Soy una mala escritora (?)
Porque terminé mi otro fic de la nada e iniciaré otro :I xDD
La buena noticia de este, es que los episodios serán largos
La mala, es que tardaré un poco en subir cada episodio.
Este se me ocurrió en base a un fic que hizo mi amiga Alice-chan, pero trata de Lysandro. ¿Quieres Link? Agregame al facebook y te lo paso.
Este es Castiel x sucrette, ustedes deciden si lemon -no lo haré tan fuerte- o no lemon. ¡Disfruten el prólogo!
-¡El duque quiere que le lleven su desayuno, ahora! –Ordenó la ama de llaves. Todas se movilizaron y comenzaron a preparar el desayuno del príncipe, le ponían mucho empeño, debía ser perfecto o él lo rechazaría y se pondría de mal humor.
Colocaron los pedazos de pan perfectamente cortados en orden, la mantequilla en el pequeño envase con un cuchillo de plata finamente afilado a un lado. Huevos en su punto, tocino perfectamente bien cocinado, y un jugo de naranja fresco y recién exprimido, todo colocado en finos recipientes de plata, y en una bandeja perfectamente bien pulida hecho del mismo material. Servilletas de algodón a un lado y cubiertos finales, el desayuno perfecto.
-Nanami-sama, por favor llévele esto al señor Leunam. –Asentí, acomodando mi uniforme y sujetando la bandeja de plata. Caminé por los largos pasillos del castillo, mientras sirvientes y otros empleados del rey caminaban de un lado a otro. Mi rostro debía ser serio, no mostrar ninguna emoción a menos que me fuera indicado. Pasé por la recepción principal, y me topé con uno de los hijos del rey, Lysandro. Hice una pequeña reverencia sin soltar la bandeja.
-Buenos días, mi lord. ¿Ha desayunado ya? –él tenía el cabello de un peculiar tono grisáceo, casi blanco, con las puntas oscuras. Sufría de heterocromía, por lo que uno de sus ojos era miel y el otro de un verde muy hermoso. Era amable y callado, muy simpático y siempre pensativo. Gustaba del arte clásico y tenía una voz encantadora.
-Nanami-san, muy buenos días, bella señorita. ¿Está con mandados ya? –Soltó una leve risa. Asentí, regresando la sonrisa. –Mi hermano es un tanto exigente, ¿Verdad? Espero que puedas descansar pronto. –Negué con la cabeza.
-Mi trabajo es atenderlo, como a todos, mi lord. ¿Qué sería de mí si no le sirviera a su hermano? –Suspiró.
-No te lo agradece como debería. Una chica tan bella como tú, y amable… -Tocó uno de mis cabellos oscuros. Cerré los ojos.
-Por favor, no se preocupe por mí. Estoy segura que tiene asuntos más importantes, ¿Lo espera el embajador de España, verdad? –Lysandro se sorprendió.
-Tienes una memoria sorprendente. Así es. Y besaría su mano, pero ya que va tan ocupada, no la entretengo más. Por favor discúlpeme, y si mi hermano te reclama, dime inmediatamente, que ha sido culpa mía. Espero encontrarte de nuevo, Nanami. –Besó mi mejilla con suavidad, para separarse. Me sonrojé, pero intenté no dejar mi expresión seria en todo momento. Hice una pequeña reverencia.
-Buen día, mi lord. –Me despedí, y comenzamos de nuevo nuestras andanzas. Al llegar a la habitación, entré sin previo aviso, y me encontré con un chico pelirrojo, recostado en la cama y con las cortinas opacando cualquier rayo de sol. Dejé la bandeja en una mesita, y retiré las cortinas de las enormes ventanas, haciendo que el can del príncipe, un beauceron de 2 años, bostezara y despertara. Al verme, caminó hasta donde estaba moviendo la cola, contento. Sonreí y lo acaricié, dejando su comida en el plato hecho de diamantes. Sí, este perro era más rico que yo.
-Buen día, Demonio. Disfruta tu desayuno. –Caminé hasta acercarme a la cama de Castiel, e hice una pequeña reverencia. –Buenos días, su alteza. Espero que haya dormido bien. –Hizo una mueca, acostumbraba a levantarse tarde, y aun era muy temprano.
-Nanami. No me gusta que me despierten temprano. –Sonreí. Lo conocía perfectamente bien. Esperé a que se enderezara y le coloqué la bandeja en sus piernas. Cada mañana era un deleite observar su torso desnudo, tan perfectamente bien trabajado. Era realmente perfecto.
-Lo sé, mi señor. Pero su padre ha ordenado que lo despierte temprano, al parecer hay un evento en el reino vecino y quiere que usted lo acompañe. –Me miró, rascando su cabello, de un color rojo intenso. Suspiró, era tan informal cuando yo era lo más elegante posible.
-Me lo viene diciendo desde hace mucho. Quiere que me relacione con la princesa esa. –Parpadeé un poco. Tomé la copa de cristal y serví el jugo, mientras él comenzaba a comer.
-¿La princesa Debrah? –Mi estómago se volvió un nudo. Tragué saliva, pero como siempre, disimular era parte de mi trabajo. No sabía si era una sirvienta, o una actriz. –Es una mujer muy… Polémica, mi lord. Si me pide mi opinión. –
-No lo hice, pero ya que hablaste, continúa. Y aun no entiendes que me llames Castiel cuando estamos solos, ¿Verdad, Nana-chan? –Me sonrojé. Negué con la cabeza, era difícil permanecer como si nada…
Cuando lo amaba.
-Las doncellas de su majestad la reina, han dicho que la princesa Debrah ha tenido al menos tres matrimonios, y todos han… Fracasado. –Él se sorprendió. Masticó un poco y tragó, antes de mirar mis ojos violetas con esos impactantes orbes grises.
-¿Cuál es la razón? –Respiré hondo. No quería que él se relacionara con ella…
-Mueren. Todos han muerto… Enfermos, al parecer. –Abrió los ojos sorprendido.
-¿Como una maldición? –Terminó de comer, y le retiré la bandeja, entregándole una servilleta.
-Esa no es mi teoría, señor. –Sujetó la servilleta, pero no soltó mi mano. Lo miré atentamente mientras él sonreía de lado.
-Limpia mi rostro. –Ordenó. Me sorprendí, nunca me había ordenado eso, pero obedecí sin rechistar, limpiando la comisura de sus labios con un sonrojo. -¿Cuál es tu teoría, Nana-chan? No, espera. ¿Quieres oír la mía? –Asentí levemente. Tocó la coleta de mi cabello oscuro, jugando con ella. Tragué saliva.
-Estás… Celosa de Debrah. –Inhalé profundamente, parpadeando totalmente sorprendida.
-¿¡C-celosa!? ¡N-no sé de qué habla! ¿Ya terminó, señor? ¡Debe bañarse! –Retiré la bandeja de sus piernas y la puse a un lado, haciendo todo torpemente por mis nervios. Intentaba acomodar los platos sucios, pero todo se me caía. –Q-qué torpe… -Suspiré frustrada.
-Déjame ayudarte. –Sus manos fuertes me rodearon, acomodando los platos mientras me acorralaba con su cuerpo. Me quedé quieta, sabía que mi rostro debía estar tan rojo como su cabello. Mordí mi labio con fuerza.
-Estoy bien… Señor… -Respiró contra mi cuello. ¡Dios, Dios, debía estar soñando!
-Como gustes. –Se alejó. Respiré con más tranquilidad. Retiró la ropa que aun tenía para dormir, mientras entraba al enorme baño de su habitación y comenzaba a preparar el agua en la tina. Recordé cuando lo conocí, hace un par de años.
FLASH BACK
Era mi primer día como sirvienta. Había tenido que recurrir a ser parte de la servidumbre, cuando mis padres murieron en un trágico accidente, su carreta se volcó mientras iban en uno de sus viajes para vender un poco de tela y poder pagar mis estudios. Me quedé desamparada, por lo que recurrí a mi tía Agatha, una de las costureras de la realeza, y me consiguió un trabajo para poder mantenerme.
-Muy bien niña, estarás de prueba. Y como no tienes experiencia en esto, será mejor que aprendas rápido o a la calle. –Me avisó la ama de llaves, coordinaba a toda la servidumbre del palacio. Estaba nerviosa. Mi cabello era largo hasta alcanzar la parte baja de mi espalda, y era sedoso, brillante como la noche, lacio. Mi piel era blanca, contrastando con el tono de mi pelo, y resaltando mis ojos violetas. No estaba muy conforme con mi nuevo uniforme, un vestido negro con falda corta, demasiado para mi gusto, un delantal, el típico adorno en la cabeza, unas medias negras por encima de las rodillas y unas botas negras de tacón.
Me sentí un poco intimidada cuando las otras sirvientas, uno o dos años más grandes que yo –veintidós, veintitrés años- me observaban susurrando entre ellas. ¿Qué había de malo conmigo?
Comencé a lavar platos como se me había ordenado, intentando ignorar esos cuchicheos, cuando la puerta de la cocina se abrió de golpe, dejando ver a otra de las sirvientas, de cabello castaño y corto, con el rostro rojo por la vergüenza y unos platos rotos en sus manos. Varias se acercaron a ella, noté que lloraba.
-¡Fue el príncipe Castiel! Me lanzó su comida porque dijo que estaba fría. –Se quejó. La ama de llaves la escuchó.
-Deja de lloriquear, ya sabes que él así es. Y si no te gusta, te me vas pero ya. Vuélvanle a servir la comida y caliéntenla bien, ¡Rápido! –Ordenó, y todas se movieron como rayos. Una vez servido impecablemente de nuevo, la ama de llaves se lo acercó a la muchacha que aun lloraba.
-Himeko, llévale de nuevo la comida. –La mencionada negó inmediatamente, rechazando la bandeja.
-¡Ni loca! No quiero, que venga él por su comida. –Se cruzó de brazos. Una de sus amigas, las que cuchicheaban de mí, se acercó a la ama de llaves.
-Creo que ésta sería una excelente prueba para la nueva, Aria-san. ¿No cree? –Me quedé perpleja. Todo estaba en silencio.
-Tienes razón. La nueva, ven. –Dejé los platos, y me acerqué. Todas tenían una sonrisa arrogante, sabían que me iría mal. –Llévaselo al príncipe Castiel. –
-¿Algún consejo o regla? –Ella sonrió.
-Descúbrelo por ti misma. –Y eso fue todo. Tomé la bandeja y caminé, ya sabía su habitación gracias al recorrido previo cuando llegué. Tragué saliva una vez estuve en su puerta, y con cuidado, toqué. Escuché un "pasa" fastidiado, y abrí la puerta con dificultad, haciendo una pequeña reverencia.
La habitación era más grande de lo que alguna vez fue mi casa. Me quedé sorprendida. Mis ojos se detuvieron en aquel joven pelirrojo, semidesnudo y siendo alimentado por una de las damas de compañía. O su amante, en otras palabras.
Él era simplemente hermoso.
-Su alteza, le traigo su comida. –Observé su reacción. Me miró de reojo, observándome detalladamente. Me quedé quieta, con la mirada seria. Sonrió arrogantemente.
-No te había visto antes. ¿Dónde esta la otra? –Preguntó.
-Himeko-san está indispuesta. ¿Hay algún problema? –Lo miré sin emoción alguna.
-Eso debo preguntar yo. Kaori, lárgate. –La chica que estaba a su lado se levantó y entró al baño para cambiarse. Acerqué la bandeja de comida mientras él no dejaba de mirarme. Me incomodaba. -¿Cuál es tu nombre?
-Nanami. –Respondí. Él miró la comida, sin quitar esa sonrisa. –
-Nanami, si esto está frío, voy a aventarlo en tu lindo rostro. –Avisó. Sonreí con ternura.
Que se joda.
-Donde usted haga eso, le juro que tomaré su filete y lo lanzaré a su estúpida cara arrogante. –Contesté. Él se quedó con la boca abierta, totalmente sorprendido.
Oh, no, estaba despedida. Él se levantó, sin probar bocado, estaba encabronado. Me acorraló contra la pared sin previo aviso, y yo forcejeé contra él.
-¡Suélteme por favor señor! ¡Voy a gritar! –lo amenacé.
-Cállate. –Ordenó. Un segundo después, abrió el escote del vestido junto con el sostén…
Y derramó la sopa, caliente, sobre mí. Grité.
-¡Oye! ¿¡Estás loco!? –Lo empujé, mientras él se carcajeaba.
-Ya te puedes ir a llorar, como todas las otras, de seguro estás sin trabajo. –Dijo. En ese instante, le agarré el filete cubierto de salsa y se lo lancé, ensuciando su torso y parte de los pantalones que llevaba. Él se quedó sorprendido, sin decir nada.
-Yo no soy todas las otras. Y si estoy sin trabajo, al menos déjeme disfrutar el momento, su alteza. –Tomé el vino y lo rocié en su cabeza. Él me arrebató la botella e hizo lo mismo, manchando mi cabello. Agarré el pastel de chocolate de un puñado, y se lo lancé. Él me arremedó.
Era una pelea de comida. Pronto comencé a reír, me parecía gracioso el estar haciendo eso, pero ya estaba despedida. Contagié al príncipe de mi risa, mientras seguía aventando alimentos.
En ese momento, la ama de llaves entró, y emitió un grito alertando a todos los sirvientes.
-¿¡Qué pasa aquí!? ¡Ay, señor! ¡Perdone usted, esta mujer es nueva! ¡Era nueva! –Entró alarmada, sujetándome de los brazos. –Mil disculpas, mil disculpas. ¡Ustedes! Limpien, ahora. ¡No volverá a pasar mi señor, se lo juro! –me jaló, sacándome de ahí. Abrió las puertas del palacio y me lanzó al piso, con furia. -¡Lárgate de aquí, insignificante basura! ¡No eres nada, lárgate! A la calle como el vil perro que eres, ¡No te quiero ver aquí nunca más! –Gritó. Me puse de pie, dispuesta a alejarme, cuando una voz me detuvo.
-¡Prohíbo una sola palabra más, Aria! –Gritó el príncipe. –Y ordeno que regreses a esa mujer al palacio. –Abrí los ojos sorprendida.
-¡P-pero mi señor! ¡Mire cómo lo ha dejado! ¡Es una mosca muerta! –Reclamó la mujer.
-¡Silencio he dicho! Yo le daré su castigo. Lárgate ahora mismo, o la despedida serás tú. –Ella, boquiabierta, obedeció. Miré sorprendida al pelirrojo.
-¿Por qué quieres que me quede? Si es para tratarme peor, déjame decirte que de una vez me voy, su alteza. –Comencé a caminar de nuevo. Soltó una carcajada.
-No puedo decirles que me das curiosidad. Eres la única chica que ha… Jugado así conmigo. –Me detuve una vez más. Volteé y lo miré. Estaba tan manchado como yo. Reí.
-¿Enserio? –Asintió.
-¿Por qué no me tratas con respeto? ¿Acaso te hacen falta modales, Nana-chan? –Se burló. Negué con la cabeza de ojos cerrados.
-Le doy respeto a los que se merecen respeto. Aparte, mi señor, considero que usted se merece una cachetada. No por ser príncipe, te salvas de los castigos. Es lo que pienso. –Cerré los ojos. Él extendió su mano, y la acepté, haciendo una pequeña reverencia.
-Si dices eso enfrente de cualquier hombre, se puede tomar de manera pervertida. Y aceptaría ese tipo de oferta, pero eres tan plana como una tabla.- Me sonrojé.
-¿Usted cómo sabe eso? ¡No hable sin fundamentos! –Le reclamé.
-Tuve la oportunidad de ver tus pequeños y hermosos pechos cuando te metí la sopa. –sonrió. –Por cierto, date un baño y cámbiate. Luego, regresas. Serás mi sirvienta personal. –
-¿¡Eh!? ¿Y cómo sabe que aceptaré ese puesto? –Desvié la mirada.
-¿Dónde estuvo la pregunta? Es una orden. Y deja de llamarme tan oficialmente, dime Castiel. –Caminó, entrando al castillo.
-No lo haré, señor. –Desobedecí.
Y por desobedecerlo, me enamoré de él.
Y sería un sueño… Si él se enamorara de mí.
FIN FLASH BACK.
-¿Tan callada, Nana-chan? –Entró a la tina. Ya era normal verlo desnudo por completo, y un tormento al no poder tocarlo. Un tormento que sabía ocultar.
-Recordaba cuando nos conocimos, señor. –Sonreí levemente. Tomé una esponja y la remojé en el agua de la misma tina, mientras él se relajaba. Llené la esponja con jabón, y comencé a tallar el pecho del príncipe.
Disfrutaba de su piel, pero no era mío.
Y me daba terror pensar que podría ser de esa princesa…
-¿Y si le digo que sí? –Hablé de repente. Él abrió los ojos, los había cerrado en cuanto lo comencé a tallar.
-¿Perdona? –Preguntó. Me miró fijamente, pero yo miraba su pecho. Tragué saliva. ¡Cállate, Nanami!
-Nada. –Mordí mi labio con fuerza.
-Habla. –Ordenó.
-¿Y si…? Y si… ¿Y si le digo que realmente me encela pensar en la princesa Debrah a su lado? –Él abrió los ojos. Oculté mi mirada con mi oscuro cabello.
-¿Es una declaración? –me quedé callada. Lo has arruinado, Nanami. Quería llorar. Alejé mi mano, y él me detuvo sujetándome.
-Por favor, déjeme ir, señor. –Le pedí.
-Si realmente resultas celosa, Nana-chan… -Me miró fijamente. –Voy a tomarte aquí mismo. –
Abrí la boca sorprendida, iba a reclamar cuando se levantó con rapidez, y sus labios poseyeron los míos.
¡Estaba besando al príncipe!
Asdasdas es tan *-*9 Imagínense a Castiel de príncipe.
Aumenta su sensualidad (?)
Qué les parece? Saldrán más personajes e incluso más sucrettes! Opinen!
By: Nanami-chan
