Disclaimer:
La trama es original y está basada en los personajes de la serie animada "Miraculous: Les aventures de Ladybug et Chat Noir". Los personajes son propiedad de Thomas Astruc.
Los personajes originales así como las situaciones aquí presentadas son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
[Esta historia participa en los concursos "#PrimeraVezMLB" de SpotsOn_ClawsOut y #Milagrosanticliche de #MiraculousFanfics en Wattpad]
[#PrimeraVezMLB]
[#Milagrosanticliche]
[PROHIBIDA SU COPIA Y/O ADAPTACION]
[Todo el crédito de la portada es de LadyDoptera]
París ocho de la noche, una lánguida figura espera la llegada del autobús bajo la maltrecha cubierta de cristal, mientras ve como la chuzante lluvia cae sin cesar.
Como es posible que después de veinte años de honesto y servicial trabajo ahora vengan y me hagan esto - pensaba mientras clavaba su abatida mirada en la caja de cartón que sostenía entre sus manos, donde había colocado de forma desordenada algunas de sus pertenencias personales que no tenían cabida en su nueva ubicación.
Desde el primer día he dado todo de mi por el bien de la empresa, no saben con cuanto sacrificio he conseguido el puesto que hoy me han arrebatado. - entre el ruido de la lluvia soltó un pesado suspiro - Ellos no han sido tan diferentes a los demás, han hecho lo mismo que todos, ¡rehuirme!. ¿Acaso creían que no notaria como me miraban con miedo?, ¿como se alejaban en cuanto yo aparecía?, y ¿así se hacían llamar mis compañeros, mis amigos?, ¡hipócritas!, piensan que con mandarme al almacén dejare de ensombrecer su perfecto ambiente laboral.
El autobús se detuvo frente a él sin ningún tipo de cuidado salpicando sus ajados zapatos y el bajo de su deslucido pantalón al pasar sobre un charco, con paso lento y semblante decaído subió al vehículo. Se sentó en silencio manteniendo la fuerte presión en la mandíbula y los ojos inyectados. Dejo con falsa tranquilidad la caja en el asiento contiguo y rebusco nervioso entre los bolsillos de su americana, saco primero el frasco con la Fluoxetina y después el Clonazepam. Miro con asco las pastillas que para él no era más que otra marca de su destierro y con un brusco ademan las introdujo en la boca, un desagradable carraspeo salió de su garganta al tragar el medicamento, su sabor artificial y harinoso nunca había sido de su agrado.
Comenzó a reírse solo como señal del efecto de los antidepresivos sin importarle las miradas de desconfianza que le lanzaban el resto de los pasajeros. La causa de su hilaridad la provocaba el recordar al imbécil del médico designado por el ayuntamiento para comprobar que no tuviera ningún tipo de daño físico, ni psíquico. Sin siquiera molestarse en revisar los resultados de sus análisis o preguntarle al menos como se sentía, el orondo matasanos dio por hecho que su problema fue generado por una aguda depresión, así que le receto, según sus palabras, unos "elevadores del estado de ánimo" y todo bajo la supervisión y aceptación de las autoridades de Paris.
¡Era un ciudadano de Paris! no entendía como a él y a otros más les daban ese trato vejatorio. Por mucho que se esforzaran en mostrar un cuadro idílico de apoyo y empatía ante las cámaras la realidad era otra muy distinta, se habían convertido en los leprosos del siglo veintiuno, los parias de la ciudad.
Les prometieron que nada cambiaria, que los ayudarían, lo único que se les exigía era que se acogieran al programa que un grupo de "expertos" habían desarrollado para personas como él, el cual consistía básicamente en saturarse de pastillas y participar en insulsas sesiones de apoyo en grupo como así las habían definido más de uno. El se resistía a asistir a esa muestra publica de indignante conformismo, quería mantener un poco del orgullo que aún le quedaba.
Su mirada se perdió por la ventanilla, mascullando maldiciones notaba la vista de la gente clavada en su nuca y los apagados cuchicheos llegaban atenuados a sus oídos, esa era la nueva realidad de su vida.
Quedo de pie mirando la descuidada fachada del edificio donde vivía con su familia desde hacía un mes, lejos quedo aquel acogedor departamento en el distrito quince que con tanta ilusión su esposa y él habían comprado al poco de casarse, le encantaba la vista que le ofrecía desde el salón hacía la parte alta de la torre Eiffel y su cercanía a los jardines de Trocadero donde tantas tardes paso jugando con sus hijos y llevándole alimento a sus pequeños amigos. Ahora tenía que conformarse con ese pequeño departamento cerca de la Porte de la Chapelle en el distrito 18, sabía que no era el mejor lugar para que viviera su familia pero al menos tenían tranquilidad. El estado abandonado del edificio desanimaba a la gente por lo que eran pocos los vecinos que ahí vivían y en la zona la gente se preocupaba por su día a día sin meterse en los asuntos de los demás, él era uno de tantos ahí.
Habían pasado tres meses desde su incidente, en un principio todo fueron buenas palabras y mensajes de apoyo pero con la continua aparición de gente como él un miedo colectivo y silencioso se fue apoderando de las personas llegando al punto de no ocultar lo que realmente sentían y pensaban, así fue que al mes siguiente empezó a recibir notas en su buzón en las que sus vecinos amablemente lo "invitaban" a irse del edificio. El siguió con su vida haciendo caso omiso a los absurdos mensajes sin fundamento, pero lo peor llego cuando su mujer y sus hijos se convirtieron también en blancos de esos dardos envenenados. Las amenazas hacia su mujer cada vez que se encontraba con alguno de sus vecinos en el rellano, las burlas y las agresiones a sus hijos en el colegio, todo el miedo y el odio de la gente para con él lo estaban lanzando a sus seres queridos. El detonante que motivo su decisión de alejarse de ese ambiente toxico fue aquel domingo que regresaban de un paseo por los jardines de Luxemburgo, las llaves de su casa se resbalaron de su mano ante la consternación de ver pintado sobre su pared y puerta en un rojo brillante un "Lárgate Monstruo", sus ojos recorrieron nerviosos una y otra vez cada letra de ese simple pero lacerante mensaje.
Solo la luz de la cocina iluminaba ligeramente el pasillo de la vivienda, dejo junto a la puerta su caja y con una mueca de desagrado noto una vez más el silencio que se había vuelto tan habitual en su vida. Su esposa procuraba tener a sus hijos acostados antes de que él llegara, aunque no le gustara era algo en lo que no quería pensar. No podía permitirse cuestionar a su familia, ellos eran el único atisbo de esperanza en su deshilachada existencia.
- Hola - veo a mi mujer de espaldas terminado de preparar lo que parece ser un omelet con queso.
- Hola, has llegado tarde. - no puedo evitar en notar el reproche en su frio saludo.
- Me entretuve en el trabajo, tenía que terminar algunas cosas. - después de tantos problemas no pienso abrumarla con otra preocupación contándole lo de mi repentino cambio de puesto.
- ¿Como les fue a los niños?, ¿les gusta el nuevo colegio?.
- Bien, al menos no se sienten tan presionados. Hoy los he llevado al parque al salir y han hecho nuevos amigos, estaban agotados no pararon de jugar y correr.
Escucho con agrado las palabras de mi mujer, me reconforta el saber que todos los cambios a los que nos hemos vistos obligados al menos sirven para que mis hijos no se vean salpicados de toda la ponzoña de la sociedad.
- ¿Lo has pensado? - veo como deja el plato con el humeante omelet frente a mí.
- No tengo nada que pensar. - replico, metiendo un poco de comida en la boca.
- No te das cuenta que sería bueno para ti...para nosotros. - trato de prestarle atención, posiblemente tenga razón pero nadie nos garantiza nada y no pienso sobajarme más.
- No lo veo de la misma manera. - tomo la botella de vino y sirvo una abundante cantidad en mi vaso.
- He visto como las personas que se han acogido al programa continúan con su vida como si nada hubiera pasado, la gente no las mira con recelo. - era innegable la expectación en su mirada por mi respuesta.
- Buff...estoy tomando la medicación. - resoplo hastiado del mismo tema de cada noche.
- ¿Que más quieres que haga? - dejo el tenedor con desgana y centro mi atención en ella.
- ...Que asistas a las sesiones de ayuda,...si no lo haces por ti al menos hazlo por los niños...por mi, si es que aun te importamos. - veo aun el amor en sus ojos pero también la desesperación.
- Lo pensare. - con parsimonia llevo el vaso a mis labios y bebo despacio mirando de soslayo como mi esposa se pone de pie.
- Ainsss...Bien, realmente espero que por el bien de nuestra familia tomes la decisión correcta. - giro para verla pero ella ha desaparecido ya por la puerta.
Recogí la mesa y lave los pocos utensilios que use, apague la luz de la cocina tras de mí y me dirigí a mi habitación . No hizo falta encender la luz para saber que estaba solo, desde hace tiempo que ella duerme en la habitación de los niños.
Desanudo la pajarita y me quito la americana dejando todo sobre la cama, me acerco a la ventana y miro con frustración lo que la vista me ofrece, un mundo lleno de incomprensión y temor ante lo que desconocen. Si al menos todos estos obtusos hubieran experimentando lo que yo, esa energía recorriendo mis venas, todo ese poder concentrado dentro de mí, la capacidad de tocar el Olimpo, el ser un dios...he podido ver la vileza de la gente, su descontrol ante un ser superior, suplicar por su patética existencia. Y me llaman a mi monstruo cuando ellos tienen sus propios engendros de circo haciendo su trabajo sucio.
Derrotado y con una punzante jaqueca me dejo caer sobre la cama, dejando de lado mis decepciones me centro en las palabras de mi esposa, se que solo es cuestión de tiempo antes de que ella se derrumbe ante esta situación y me abandone junto con los niños. No podría culparla, ahora mismo me faltarían palabras para agradecerle el que haya permanecido a mi lado todo este tiempo...Ainss...si realmente no quiero convertirme para mi familia en el monstruo que todos ven...necesito dar orden a mi vida aunque eso conlleve traicionar mis principios. Me coloco de costado y cierro los parpados buscando algo de paz y orden, mañana veré lo que pasa.
Este día ha sido todo lo que esperaba de él, al haber sido encasillado en el almacén no he visto a nadie en todo el día tan solo he respondido a un par de llamadas telefónicas, por primera vez desde hace tres meses agradecí esa injusticia, pude trabajar a gusto sin tener que tolerar miradas recelosas, silencios incómodos ni situaciones violentas.
Ahora me encontraba parado frente a ese edificio gris, muchos rostros conocidos pasaban frente a mí, adultos y adolescentes, hombres y mujeres accedían al interior por unas puertas dobles de cristal. Todos ellos eran como yo, habían sentido también el poder pero con la diferencia de que había acatado sin protestar el programa del ayuntamiento. Aspire con intensidad el fresco aire de la noche y me encamine hacia la puerta.
Cuatro paredes blancas con cuadros mostrando mensajes de autosuperación, una paupérrima mesa de café y alrededor de unas veinte sillas ordenadas en un circulo era lo que me había encontrado, ¿acaso en esto consistía el increíble plan del ayuntamiento?, todos los ahí presentes hablaban animadamente entre ellos, yo por mi parte preferí mantenerme alejado.
Se hizo el silencio en cuanto un menudo hombre ya entrado en edad y de ascendencia asiática entro en la sala, al momento todos lo acompañaron tomando asiento en las sillas, solté el último suspiro de agobio y me senté, curiosamente recordaba a la persona que tenia a mi lado era policía y ya en alguna ocasión me había expulsado de algún parque, quien lo diría... acabar lo dos aquí.
Vi como el pequeño hombre hablaba con soltura explicando la relación entre los afectados y la sociedad y como esto no debería ser un impedimento para una convivencia sana entre unos y otros. Entendía perfectamente sus palabras, era lo que yo llevaba buscando, mirara a donde mirara dentro de ese círculo solo veía una única actitud positiva y de compañerismo, miradas de esperanza y optimismo.
Después de una ronda donde cada uno hablo de sus experiencias de la última semana, me cedieron la palabra para que me presentara. No negare que estaba nervioso, seque las palmas de mis manos en mi pantalón y me puse de pie.
- Buenas noches es la primera vez que vengo aquí, soy Xavier Ramier y fui akumatizado.
Estoy dando el primer paso para recuperar mi vida...
FIN
