PRÓLOGO

La fiesta de inicio de curso del instituto Marabilia nunca había sido tan grande, tan épica. A pesar de su intento, los profesores no consiguieron que el alcohol no se derramara en los ponches y que sus alumnos no acabaran vomitando en el baño, completamente ebrios. En cuanto acabó la fiesta en la gran sala de baile del instituto privado más famoso de la ciudad, los alumnos se precipitaron al garaje a por sus grandes coches caros para continuar la fiesta en cualquier otro sitio. Arthmael era uno de esos jóvenes que no desperdiciaban la ocasión para festejar, beber y acabar enredado entre las piernas de alguna chica. Él era el alma de la fiesta.

Él era la fiesta.

Encabezando la gran fila de coches, se dirigió a la playa, pensó que sería un buen sitio donde continuar. Con una gran sonrisa, aceleró y se perdió en la carretera camino a una noche que parecía ser inolvidable pero que acabaría siendo todo lo contrario.

Al otro lado de la ciudad, Lynne daba vueltas en su cama sin poder dormir. Había decidido que esa noche escaparía, que esa noche se iría de esa maldita casa, se marcharía lejos de él. Otra vuelta con los puños apretados. ¿Podría hacerlo? Sí, ya había esperado mucho. Ya había esperado demasiado. Lo oía en el salón, viendo la televisión. Hasta que no se acostara no tendría posibilidades de llegar a la puerta e irse, alejarse de esa cara que poblaba todas sus pesadillas. Cerró los ojos con fuerza, encogiéndose de manera que sus rodillas tocaban sus codos. Intentó no pensar en lo que le había obligado hacer después de cenar. Por muchas veces que pasara, nunca podría soportarlo. Una vuelta más, de espaldas a la puerta. Los ojos más cerrados que nunca, evitando que las lágrimas caigan. Sus propios brazos rodeándola, intentando protegerla de algo de lo que no se puede proteger. Al fin y al cabo, es la palabra de su padre adoptivo, aunque ella se negaba a llamarle padre, contra la suya. Llamarle padre supondría mancillar la memoria de su verdadero progenitor, algo que ella no estaba dispuesta a permitir, no mientras siguiera con vida. Incluso en un futuro pensaba a salir y crear su propia empresa, tal y como había hecho su padre aunque no tenía nada con lo que empezar. Algo haría. Debía intentarlo, por él y por sí misma.

Con esos pensamientos acabó dormida, una vez más encerrada en una casa que se había convertido en su propia prisión.