Se sentó con cansancio. Con ése que le caía encima cuando llevaba dos días sin comer y sin ingerir más que un poco de agua y algunos cigarrillos, cuando él no estaba mirando. Las cosas se ponían densas en esos momentos. Su mente se encerraba y dejaba de estar allí. Se alejaba y le dejaba afuera.

Y cuando volvía, John estaba allí, en el sillón frente a él, oculto tras un periódico o un libro que no parecía terminar nunca, esperándole. Atento a cada momento, a cada ligero movimiento de sus manos, listo para ponerse en pie y caminar hacia la cocina sin intercambiar palabras.

Siempre era así. Era como un pacto implícito. Una manera de estar unidos por algo más que las costumbres y aquel viejo departamento en medio de Londres.

Era algo más. Un lazo que existía tan fuerte como los golpes de su corazón aquel día en la azotea del edificio, mirándole desde abajo con el móvil fuertemente apretado a su rostro.

El lazo existía y tenía que romperlo. Por John, por todos. Aquello había sido el sacrificio por ser humano, por tener amigos, por respirar. El pago…

Y después de tanto tiempo, volvía a estar allí.

Los casos, el departamento, la compañía. Pero había algo diferente. Ya no había libro o periódico. Sólo estaban los ojos allí fijos, mirándole. Como si temiera pestañear. Como si fuera a desaparecer como el humo de un cigarrillo.

-John…

-Sherlock.

Y él sonrió y juntó las manos en su pose de concentración y se quedó allí, frente al médico mirándole con aquella tranquilidad digna de zoólogo, esperando no espantarle, y de paso, comprender todo aquello que esos ojos llenos de cicatrices querían decirle y que se guardaba estoicamente.

El lazo se había reconstruido sin notarlo. Aquello era ajeno a sus intenciones o motivaciones. Sólo había bastado su presencia, los brazos de su compañero y algunas palabras. Mycroft había hecho lo demás. Documentos, justificaciones… y pedidos de perdón velados. Pero aún así, todo parecía diferente. Perdido, recuperado. Pero diferente.

Y sonrió de nuevo, al ver al médico devolverle una mirada cómplice desde su sillón y lanzarle el cojín con la bandera británica cuando se cansó de ser observado. Cuando notó que sus ojos excavaban más de lo normal.

-Deja de mirarme.

Sonrió y cerró los ojos. John siempre pidiendo cosas que eran imposibles para él.

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Fin.

DarkCryonic

22/04/2012 05:15:43 p.m.