Believe in heaven
Capítulo 1: Sirvienta.
— No molestes.
— No molesto.
— Si, molestas y mucho.
— No seas mala Yuuko.
— Mayura, ¿Podrías dejar de tirar de mí?
— Pero… pero…
— Pero nada, quiero tomar mi helado tranquila. Toma el tuyo o se caerá.
Ambas muchachas de diecisiete años iban por la acera disfrutando de un rico y delicioso helado en cono. La joven de cabellera rosada, de nombre Mayura Daidouji, insistía constantemente a su amiga de cabello corto y anteojos. Ambas muy diferentes, pero muy unidas. Yuuko era una muchacha tranquila, estudiosa, amable y madura, todo lo contrario a su mejor amiga. Mayura era una chica muy animada, entrometida, atraía problemas – principalmente por su curiosidad –, inocente y bastante dócil, se dejaba llevar por cualquier cosa.
La razón de aquella discusión tenía que ver con unas de las cosas que fascinaba a la chica de los cabellos largos y rosados: lo misterioso. El enterarse que había una casona abandonada cerca de donde vivía, le pareció fantástico y atractivo. Quería ir hacia allí, pero su amiga no, sentía que era una mala idea. Quizás lo era.
— Ve tú, yo no quiero.
— Pero no es emocionante si no vamos juntos, Yuuko — sonó suplicante. Juntó sus manos y tomó las de su amiga, en un tono más que de súplica le pidió que la acompañara.
Suspiró rendida, no se detendría hasta lograr un sí. Asintió de mala gana, pero puso sus condiciones —. Vamos un rato, miramos y nos vamos. Odio los lugares deshabitados.
— ¡Si, si, si! ¡Gracias amiga! — saltando con ella de la alegría y tirando su helado. La cara de Yuuko daba miedo, estaba furiosa y para solucionar las cosas, le compró uno nuevo.
El camino hacia aquella casa se hacía extenso, pues estaba en un lugar un poco deshabitado como en donde ella vivía, en el templo Daidouji, en el cual vivía con su padre nomás. Fueron acercándose lentamente. Daba escalofríos aquella gran mansión.
Se detuvieron frente al gran portón, observaron la situación. La escena era maravillosa, una casa antigua y enorme como para diez personas, unos hermosos y frondosos árboles que decoraban el fondo y parte del frente de la casa, un gran jardín con flores y rosas florecidas y preciosas. Abrió el portón y se adentró, su amiga chilló, negándose, pero entró de todas maneras por el arrastre de su curiosa amiga.
El caminito era de cemento, era grande el lugar, desde adentro se notaba más el gran patio y seguramente habría uno trasero más grande que el frente.
Era algo extraño porque por afuera parecía tenebroso el lugar, pero estando en el patio, notaron lo bien cuidado que estaba. Por lo que Yuuko supuso que allí vivían personas.
— Vayámonos, deben vivir personas — tomó del brazo a su amiga un poco intimidada, sentía que las estaban observando. No fue la única, Mayura también lo sentía, pero no quería asustar a su amiga.
— Sólo un poco más y nos vamos.
Avanzaron un poco más. La gran puerta de madera parecía imponente, los cerámicos eran hermosos y las ventanas eran enormes. Apoyó la mano en la puerta, su amiga tomó de su brazo y tiró un poco de ella, obligándola a voltear la mirada.
— Mejor no… y ¿si hay alguien?
— No hay nadie — sonrió y volteó la mirada hacia la puerta, seriamente. Tragó fuerte y tocó nuevamente la puerta, empujó un poco. Ésta estaba abierta, así que la abrió un poco más y se deslizó hacia adentro. Su amiga había quedado afuera, mirando hacia un lado a otro. Mayura sacó su mano y tiró de ella, adentrándola de un tirón.
— May, esto está mal.
— Shhh… y camina… — miró hacia su alrededor —. Wow, es todo tan genial… mira, hay cosas antiguas.
— Es verdad — miró algo asombrada, también, el lugar y acomodó sus anteojos, observando mejor un jarrón del siglo XVII en buen estado. Mientras, Mayura observaba las esculturas de lo que parecían dioses, una gran fascinación asomó en sus ojos carmesí como una sensación espantosa recorrió su espina dorsal y dirigió su mirada a las escaleras.
Se acercó al inicio de las escaleras y comenzó a escalar hacia la segunda planta. Yuuko seguía observando las vasijas y esculturas, Mayura se encaminaba hacia el segundo piso. Todo estaba oscuro, el largo y oscuro pasillo daba miedo, pero ella era valiente y siguió con paso firme hacia alguna de las puertas.
Había una iluminada, la cual atrajo su atención y se acercó hacia ella. Se adentró y vio un gran y acogedor despacho. Sillones, dos grandes y uno pequeño; una mesa en el centro de éstas; una biblioteca lleno de libros de la "A" a la "Z"; un escritorio con algunos libros y papeles y la silla que enfocaba a un gran ventanal.
Miró con detenimiento los libros y uno llamó su atención. Lo tomó y lo observó, miró su tapa, su contratapa y lo hojeó por dentro, leyendo cosas interesantes. Lo abrazó a su pecho, lo tomaría prestado.
El ruido de un rechinamiento se oyó en aquel cuarto, provenía de la silla de cuero. Se quedó expectante mirando, pero nada. Fue acercándose lentamente hacia la silla y acercó su mano, giraría la silla lenta y sutilmente.
— ¡AHHHHHH!
— ¡Mayura! — gritó la chica desde la planta baja y miró hacia las escaleras, viendo a una espantada Mayura corriendo como si de eso dependiera su vida. Sin pensarlo ni un minuto, se echó a correr también, dejando la puerta semiabierta en el intento de azote. Pero la muy tonta y atolondrada de Mayura no vio aquello y se la llevó por delante, golpeándose la frente y cayendo hacia atrás semi-desmayada.
Un ruido de vidrio hizo entender que nada estaba bien.
— Pero ¿Qué demonios? — la luz se encendió y la figura de un muchacho de cabellos verdes oscuro se hizo presente, encontrándose una escena deplorable y desastrosa. La chica permanecía en el piso con los ojos en forma de espiral y las manos estiradas a sus costados sin movimiento.
— Yamino — se oyó otra voz detrás, parecía burlón ante la escena aquella. Pero la sonrisa se borró como cachetada cuando vio el jarrón del siglo XVII destrozado en el suelo. ¡Era una reliquia familiar! Si su abuela lo viera, le destrozaría el cuello con sus viejas y arrugadas manos y le haría tragar los pedacitos restantes de porcelana del recuerdo.
— ¿Qué debemos hacer? — se preguntó el muchacho de anteojos algo preocupado al ver el jarrón roto y a la chica inconciente. Se agachó hacia ella y tomó su pulso, estaba viva, anda uno a saber con semejante golpe podría ponerse en duda su estadía en ese mundo.
— ¡El jarrón! — se tomaba de la cabeza el muchacho, aún espantado, lamentándose por tal pésima broma. Todo eso era culpa de la niña estúpida aquella ¿Cómo puede salir corriendo así? No le había hecho nada, tan sólo le hizo una bromita que, lamentablemente, le costó un jarrón antiguo.
Flash back:
Estaba ella girando la silla cuando ésta se detuvo, no era buena idea girarla. Se volteó nuevamente, pero un susurró la advirtió de que no estaba sola. Giró hacia la silla, encontrándose con algo del otro lado. Era un joven hermoso, mantenía la vista fija y tenía una pose y un semblante pensativo. Movió su mano, no reaccionaba por lo que pensó que era una estatua ya que no se movía ni respiraba – parecía.
Se distrajo cinco minutos mirando hacia la puerta al oír otro ruido cuando el muchacho se levantó de golpe y la asustó diciéndole unas palabras fuertes en un extraño idioma. Ella, espantada, salió corriendo y gritando por el pasillo, llevándose por delante todo lo que había y sin importarle.
Fin del FB
Abrió sus ojos lentamente, estaba recobrando la visión, la noción y comenzando a sentir… dolor por el golpe en la cabeza. Abrió los ojos completamente, encontrándose con dos miradas curiosas que lograron apenarla. Dio un gritito, a lo que se alejaron, dándole su espacio y para poder procesar aquello.
— ¿Se siente bien, señorita? — preguntó el chico de cabellos verdes y mirada gentil.
— Si, solo… ¡auch! — se quejó al tocarse la frente, tenía un golpe muy fuerte. El muchacho se levantó y se fue a otra dirección. En cuanto, el otro joven estaba de brazos cruzados mirando con odio a la muchacha por el desastre que le había causado —. Disculpe, pensé que estaba deshabitada, todo el mundo dice eso.
— No todos.
— Si, lo sé… Perdóneme.
— ¿Perdonarte? ¡Rompiste un jarrón del siglo XVII que le pertenecía a la familia de mi abuela!
— ¡Dios mío! — se tapó la boca al enterarse de aquello. ¿Cómo reparar su error? ¿Pagándolo? Pero si apenas tenía para vivir, ¿Qué debía hacer?
— Señorita — se acercó interrumpiendo el joven de anteojos, dándole una pequeña bolsa con hielo para que se pusiera en la frente —. ¿Mejor?
Ella mantenía la mirada gacha, había hecho algo muy malo y su padre de seguro la mataría. Pero ¿Qué más podía hacer? Además, si él no la hubiera asustado de aquella manera, ella jamás hubiera corrido así ni se hubiera golpeado ni roto el jarrón. Al final de cuentas, la culpa era del muchacho.
Se miraron mutuamente, él enfadado y ella sin expresión alguna. Se puso de pie y se acercó al chico para hacer una pequeña reverencia, y también al que parecía mayordomo.
— ¿A-adónde crees que vas? — preguntó el joven castaño y de ojos verdes profundos, estaba algo intrigado por aquella reacción. La chica caminó hacia la entrada y volteó sobre sus tobillos.
— Me voy a mi casa.
— Tú no te vas a ninguna parte.
— Si, tengo que irme, se hace tarde.
— ¡Rompiste un jarrón muy caro!
— Y ¿Qué quieres que haga? Además, fue tu culpa… tú me espantaste, si no lo hubieras hecho, ahorita mismo tendrías tu preciado jarrón.
La sangre le hervía ¿Quién se creía esa niña tonta para decirle esas cosas? La primera vez que alguien se le paraba así en frente, ella demostraba indiferencia ante él, como si no le interesara cuando todas las mujeres caían a sus pies. Creía que era irresistible para todas y que ninguna no podía caer en sus redes de seducción. Pero como ven, aquí ha de estar la primera que no lo miró detenidamente ni tuvo reacción ante tal belleza exótica que se creía. Engreído.
— Tendrás que pagármelo.
— No tengo dinero, vivo en un templo — cruzándose de brazos, demostrando desinterés alguno por dicho tema en discusión. Volteó hacia la puerta, tomó el pomo y lo giró cuando…
— Si no me pagas, llamaré a la policía… tengo demasiados contactos y puedo hacer que quedes presa en un segundo — chasqueando los dedos con una sonrisa arrogante en sus labios. La chica se quedó paralizada, no sabía que hacer ni que decir porque, después de todo, él había ganado.
Volteó rendida, no tenía qué más discutir, había perdido y tendría que pagarle de alguna manera. No dirigió su mirada, le daba bronca toda aquella situación horrible que pasaba y que recordaría como la más odiada de su vida.
— Así me gusta.
— ¿Cómo quieres que te lo pague?
— No estaría mal que te acostaras conmigo — dijo en forma de broma, la cual apenó a la chica por su actual condición de "virgen" que sería hasta el matrimonio, según ella… mejor dicho, según su padre.
— N-no puedo…
— Señor no diga esas cosas… ella es una niña, mire su uniforme… — dijo el mayordomo o lo que fuese, en ese momento a Mayura le importaba poco.
— Era broma, Yamino… — sonrió a su amigo y la miró nuevamente, examinándola de pies a cabeza. Estaba en pose pensativa, ideando algo para que ella de alguna manera le pagara cuando… —. Ya sé.
— ¿Qué se le ha ocurrido, señor?
— Mi buen amigo Yamino, ve hacia el clóset de ropa de personal y saca aquel lindo traje.
— Como diga, aguárdeme un momento — encaminándose hacia la puerta detrás de las escaleras. De allí sacó un hermoso vestido negro de mangas largas, ajustado y el lago hasta por encima de las rodillas - una mano entera, dos podría decirse porque eso no llegaba a tapar ni las tres cuartas partes del que se lo pusiera, hombre o mujer – preferente mujer. Era acampanado y pomposo, tenía la pecherita de volados blancos. Yamino se la alcanzó al joven y éste lo tomó en las manos, estirándolo y comparando con la chica.
— Perfecto. Toma — le lanzó el vestido, ella lo tomó alarmada al ver que algo se le dirigía. Lo quedó mirando, no entendía bien que debía hacer con el vestido —. Póntelo… ve a aquella habitación y póntelo — señalando hacia la izquierda, en donde estaba un comedor gigante.
Se adentró si pretextos y se quitó la ropa, se colocó aquel vestido como había dicho el chico y se puso el delantal blanco pequeño y ovalado a su cintura. Le quedaba perfecto de mangas como de pecho, se ceñía a su cintura y por debajo en el acampanado había una capa de tela blanca doble. Se colocó sus zapatos negros escolares, quedándose con las medias escolares y dobló su uniforme, llevándolo en sus manos. Salió del comedor hacia el mostrador y allí estaban ambos hombres charlando tranquilamente.
Carraspeó un poquito y se puso firme —. Listo.
Giró su mirada y se quedó mudo. La veía realmente… hermosa, se había quedado sin palabras. Aquel uniforme de sirvienta le asentaba bien y la idea que había pensado no había sido tan mala después de todo. Se puso rígido, se acercó a ella para apoyar su mentón en el delgado hombro de la chica. Ella se sonrojó y alejó un poco su rostro para mirarlo con sorpresa y nervios, él sonreía con burla y a su oído dijo una sola palabra, la cual sorprendió tanto a Yamino como a Mayura —. Contratada.
Continuará…
Hola soy nueva por aquí! Espero que les guste y pueda entender de una vez por todas esta página... es que soy muy tooorpe xD
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Sayonara!
