Un fanfic de SasoDei... esto es sólo la intro, así que porfavor esperen el primer capítulo ¿sí? Gracias
Fanfic de Naruto. Sus personajes son pertenecientes a Masashi Kishimoto.
Personajes principales: Sakura Haruno, Deidara y Sasori
Pareja: SasoDei (no habrá DeiSaku ni SasoSaku, lo siento) xD
Género(s): Horror, Romance, Angst, Drama, Friendship, Adventure...
Clasificado M por escenas de próximos capítulos (sangre, sexo, yaoi, sangre... uds. entienden a qué me refiero) jejejeje
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Introducción.
Ajustó mejor su abrigo, ciñó con más fuerza su bufanda de algodón, hundió más su cabeza en el gorro de lana color verde. No nevaba, pero el frío era tremendo, inmenso, casi insoportable para ella. Una muchacha no mayor de los diecisiete años de edad caminaba sola por esos fríos caminos de desesperanza. Sus ojos verdes gastados, no habían cerrado sus párpados desde el amanecer de este helado invierno gris, esos ojos de pantano verde, tan llenos de depresión y amargura. Había caminado con su pesada mochila por días, semanas, sólo deseando alejarse de ese lugar, su hogar. Ahí nadie la quería, nadie la quería viva, nadie la extrañaría. No después de lo que ella hizo. Un crimen que jamás sería perdonado aunque tuviera una eternidad de vida que cumplir antes de morir. Era mejor huir, era mejor escapar y ya no causar dolor a aquellas personas a las que toda su vida amó con toda su alma.
Huyó corriendo una madrugada, cuando los gritos de acoso y desesperación azotaron las calles de Konoha, su aldea. Anunciando haber encontrado el cadáver sangriento de su maestra enterrado bajo tierra. Ella la asesinó. No importaba ahora el porqué ni el cuándo de tal ocurrencia, ella solamente lo hizo. Y no existía un día desde ese entonces que la jovencita no estuviera arrepentida de este horror. Ella había asesinado a su propia maestra, a la persona que era casi lo mismo que su madre, aquella que la entrenó sin descanso día tras día para convertirla en una kunoichi digna de Konoha.
Así es, ella era una ninja, una guerrera, una asesina por naturaleza. Pero no se suponía que debía asesinar a su propia maestra, si ella tenía honor de un shinobi, ella pertenecía a los que hacían el bien, lo que estaba correcto en este mundo sucio de interminables injusticias. Y ella cruzó esa línea, ella ya no estaba de ese lado del camino. Ahora estaba siendo buscada por sus propios aliados, su propia aldea; ahora era un criminal más… pero jamás la atraparían, jamás la encontrarían… ¿qué tan peligrosa podría ser una kunoichi médica para el mundo de todas maneras? Eso es; nadie se molestaría en atraparla de verdad.
Debía alejarse la más posible, no podía ni siquiera soportar la idea de quedarse cerca de aquellas otras aldeas ninja, sólo quería estar lejos de ese mundo, de esa realidad. Ella, aún así, no podía olvidar a todos a los que amó, a todos con los que había compartido su existencia. Ese muchacho alegre de rubio alborotado cabello y con una contagiosa sonrisa en su joven rostro; él siempre vistiendo el color naranja y demandando ser merecedor del puesto de Hokage, líder de la aldea ninja donde vivían. Lo recordaba bien. Él siempre fue su mejor amigo, su compañero de equipo por todos sus años como genin. Ella lo recordaba con gran cariño, por todo el apoyo que le dio por años, por todo el amor que demostró a su amistad… Se llamaba Naruto
A Sai. Tampoco podía olvidar a aquel triste chico de fría mirada y falsas sonrisas. De piel blanca como papel y corto cabello oscuro, negro como plumaje de un cuervo. Una que otra vez él demostraba ser algo más que sólo un deprimente artista que guardaba silencio mientras dibujaba en su cuaderno de arte. Ella también lo recordaba cariñosamente, pues era su compañero, su amigo. No hablaba mucho, pero siempre era agradable pasar tiempo con él. La jovencita no podría jamás borrarlo de su mente.
Igualmente, no podía olvidarse se su antiguo sensei Kakashi, que al final se convirtió en un compañero más de su equipo. Ese ninja alto y de cabellos plata alborotados, su rostro siempre cubierto por una máscara negra y su hitai-ate cubriendo simultáneamente su ojo izquierdo, a causa de que escondía un ojo completamente diferente al otro. Ella recordaba que era rojo y era un poderoso instrumento para causar genjutsus, técnicas ilusorias que utilizaban los ninjas comúnmente. Su antiguo maestro siempre fue generoso con ella, siempre levantando sus ánimos y abierto a cualquier plática con ella, con él siempre hablaba de lo que fuera sin importar qué. En él confiaba plenamente.
Y a Ino. A esa muchacha de hermoso cabello rubio por siempre largo y cuidado, de hermosa y perfecta feminidad; recordaba perfectamente los ojos color azul cristal de su mejor amiga desde la infancia. Ella recordaba la forma en la que le miraba, siempre tan atenta y cariñosa, tan cálida y cercana… sin su amiga, ella jamás se hubiera convertido en una kunoichi de verdad, jamás se hubiera salido de su caparazón de timidez y miedo; a su amiga le debía todo… su vida, su persona… todo lo que ella fue antes del día de su partida de Konohagakure.
Todas esas maravillosas personas a quienes ella amó, todas se quedaron atrás y lejos, demasiado lejos para alcanzarla ahora y para perdonarla por abandonar su vida. Ahora estaba sola completamente, en medio de este camino seco y de tierra gris con hojas muertas en el suelo, el frío viento soplando contra su paso y envolviéndola en un abrazo siniestro, acariciando su cuerpo con escalofriante canto que no tenía nada de gracia. Era un silbido lúgubre y sin sentido, un cantar fantasmagórico que tensaba sus tímpanos. La muchacha se puso encima su capucha y abrazó con fuerza sus brazos deseando retener el frío que la encadenaba, como la culpabilidad que la obligó a huir de su hogar. Hizo fricción con sus manos contra sus abrigados brazos para calentarse tan sólo un poco. Comenzó a tararear una canción vieja de cuna, una canción pequeña y apenas audible con sus labios temblando y sus dientes chocando más rápido que el masticar de un roedor, pero aún así la tarareó.
"Hm-mmm-mmmhmm… Hm-mmmhmm-mmm…" y así continuaba su sonar de su maltratada garganta por horas, esta melodía le ayudaba a olvidar todas sus penas, así ignoraba simultáneamente el estrepitoso sonido del aire gritando en todas direcciones. Se calmó un poco, su vista se iluminó al darse cuenta que a menos de un kilómetro quedaba ya su destino.
Era inmensa, gigantesca, mucho más grande de lo que se atrevió a imaginar, una ciudad urbana de lo más grande y hermosa de lo que le habían contado anteriormente. El nombre de esta metrópolis era Tasogare, la ciudad donde se decía que el cielo siempre era un crepúsculo.
Hacía dos semanas la joven se encontró con una buena señora, dueña de una posada al norte de las afueras del País del Viento, que le platicó de Tasogare, una ciudad muy ignorada de donde ella venía, que se decía que era un lugar lleno de oportunidades y de sueños alcanzables a cualquier mano. Tasogare se encontraba en los confines más alejados del continente, era un lugar demasiado distante a las Aldeas ninja… era el lugar perfecto. En el mismo momento que terminó la conversación con aquella buena señora, la joven kunoichi estuvo decidida finalmente, tomaría ruta hacia esa ciudad de esperanzas… con la esperanza de revivir, de comenzar de nuevo esta destrozada vida.
Y tal cómo se lo contó aquella señora tan amable, Tasogare era enorme, llena de luces y sombras, hermosa e única. La joven jamás vio en su vida una ciudad tan grande ni tan diferente a todo lugar que vio en su vida. De edificios antiguos y enormes, calles llenas de gente, un poco de basura en algunos rincones, pero era algo de poca importancia cuando veías tantas cosas tan diferentes al entorno donde vivías cada día de tu vida. Las construcciones, las plantas, las aves volando sobre los cables eléctricos… todo era demasiado diferente a Konohagakure. Podía deducir que esta ciudad había sido construida por diseñadores de otros continentes… ella jamás había visto con sus propios ojos construcciones provenientes de otro continentes más que en fotografías; todos estos edificios llenos de bloques perfectos de piedra, estatuas de demonios y ángeles, torres góticas con arcos y detalles varios… eran cosas que jamás vería en ninguna aldea ninja, nunca.
Y la gente, toda la gente que estaba caminando en las avenidas, la gente que paseaba por las calles frías de esta ciudad, todos vestían ropas casi iguales a la que normalmente ella veía en los civiles de cualquier otra aldea ninja, otros, que llamaban mucho más su atención, vestían galas bastante diferentes a las que la muchacha había visto antes… poco importaba si eran ricos o no, pero ella inevitablemente envidiaba ropas tan bonitas, esos vestidos tan hermosos que provenían del extranjero, de finos corsés de seda oscura, esas amplias faldas de tela fina con encajes blancos que adornaban los bordes y surcos… este tipo de ropa jamás la vería en otro lugar del continente.
Caminaba entre las multitudes, todos ignorantes de que una kunoichi armada estaba frente a sus narices y a sus espaldas… La joven no tardó en darse cuenta que en esta ciudad no habían ninjas, o si no habían, entonces se escondían en algún lugar; pero lo más probable era que no había ninguno en todo el lugar. Esto era un punto a su favor, pues si había tan siquiera uno en Tasogare, este la notificaría, y peor, si este ninja era de alguna aldea aliada de Konohagakure, entonces ella estaría metida en problemas muy serios. La muchacha se quitó de encima la capucha que cubría por completo su rostro, para hacerse notar menos sospechosa entre la gente, y con esto también se quitó el gorro de lana. Las hebras de su cabello de extraño color salieron flotando por el frío viento soplando en las calles de la ciudad.
Tomó dirección a uno de los callejones que ya visitó, después de tres largas horas de haber recorrido pequeña parte de la inmensa ciudad, memorizó el camino que sus pasos trazaron; ella tenía una excelente memoria. Era un callejón oscuro, estrecho pero había todavía luz, la luz de un pequeño local de comida. Ramen de Miso. Por lo menos aquí podría comer algo que comía en casa. Esta era la comida favorita de uno de sus amigos, aquel chico rubio con quien compartió misiones ninjas desde el inicio. El agradable aroma del caliente fideo la hizo sonreír sutilmente, el vapor golpeaba contra su cara, era una sensación muy placentera sentir este dulce calor besar su rostro. Ella por un momento se sintió de nuevo en casa, y en cualquier momento voltearía y miraría el rostro de sus compañeros sentados a su lado. Abrió sus ojos, que por un segundo la engañaron, se dio cuenta que tan sólo eran los otros clientes del local.
Las horas habían pasado lentamente, el cielo ahora era negro, carente de estrellas y tan lleno de nubes. La joven caminó adentrándose un poco más por esta metrópolis gigantesca que parecía no tener final; quería pasear un poco más por esta ciudad antes de decidir si quedarse o no, pues aunque este lugar era agradable para vivir, ella aún no se encontraba segura de esto, era demasiado rápido cómo las cosas tomaban su rumbo. Era difícil dejar atrás todos esos recuerdos, esas memorias tatuadas en su mente… ella no sabría si quedarse aquí le haría bien… o sólo la pondría peor.
No lo había pensado.
Miró por los callejones más oscuros y tenebrosos, había uno en especial llamado Kurei… probablemente el más desagradable por el que había tenido que pasar en toda su vida. Había borrachos gritando y sollozando en este callejón, prostitutas de excesivo maquillaje y variaba su edad, unas pocas mayores de los cincuenta años de edad y la mayoría de la misma edad que tenía la joven kunoichi, incluso más jóvenes. Las luces anaranjadas del letrero del burdel de donde provenían, esas luces poco iluminadoras que hacían lucir el callejón mucho más lúgubre de lo que era realmente. Trató de ignorar lo que sus ojos percibían y volvió a colocarse encima la capucha de su chamarra, era desagradable cuando veías a dos personas follar en medio callejón. Una joven prostituta con un hombre que le podría doblar o triplicar la edad… ¿qué no podían conseguirse un lugar menos público para tener sexo?
La muchacha se alejó lo más posible del callejón, intentando borrar de su mente la repugnancia de la imagen que acababa de presenciar con sus propios ojos, apenas a poco más de un metro de cercanía.
Fue caminando hasta uno de los muchos jardines de la ciudad Tasogare, que eran de las muchas cosas que valían la pena observarse. Pero ahora todo estaba oscuro, apenas con algunas luces de los postes cercanos podía iluminar su paso. Era un jardín muy sencillo, de perfecto césped corto alfombrando los pies de los árboles deshojados de invierno. Eran sombras moviéndose junto al canto, no del viento, sino de algo más. Se escuchaba música, armoniosa música llenando sus oídos rápidamente. Un hermoso sonar que provenía cerca de donde estaba.
Fijó sus ojos más allá del jardín de este parque, se dio cuenta de esta enorme construcción, no le era llamativa por su tamaño porque ya había visto edificios más grandes en su estructura, sino era llamativo por su construcción, algo tan siniestro pero hermoso a la vez. Como un castillo de un cuento de hadas, pero más tenebroso y misterioso; de hecho, esta se trataba de un santuario proveniente del otro continente; los llamaban Catedrales.
Estaba repleto de ventanales de colores, algunos rotos por desgracia, y se notaba el desgaste de las rocas y estatuas haciendo guardia por cada arco y portal de esta magistral construcción, se acercó, notaba luces en su interior, había personas adentro, escuchando el sonido musical que desde el principio captó su atención. No le extrañaba en realidad, esta música tan espectacular era digna de admirarse, digna de escucharse, el músico era digno de conocerse.
Cada paso que daba alimentaba más aquella curiosidad que revoloteaba como mariposa en su estómago, una sonrisa surcaba sus delgados labios al reconocer bien el sonido del instrumento que se tocaba. Era un violín, sin duda alguna. Pero un violín diferente al tipo que ella conocía comúnmente. Este sonaba diferente en muchos sentidos. Tal vez también era del exterior de este continente.
Abrió pesadamente la puerta de madera de la abandonada Catedral gótica, había una buena cantidad de gente adentro, en su mayoría eran personas con harapos viejos; eran vagos y pobres y todos miraban silenciosamente como espectadores al músico que tocaba tan apasionadamente su instrumento. Por dentro el lugar estaba un poco destrozado y demasiado gastado, aunque aluminado suficientemente bien gracias a las luces eléctricas de color naranja que adornaban cada rincón. Todos parecían disfrutar del show que les regalaba este violinista tan talentoso. La joven kunoichi se hizo paso para poder observar quién era creador de tan hermosa melodía. Tuvo que empujar a algunas personas que le abrieron el paso entre la multitud para dejarla también observar al músico. Finalmente, vio a esa persona majestuosa en apariencia, tocando con magnificencia su instrumento de madera y cuerdas, la vio con los ojos iluminados y sus oídos completamente abiertos.
Era una persona de lata estatura, sus rasgados ojos cerrados mientras interpretaba su melodía. Tenía rubio cabello largo y lacio recogido desordenadamente con una goma, con unos mechones dorados que parcialmente cubrían parte de su pálida cara. La muchacha se quedó maravillada con la velocidad y la elegancia con la que tocaba tan fino instrumento, la capacidad de juntar tantas notas tan hermosas en tan pocos segundos. Esta persona era muy joven, probablemente un par de años mayor que ella, quizás menos. Y lo que más le llamaba la atención era su aspecto físico. A simple vista uno podía decir que se trataba de una muchachita de la que tocaba el violín, pero si uno se fijaba de más cerca, notaría que su esbelta figura pertenecía a la de un hombre. Era muy peculiar, ella no estaba acostumbrada a ver a un varón que tuviera una apariencia física tan similar a la de una jovencita. Y debía de admitirlo, él era bello.
Una vez que la melodía terminó, se dieron un par de segundos para que comenzaran los aplausos y exclames de admiración y ánimo al joven artista, este haciendo nobles reverencias a todos los invitados al interior de la Catedral. Ella también aplaudió al joven violinista.
-Mañana interpretaré un número diferente a la misma hora. Y ahora, todos a cenar. Niños y ancianos se van a dormir después de la cena, recuerden.- anunció en voz alta el violinista.
Estas palabras que pronunció la ronca voz del joven sorprendieron a la muchacha ¿Acaso él hospedaba a todas estas personas aquí? Eso explicaba porqué todos parecían pobres, eran pobres. Y ella todavía tenía una buena cantidad de dinero. Aquí no era su lugar. Sintió que era hora de irse de esta Catedral. Pero lo pensó por unos momentos. A esta hora no habría hotel o posada segura en la ciudad. Lo dudó un poco, pero no haría daño si se quedaba tan sólo una noche aquí. Pero se sentía como una tonta haciendo esto, no quería la hospitalidad de la gente, no era cosa suya aprovecharse de los otros. Sería mejor irse.
-No deberías estar afuera en noches como estas y tan tarde.- una voz conocida la detuvo cuando ella estaba apunto de abrir la pesada puerta del santuario. Al voltear, lo primero que vio fueron esos ojos brillantes de color azul, como joyas puestas a la luz. Era ese joven violinista de cabellos rubios. Este le miraba con cierta calidez que ella extrañaba desde hace algún tiempo.
-Lo siento, pero yo no puedo estar aquí… fue la música que hacías lo que me atrajo hasta este lugar…- respondió la joven ninja al otro. –… Yo puedo conseguir un cuarto de hotel…
-No importa si no eres pobre, niña.- sonrió el rubio. –Veo que eres viajera… con eso me basta para que puedas quedarte, aquí yo no deshecho a la gente, h´m.- ofreció una mano, algo que la joven kunoichi no había visto a ningún hombre hacer por ella antes en su vida.
No queriendo parecer grosera, tomó la mano del violinista. Ella le intercambió una sonrisa sincera.
-Gracias.
-No lo hagas… de todas maneras, no es seguro que alguien como tú pasee por las calles de Tasogare tan tarde en la noche… especialmente noches como estas son muy peligrosas para andar, h´m…- respondió el joven, enviándole una mirada extraña con sus brillantes ojos azules.
¿Noches peligrosas? Eso no era de mucha importancia… ella sabía defenderse, ella era una ninja, un arma mortal, y cualquiera que quisiera meterse con ella podría terminar muerto de seguro. Pero este joven lo decía con un extraño tono de insistencia en su voz, y con esa mirada tan brillosa e hipnotizante… llegaba a causarle un poco de miedo. Era mejor idea pasar la velada aquí. Así se ahorraría un poco de la enorme cantidad de dinero que aún guardaba consigo.
Puso sobre el suelo su equipaje, guardando con ella una bolsa que colgaba de su hombro donde tenía sus propiedades más preciadas e importantes. Dejó su mochila sabiendo que nadie robaría nada importante de ella, pues al juzgar a la gente humilde con quien compartí techo esta noche, nadie sería capaz de robarle a esta jovencita recién llegada a la ciudad. Hizo fila detrás de varias personas que esperaban que les entregaran su tazón de sopa caliente y su bolillo de pan. Ya había comido antes, así que no necesariamente tenía hambre, es que no quería parecer grosera al rechazar la comida que le regalaban. La gente se agrupaba en grupos de 5 o hasta 10 personas, podía ser que fueran familias teniendo sus cenas juntos. Pronto se dio cuenta que ella era la única persona en esta Catedral que estaría cenando sola. Después notó que también los huérfanos se juntaban y los vagos y ancianos también… todos juntos menos ella. Estaba sola a final de cuentas.
Se sentó en un rincón, apoyando su espalda en su gran mochila de equipaje, servía bien para camuflajear la incomodidad de la fría roca. Dio un sorbo al caldo caliente, era de queso y tenía zanahoria y espinaca… no estaba tan mal, pero como ninja médica ella sabía que esto después le provocaría males estomacales después. Con su chakra, elemento de su cuerpo que controlaba mejor que cualquier otra cosa, aceleró su metabolismo para así quemar rápido lo que consumía. Disfrutó bien la sopa, el pan lo comería para más tarde.
Entonces, sintió de repente que alguien la estaba mirando de cerca por detrás. Volteó a mirar y se dio cuenta que era el violinista de nuevo. Este le envió otra simpática sonrisa, y ella quedó algo desconcertada, pues no lo había notado pasar por detrás. Estaba parado a un metro de cercanía, apoyando su esbelta figura contra un pilar de roca.
-¿Por qué estás aquí sola, h´m?- preguntó el amable joven de largo cabello rubio.
-No tengo a nadie con quien estar.- dijo con la vista hacia abajo la muchacha.
-¿Te importaría si yo te acompaño?
Bueno, esto ella no se lo esperaba. Este joven era demasiado cortés con ella, jamás esperó tanta amabilidad provenir de una persona que ni siquiera conocía. No haría daño compartir una plática con él, parecía un buen muchacho. Ella extrañaba las pláticas agradables con personas interesantes. La kunoichi asintió y le hizo espacio al joven violinista a su lado para que se sentara.
De cerca se veía mucho más hermoso, y aún más extraño. Su piel era tan blanca como papel, como si estuviera cubierto de harina a la perfección; y sus delgados y femeninos labios tenían un color rosa muy peculiar, casi parecían pintados; tampoco podía ignorar estas ojeras que rodeaban sus azules ojos, se acentuaban aún más con sus abundantes y largas pestañas. Tenía una apariencia de lo más femenina en este mundo, incluso lucía más femenino que la joven kunoichi. El rubio volteó a verle con interés al notar que ella la miraba con mucho detalle cada una de sus facciones.
-¿Tú eres el encargado de este lugar?- preguntó la muchacha, apuntando sus verdes ojos hacia las brillantes joyas azules de los ojos de otro joven.
-No… Sólo vengo aquí de vez en cuando, quizás dos o tres veces por semana, a veces más… yo sólo ayudo a atender a esta gente, es algo así como un servicio a la comunidad, h´m.
-Entonces ¿sólo estás ofreciendo tu ayuda a este lugar por puro gusto… o te pagan?- preguntó la kunoichi. Él lanzó una pequeña carcajada, pudo mirar el interior de su rosada boca; sobresalían unos afilados dientes blancos que, sin exagerar su tamaño, no parecían comunes del todo.
-No, yo no recibo ningún pago. Esta es una obra de caridad.- rió el joven rubio sin ocultar su orgullo al decir estas palabras.
-¿No eres pobre?
-No te sabría yo decir con seguridad, niña. El dinero no es lo que más me preocupa en esta vida llena tentaciones y trampas, h´m.- esta no era la respuesta que ella esperaba de este joven, que hablaba tan refinadamente, como todo un caballero. -¿Y tú no lo eres?
-…Podría decirse que sí.- respondió la kunoichi tristemente. –Quizás no. Tal vez… simplemente estoy sola y no tengo a nadie.- abrazó sus hombros.
-¿Escapaste de casa, niña?- preguntó el joven sin mostrar demasiado interés. Ella volteó a verlo de nuevo, esto sirviendo como una respuesta suficientemente clara para él. -¿Y porqué, h´m?
-Nadie me quiere ahí, en ese lugar… tan sólo soy un estorbo, un problema.- respondió la joven mujercita, sin despojarse de esa mirada llena de melancolía. –Hice cosas terribles de las que prefiero no hablar… nadie me puede perdonar por eso, nadie.
Qué terribles palabras provenientes de una joven voz. La iluminada palidez del rostro del joven entristeció al escuchar a la muchachita. Ella lo notó de inmediato, esto la hizo ponerse aún más triste. Se sentía demasiado miserable… no quería que algún desconocido se entristeciera por ella. No merecía compadecimiento de él.
-Entiendo muy bien cómo te sientes… pero la vida sigue adelante, niña.- suspiró el rubio reacomodándose en el espacio donde estaba sentado. –Yo sé mucho acerca de cosas imperdonables, h´m. Pero si te despedazas en medio del camino, tu vida habrá sido en vano, un desperdicio… por eso no hay que rendirse. En esta vida hay más de una oportunidad ¿no?
-Supongo que tienes razón. Gracias.- respondió tranquilamente la chica. Después de quitarse la vieja bufanda, dejó completamente al descubierto una hermosa cabellera corta de color rosa pastel. Un color extraño, poco común, pero no por eso no era hermoso.
-¿Podría preguntarte tu nombre?
-Haruno Sakura. Es un gusto.- estrechó gentilmente su mano. El joven le respondió con una sonrisa.
-Me puedes llamar Deidara. Es un placer conocerte, Sakura.- sonrió el simpático joven de tez blanca. La joven pelirrosa sonrió sutilmente al escuchar el nombre del violinista.
Las luces mortecinas comenzaban a atenuarse con el pasar de los minutos convertidos en horas. La gente bostezaba acurrucada en sus espacios alfombrados de cobijas de lana caliente, y esta imagen volvía a los párpados de la kunoichi pesados. Pronto ella bostezaba anhelando sueños, y el joven llamado Deidara lo notificó. Habían charlado por varios minutos, cada vez simpatizándose más. Hablaron de varios temas relacionados con la música, y la muchacha aprovechó para obtener algo de información de Tasogare. Ella estaba feliz por primera vez en meses, pues acababa de hacer un buen amigo en el que podía confiar ahora. Sentía que parte de su corazón desgarrado se rellenaba gentilmente. El joven violinista le entregó una almohada, ella la aceptó muy generosamente. Este joven era todo un caballero.
-Gracias.- respondió la pelirrosa al recostarse un poco sobre el no tan frío suelo de piedra. El pálido muchacho le sonrió con picardía, haciendo un gesto con la mano.
-Nos veremos mañana… Sakura.
Acto siguiente, la joven kunoichi cayó en un profundo sueño. Su corazón latía tranquilamente en su interior mientras las memorias felices de meses anteriores cobraban vida de nuevo en su fría y despojada alma.
A lo lejos, él observaba con desdeño a la muchachita. Un pequeño pensamiento de rencor volvió a su mente al ver esa cabellera de tenue color rosado. Mordió levemente su labio inferior, sus ojos llenos de eterna melancolía se cerraron por unos segundos. Una vez que pensaba de nuevo en "ella", también volvía a pensar en él.
"Sasori no Danna… ¿Por qué…?"
Una débil lágrima de su destrozado interior resbaló por su mejilla.
Tasogare.- Crepúsculo.
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(N/A: Este fanfic lo considero como el más difícil que he trabajado hasta ahora. Aparte que podría ser un suicidio integrar a Sakura a la historia, pues no sé que clase de reacción esperar de aquellas yaoistas anti-fans de Sakura... espero que no me lleguen malos reviews, por que si no, Raven se pondrá muy triste y no les dará galletitas, h´m. Sólo espero que me lleguen lectoras y lectores comprensivos, es todo...)
