Hola, este fic es un regalo muy especial para una de las que no han perdido la fe en mí y me siguen motivando día a día, por el día de la amistad y antes que termine el mes
LIBRAARKANA
Enjoy it
Espero que te guste y a quienes pasen a leer me dejen su mejor review.
Gracias por esos mensajes privados y reviews a mis historias dormidas, por esas lectoras que aún esperan que vuelva, tardo, lo sé pero no olvido, pienso terminar mis historias poco a poco ,ustedes se lo merecen.
Gracias.
Estos personajes no me pertenecen son de don Kuru
Desde mi cielo te diré te amo
La noche estaba fría, una suave llovizna comenzaba a bañar la ciudad, la tranquilidad se podía sentir en los alrededores, y aun dentro de la patrulla donde dos hombres comenzaban su día a día laboral, el hielo que la tormenta que se aproximaba traía consigo, se colaba sin permiso y empañaba ligeramente el parabrisas.
—Unidad 2623.
Una llamada por la radio rompió el silencio.
—Unidad 2623, adelante— contestó uno de los hombres.
—Asalto zona 13, herido de bala, sospechosos en fuga.
—Entendido, vamos en camino.
La sirena lanzó el grito, pidiendo espacio entre la aun concurrida vía, las rotativas comenzaron a brillar iluminando cada pared en el camino, la zona trece era peligrosa, un laberinto de callejones sin salida que los ladrones utilizaban para perder a la policía, algunas veces con éxito para ellos, otras con pérdidas humanas lamentables.
Cada salida a velocidad de la patrulla le hacía sentir cosquilleos es su estómago, a pesar de llevar casi cuatro años en la estación como un policía rural, Shura no se acostumbraba a los arranques acelerados de su compañero, quien normalmente llevaba el volante en cada ronda, un joven de casi treinta años, Aioros, a quienes él mismo y compañeros habían apodado, "el arquero" por su excelente puntería, era su ídolo personal, y le encantaba que fuese asignado como su compañero en esos últimos días, ya que justo de él había aprendido algunas técnicas de tiroteo.
No tardaron mucho en llegar hasta el lugar de los hechos, algunos vecinos se habían acumulado frente a un edificio, secreteándose y compartiendo versiones extraoficiales, a simple vista era una pequeña joyería llamada "El Abismo", las ventanas estaban rotas y el azul y rojo intermitente de la ambulancia que les había ganado delantera les indicaba donde estaba el herido.
—Ha fallecido— dijo, uno de los paramédicos acercándose hasta la patrulla que ya había sosegado la sirena y sus luces, con una tablilla llena de papeles, sus ojos aun brillantes, llenos de adrenalina y su uniforme pringado de la sangre rojo oscuro que escapaba del cuerpo del hombre en el suelo— era un hombre mayor, de unos sesenta y cinco años—describió, leyendo y acomodando cada hoja en su lugar— herida de bala en su pecho, dos dedos arriba de su corazón, justo en el marcapaso, la puerta estaba abierta cuando llegamos, había una joven, de cabello largo— meditó un momento , buscando en la información que había recogido— pero cuando intentamos hacerle algunas preguntas ya había desaparecido.
—Gracias — dijo Shura, a la vez que sacaba un bolígrafo de su camisa para firmar la corta declaratoria del joven y regresarla para el informe final.
—Yo me quedaré revisando la Joyería, tu ve al callejón—dijo Aioros, cerrando el zipper de su chaqueta y acomodando el quepis sobre sus cabellos castaños— no creo que hayan ido muy lejos, recuerdan que están armados, ten cuidado no dudes en informarme.
Shura no renegó, al contrario, afirmó con su cabeza, había aprendido a obedecer cada orden sin contradecir a su superior, porque así era como lo veía, más que un simple compañero, un maestro, un líder, desde pequeño había sido creado en un ambiente de estricto, su padre, un hombre respetable y excombatiente de la guerra , había sido condecorado con varias medallas por su valentía y lealtad, se llamaba Cid, y él quería ser igual, "la Justicia siempre está del lado de los más fuertes" le había repetido una y otra vez cuando preguntó sin querer que sentimiento le abordaba al matar a alguien y le había parecido la frase más hermosa ,por lo tanto así quería morir, haciendo valer los reglamentos y la justicia de mano fuerte, sin temor, siendo el mejor policía de la estación, ambos salieron del auto, tomando caminos diferentes, se despidió con un ademan en su mano, entrando al callejón, desenfundando su arma, afilando su mirada.
Cada paso era lento, preciso, sin titubeos, la pistola se veía brillante, la llovizna había pasado a convertirse en una garuba, y pequeños resplandores se reflejaban en el azul de su chaqueta y el negro del arma acompañados de suaves retumbos que apenas y se acercaban. Tal vez no se había percatado, pero había caminado más de diez minutos entre demasiada quietud, los huecos de la calle se estaban llenando de agua, haciendo que sus botas produjeran ese singular chapoteo cada vez que daba un paso en falso, engañado por los espejismos que fabricaban un piso falso bajo sus pies, su vista viajaba de un lado a otro, con lentitud y precisión, con sus ojos acostumbrados ya a la oscuridad que le rodeaba, asegurando que cada sombra fuese un simple objeto inerte, revivido con la lluvia y los relámpagos que ya se hacían cada vez más fuertes.
Más adelante, posiblemente en una de las primeras curvas de los extensos callejones, una tenue luz amarilla se agitaba contra la pared, un reflejo que proyectaba la figura de tres personas, Shura se acercó a la pared contraria, esperando poder tener un mejor blanco para disparar, dio dos pasos más y terminó por doblar la esquina que le separaba de la escena, quedando tras un par de barriles cargados de fuego, el olor a gasolina que habían usado para encenderlo le hacía arder la nariz-siempre la había odiado- se ubicó en medio, abriendo ligeramente su boca, cuando lo primero que sobresalió fueron los largos cabellos oscuros que él conocía muy bien, sabía que los hombres estarían escondidos, sabía que estaban armados, pero nadie había dicho nada sobre un rehén, mucho menos uno que él conocía.
—Geist— murmuró, tensando cada musculo de su boca, presionando sus dientes, llenándose de miedo y furia e impotencia a la vez.
La había conocido años atrás, cuando apenas era una adolecente a punto de terminar la secundaria y el un joven de veintiún años, recién graduado en la policía y cuya primera misión había sido vigilar un colegio, ese día comenzaban las clases y el director había pedido reforzar la parte trasera de la institución.
Lo primero que vio fue su mochila, un bolso verde oscuro con solo una tira para colocar sobre el pecho, luego sus pequeños zapatos unidos a sus piernas estilizadas bajo la enagua a cuadros gris, por ultimo sus ojos, de un negro oscuro, tan oscuro como un abismo, en donde calló y nunca más pudo salir de nuevo.
—Debería estar en clase señorita.
—Y usted comiendo donas…
Rio, victoriosa por pensar haberlo dejado callado.
—Ese no es mi trabajo, mi trabajo en mantener a los estudiantes dentro de la institución, así que le voy a pedir con todo respeto que regrese a su clase.
La joven rio, esta vez soltando una breve pero fresca carcajada, tomó su mochila y se la colocó, eso sin perderle de vista, con movimientos lentos para emprender una carrera que no llegó muy largo.
Media hora después, estaba Shura, llevando a rastras a una jovencita muy enfadada hacia la dirección.
El sonido del trueno llenó totalmente el lugar, rebotando en las paredes, intensificando el ruido hasta hacerlo ensordecedor, despertándolo de los recuerdos, mientras instintivamente se ponía de pie, el perímetro estaba libre, solo estaban ellos cuatro, apuntó directamente al joven que se encontraba frente a Geist, ambos no pasaban de los veinte años, el chico tenía una enorme gorra "rasta" de donde se escapan algunos dreads alrededor de su rostro, mientras el otro, mas estilizado vestía una licra y una camiseta pegada a su cuerpo, una vez teniéndolos de frente los reconoció a todos.
—Los Fantasmas del abismo.
Y comprendió, que el haberse dejado llevar por la tensión de ver a la joven entre ellos, fue uno de los peores errores que había cometido. Eran un grupo organizado, con pocos años en el mundo de los robos a mano armada, amigos de Geist, casi su líder cuando ella se lo proponía, rechazados por la sociedad había dicho una vez, ella refiriéndose a los bandidos. Pero de la misma forma había algo diferente esta vez, el rostro de la chica parecía contrariado, con un pequeño ápice de dolor, enmarcado en las apenas visibles líneas entre sus cejas.
Uno de los chicos, el de los cabellos caribeños, soltó una fuerte carcajada.
—Vaya, vaya— dijo, cruzando sus brazos, acercándose peligrosamente hacia él, sin miedo al cañón que apuntaba sin titubeos a un punto fácil de desviar— pero miren que nos trajo la marea… la Cabra
El apodo no le molestaba, de hecho había sido nombrado por ella en una ocasión al ser el único que pudo subir sin dificultad hasta la parte alta de una casa brincando de estaño en estaño, lo que le molestaba era la forma en como salía de la boca de ese criminal.
—Medusa…— nombró.
—Dijiste que no iba a haber testigos…
Una voz más interrumpió a sus espaldas, haciéndole maldecir en silencio, sintiendo el frio de un arma en su cuello.
—Muchachos esto ya es demasiado— Geist se puso de pie viendo de uno a otro— ya tenemos lo que queríamos, creo que no es necesario hacer nada más, solo quítenle el arma y espósenlo, que los demás politontos que no tardan en llegar le encuentren— rió tomando su mochila.
Shura soltó el arma, quedando a merced por un momento de los ahora tres jóvenes que lo rodeaban, pero algo pasó, el chico de la licra a quien llamaban serpiente de mar por su fama de escurridizo, se giró hacia Geist apuntando un arma que sacó de su ajustada vestimenta y apuntando en su espalda mientras esta se ponía en marcha.
—Ya no quiero más ordenes tuyas Geist, todos sabemos que este tipo es tu amigo, también sabemos que nos va a identificar apenas y su compañero lo encuentre, ya metimos las patas al no poder sacar lo que buscábamos sin víctimas y ahora quieres que dejemos a este bueno para nada vivo.
La joven se volteó y entonces Shura pudo ver algo de miedo en sus ojos.
—x—
Aioros terminó sacándose los guantes blancos que la forense le había prestado para revisar un poco la escena del crimen, un golpe muy limpio y directo, sabían lo que buscaban y eran posiblemente conocidos del dueño, solo había un pequeño detalle que al encontrarlo le hizo dudar un poco, un largo cabello negro unido al vidrio donde mostraban una de las joyas más caras y finas de la tienda y posible blanco del robo, la cabeza del sagitario dorado, un pedazo de tela verde musgo y unos audífonos en forma de estrella, que él reconocía a la perfección, el policía apartó sus cabellos para acomodar el quepis sobre su frente sudada, a pesar del frio de la noche la congoja le rodeaba, si lo que suponía era cierto, la joven que vio el paramédico no era otra más que Geist, la única mujer que sin saberlo , era capaz de remover la razón de su compañero de una manera asombrosa y abrumante.
— ¿Por qué no la arrestas y ya?
Le había comentado la vez que la pillaron robando manzanas en una frutería de la calle, hacía ya unas semanas atrás.
—Me gusta verla sonreír, libre, espontanea, aunque eso me cueste mi trabajo— le había respondido, tardando en salir de la patrulla para darle tiempo de escapar.
No la consideraban mala, no tenían mucho de haberse dado cuenta que quien movía los planes de aquellos pandilleros era ella, Aioros sabía que él se había decepcionado, pero que aun así no perdía la esperanza de verla cambiar. Porque Shura era muy valiente, era leal a su estación de policía, a su compañero, pero era incapaz de demostrarle a aquella joven cuanto le amaba en secreto.
—Algún día arquero— le había confesado una noche de copas.
—Ya es mayor de edad, deberías decirle que siempre le has vigilado y que te gusta desde que era una chiquilla de colegio.
—Me haces sentir como un pedófilo resignado.
La voz de Sasha, la joven forense, le regresó al presente y la preocupación de Aioros aumentó, cuando esta le dijo tener cuatro tipos de huellas en el despacho desordenado del joyero, presionó con fuerza lo que había encontrado y salió del lugar.
—Voy en busca de mi compañero— le dijo, e inmediatamente pidió refuerzos antes de entrar la callejón.
—x—
La situación dio un giro impresionante, él y Geist se había vuelto rehenes, ambos uno al lado del otro, con sus manos atadas a la espalda, sentados sobre los charcos que ya se hacían cada vez más grandes, la lluvia había aumentado de un momento a otro de la misma forma que la rayería partía el cielo , iluminando cada rincón. No había manera de poder pedir refuerzos, pero estaba casi seguro que Aioros aparecería con la caballería en cualquier momento.
—Dije que no quería testigos y mira lo que nos persigue, un policía, les dije que este callejón era demasiado predecible para estos tipos, pero nunca me escuchan, solo a Geist.
La serpiente parecía molesto, caminaba de un lado a otro con el arma en la mano con si fuera un juguete, tambaleándola de un lado a otro, apuntando con locura a donde le daba la gana.
—Será porque ella es nuestra líder—Medusa, quien estaba recostado con otra arma, apuntándoles en el suelo habló, casi en un tono muy bajo, pero seguro de no haberse equivocado de lo que decía, de seguro sabía que le tacharían de traidor también.
Los otros dos chicos se voltearon a ver.
—Yo creo que esto es parte de un plan para quedarte con todo ¿no es cierto? — Dijo, el más joven de los tres, quien se había mantenido callado y a quien todos llamaban Delfín— ella conoce al tipo, sabemos que es su amigo.
Silencio.
—Él no es mi amigo— Geist bufó molesta, tratando de aflojar sus ataduras— si lo fuera se hubiese ido de vuelta sin decir nada y nos hubiese dejado robar en paz.
—Hay un muerto— Shura habló, casi qué segunda vez en todo el rato que había estado observando los puntos débiles de los jóvenes una y otra vez— eso sobrepasa un simple robo sin víctimas, no pueden escapar, una vez que se sepa sus identidades no pararan de buscarlos...
Shura vio al joven Serpiente, alborotar sus cabellos con desespero, dejando su mirada fija sobre la pared que aun brillaba, poco ya, con el fuego que apenas sobrevivía a la lluvia, perdido entre las ideas que de seguro iban y venían, la mirada perdida de la Medusa y el ceño fruncido del Delfín.
— ¡Calla maldito! —explotó la voz de la serpiente de mar junto al arma, apuntando directamente a la cabeza de la joven.
No hubo un momento que dudara en la acción que iba a tomar, y aun con sus manos atadas soltó una patada que hizo volar la pistola del delincuente por los aires, de un movimiento aflojó la cuerda y pudo tomar el control de la situación, un disparo que no salió de su arma le hizo girar con rapidez, buscando que la chica quedara a salvo.
—Esto no le va a gustar al patriarca— habló Geist, poniéndose de pie con torpeza.
Shura volteó hacia el suelo, viendo como el charco se teñía de rojo con la sangre de Medusa.
—Solo teníamos que tomar la cabeza del sagitario y listo— gritó el delfín— no era mi intención dispararle, yo solo quería asustar al policía— el joven exasperado tomó de nuevo el arma, siguiendo una orden silenciosa por parte del chico serpiente— no debe haber testigos entonces— murmuró, girando hacia Geist, apuntando el arma y presionando el gatillo— no me dejas otra opción.
Shura vio todo en cámara lenta, la bala, su trayectoria directa al corazón, tomó de nuevo su arma y disparó justo a la sien del joven lanzándose como escudo humano frente a la chica, ambos cayeron al suelo, tres muertos, un herido y un fugitivo, quien tomó la mochila que traía Geist y huyó, pensando que todos habían muerto.
—x—
Geist se incorporó, Shura le había tirado al suelo de nuevo antes que la bala la tocase, cortó la cuerda con la que había sido amarrada en un desesperado intento de ver quienes vivían. La orden había sido muy clara, robar la cabeza del sagitario dorado, sin testigos, pero la situación se había complicado cuando el viejo, quien se suponía ya había salido del lugar, abrió la puerta de su taller con una caja de diamantes en su mano.
La reacción había sido inmediata por parte de la serpiente, un disparo justo a su corazón, no hubo otra forma de extraer la preciada joya que quebrando el vidrio de la urna donde descansaba, el chico le había pasado una bolsa de tela en su mochila, pero ella prefirió guardarla en el bolsillo de su pantalón.
Se palpó, aún estaba ahí, serena y brillante, un trueno le hizo respingar, y el quejido leve del policía le hizo agacharse hasta tomarlo sobre su regazo, sintió la calidez de la sangre sobre sus manos al pasarla sobre su pecho aun uniformado, y apartó un poco de barro que le llenaban las mejillas.
— ¿Por qué lo hiciste?
La pregunta iba más para ella que para el mismo herido, sintió un nudo en su garganta, recordando las pocas cosas que él había hecho por ella, su preocupación en los estudios evitar llevarla por algún cargo menor.
—Perdona por decir que no éramos amigos, solo no quería que salieras lastimado, Shura… por favor no mueras—susurró dejando escapar una traviesa lagrima sobre sus mejillas, escuchando la respiración pausada y cada vez más ronca y lenta.
—x—
Shura entre abrió sus ojos, el último aliento de su vida quería dejarlo ir con el nombre de esa chiquilla revoltosa que siempre había amado.
—Geist…
Pero ella lo calló con un dedo sobre sus labios.
—Pediré ayuda, por favor no hables.
—Ellos… te van a buscar…yo…
—Ya lo sé bobo, pero tú debes hacerlo, tu eres mi policía solo tú puedes arrestarme…
La vio sonreír, entre lágrimas, como el consuelo que le dan a los moribundos para que puedan ir en paz, observó de reojo, una luz en el cielo, un helicóptero pensó, el aire era cada vez era más difícil de atrapar, un suspiro hondo.
—Yo… Te amo
Murmuró, pero esta vez a sus espaldas, viéndola presionar un cuerpo inerte, a él, frunció su ceño, vio sus manos, luego a Aioros, entrando con su pistola en las manos, para cuando regresó la vista hacia Geist ya se había marchado y su cuerpo, estaba en el suelo, y junto a él ahora su compañero, llorando.
—Aioros—dijo, acercándose— estoy acá…
—No te va a escuchar— una voz a su espalda
— ¿Quién eres? — se giró de inmediato.
—A estas alturas realmente no estoy seguro de saber quién soy, pero él no te va a escuchar.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Porque al igual que yo, tu estas muerto.
