Hola a todos.
Bueno, hoy traigo un nuevo fic que hacía mucho tenía en mente. Será un fic de capítulos larguitos que como mínimo tendrán seis páginas de Word. Es un AU, en este fic Aoko es menor que Kaito, y por ello no han sido amigos de la infancia.
Este fic tendrá como personajes principales a Kaito y Aoko. Algunos personajes que también tendrán su importancia serán Akako, Ran y de momento algunos Oc. Otros personajes también harán su aparición, pero no serán tan relevantes en la historia.
La historia irá actualizándose seguramente con lentitud, aunque claro, dependerá también de la temporada que sea.
De momento nada más que decir, espero que este fic guste.
Dislaimer: Los personajes de Magic Kaito (y DC) no me pertenecen, a diferencia de la historia que si es original excepto por algunas menciones que haré a el pasado de los protagonistas para que no esté tan lejos de la realidad de la serie.
Prólogo: Destino Entrelazado
Aún sintiendo a sus espaldas los ecos de los aplausos se dirigió hacia donde su ayudante Jii le aguardaba también aplaudiendo suavemente, adornando con una sonrisa aquel rostro lleno de arrugas.
No hizo falta que dijeran palabra alguna, ambos sabían lo que tocaba, por ello él, con una reverencia se retiró de allí dejando que su joven maestro viera que al otro lado del escenario sonriendo se encontraba una joven de cabellos rojizos que con una dulce sonrisa lo observaba. No tardó en correr a ella y abrazarla con todas sus fuerzas, parecía que hacía varios años desde que no se veían, aunque realmente solo habían transcurrido un par de meses desde su despedida. Al separarse, la pelirroja sin pudor alguno, depositó un casto beso en la mejilla del chico de castaños cabellos y preciosos ojos zafiro, esos que hacían que casi todas las mujeres cayeran literalmente a sus pies.
Tras un breve intercambio de sonrisas, el joven — llamado Kaito — se dirigió a la salida, dejando pasar siempre delante de él a su acompañante de profundos ojos rubís, que sin pensarlo dos veces, al salir, tomó el brazo de su compañero, hasta que al fin después de una caminata de dos minutos llegaron junto a un porsche 911 carrera cabrio, que el muchacho abrió dejando pasar a la dama primero, para después entrar él, y al fin, dentro de la calidez del auto se vio libre para hablar.
— No pensé que volverías tan pronto, Akako — pronunció al fin el castaño mirando fijamente sus ojos — Creí que te quedarías allí hasta que Saguru acabara su trabajo.
— Eso pensaba hacer, pero estaba preocupada — se sinceró tomando la mano del chico — Kaito, me he enterado de que te están amenazando.
En ese momento, el chico maldijo el haber contado aquello a Jii, ya que estaba claro que él era el que se lo había contado, suspiró sabiendo que a aquella mujer no se le pasaba nada — Son tonterías Akako, ya sabes que esto les pasa a muchos ídolos, no tienes que preocuparte — recitó posando su mano sobre la cabeza de la chica.
— Kaito, les pasa a cantantes, políticos, deportistas…Pero jamás he oído que hayan chantajeado a un mago de esa forma.
— Eso significa que soy diferente y destaco — dijo con simpleza él, sin querer dar más importancia al asunto — Debes dejar de preocuparte por mí, ya soy un adulto, tengo casi veintitrés años, además…— habló colocando su mano en su vientre — Creo que ahora te tienes que preocupar más por esta criaturita.
La pelirroja se sonrojó y bajó la mirada tímida — Así que Saguru ya te lo ha dicho…
— Claro que lo ha hecho, te recuerdo que cuando comenzasteis a salir le avisé de que si algo te pasaba yo debía ser el primero en saberlo — recordó arrancando al fin su coche, ante la mirada dulce de la joven.
— Es para no acordarse…Sinceramente, sigo sin saber por qué antes de eso os llevabais tan mal, ahora sois muy buenos amigos… — comentó extrañada.
— Los tiempos cambian, y con ellos las personas querida Akako — observó el mago sonriendo — Te recuerdo que, en un pasado no muy lejano tú y yo también nos llevábamos mal. No fue hasta que Saguru llegó y te enamoraste de él que comenzamos a ser amigos.
— No me lo recuerdes — rió recordando aquellas peleas que solían tener, así como los hechizos que utilizó contra él — En aquellos días todavía era una bruja, y al parecer estaba un poquito obsesionada por ti.
— ¿Sólo un poco? Si por poco me matas haciéndome vudú — manifestó riéndose.
— Eso te pasó por meterte donde no te llamaban — articuló recordando aquel día, en el que, como de costumbre Kaito le gastó una broma, haciendo que su ropa quedará empapada — No debiste tirarme un cubo de agua encima.
— Hey, te recuerdo que no era para ti.
— Sí, pero me cayó a mí — formuló viendo que ya habían llegado a la casa del ilusionista — De nuevo me quedaré en la habitación de invitados, ¿no?
— Efectivamente, ya está preparada y lista — aclaró aparcando el coche en la cochera después de utilizar el control remoto para abrir la puerta — Si quieres ducharte, he dejado toallas limpias en el baño del cuarto.
— Que detallista estás hoy, que milagro — comentó divertida la pelirroja.
— Le prometí a ese pomposo que os cuidaría hasta que él volviera — sonrió cerrando las puertas y el coche — Así que ve y descansa.
— Iré a ducharme, pero cuando baje, seguiremos hablando de las amenazas que estas recibiendo, y no pienso aceptar un ``no´´ por respuesta.
— Que remedio me queda — suspiró viendo como al fin, la de cabellos rojizos desaparecía por la puerta del garaje sonriendo, haciéndolo sonreír a él también.
Después de asegurarse de que estuviera todo cerrado, se dirigió a su propio cuarto de baño decidido a darse un relajante baño en el pequeño jacuzzi que tenía. Abrió el grifo dejando que el agua caliente llenara lentamente el lugar, mientras él con lentitud se iba desvistiendo, dejando el traje lo mejor colocado que podía encima de un pequeño taburete que se encontraba allí. El día siguiente su asistenta se encargaría de lavarlo y plancharlo.
Lentamente se fue introduciendo dentro del recipiente, sintiendo como el agua caliente relajaba poco a poco la tensión de todos y cada uno de sus músculos. Aquellos días se les hacían largos, puede que le dijera a Akako que no importaban, pero la verdad era que aquellas cartas hechas de letras de periódicos lo tenían bastante inquieto. Siempre sentía que alguien le seguía aunque no fuera así, y por las noches temía al silencio sepulcral de la casa, ya que al mínimo sonido no podía evitar coger la pistola que guardaba bajo su almohada e ir por la casa buscando la fuente del sonido, que normalmente solía ser algún animalillo que se había colado por alguna rendija.
Sus pánicos siempre estaban ahí desde aquel nefasto catorce de diciembre, desde el que no podía dormir por las noches sin el miedo de no despertarse vivo. Desde aquel día dejó de salir de marcha en busca de mujeres que quisieran pasar algún rato agradable con él, así como también evitaba salir, exceptuando lo que era justo y necesario, como sus shows nocturnos.
Una pequeña vibración hizo que sus ojos se abrieran, haciéndole ver que el agua ya estaba fría. Molesto por aquella interrupción salió del jacuzzi enrollándose una toalla que solo lo cubría desde la cintura hasta la rodilla. Supo que aquel molesto sonido venía de su móvil, el cual se había olvidado de sacar de la americana que había utilizado aquel día.
Tomó el artefacto entre sus manos, y después de secarse las manos lo desbloqueó, viendo que el origen de todo era un mensaje. Al principio pensó que sería uno de aquellos correos de publicidad, pero al abrir la carpeta encontró algo que no esperaba. Era un mensaje anónimo con una simple palabra ``Muere´´.
Con algo de torpeza se vistió rápidamente, poniéndose un simple pijama, algo ancho de color azulado, bajando con prisas hacia el salón donde su amiga le esperaba sentada en el sofá vestida con un camisón rojo.
— ¿Qué te ocurre? Parece que Satán te persigue — habló con una sonrisa divertida, que se volvió una mueca de preocupación al ver que la expresión del chico no cambiaba.
— No se te ocurra salir a la calle sin avisarme — dijo simplemente, para después sentarse a su lado — Ahora ya puedes preguntar lo que quieras — aseguró. Ya estaba más tranquilo, al ver que realmente no había ocurrido nada en la mansión.
—Veo que es mejor que esperemos a que Saguru vuelva, y que juntos busquemos una solución — inquirió tomando el rostro del ilusionista — Pero hasta entonces relájate, ya no estás solo.
Él simplemente la abrazó agradecido de tenerla. Realmente, en aquellos momentos le hacía bien el saber que tenía ahí a sus dos amigos para ayudarle. Su madre ya pocas veces iba a Tokio, y Jii cada día se hacía más mayor y se le dificultaba más el poder ayudarle.
— Ahora, cuéntame algo de tu vida hoy en día — articuló sonriente.
— Nada a cambiado, todo sigue igual — respondió también sonriente — No hay nada importante que resaltar de estos meses.
— ¿Ninguna relación?
— Sabes que lo mío no son las relaciones Akako — contestó divertido.
— Es cierto, se me había olvidado casanova — pronunció divertida al recordar los problemas que habían acaecido de las muchas aventuras de su amigo, suspiró — Creo que deberías tomarte más enserio tu vida Kaito, algún día deberás encontrar a alguien.
— No tiene por que Akako — aclaró recostando su espalda sobre el asiento — No creo estar hecho para ese tipo de cosas.
— Eso es lo que todos decimos hasta que puff, llega el amor. Mírame a mí, novia formal de un detective y embarazada de dos meses — se puso de ejemplo levantándose y dando una vuelta sobre si misma — Hace tres años no pensábamos que esto ocurriría, y mira por donde, finalmente me he quedado embarazada.
— Pero al parecer estás feliz por ello — observó viendo el feliz rostro de la joven, suspiró — Creo que será mejor que vayas a dormir Akako, ya son las 3:00 a.m.
— Sí, yo también lo creo — contempló bostezando — Buenas noches Kaito.
— Buenas noches Akako — se despidió dándole un abrazo, dirigiéndose él a su habitación y ella a la suya.
Pronto las luces de la casa fueron apagadas, y los dos ocupantes de ella cayeron rápidamente en los brazos de Morfeo sin saber que desde las sombras del jardín una silueta vestida de negro para no ser detectada se colaba a través del garaje, esbozando una sonrisa ladina al ver que el sistema de seguridad estaba apagado, tal y como lo planeó. Al parecer, ese día, a diferencia de los anteriores si podría llevar a cabo su objetivo.
Con sigilo, intentando no hacer ningún ruido se adentró en la gran sala de coches del mago, encontrándose modelos de todos los tipos. Sonrió al ver como uno blanco que al parecer se erguía entre todos a pesar de ser algo antiguo. Al verlo supo que esa sería su arma. Con una linterna alumbró la sala que además de coches únicamente tenía algún que otro armario donde se guardaban recambios de todo tipo. Realmente aquella noche sería larga.
La mañana volvió bañando de luz la residencia Kuroba donde el dueño de la misma abría lentamente sus ojos ante la luz del astro rey junto con el olor a huevos y bacon. Después de desperezarse un poco bajo hacia la cocina, encontrándose a la pelirroja con la sartén en mano y un delantal puesto. Se frotó lo ojos para ver mejor y ver que, para su alivio, aquel delantal no era el suyo, sino uno de la asistenta.
— Buenos días — saludó ella aún de espaldas a él — Estoy haciendo huevos con bacon, ¿quieres?
— Me creía que habías dejado al fin esa dieta norteamericana Akako — comentó sentándose en una silla bostezando sonoramente.
— Las comidas en Londres no son muy buenas, así que prefiero seguir comiendo esto — explicó sirviéndose la comida en un plato, sentándose en la pequeña mesa, junto a Kaito.
— Seguramente por eso los ingleses están tan amargados desde primera hora de la mañana — bromeó riendo, recibiendo un golpe de la bruja — ¡¿A qué ha venido eso!?
— Te recuerdo que Saguru es inglés, así que le has llamado amargado a él también.
— Ahora resulta que ni puedo hacer una broma — dijo cogiendo un trozo de bacon del plato, para después ver como el reloj de la cocina marcaba las 8.45 a.m — Mierda…
— ¿Qué ocurre? Tampoco está tan malo.
— No, no es eso. Es que Jii me pidió que estuviera en el Blue Parrot a las 9.00, como no me apresure no llegaré — expresó dirigiéndose a su habitación, bajando en diez minutos vestido informalmente — Akako, nos veremos por la noche.
— Esta bien, que tengas un buen día — deseó llevando su plato, ya acabado al fregadero para limpiarlo, siendo perdida de vista por el ojiazul, que a paso apresurado se dirigía hacia su garaje.
Observó todos y cada uno de los valiosos coches que allí tenía, pero aquel día optó por aquel que le traía más recuerdos; el coche de Jii, aquel que le regaló ese día cuando al fin se sacó el carnet de conducir. Puede que fuera viejo, pero el detalle del anciano le conmovió, y desde entonces utilizaba ese auto siempre que podía, cuidándolo convirtiéndolo finalmente en el mejor de todos.
Montó en él después de tomar las llaves, pero al entrar se dio cuenta de algo…Un pequeño muñeco parecido a él había sido colocado junto al volante. Lo tomó entre sus manos, pero en cuanto lo hizo un gas comenzó a salir aturdiéndolo. Comenzó a toser fuertemente, hasta que de repente, una suave mano lo sacó del coche, haciendo caer del artilugio al suelo, para después cerrar las puertas del coche.
— ¡Kaito! — lo llamó aquella voz procedente de su amiga, algo aturdido abrió los ojos y la vio allí, agachada junto a él con una mueca de preocupación — ¿Estás bien? Sería mejor que fuéramos al hospital…
— No hace falta…He respirado poca cantidad de gas, estoy bien, tranquila Akako — la intentó tranquilizar reincorporándose lentamente.
— Kaito, definitivamente alguien te quiere hacer daño de verdad — manifestó preocupada la pelirroja — Sería mejor que alguien te cuidara de estos peligros. Si no te hubieras olvidado el móvil ahora podrías estar muerto.
— No desvaríes Akako, no necesito a nadie. Soy capaz de cuidar de mí mismo — aseguró ya completamente levantado, pero sujetándose en el coche.
— No has demostrado eso Kaito. Me da igual lo que digas, voy a contratar a un guardaespaldas para que te proteja. Así yo me quedaré más tranquila — articuló cogiendo su móvil, llamando a una persona.
— Akako no necesito un guardaespaldas, dame el móvil — ordenó intentando quitárselo, pero la ingeniosa chica de cabellos rojizos era más ágil que él.
— Ran, ¿eres tú? — preguntó a una persona al otro lado de la línea — Soy Akako Koizumi, la novia de Saguru Hakuba — se presentó yéndose fuera del lugar para hablar más tranquilamente.
— Nada, aquí parece que mi opinión es nula — se quejó el chico, sabiendo que con lo testaruda que era su amiga no conseguiría que cambiara de opinión.
Después de unos diez minutos la chica volvió con una sonrisa, mal signo según el mago.
— Al parecer hay un guardaespaldas libre — explicó tomando el brazo del ilusionista, guiándolo al patio — Lo he contratado sin duda alguna. No tiene problema en ser interno, y Ran me ha dicho que es muy bueno.
— Primero, sigo diciendo que no necesito guardaespaldas. Segundo, ¿quién es Ran? Tercero, ¿sabes cuanto cuesta un guardaespaldas interno? — interrogó dejando salir todas sus dudas.
— Sí lo necesitas, lo que pasa es que eres demasiado cabezota para aceptarlo. Ran es la prometida de uno de los detectives con los que alguna vez ha trabajado Saguru, y por eso la conozco. Además es la jefa de esa agencia, siendo ella una gran experta en karate, y al conocernos y ser amigas nos hace precio, así que no te preocupes — respondió viendo como un coche rojo paraba justo enfrente de la mansión — Además, al estar tan cerca la agencia ya están aquí. Ahora decidiremos si queremos o no sus servicios.
Kaito suspiró resignado y se dirigió a la puerta, viendo a una mujer de cabello chocolate bajando de la parte conductora del vehículo. Seguramente esa sería Ran, ya que nada más ver a Akako sonrió.
Miro hacia el asiento del copiloto, viendo como la puerta se abría dejando ver a otra chica, que parecía algo menor que la primera, aunque por el resto eran casi idénticas.
Abrió la boca con asombro cuando ambas se acercaron a la puerta que fue abierta por su sonriente amiga. ¿Realmente aquella chica con cara de niña era una guardaespaldas? Y, encima sería su guardaespaldas.
— Señor Kuroba, Akako — saludó formalmente la de ojos violetas siendo abrazada por Akako — Les presento a Aoko Nakamori, la que opta por el puesto de guardaespaldas.
Final del Prólogo
