia de seguridad, Rebecca vislumbró un pasillo estrecho con una puerta al final. No sabía qué hacían ahí tantos zombies, pero estaban completamente hacinados.
No tengo suficientes balas para abatirlos a todos…-calculó Rebecca en voz alta-…son más de veinte…
Resignándose, corrió, desandando el camino, dispuesta a irse de allí, como en un principio había prometido a Sheva que haría. Pasó de largo la sala de la máquina de escribir, pero, cuando le quedaban unas pocas zancadas para la puerta grande que la devolvería al lugar donde se separó de su compañera…
¡!
Un rugido agudo y horripilante. Seguidamente, un golpe. No estaba cerca de allí, para alivio de la joven. Desgraciadamente, su segundo de dubitación disminuyó la distancia que tenía con respecto a los zombies, y uno de ellos se abalanzó contra ella. Apartándose hacia atrás, vio cómo aquella cosa hedionda caía al suelo pero, sin rendirse, la agarró del tobillo con sus dos manos para intentar morderle el pie. Por suerte para ella, sus botas verdes eran muy duras…aunque no le hacía gracia tener a esa cosa pegada a su pierna.
¡No!-gritó inconscientemente.
Agitando la pierna, Rebecca se soltó y le dio una patada en la cabeza al zombie. Aquella cabeza salió volando varios metros hasta caer en el suelo con un sonido blando y pegajoso. Sin dudarlo más, la joven abrió la puerta y la cerró tras de sí. Oyendo los arañazos de los zombies contra la puerta y sus gemidos sin sentido alguno, Rebecca se alejó de allí cautelosamente. De pronto, oyó unas rápidas y pesadas zancadas cada vez más fuertes. El rugido de antes se volvió a repetir.
¡!
Algo se acercaba. Algo tremendamente fuerte y feroz…y bajaba por la rampa por la que antes habían bajado Sheva y ella al entrar en la planta. Cuando el ser giró la curva de la rampa, Rebecca pudo verlo y se quedó paralizada por el miedo. ¡Un dinosaurio!
¡AAAAAAAAAAHHHH!-gritó despavorida.
Se trataba de un velocirráptor. Un velocirráptor verde y crecido. ¿Cómo era posible? ¡Los dinosaurios llevaban millones de años extintos! En cualquier caso, aquella cosa estaba saltando hacia ella para arrancarle las tripas de un fuerte mordisco. Incapaz de moverse, Rebecca vio su vida en diapositivas y sus ojos se abrieron como platos antes de prepararse para la dolorosa muerte…
¡GRAHHHHHH!
Aquella cosa gimió de dolor y se volvió. Pronto vio sangre saliéndole del cuello. Se oyó un disparo, y otro agujero se le abrió en el cuello. Aquella cosa corrió por el pasillo interno, el opuesto a la puerta por la que Sheva se había ido. Dos disparos más…tres…cuatro…y un fuerte golpe. Rebecca se atrevió a asomarse por la esquina. Esa cosa se había desplomado…alguien había agujereado. Oyó una pistola. Por el rabillo del ojo vio que la estaban apuntando. Instintivamente, levantó las manos y caminó hacia atrás.
Una oleada de tranquilidad barrió su cuerpo cuando vio que era una mujer normal. Por un momento pensó que se trataba de un científico de Umbrella armado. La mujer era delgada, de cabello corto cortado de forma redonda y de un color rojo brillante e intenso con resplandor anaranjado muy bonito. Sus facciones eran duras y denotaban experiencia y habilidad en combate. Parecía muy joven. Llevaba un uniforme negro y gris de infiltración. Pudo ver una porra eléctrica bastante grande colgando de su cinturón y una escopeta a su espalda.
¡No dispares!-susurró Rebecca-Soy humana, no estoy infectada.
La mujer bajó el arma. Una nueva oleada de tranquilidad envolvió a Rebecca.
¿Estás bien?-preguntó la pelirroja-Y… ¿quién eres y qué haces aquí?
Mi nombre es Rebecca Chambers –dijo la joven- y soy miembro de la B.S.A.A., una organización contra el bioterrorismo. Estoy aquí en una misión de reconocimiento. Gracias por salvarme.
Soy Regina –dijo la otra chica, unos años mayor que Rebecca, mientras se guardaba la pistola en su funda, prendida del cinturón- y formo parte del S.O.R.T. (Equipo de Asalto de Operaciones Especiales). Mis compañeros y yo hemos venido aquí para ver cómo se han colado aquí los dinosaurios.
¿Di…-tartamudeó Rebecca-…dinosaurios?
Sí…-dijo Regina con aire de resignación-…ya has visto a uno. La Tercera Energía, ya sabes…
Rebecca la miró perpleja, como si quisera una explicación.
Edward Kirk –pronunció Regina con cierto asco- es un gran genio entre los científicos que se ha estado dedicando a buscar una fuente de energía inagotable para abastecer a las poblaciones. Su hallazgo fue la Tercera Energía, un poder tan fuerte que ha…-se rió por un momento-…distorsionado el tiempo. Sí, no me mires como si te estuviera contando una película…hay cosas del pasado de este planeta que han vuelto aquí…los dinosaurios, para ser concretos.
Rebecca empezó a reírse.
¿Qué tiene de gracioso esto? –preguntó molesta Regina- Podrían arrancarnos la cabeza de cuajo en cualquier momento.
¿Y no has visto a unos hombres llenos de heridas y con olor a putrefacción persiguiendo a todo tipo de objetivos móviles? –preguntó Rebecca sonriendo, y continuó hablando al ver que Regina asentía con la cabeza-Son zombies. Como me has contado Jurassic Park, déjame que te cuente yo a ti El Amanecer de los Muertos… –se rió de forma entrecortada-resulta que los grandes investigadores de la farmacéutica Umbrella se han entretenido en desarrollar un virus llamado Virus T que convierte a los seres vivos en criaturas horribles, putrefactas, violentas, carnívoras y tremendamente fuertes. Es un virus multiespecie que afecta a todo tipo de ser vivo y lo convierte en una cosa putrefacta y mortífera. Veo que las dos perseguimos a genios científicos y nos enfrentamos contra sus creaciones.
Así que zombies…-dijo Regina para sí, sin parecer muy sorprendida-…me lo creo perfectamente…después de lo de los dinosaurios, todo es posible.
Rebecca vio en Regina una nueva esperanza de salvar el mundo. Había más gente como ella…como ellos…dispuestos a luchar y salvar el planeta del bioterrorismo.
Mi compañera Sheva se ha metido por ahí –Rebecca señaló la puerta- y ha cerrado la puerta. Tendríamos que habernos ido juntas ya, pero no la encuentro. ¿Te importa que investiguemos juntas? Creo que así tendremos más posibilidades de salir con vida.
Te lo iba a proponer ahora mismo, Rebecca –Regina sonrió- porque mis compañeros Rick y Gail se han metido en una sala llena de ordenadores y en un cuarto oscuro respectivamente. Rick es el informático del S.O.R.T. y está intentando hackear las puertas cerradas electrónicamente, y Gail es nuestro líder…y ha bajado por unas escaleras sin luz para, según él, "limpiar el camino"…
Veo que sois un equipo muy preparado –observó Rebecca- ¿de qué te encargas tú dentro del S.O.R.T.?
Yo…-dijo Regina mientras miraba su pistola-…soy la experta en armas. Está mal que yo lo diga, pero es así. He estudiado mucho sobre las armas, sobre su manejo y su mantenimiento, y me encargo de optimizar el equipo y entrar en combate. ¿Qué rol cumples tú? –Regina se daba cuenta de que su nueva compañera no era más que una adolescente, y que poco podría hacer allí.
¡Vaya, Regina, eres toda una genialidad! –la elogió Rebecca- Yo soy la médico de campo, me encargo de que mis compañeros estén bien, de la prestación de primeros auxilios y de curar todo tipo de heridas.
Es lo normal en el caso de una chica tan joven. A su edad, no le habrá dado tiempo a estudiar mucho más…y un curso de primeros auxilios está bien para estas misiones. Por lo que veo, también sabe algo del manejo de armas, pues lleva una pistola. En cualquier caso, su ayuda será inestimable…la suya y la de cualquiera, porque esto es demencial totalmente… -pensó Regina.
Bien –sonrió Regina- así podré desmayarme tranquila sabiendo que me despertaré sana y salva.
Las dos se rieron y avanzaron por el pasillo interno, dejando atrás el cuerpo de aquel velocirráptor. Pasaron por al lado de una puerta, que reventó por la presión que ejercían cuatro cadáveres apoyados contra ella. Al caer al suelo, los cuatro cadáveres se levantaron y caminaron hacia las dos chicas.
¡Qué peste! –se quejó Regina mientras disparaba con su pistola- ¿Cuántas de estas criaturas hay?
Ya he perdido la cuenta…-dijo Rebecca mientras sacaba su arma. No cabía duda de que Regina era mucho más rápida que ella.
¡Cuidado! –gritó Regina mientras un zombie se lanzaba contra su compañera.
¡No! –gritó ella horrorizada al ver la boca abierta de aquel zombie de aliento putrefacto.
Instintivamente, sacó un bote en formato aerosol de uno de sus bolsillos y roció la cara de aquel ser, que se echó hacia atrás gimiendo y tambaleándose como si estuviera borracho. Se alegró entonces de haber llevado aquel spray de gas lacrimógeno con ella. Acto seguido, vio cómo Regina sacaba su porra eléctrica y golpeaba al zombie en el espinazo, causándole la muerte de la electrocución.
¿Estás bien? –preguntó Regina preocupada.
Rebecca respondió disparando a la cabeza del zombie que se había posicionado a la espalda de su compañera. Aún quedaban dos criaturas. Regina acabó con ellas rápidamente disparándoles a la cabeza.
¿Qué demonios era esa sala? –preguntó Regina mientras se asomaba.
El olor a podredumbre la recibió al entrar. No encontró nada que le diese una pista…sólo dos cajas de balas de 9mm. Tras quedarse con una y darle la otra a Rebecca, salió de allí y, juntas, las dos continuaron escudriñando el pasillo.
¿Están muy lejos tus compañeros? –preguntó Rebecca para romper el tenso silencio.
Rick está al final de esta ala, en una sala cerrada electrónicamente por él mismo –explicó Regina- y Gail…sólo Dios sabrá dónde se ha metido Gail…
Rebecca asintió con la cabeza. Oyeron ruidos. Varios metros más adelante vieron un velocirráptor sacudiéndose a coletazos a dos zombies que intentaban morderle.
¿A quién salvamos? –preguntó Rebecca con cierta seguridad por estar acompañada de Regina.
A nadie-dijo ella muy seria.
Regina sacó su porra eléctrica y acabó con los zombies a golpes. Acto seguido, golpeó al velocirráptor en el cuello, pero éste dio un coletazo y lanzó a Regina por los aires. Rebecca corrió a ayudarla mientras el velocirráptor la perseguía. Regina sacó la pistola y disparó hacia el dinosaurio hasta hacerlo desplomarse. Tras ello, se levantó y miró a Rebecca con aire inquisitorio.
De verdad que aprecio que quieras ayudarme cuando me han golpeado, –dijo seriamente- pero antes asegúrate de que no hay riesgo de que nos maten a ambas por ello.
Lo siento…-se disculpó Rebecca.
Genial…ahora se pensará que soy idiota. Menos mal que fui policía…o me entrené para ello. ¡Maldita sea! En el entrenamiento aprendí a fijarme en todo antes de hacer nada… ¿en qué estoy pensando? Otro gran paso para mi carrera como agente de la B.S.A.A. sin duda…
No pasa nada –dijo Regina con tono concesivo- simplemente ten más cuidado la próxima vez.
Rebecca asintió, y ambas cruzaron la puerta que aquellas criaturas estaban ocultando.
Esta parte del área tendría que estar limpia…-dijo Regina para tranquilizar el ambiente-mi equipo y yo hemos acabado con todo lo que rondaba por aquí.
Los charcos de sangre, cuerpos de zombies y de dinosaurios amarillentos y pequeños corroboraron las palabras de la joven combatiente. Rebecca miró con detenimiento una mesa. En ella había una caja de cartón con un nombre químico escrito.
No sé qué hacen esas cosas por ahí tiradas-dijo Regina al darse cuenta de que Rebecca miraba ese objeto-pero se ve que los que trabajan aquí tienen pasión por la química…hay muchas cajas de compuestos como ésa por aquí repartidas…
Rebecca abrió la caja y sacó una pequeña ampolla con unos mililitros de líquido en ella. En la etiqueta ponía "Etoxietano". Se la guardó en el botiquín y siguió registrando las mesas. Logró encontrar dos ampollas más, que se guardó también. "Triclorometano" y "Bromuro de sodio".
¿Qué hace?-se preguntó mentalmente Regina-¿Acaso le van a servir para algo todas esas cosas? En fin…supongo que será de ciencias y le gustarán estas cosas. No debe de tener mucha más edad que una universitaria novata, así que estará apasionada con sus estudios. Cuando lleguemos al laboratorio de antes se emocionará, supongo… Aunque la entiendo…al fin y al cabo, yo soy una especie de ingeniera…de las armas, pero ingeniera…
¿Lleváis mucho tiempo aquí?-preguntó Rebecca.
Seis horas.-respondió Regina.
¿Llevan seis horas peinando esta zona? Supongo que no han encontrado nada, porque, si no, me lo habría comentado. Eso quiere decir que, o no hay nada, o, si hay, lo tienen muy, pero que muy bien escondido…-dijo Rebecca para sí.
Siguieron avanzando, dejando atrás las mesas para llegar a un pasillo estrecho con cuatro puertas: dos a la izquierda en los extremos y una a la derecha en el medio. Finalmente, en el extremo opuesto del pasillo, había una última puerta.
Veo que te interesan los productos químicos que hay por ahí sueltos…-dijo Regina-en las habitaciones de los laterales hay más…creo que una caja en cada una.
Rebecca y Regina entraron en las tres salas una por una. Sin mediar palabra, Rebecca se guardó tres ampollas más. "Sulfato de cobre", "Dicromato de potasio" y "Molibdato de plomo". Eran unos líquidos azul, naranja y rojo respectivamente. Cuando terminaron de registrar las tres salas, se dispusieron a abrir la puerta del extremo final del pasillo.
¡Guau!-se le escapó a Rebecca.
Se encontraban en un enorme laboratorio lleno de máquinas, estanterías llenas de frascos, material de todo tipo, ordenadores, etc. Rebecca siempre había soñado trabajar en un sitio así. Al fin y al cabo, era licenciada en Bioquímica.
Nosotros hemos avanzado por ahí –Regina señaló una puerta al fondo en la esquina derecha- pero, al parecer, este sitio esconde algo. Esa máquina gigante del centro tiene una especie de sistema de seguridad. Seguro que al pasarlo hay algo jugoso…algo que nos permita incriminar a Kirk y a Umbrella y ponerlos a la sombra para el resto de sus días o cualquier cosa por el estilo.
Hmmm…-murmuró Rebecca acercándose a la máquina-parece un reactor químico. Tiene unas inscripciones. "Tres que disminuyen la capacidad del sistema nervioso." "Tres iónicos." "Un camaleónico." –leyó en voz alta.
No tengo ni idea de qué significa eso, pero hay un compartimento encima de cada una de las inscripciones en los que me imagino que habrá que introducir algo. –dijo Regina.
Tres que disminuyen la capacidad nerviosa…-dijo Rebecca para sí-¡Claro! Esas cosas que estaban tiradas por el suelo…el etoxietano es la anestesia de los hospitales, el bromuro de sodio es lo que se pone en las comidas de los alumnos del servicio militar para evitar…ya sabes –se rió de manera nerviosa- y el triclorometano es cloroformo…¡los tres disminuyen la capacidad del sistema nervioso!
Rebecca sacó las tres ampollas y las introdujo en el compartimento. Al cerrarlo, oyó un clic que indicaba que la tapa se había sellado. Parecía que el compartimento estaba correctamente abastecido.
Tres iónicos…-dijo Rebecca-podemos probar con el dicromato de potasio, sulfato de cobre y molibdato de plomo. Aunque estén en disolución, son sales cristalinas en condiciones normales y, por tanto, compuestos iónicos.
Parece gustarle muchísimo la Química. No hemos hablado apenas de esta máquina y ya se ha puesto a hacer que funcione. Yo sé algo de Química, pero lo justo, lo que me enseñaron en las clases teóricas…y la mayoría de mis conocimientos químicos son aplicados al mantenimiento de armas. Esta chica debe de estar recién salida del instituto, seguro…-pensó Regina mientras oía el segundo clic.
Un camaleónico…-dijo Rebecca-¿qué clase de broma es ésta? No hay ningún tipo de compuesto químico que sea camaleónico…
Tal vez haya algo por las estanterías…-dijo Regina con tono alentador.
Las dos chicas se pusieron a registrar las enormes estanterías en busca de algo que sirviese para llenar el último compartimento. Fenilamina, ácido butanoico, acetato de potasio, benceno, glicerol, formaldehído, fenolftaleína, azul de bromotimol, etanol… nada de lo que Rebecca y Regina encontraban parecía útil para el acertijo.
Ten –dijo Regina de pronto- es una botella de ácido sulfúrico. Supongo que te servirá de algo…al menos, como arma. De todos modos, lo que sea que necesitamos tiene que ir en formato de ampolla…
Rebecca le agradeció la botella y asintió para seguir buscando. Amoniaco, ácido sulfhídrico, fosgeno, sulfato de vanadilo, hipoclorito de sodio, cloruro de sulfurilo, acetona, anaranjado de metilo, tornasol… nada.
¡Un momento, agente Chambers!
¡Tornasol!-gritó Rebecca como si hubiera descubierto América-¡Claro!
¿Qué pasa?-preguntó Regina sorprendida.
¡Es disolución de tornasol! –exclamó Rebecca sujetando una botella de un líquido violeta oscuro- El tornasol es una sustancia indicadora de pH, por lo que cambia de color según el nivel de acidez o alcalinidad al que se le añada…¡a eso se referiría lo de camaleónico!
¡Qué casualidad! –se sonrió Regina- Ya me preguntaba para qué servía esta ampolla vacía.
Rebecca rellenó la ampolla con un chorro pequeño de tornasol y la cerró bien. Acto seguido, fueron a la máquina e introdujeron dicha ampolla. El compartimento se selló y el reactor empezó a rugir. Se oyó el vidrio de las ampollas desquebrajándose. Cuando aquella ingente máquina dejó de agitarse, sus pantallas, aparentemente monitores informáticos, se activaron. El fragmento de techo que había justo encima de aquella máquina se abrió y de él bajó una columna prismática de vidrio llena de un líquido incoloro hasta más o menos la mitad. En las pantallas de la máquina empezaron a escribirse automáticamente mensajes de instrucciones.
"El reactor suministrará ocho sustancias con distintas propiedades ácidas y básicas, en la cantidad elegida por el usuario de esta computadora y que se listan a continuación. Sabiendo que el fluido de partida es ácido pentadecanoico suministrar, en el orden en el que aparecen en la lista, las ocho sustancias en la cantidad exacta con 20 cifras decimales para que el pH de la mezcla del interior del pilar sea neutro."-leyó Regina en voz alta- Esto es un fastidio… ¿acaso nos ven cara de ingenieros químicos?Yo tengo ciertas bases en estos temas, pero no he llegado a este extremo de locura. ¿Cómo vamos a hacer esto?
Déjamelo a mí. –dijo Rebecca en tono amable- Soy licenciada en Bioquímica, por lo que estas cosas se me dan bien. Son mi pasión, al fin y al cabo.
Regina se quedó boquiabierta.
¿Qué…-balbució Regina-…qué acabas de decir?
Que soy licenciada en Bioquímica –respondió Rebecca amablemente.
¿Cuántos años tienes?-preguntó Regina asombrada.
Dieciocho-respondió la bioquímica.
¿Y estás graduada?-preguntó incrédula la otra chica.
Sí…-dijo Rebecca enrojeciendo-…soy una de esas…
¿Niñas prodigio?-preguntó Regina.
Rebecca agachó la cabeza.
Está fatal que yo lo diga…-se reprochó.
Bueno,-dijo Regina con cierto optimismo-es bueno que tengas tantos conocimientos. Si logras hacer esa valoración que pide el sistema, tal vez encontremos algo gordo. Oh, espera, el monitor sigue escupiendo instrucciones…"Las constantes de acidez/basicidad de los compuestos a suministrar no se incluirán, y no están presentes en ningún fichero de las instalaciones por motivos de seguridad. Sólo los más excelentes químicos pueden manipular esta máquina para desactivar la seguridad de lo que está tapando."
¡Mecachis!-dijo Rebecca-¿No adjuntan las constantes? Voy a tener que confiar en mi memoria entonces…
Rebecca vio que Regina tecleaba en el ordenador buscando los diferentes programas.
Tampoco tiene calculadora…-se quejó Regina-y tú no llevarás una científica encima, ¿verdad?
No-dijo Rebecca con aire de resignación-no me traigo calculadoras a las misiones de reconocimiento, aunque creo que, desde hoy, voy a empezar a hacerlo…
Regina se agachó un momento y cogió algo que estaba depositado en el lateral de la máquina.
Qué atentos y considerados-dijo Regina con cierto asco mientras le daba a Rebecca la libreta y el bolígrafo que había encontrado.
Bueno, sólo son unas cuantas operaciones matemáticas…podré hacerlas a mano.-dijo Rebecca con optimismo.
¿Unas cuantas?-preguntó Regina muy sorprendida-¡Santo cielo, Rebecca, es una valoración con ocho sustancias!
Rebecca destapó el bolígrafo y empezó a escribir en notación matemática y numérica.
No hay problema…-dijo Rebecca mientras realizaba operaciones concienzudamente.
Se oyó un pitido. Regina se llevó la mano izquierda al oído. Por lo que Rebecca pudo entrever, llevaba un comunicador de muy pequeñas dimensiones por dentro del traje y con el altavoz y el micrófono en la zona del mitón que le cubría la mano.
Rick.-dijo Regina-Aquí Regina.
Rebecca pudo oír una voz masculina con cierto tono animoso y optimista que hablaba al otro lado del comunicador.
¿Dónde estás?-preguntó aquel hombre, aparentemente joven por su voz.
En el laboratorio del cachivache gigante por el que hemos pasado antes.-respondió ella-He encontrado a una chica que se las está arreglando para resolver el intrincado acertijo que planteaba.
¿Una chica?-preguntó el tal Rick-¿Así como así?
Está detrás de esos tíos caníbales que hemos encontrado antes cuando limpiábamos la zona,-explicó ella-y sus conocimientos del caso verifican tu hipótesis, Rick: son zombies. Zombies y dinosaurios. Si se lo contamos a la policía nos darían un chapuzón en una piscina olímpica de metadona y nos atarían a una silla.
Oye, ¿y por qué no nos juntamos todos?-preguntó el joven-Tal vez una fusión entre el S.O.R.T. y tu nueva compañera nos dé más posibilidades de luchar.
Regina miró a Rebecca de reojo.
¿Te suena la B.S.A.A., Rick?-preguntó Regina.
¡¿La B.S.A.A.?-exclamó Rick con entusiasmo y notable alegría-¡Son el último reducto de miembros armados dispuestos a acabar con estos cabrones tiranos del bioterrorismo y las guerras bacteriológicas! ¡No me digas que tu compañera es miembro de la B.S.A.A.!
Bingo-respondió Regina.
¡Tenemos que unirnos!-exclamó Rick como si le hubieran regalado una bici nueva y tuviera seis años-¡Aunque el S.O.R.T. desaparezca y pasemos a ser la B.S.A.A.!
Sabes que a mí me gusta tanto como a ti la idea, -dijo Regina- pero Gail no va a querer ni en broma.
Oh, Regina…-dijo Rick con voz cansada-que le jodan a Gail por una vez. Sabes que no nos va a traer nada nuevo. Se ha lanzado escaleras abajo a matar como si no hubiera mañana. Un día va a lograr que lo rajen.
Lo hablaremos con él cuando lo veamos.-concluyó Regina-Vamos a terminar con esta zona, investigamos lo que quiera que sea lo que esa máquina gigante esconde y después vamos las dos para allá. Puede que volvamos con algo jugoso entre manos.
De acuerdo, Regina.-concedió Rick bastante contento-Corto.
Veo que voy a conocer al resto del S.O.R.T.-dijo Rebecca con optimismo mientras seguía realizando cálculos-tal vez éste sea el principio de una larga alianza de guerra…y de una larga amistad.
Eso espero…-dijo Regina-pero Gail es muy suyo, y no creo que acepte así como así. Es muy autoritario y, en ocasiones, violento. Su orgullo es demasiado grande como para supeditarse a la B.S.A.A.
Vaya…-dijo Rebecca.
Pero no me rendiré sin intentarlo.-dijo Regina con determinación-No le veo sentido a preocuparse por el orgullo cuando la gente cae como moscas y el entorno está lleno de criaturas asesinas.
Totalmente de acuerdo.-respondió Rebecca sin apartar la vista del cuaderno.
El color del contenido de aquel prisma iba variando con el tiempo. Rebecca estaba suministrando las sustancias muy cuidadosamente.
Pasaron unos minutos. Finalmente, la mezcla del prisma volvió a ser incolora. Se oyó una voz pregrabada y femenina.
El pH total es de 7,00+/- 1·10^-15 unidades. Sistema de seguridad desbloqueado con éxito.
¡Bien!-exclamaron las dos chicas a coro.
Había un trozo muy ancho de la pared izquierda que no estaba lleno de estanterías. Casualmente, ese trozo empezó a levantarse y a ser tragado por el techo. Un ruido se empezó a oír.
¡JODER!-gritó Regina cuando vio lo que había allí detrás.
Rebecca y Regina saltaron cada una hacia un lado antes de recibir el impacto de la cola del enorme dinosaurio que había oculto detrás de la pared.
¿Cómo no ha roto la pared antes?-preguntó Regina gritando para hacerse oír entre los rugidos de aquella bestia.
¡No lo sé!-respondió Rebecca en el mismo tono mientras se alejaba.
Con un rugido, el dinosaurio lanzó un fuerte zarpazo contra Regina, que esquivó el impacto y el golpe dio en una estantería, tirando todos los reactivos al suelo. Se oyó una atemorizante sinfonía de cristales rompiéndose. Apuntando cuidadosamente, Regina comenzó a disparar con la pistola. El dinosaurio apenas sangraba: su piel era muy dura. Rebecca disparó también, pero observó el mismo efecto. La bestia giró sobre sí misma y las abatió a las dos con un golpe de su cola. Se dirigió con sus pesados pasos hacia Rebecca.
Mi carrera como científica y luchadora contra el bioterrorismo termina con el papel de bocadillo para dinosaurios…-pensó Rebecca con miedo y rabia.
¡BAM!
¡Métete con alguien de tu tamaño!-gritó Regina.
Había sacado la escopeta y le había disparado en la espalda. La potencia del arma fue suficiente como para abrirle una herida considerable. Henchido de furia, el dinosaurio corrió contra Regina y tiró otra estantería de un golpe. La joven aprovechó ese acercamiento para dispararle con la escopeta en las fauces, haciéndolo retroceder salvajemente. Intentando sacarle el máximo partido a ese momento de indefensión por parte del enemigo, Regina sacó la porra eléctrica y golpeó al dinosaurio varias veces para intentar aturdirlo. Justo cuando la criatura se iba a defender dándole un letal mordisco, su rostro empezó a echar humo y a descomponerse a una velocidad vertiginosa: Rebecca le había lanzado la botella de ácido sulfúrico que Regina le había lanzado antes. La bestia se desplomó encima de la máquina y la partió entera…pero, además, por ser tan alto, rompió también el prisma de arriba y el líquido se derramó contra el suelo como una lluvia torrencial. Instintivamente, Regina se subió encima de una mesa y comprobó que Rebecca había hecho lo mismo.
Has hecho bien-la elogió Rebecca-no es conveniente que te caiga encima toda esa mezcla química.
Cuidadosamente y de puntillas, las chicas atravesaron la sala y escudriñaron el pasillo que había revelado aquel trozo de pared. Al fondo había una puerta. Con determinación, las dos avanzaron por el pasillo.
Muy listos…-dijo Regina-esto está insonorizado, por eso no oíamos los posibles rugidos del dinosaurio. Además, a juzgar por estos cables que hay en el suelo, le estaba pasando sedante desde algún lugar remoto y dejó de pasarle cuando se levantó la pared. Un milagro de la ingeniería, sin duda.
Lo peor es que habrá más cosas como ésta esparcidas por el lugar…-dijo Rebecca mientras agarraba el tirador de la puerta.
Al abrir la puerta, un olor a podrido las golpeó. Zombies. La sala estaba llena. Unos caminaban, otros se quedaban quietos, otros estaban en el suelo…
¡Cierra!-susurró Rebecca mientras se echaba atrás.
Espera un momento…-dijo Regina en voz baja mientras entrecerraba los ojos-…hay algo en el centro de la sala. Un mostrador…
¡No vamos a poder llegar desde aquí!-dijo Rebecca-¡Eso está lleno!
Regina cerró la puerta y apoyó su cuerpo contra ella mientras pensaba rápido.
Busca agua en el laboratorio.-le pidió a Rebecca-Tiene que haber…y calculo que necesitaremos unas dos garrafas…
Voy-dijo Rebecca intuyéndose lo que iba a hacer su compañera.
Subida por las mesas, Rebecca oteó las estanterías en busca de garrafas de agua. Pegó un respingo cuando oyó un crujido. Miró hacia atrás y vio que no era nada. El dinosaurio comenzó entonces a intentar incorporarse y emitió un rugido.
¡AAAAH!-chilló Rebecca mientras vaciaba su pistola contra él.
El dinosaurio se desplomó de nuevo.
¿Qué ha sido eso?-preguntó Regina muy alarmada.
Esa cosa casi se levanta…-dijo Rebecca con el corazón en la garganta.
Pero…¿estás bien?-preguntó Regina.
Sí.-contestó ella-Ya está en su sitio de nuevo.
Saltando, Rebecca llegó hasta donde vio que había cuatro garrafas de agua. Cogió dos, una con cada mano y, por encima de las mesas, cruzó hasta llegar al pasillo, donde soltó por un momento las garrafas.
Pesan como muertos…-se quejó mientras sacudía los brazos.
Acércalas cuando puedas…-pidió Regina.
Rebecca se las puso en los pies. Acto seguido, Regina entreabrió la puerta, destapó las garrafas y las volcó para que el agua llenase el suelo de la sala. Los zombies empezaron a amontonarse hacia la salida.
Bien…-dijo Regina-¡decid hola a papá Voltio!
Regina estampó la porra eléctrica contra el charco que había formado. Todos los zombies fueron electrocutados y empezaron a explotarles partes del cuerpo. No quitó la porra del agua, y así hizo que la descarga fuese duradera y acabase con todos.
Voy a ver qué es eso del centro. Espérame aquí. –pidió Regina.
Tras guardarse la porra, Regina entró allí pistola en mano y se dirigió al centro de la estancia procurando pisar pocos trozos de zombie. Rebecca la vio coger algo y darse la vuelta. Por fin, salió de allí y cerró la puerta.
Menudo hedor…-se quejó-…pero bueno, algo es algo…tengo una llave.
¿Tiene alguna inscripción en el llavero?-preguntó Rebecca intrigada.
LAB846.-leyó Regina-Supongo que será de un laboratorio importante.
Tras cavilar un poco, las dos se dispusieron a salir por donde los tres miembros del S.O.R.T. habían pasado la primera vez para encontrarse con Rick en la sala de ordenadores. Salieron por la puerta de la esquina derecha de la sala, tras la cual se extendía un largo pasillo.
Algo extraño ha pasado aquí…-dijo Regina levantando la pistola mientras observaba la cantidad de zombies que poblaban el pasillo.
¿No habíais limpiado esto?-preguntó Rebecca extrañada mientras sacaba su pistola.
Sí, pero…-balbuceó Regina-…algún bromista, por hablar eufemísticamente, ha soltado más de estas cosas.
Pues esta broma no tiene gracia…-dijo Rebecca retrocediendo asustada al ver que los zombies se dirigían hacia ellas.
¡Mierda!-exclamó Regina-¡Dejadnos trabajar tranquilas!
Regina sacó la escopeta y comenzó a disparar a todos los zombies que tenía delante.
A este paso, vas a gastar muchas balas…-advirtió Rebecca mientras disparaba con la pistola para ayudar.
Ya lo sé, pero no hay otra manera de… ¡ARGH!-chilló Regina.
Un zombie la había agarrado de los hombros y se disponía a morderle el cuello. Rápidamente, sacó la porra y le atizó en el cuello, dejándolo tieso y sacudiéndoselo de encima.
¿Y si nos vamos?-preguntó Rebecca preocupada.
No tengas miedo.-dijo Regina en un tono alentador-Piensa que hacemos esto por el bien de todo el planeta.
Es fácil decirlo, pero… ¡NO!-gritó Rebecca.
Los zombies ya estaban todos demasiado cerca de ellas.
¡Maldita sea!-maldijo Regina-¿Quién me manda dejarme el equipo en el helicóptero? Tendría que haber venido cargada con todo…
¡ALEJAOS!-chilló Rebecca agobiada.
Agarró un bote de color negro con llamas dibujadas en la base y un pulverizador rojo que llevaba prendido de su cinturón. Activó un mechero que tenía delante de la salida del pulverizador y, acto seguido, apretó la lengüeta de éste, haciendo salir del bote un chorro de llamas. Los zombies empezaron a retroceder y a chocarse, prendiéndose fuego entre ellos.
¡EEEEI!-gritó Rebecca en un momento de envalentonamiento empujando a las criaturas que tenía delante contra el suelo.
¡Guau!-la elogió Regina-¿Qué era eso?
Líquido inflamable-dijo Rebecca sujetando su bote-que al pulverizarlo sobre un mechero encendido hace un lanzallamas bastante eficaz a corta distancia.
¿Por qué no lo has sacado antes?-preguntó Regina.
No soy buena luchando…-dijo Rebecca-…a veces no pienso las cosas.
Para no ser buena –dijo Regina- acabas de salvarnos la vida.
Avanzaron un par de pasos y vieron que el resto del pasillo y sus bifurcaciones estaba atestado de zombies.
Pero, ¿qué…-se quejó Regina.
Los zombies empezaron a acercarse a ellas.
Joder, joder, joder…-dijo Rebecca nerviosa en voz baja.
Se oyó algo cortante arañando a un zombie. Lejos, atrás del todo, al final del pasillo, un zombie se desplomó. Un rugido animal acompañó a un fuerte golpe. Las chicas veían sangre y miembros volar por los aires. Fuera lo que fuere, se estaba acercando. Pronto vieron a algo saltar entre la multitud. Una criatura verde y peluda, tremendamente musculosa y encorvada, que saltaba sobre los zombies y los destrozaba a golpes mientras rugía.
No sé lo que es eso…-dijo Rebecca-…pero no me inspira NINGUNA confianza. ¡Vámonos de aquí YA!
Regina asintió y las dos salieron corriendo. Giraron a la izquierda y descubrieron un corto pero ancho pasillo que estaba completamente limpio. Aprovecharon para avanzar por allí hasta que se chocaron con algo ancho y duro que las hizo caer al suelo. Cuando se levantaron, vieron que con lo que habían chocado era un hombre. Un hombre muy alto y grande, de enormes y prominentes músculos, con barba y mucho pelo en pecho de color castaño, y ataviado con brazaletes en las muñecas, botas rojas y un slip rojo. Sus ojos azules helados se clavaron en las chicas. Su cara de pocos amigos las hizo retroceder.
Je…-se rió aquel tipo mientras se ponía en guardia de combate. Por su postura parecía un wrestler.
Las chicas guardaron las armas.
¿Quién…-preguntó Regina-quién es usted?
El tipo se rió a carcajada limpia y le respondió con un fuerte puñetazo que la tiró al suelo.
¡Regina!-exclamó Rebecca.
La joven bioquímica retrocedió sin dejar de mirar a aquel hombre que se acercaba a ella con pasos lentos y pesados. Pensó en dispararle, pero cuando se intentó llevar las manos al arma, aquel coloso le dio una fuerte patada y la tiró al suelo. Acto seguido, cogió a ambas por el cuello y las chocó la una contra la otra. Las dos trastabillaron y se quejaron del dolor.
¡Cabrón!-gritó Regina mientras corría hacia él con la porra eléctrica en la mano.
Ese hombre era fuerte, pero Regina era mucho más rápida que él y logró darle en las costillas con la porra. El tipo se estremeció de dolor y se encorvó, momento que la combatiente aprovechó para golpearle en la espalda y en la nuca con la porra repetidas veces hasta hacerlo arrodillarse.
¿Vas a hablar?-preguntó Regina-¿O te frío como si fueras una salchicha?
El tipo la miró con cara risueña, aunque estaba algo entumecido por la electrocución. Con una rapidez extraña para un cuerpo como aquél, el tipo la agarró poniéndola cabeza abajo y saltó girando sobre sí mismo y describiendo una parábola hacia atrás.
¡Spinning Pile Driver!-gritó el tipo con su voz tosca y de fuerte acento.
Al caer al suelo, Regina fue bestialmente estampada contra el suelo de cabeza, y cayó al suelo extenuada y dolorida. Creía que iba a morir. Rebecca disparó, pero el tipo saltó sobre ella, la agarró y le hizo un suplex. Ninguna de las dos podía levantarse, pero estaban conscientes.
¡JAJAJA!-se rió aquel mastodonte.
Se oyeron los frenéticos pasos de algo que corría a gran velocidad y a cuatro patas.
¡CABRONEEEEEEEEEEEEES!-gritó una voz animalizada y deformada.
Las chicas se giraron para mirar, sin poder levantarse. Vieron a aquella cosa verde otra vez. Tenía una larga y voluminosa melena roja, y un montón de pelo en pecho del mismo color. Llevaba unos pantalones marrones cortos y unas tobilleras del mismo color. Corría a cuatro patas, como un lobo endemoniado. Tenía unas uñas largas y unos dientes puntiagudos. Era violento y peligroso.
¡Por fin un reto!-se alegró el tipo musculoso poniéndose en guardia.
La cosa verde rugió de rabia y desesperación, saltó y le propinó un fortísimo y asalvajado zarpazo en el pecho. Del arañazo empezó a emanar sangre. El hombre lo agarró del pelo y lo estampó de bruces contra el suelo. Acto seguido, se tiró sobre él en plancha. Pataleando, la bestia verde logró sacudírselo de encima, se incorporó, saltó sobre una pared y rebotó en picado contra el luchador de rojo. Lo tumbó de una fuerte patada giratoria en el aire y, cuando estuvo en el suelo, empezó a darle puñetazos mientras rugía. El hombre se levantó y lo empujó fuertemente con la palma de su mano derecha, dándole una distancia suficiente como para tirarlo de una patada con todo el peso de su cuerpo. Cuando fue a agarrarlo para hacerle una llave de lucha libre, tanto él como las chicas que estaban en el suelo se sorprendieron al ver que, del cuerpo de aquella bestia, empezó a emanar electricidad. El tipo se vio obligado a soltarlo para librarse de tan fuerte electrocución y empezó a dar tumbos.
¡HIJOS DE PUTA!-articuló la bestia de una manera casi incomprensible.
Las chicas se incorporaron poco a poco. Querían alejarse un poco y observar desde una distancia de seguridad. Aquellos dos portadores de musculatura comenzaron a intercambiarse golpes muy fuertes y sonoros.
¿Se supone que la bestia está de nuestro lado?-preguntó Regina dolorida.
No lo sé…-dijo Rebecca-pero hay que abatir a ese tío.
Pues no sé cómo…-dijo Regina con resignación.
Tengo algo que todavía no te he enseñado…-dijo Rebecca con media sonrisa.
La joven de la B.S.A.A. se acercó sigilosamente al hombre de rojo y sacó lo que parecía una pistola negra bastante grande. Mientras el coloso estaba entretenido con el monstruo verde, Rebecca se colocó a su espalda, lo cogió del hombro, le puso ese objeto negro en la zona lumbar de la espalda y lo accionó. Se pudo oír el sonido de un fuerte calambre, y el tipo cayó al suelo pesadamente cuan grande y hercúleo era.
¡Menudo pedazo de aturdidor eléctrico, Rebecca!-exclamó Regina impresionada.
Gracias-dijo Rebecca cansada y dolorida.
La bestia miró a su alrededor y rugió de rabia. Se abalanzó corriendo hacia Rebecca corriendo a cuatro patas. La chica se pudo apartar por los pelos de una potente patada de aquella cosa. Corrió entonces para juntarse con Regina y tener alguna posibilidad contra aquella cosa. Al correr hacia ella, vio que estaba cargando la escopeta.
¡No lo mates!-gritó instintivamente Rebecca mientras esa cosa lo perseguía-¡Puede que esté de nuestro lado! ¡Parece tener conciencia!
No iba a matarlo…-dijo Regina mientras le hacía un gesto a Rebecca para que se ladeara.
Rebecca se apartó hacia un lado y vio cómo Regina disparaba. No salió un cartucho. Un dardo salió expelido de la potente arma y se clavó en el cuello de aquella musculosa criatura, que redujo su velocidad hasta pararse y caer al suelo inerte.
Sedado.-dijo Regina mientras soplaba el humo de la escopeta.
Las chicas se quedaron allí, frente a los dos hercúleos cuerpos inconscientes, sin saber qué hacer con ellos.
¿Qué hay aquí?-preguntó Rebecca mientras abría la única puerta del pasillo.
Descubrieron una sala muy ordenada. Había taquillas, un escritorio, ordenadores, asientos y una máquina de escribir vieja. También había un rollo de cuerda tirado en el suelo.
¿Estás pensando lo mismo que yo?-preguntó Regina mirando el rollo de cuerda.
Creo que sí…-dijo Rebecca mientras señalaba al ser verde.
Entre las dos, lo arrastraron y lo ataron a una silla dentro de la sala.
¿Y éste?-preguntó Rebecca.
Regina lo cogió de un brazo y lo arrastró lejos de allí.
Que se lo coman los zombies.-dijo mientras volvía hacia Rebecca.
Ahora sólo tenemos que esperar a que se despierte-dijo Regina-y ver si podemos interrogarle.
Eso es exactamente lo que yo he pensado.-dijo Rebecca mirando a aquel ser de aspecto terrorífico y fuerza descomunal.
