Destinado a no ser: una historia sin futuro
Prefacio
Hasta que su ser expirara el último aliento de vida, siempre iba a conservar los recuerdos de aquellos días claros, de sonrisas y felicidad. Aquello era algo que nunca le podrían quitar. Ella no lamentaba cómo habían terminado las cosas, no lamentaba nada… sólo el saber que no volvería a ver a su familia, sus amigos… que no volvería a verlo a él. El pánico y la tristeza pueden enceguecernos cuando sabemos que nuestro fin está próximo y un gesto egoísta en una situación como ésta podría ser perdonado, ser totalmente comprensible. Pero ella no tenía miedo, ya no. Preferiría mil veces morir en ese momento que vivir lo que su vida humana le concediera sin haberlo conocido.
La decisión estaba tomada, la joven avanzó inclemente, directo hacia su destino.
Capítulo 1: Visitas inesperadas
El youkai alzó sus fauces al cielo y olfateó sonoramente, su rugido pareció resonar en la oscuridad del bosque silencioso.
De repente se abalanzó con ferocidad sobre unos arbustos lejanos, una sombra saltó antes que el monstruo arremetiera contra el follaje violentamente pero no fue lo suficientemente rápido para evitar el contraataque. El youkai en un rápido giro divisó al niño que se alejaba corriendo y se abalanzó sobre él, hambriento. Sus garras hubieran alcanzado su cuello de no ser por un enorme boomerang que atravesó el viento velozmente y le cercenó el brazo en frente de la pequeña víctima. La bestia rugió, pero su mutilación no hizo más que incrementar su ira. Olvidó al niño que estaba en frente y corrió ferozmente hacia la taijiya pero Hiraikotsu regresó silbando y cortando el frío aire de la noche, el monstruo no supo cuando fue que su cabeza se desprendió del resto de su cuerpo y cayó haciendo un ruido desagradable mientras el boomerang alcanzaba limpiamente la mano de una muchacha de negras vestiduras.
- Lo hiciste bien –aprobó Sango tocando el hombro de la muchacha.
- Arigatou, kaa-san
Las dos taijiya se dirigieron a ver al niño que continuaba estático, era comprensible que una persona de tan corta edad se quedara estupefacta al haber espectado la exterminación del youkai.
- ¿Estás bien, pequeño? –inquirió la muchacha- debes estar asustado.
- Arigatou –respondió cortésmente el niño, sus ropas eran blancas y estaba descalzo, llevaba sus largos cabellos negros amarrados en una pequeña coleta. Parecía algo sucio y tenía algunos raspones en las manos pero no tenía ningún atisbo de miedo- Ustedes son taijiya ¿cierto? –preguntó luego de verlas por un breve momento con cierto recelo.
- Así es –respondió Sango sonriendo y dobló sus rodillas para llegar a su altura- y ¿qué haces tú aquí en la noche?¿Dónde están tus padres?
- Son taijiya, entonces esta es la aldea –dijo sin responder a las preguntas- mi… mi nombre es Seijiro.
- Seijiro, te has perdido ¿cierto? –preguntó amablemente- mi nombre es Sango y ella es mi hija, Ayumi –la aludida saludó sonriente al pequeño- Tal vez podamos ayudarte a llevarte devuelta a casa en la aldea, no debes salir de noche solo.
El niño sonrió, las nubes se apartaron de la luna llena y el bosque se esclareció un poco en la noche revelando el rostro angelical del pequeño, hermoso y grácil.
-Muchas gracias, Sango-san, Ayumi-san –respondió Seijiro con una sonrisa risueña y confiada –pero no me he perdido, no soy de la aldea.
Sango y Ayumi se miraron perplejas por un instante.
- Pero sí pueden ayudarme a buscar a alguien –continuó Seijiro- alguien que conocen. Si me llevaran con él ahora, se los agradecería enormemente.
- ¿Quién es? –preguntó Ayumi quien había reemplazado su sonrisa cálida por una expresión de curiosidad.
- Inuyasha-san
Aquella fue una respuesta inesperada, Sango parpadeó un par de veces en sorpresa mientras en sus mentes se formulaban una serie de interrogantes.
¿De dónde venía ese niño?
¿Cómo conocía a Inuyasha?
¿Por qué lo buscaba?
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Kagome encendió las luces en las velas de las lámparas y la habitación se iluminó de repente.
-Siento que sea tan tarde –se disculpó Sango mientras entraba, Kagome se aferraba a una manta que llevaba encima para protegerse del frío pero sonrió a su amiga en un gesto para que no se preocupara. Inuyasha estaba a su lado con una expresión somnolienta y bostezó simuladamente luego de saludar con un ademán a los invitados de su casa. Ayumi saludó cordialmente y entró tomando de la mano al pequeño Seijiro.
- Konnichiwa, Sango-san, Ayumi-chan –saludó una repentina voz escandalosa- ¿Por qué tan tarde?
Un joven de cabellos plateados y orejas puntiagudas de perro había emergido de las habitaciones de adentro. Tenía la misma expresión somnolienta de Inuyasha pero parecía más hiperactivo a pesar de su evidente cansancio, como un niño que ha tomado varios litros de café.
- ¡Akai!¿Te despertamos? –preguntó Ayumi al hanyou.
- Sería imposible no hacerlo con todo el alboroto que están haciendo en la sala –respondió sarcásticamente, Kagome miró a su hijo reprobatoriamente por el comentario poco empático pero los dos jóvenes se sonrieron.
Aquella imagen que hubiera sido una blasfemia años atrás era una cosa cotidiana en aquella aldea: la amistad entre un hanyou y una taijiya. Ayumi y Akai se conocían desde que nacieron y sus padres habían sido compañeros de aventuras, con esa herencia también habían heredado la responsabilidad de proteger la aldea y a sus habitantes de cualquier peligro, humano o youkai.
- ¿Qué es lo que ha sucedido? –preguntó Inuyasha una vez que todos tomaron asiento en el suelo de la habitación. Kagome les había servido rápidamente un té a los tres visitantes. Ella, Inuyasha y Akai miraban esporádicamente al niño que se sentaba con apego a Ayumi. Sango le hizo un gesto a su hija y ella comenzó la explicación.
- Esta noche detecté un movimiento extraño en el bosque, al principio pensé que no era nada pero luego me convencí que se trataba de un youkai que rondaba muy cerca de la aldea. Así que fui con kaa-san para espantarlo –hizo una pausa en la que miró de soslayo al pequeño, éste le devolvió una mirada inocente- pero tuvimos que exterminarlo porque pretendía comerse a este niño –todas las miradas se posaron en él por un breve instante.
- Dice que te conoce, Inuyasha –apuntó Sango.
- ¿A mí? –Inuyasha pareció tan perplejo como lo estuvieron Sango y Ayumi en su momento, entornó su mirada en Seijiro como si forzara su memoria a reconocerlo.
- Usted no me conoce –habló por fin el niño, su voz era clara, tranquila y segura, no parecía haber atravesado por una situación terrorífica reciente- pero yo sí… más bien he oído de usted… por eso he viajado para encontrar esta aldea.
- ¿Has viajado tu solo? –preguntó de improviso Kagome sorprendida por el hecho. El niño no debía tener más de diez años pero actuaba de una forma peculiar a pesar de ello. Tanto Sango como Inuyasha se habían percatado que había algo inusual en ese niño.
- Sí… -asintió con ese tono cortés con el que había recibido a Sango y Ayumi –mi nombre es Seijiro… disculpen que no me haya presentado antes… yo… -de repente pareció tener ciertas dificultades en decir algo u ordenar sus ideas, lo cual era en realidad lo común en alguien de su edad- yo… bueno, cómo se lo explico…
- Dices que has oído de mi –interrumpió Inuyasha ante la complicación de Seijiro -¿conozco a quien te ha hablado de mi? –inquirió, aún tenía el semblante somnoliento pero su expresión era ahora de suma atención.
- Sí –Seijiro pareció aliviado de que le hiciera esa pregunta- aunque en realidad son dos personas: mi padre y mi hermana… por eso… mi hermana me había contado que usted es una persona amable y… yo no sabía si… -volvió a dudar y clavó sus ojos marrones en el piso de madera pero esta vez suspiró y continuó más decidido- Quisiera pedirle un favor, por eso es que vine aquí. –los ojos de Seijiro e Inuyasha se miraron directamente, había lago similar en ellos.
- ¿Cuál es?
- Quisiera quedarme en su casa… por unos días, le prometo que no seré una molestia, no notará que estoy además…
El hermoso rostro del niño arrugó el entrecejo en expresión de una inocente súplica.
- Además… -prosiguió- usted es el único familiar que tengo.
- ¿Familiar? –todos en la sala repitieron la palabra. Ahora todo apuntaba hacia un personaje.
- ¿Eres hijo de Sesshoumaru?
De repente para Inuyasha, Sango y Kagome se esclareció la extrañeza que sentían al ver el rostro del niño. Jamás lo hubieran podido averiguar mirando sólo su rostro pero ahora que lo sabían era más claro y evidente el parecido que tenía con aquel youkai, era como un pequeño Sesshoumaru de cabello negro y apariencia tierna.
Akai y Ayumi miraban con fascinación a Seijiro, si bien nunca lo habían visto en persona, las historias que habían escuchado de sus padres nunca omitían al soberbio, orgulloso y poderoso hermano mayor de Inuyasha. Como si dicha persona sólo pudiera existir en cuentos y leyendas, de repente tenían en frente a su hijo para comprobar la veracidad de las aventuras de sus padres.
El pequeño Seijiro sintió la presión de todos aquellos ojos sobre él pero no se incomodó mucho. Hubo un silencio prolongado que pareció aún más largo de lo que fue, nadie se había recuperado del shock cuando alguien habló por fin.
- Puedes dormir en mi cuarto –Akai sonrió evidentemente entusiasmado mientras se inclinaba un poco para apreciar mejor a su primo.
- ¿En serio?¿Puedo quedarme? –preguntó Seijiro con el mismo entusiasmo y abandonando su anterior su postura de rígida cortesía, parecía que en un momento del silencio había considerado una negativa por respuesta.
- Espera –emitió Inuyasha de repente, todos los ojos esta vez se volvieron hacia él.
- ¿Vas a decirle que no? –inquirió Kagome, en su voz había un incuestionable tono de reprimenda y desaprobación rotunda.
- No, no, claro que no –aclaró al momento, si bien el recuerdo de su hermano mayor no era el más feliz de todos, podía soportarlo mucho más que discutir con Kagome. Luego volvió su vista a su sobrino nuevamente. – Puedes quedarte.
Seijiro sonrió ampliamente y alzó levemente los brazos para celebrar su victoria. Era evidente que aquel niño solía actuar de manera cortés y tranquila ante desconocidos pero parecía que su verdadera naturaleza era mucho más hiperactiva y libre.
- Pero ya que vamos a tenerte irremediablemente aquí –continuó el hanyou- quiero saber porqué estás tan desesperado como para hacer un viaje hasta esta aldea y acudir a mí. –la rapidez con la que Seijiro se había alegrado fue casi la misma con la que cambio de expresión a una un tanto perturbada que dejó aturdidos a los que estaban alrededor.
- Eso… -comenzó a decir casi en un susurro- eso… ¿puedo decírselo después?
- ¿Le sucedió algo a Sesshoumaru… san? –aventuró Akai de repente.
- No, no –se apresuró Seijiro agitando las manos en el aire- chichi-ue se encuentra muy bien.
- ¿Te hizo algo Sesshoumaru-san? –agregó Akai luego de pensar unos segundos más.
- No, tampoco es eso
- ¿Te abandonó?
- No
- ¿Te maltrata?
- No
- Y entonces ¿por…
- Ese –cortó Ayumi de pronto- es el punto, parece que él no lo quiere decir aún… ¿verdad? –la taijiya puso una mano en la cabeza de Seijiro y éste sonrió agradecido por su intervención.
- Creo que… -intervino también Kagome- si tienes que decirnos algo nos lo dirás a su tiempo –sonrió afablemente- pero no te podemos dejar solo mientras tanto, después de todo… somos familia.
Las palabras de la miko pusieron fin a la discusión que esa noche trajo, verdaderamente había sido una sorpresa para todos pues no era usual encontrar todos los días familiares que uno no sabía que tenía. A pesar de las interrogantes que estaba causando, Seijiro pudo sentir la calidez de la familia de su tío al que nunca había visto. Había sido una buena decisión el acudir a él después de todo.
- Gracias… -emitió finalmente, pronto el alba rayaría y era lo único que podía decir.
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Tres días transcurrieron desde lo acontecido aquella noche, pareció más tiempo porque el pequeño Seijiro se acopló perfectamente al estilo de vida de Inuyasha y los demás. En realidad, él no cumplió su palabra cuando dijo que no se haría notar pues tanto Inuyasha, Kagome, Sango y Miroku estaban intrigados por el pequeño hanyou que había ingresado a su aldea, había traído muchas preguntas y ninguna respuesta.
Había sido ya bastantes años desde que Naraku desapareció junto con la perla de Shikon y las misiones de los cuatro terminaron con él.
Kagome había decidido quedarse permanentemente en la época antigua y formar una familia con Inuyasha. Ya sin perla que proteger, ella ya no podía volver a su época pero no había lamentado nunca su decisión. Akai nació a los pocos años y se parecía en lo testarudo a sus dos padres, el hogar de Kagome jamás podría ser más feliz y placentero que con un joven hijo de quince años a quien criar. Shippou vivió con ellos los primeros años pero cuando tuvo la edad suficiente decidió partir para conocer nuevos aires y tener nuevas aventuras. La juventud siempre clama por ello y Shippou no fue la excepción. No obstante, había un acuerdo tácito e inquebrantable de que él siempre volvería para visitarlos cada cierto tiempo. El lapso era indefinido a medida que sus viajes fueran más largos, pero estaba por sentado que Shippou siempre regresaría para visitar a sus amigos e incluso a veces les traía presentes de tierras lejanas.
Sango y Miroku formaron también una familia y se asentaron en la aldea, el único donde se sentían verdaderamente en casa. No tardaron en nacer Kohaku y Ayumi. Sango nombró a su primogénito como su fallecido hermano menor quien había arriesgado su vida para derrotar finalmente a Naraku. Ambos hijos fueron criados conociendo las artes de sus padres. No obstante, era Ayumi la única que había heredado ambas: el poder espiritual y la fuerza de un taijiya. Kagome le había sugerido la posibilidad de volverse sacerdotisa pero Ayumi no quiso renunciar a la tradición de su madre, así que se entrenó en ambas materias. Si bien físicamente no se podía comparar con la fortaleza de su hermano mayor, su poder purificador y agilidad compensaban por mucho aquella deficiencia.
Los años habían pasado en un parpadeo inconcebible. Kagome, Inuyasha, Sango y Miroku nunca podrían olvidar las aventuras que vivieron juntos y jamás podrían romper el fuerte lazo que los unía ahora. Su amistad no hizo más que extenderse en sus hijos quienes eran la prueba viviente de que ellos realmente podían soportar cualquier cosa. Ya sin un Naraku a quien derrotar, sus hijos eran su principal preocupación y dolor de cabeza.
La época de la búsqueda incansable de los fragmentos de la perla había terminado, el tiempo los habían hecho madurar y ser más sabios, pero tal vez la felicidad que disfrutaban los había entumecido.
Suele ser siempre así, las personas suelen adormecerse ante la incesante dicha y tal vez esto hizo que ellos olvidaran algo muy importante, algo que tenían siempre presente cuando Naraku vivía: que la tranquilidad no dura para siempre.
- … la perla se completó y Kagome-san ya no pudo regresar a su hogar –terminó Ayumi mientras se asomaba a ver las profundidades del pozo donde hacía años tiraban los restos de los monstruos que atacaban la aldea.
- … Mmmm… no parece que alguien pudiera vivir allí –opinó un niño de cabellos plateados amarrados en una pequeña coleta con dos orejas de perro blancas que sobresalían vistosamente, Seijiro había recuperado su forma natural hacía días. Llevaba en sus manos una cesta llena de frutillas rojas la cual había apoyado al borde de la madera vieja del pozo.- Pero debe ser cierto, debe ser uno de los poderes de Kagome-san… me dijeron que las miko tienen poderes extraordinarios
- ¿Eso te dijo Sesshoumaru-san? –inquirió Ayumi interesada.
- No, chichi-ue limita sus palabras si pretende alabar a alguien –respondió el pequeño hanyou resueltamente, sus orejas titilaron graciosamente cuando lanzó una de las frutillas a su boca.
- ¿Entonces quién fue?
- Ah….
Ayumi se volvió a verlo. Si bien esos días Akai y ella habían asediado al niño para averiguar más de él, siempre que querían ahondar en su pasado él rompía en un silencio incómodo.
- Olvídalo, no hay problema –agregó inmediatamente la joven sonriéndole tratando de reparar su indiscreción. Seijiro desvió la mirada apenado.
- Y… Ayumi-san –volvió a continuar el niño- … siempre has sido taijiya ¿no?
- Sí –ella dejó de observar el pozo y se volvió al arbusto cubierto por una capa de redondas y brillantes frutillas, Seijiro la siguió con la canasta automáticamente- kaa-san y tou-san me enseñaron todo lo que sé –no pudo evitar la nota de orgullo ante el comentario.
- Ayumi-san –repitió tentativamente- desde hace un tiempo quiero hacerte una pregunta… ¿puedo?
- Dime
- Si tú eres una taijiya… ¿Cómo puedes tener amistad con un hanyou?- Seijiro había abandonado su faceta risueña por una seria. Ayumi comprendió que no era la sola curiosidad lo que lo movía a hacer esa pregunta.
- ¿Te parece que no debería ser así? –preguntó la joven amablemente.
- No… no es eso, es que… no es común… además… -Seijiro volvió a desviar su mirada, sus ojos dorados fueron a parar hacia algún punto de la espesura del bosque que estaba frente a ellos.
- ¡Oigan!
Seijiro y Ayumi se volvieron inmediatamente para ver a Akai aterrizar de un salto directamente en frente de ellos. De haber estado Kagome en ese momento, ella hubiese podido confundir perfectamente esa imagen con la de un Inuyasha y Sango jóvenes junto con un infante Sesshoumaru. El parecido de los hijos era asombroso sobre todo el de Akai con su padre salvo que éste había decidido vestir de manera menos vistosa y gustaba, a diferencia de Inuyasha, usar calzado.
- ¿Todavía están en eso? Ya nos están llamando para almorzar –anunció jovialmente. Otro rasgo que diferenciaba a Akai de Inuyasha era la personalidad, él había heredado definitivamente la confianza de Kagome.
Ayumi quedó medio aturdida cuando vio a Seijiro sonriendo repentinamente ante la aparición de Akai, había abandonado tan rápidamente su semblante de seriedad que por un momento ella creyó haberlo imaginado.
- ¡Itoko! –el pequeño hanyou dio un salto con la canasta llena puesta en su cabeza y se posó alegremente en frente de Akai, Ayumi se maravilló ante la demostración de equilibrio de Seijiro, ninguna frutilla había caído del cesto.
Los tres se encaminaron hacia la aldea dejando nuevamente el pozo solo, dada la corta información que les podía dar el pequeño a ellos respecto de su vida, Ayumi y Akai no hacían más que bombardearlo de todas las historias que sabían acerca de las aventuras que habían vivido sus padres en busca de la perla de Shikon. Seijiro ciertamente parecía no cansarse nunca que incluso Ayumi tenía la ligera impresión de que era el último en dormir en la casa de Inuyasha.
Era algo innegable para Ayumi que Seijiro era aún más hiperactivo que Akai mismo, característica que suponía que se le quitaría con el tiempo aunque tenía sus reservas. Ella no estaba segura, pero le parecía incluso que la llegada del hanyou era como si Kagome e Inuyasha hubiesen tenido otro hijo; si los aldeanos llegaban a esa conclusión de sólo ver a la familia, estarían totalmente excusados. Ella sospechaba que el entusiasmo de Kagome por tener a Seijiro en casa iba mucho más allá de la mera alegría de ser hospitalario sino que tal vez le hacía recordar mucho los primeros años de Akai. Incluso Ayumi había entre escuchado el otro día a Inuyasha hablando con Seijiro algo acerca de no dejarse ver fácilmente cuando se está en su forma humana. Ciertamente, si Ayumi alguna vez escuchó que Sesshoumaru era frío y arrogante, era evidente que no despertaba un sentimiento de hermandad pero ello parecía no importarle mucho a Inuyasha o Kagome… o al menos parecían haberlo olvidado. También podía decir con facilidad que Seijiro parecía no estar acostumbrado a un trato impersonal y severo, y eso podía asegurarlo a primera vista.
En una parte del camino a Akai se le ocurrió cargar a su primo en sus hombros, la decisión no pudo ser más celebrada por Seijiro quien parecía de alguna manera acostumbrado a ello. Ambos parecían niños tambaleándose en el camino de regreso, algo que sus padres nunca pudieron hacer: jugar.
- Ya se estaban demorando demasiado –comentó Inuyasha. Los jóvenes se detuvieron por un momento para saludar a todos. Sango, Miroku, Kohaku, Kagome e Inuyasha estaban sentados alrededor de un mantel puesto cuidadosamente sobre la hierba sobre el cual había una variedad de alimentos.
- Vaya… Kagome-san¿es esto lo que dijo que era un mic… nic… algo así? –inquirió inmediatamente Seijiro sentándose al lado de la miko.
- Picnic –respondió y le dirigió una sonrisa maternal al hanyou, este movió su grácil rostro y sonrió también, Ayumi tuvo la acertada impresión de que Kagome se estaba resistiendo a pellizcarle las mejillas al pequeño, tal vez por temor a no parar una vez que lo hiciera.
- Continúe Kagome-san… -dijo de repente Kohaku, el hijo mayor de Sango y Miroku quien miró tentativamente a Akai- estaba contando de la vez en que Akai estaba aprendiendo a usar la espada de Inuyasha-san y…
- Ahhhh…. ¿Otra vez esa misma historia? –interrumpió Akai ruidosamente mientras se sentaba al lado de su padre, era como si un reflejo juvenil se hubiera colocado al lado de él- ¡ya la han contado miles de veces!
- Es porque es de nuestras favoritas –opinó Ayumi
- Es porque fuiste muy tarado –se mofó Inuyasha
- ¡Tou-san¡ ¡Se supone que deberías apoyarme! O al menos no decir algo tan hiriente, kaa-san se pasó los primeros años hablándote de mi autoestima.
- Y parece que escuchó todo lo que le dije por cómo eres ahora –intervino Kagome.
- Kaa-san ¿tú también? –Akai puso una fingida expresión derrotada.
- En realidad, cuando se trata de escuchar tus anécdotas, todos somos tus enemigos –agregó Ayumi.
- Mmmm yo no me burlaría tanto si tomara en cuenta lo que te pasó ayer –dijo Miroku con voz sugestiva.
- ¡Tou-san!¡Dijiste que no lo contarías! –interpuso poniéndose ligeramente colorada, lo cual no hizo más que despertar el interés de los demás.
- Ayumi tiene razón –dijo seriamente Kohaku- Tou-san si le diste tu palabra entonces no te molestes… Yo lo contaré.
Seijiro miraba sonriente y escuchaba todo lo que se decía. Él jamás había estado en una reunión familiar, y ciertamente nunca tuvo cómo. La sensación de festividad era nueva y el sentimiento de estar dentro de la familia también. A pesar de que aquella alegría singular creada por el grupo se estaba esparciendo por su mente como agua en tierra seca, él no podía dejar de pensar en la razón por la cual había venido a aquella aldea. Era el resultado de intentar disfrazar sus propios problemas y de estar cobijado por la idea o tal vez la esperanza de que pudiera olvidarlos eventualmente. Aquella posibilidad se hacía más fuerte al estar al lado de la familia de su tío y sus amigos, personas de las que sólo había escuchado hablar como si se tratase de una historia lejana, y no sólo se hacían reales sino también le ofrecían algo que él estaba buscando: consuelo.
- ¡Kagome-sama!
Todos interrumpieron repentinamente su plática cuando un la voz de un niño resonó a lo lejos. Éste se acercó corriendo al grupo apenas divisó a Kagome. Seijiro se extrañó al notar que el niño no mostró ninguna mueca al ver a Inuyasha, Akai o a él. Era evidente que ellos eran hanyou, pero no lo era el porqué de la falta de miedo.
- Ohayou, Kagome-sama, minna-san –saludó el niño luego de respirar hondo por la agitación al haber apresurado el paso.
- Ohayou –respondieron todos en distintos tiempos, Seijiro hizo una pequeña reverencia con la cabeza.
- ¿Qué te trae por aquí?¿Hay algún problema en la aldea? –preguntó Kagome sonriéndole.
- No… eh… lo que pasa es que usted le dio medicina a kaa-san ayer –explicó el niño. Seijiro recordaba haber visto a Kagome recetándole ciertas hierbas medicinales a una mujer. Realmente él nunca se había acercado a la aldea o a sus aldeanos, su único contacto con humanos era con los de la familia de Miroku y Sango, aquellos personajes de esas maravillosas historias que había escuchado desde que había nacido. -… y bueno… lo que pasa es que hoy se me cayó al piso y ya no se puede tomar… por eso…
- Quieres que te dé más medicina –terminó Kagome notando que le resultaba embarazoso al niño admitir su propia torpeza- no hay problema, puedo hacerlo –sonrió.
- ¿En serio? Gracias, gracias
Seijiro bajó la vista cuando por un momento los ojos del niño se deslizó por cada uno de los que estaba en la reunión, evidentemente todos le eran conocidos al aldeano ya que ellos eran los protectores de aquel poblado. Kagome se levantó de su asiento dispuesta a entrar a su casa pero se detuvo en seco.
- Oh, es cierto –emitió con un dejo de sorpresa- lo siento, no recordé que esa era mi última reserva de medicina para el dolor de cabeza. –el niño tardó unos segundos luego de escuchar esto para bajar la cabeza, apenado.
- Oh ¿es dolor de cabeza? –intervino Ayumi repentinamente- tenemos mucha de esa hierba de la vez anterior que salí a recolectar ¿cierto, oni-san?
- Sí… pero fue 'salimos a recolectar', no fuiste tú sola –acotó el taijiya, Ayumi lo ignoró y se levantó de su sitio justo como lo había hecho Kagome.
- Si me esperan puedo traer un poco enseguida –anunció, Sango y Miroku asintieron al buen gesto de su hija.
- Por mientras puedes quedarte para acompañarnos –le ofreció Kagome al niño.
- ¡Ah! –emitió Seijiro involuntariamente, de repente todos los ojos estaban encima de él- ehhh…. Yo, quisiera acompañarte, Ayumi-san –agregó rápidamente y le agregó a su petición una encantadora sonrisa. Nadie se podría negar nunca a su sonrisa, era un efecto que causaba con el que él nunca había pedido nacer, pero que aprovechaba siempre de presentarse la oportunidad.
En realidad, la casa de los exterminadores estaba muy cerca de la de Inuyasha y Kagome, pero se ubicaba casi al borde de la aldea, muy cerca al bosque. Ayumi le explicó en el camino que era por motivos de defensa para del poblado, ya que los youkai siempre provenían del bosque. Seijiro se sintió realmente aliviado tener que abandonar el picnic que tenía ahora un nuevo integrante y no pudo tener mejor excusa, aunque realmente, estar con Ayumi no presentaba ninguna tortura para él. Ella se comportaba como una hermana mayor y Seijiro no podía estar más cómodo. Cada día, Seijiro encontraba más semejanza entre Ayumi y Sango, la poderosa taijiya del que él siempre había escuchado en aquellos relatos de aventura que había escuchado de Rin. Las facciones eran idénticas, lo único que podía separar a Ayumi de ser el clon de su madre era su cabello que era tan negro como el de Miroku.
- Bien, ya lo encontré –Ayumi le mostró un pequeño paquete a Seijiro mientras cerraba la puerta de un cuarto que tenía un fuerte olor a plantas. Seijiro asintió.
- Ayumi-san –dijo una vez que se encaminaron para regresar donde estaban los demás- ¿conoces bien a ese niño? –preguntó abiertamente mientras caminaban.
- Mmmmm lo he visto algunas veces… no es que lo conozca como conozco a Akai –sonrió la taijiya.
- Mmmm….
Seijiro miró el paisaje delante de él sin mirarlo realmente.
- Ayumi-san… ¿pueden los taijiya ser amigos de los hanyou?
Ayumi esta vez se volvió a verlo más detenidamente.
- ¿Pueden los humanos y los hanyou ser amigos?... ¿realmente pueden?¿Es una idea estúpida?¿Somos tan diferentes?¿Es así?
Seijiro miraba directamente a los ojos de Ayumi esta vez, casi suplicante por una respuesta, casi como si temiera a la misma. Ella lo observó por un momento con una expresión sorprendida, luego se hincó para estar a la altura de los ojos del hanyou. Era evidente para ella que esa pregunta era muy importante para Seijiro y que detrás de ella había un trasfondo y una historia que ella aún desconocía.
Ayumi ordenó algunas de sus palabras antes de poder responderle, en el instante en que iba a articular la primera palabra, Seijiro frunció repentinamente el entrecejo y se volvió hacia el bosque como si algo inusual hubiese llamado su atención.
- ¿Qué sucede? –inquirió la joven mirando hacia la misma dirección, algo en su interior le decía que era algo importante, era la primera vez además que veía al niño con una expresión tan grave.
- Es él –dijo en un suave susurro antes de emprender la carrera hacia aquella dirección en una velocidad que Ayumi nunca había visto en él, su figura blanca se hizo diminuta al instante. La joven no tardó en reaccionar para seguir al pequeño lo más rápido que sus habilidades le ofrecían. Ella ya sabía de la fortaleza de los hanyou por lo que no se sorprendió mucho al ver que el niño la superaba físicamente. Aún no sabía de qué se trataba esa repentina persecución pero por nada del mundo podía dejar solo al sobrino de Inuyasha.
Seijiro se internó al bosque casi en un silbido, cuando Ayumi notó que no se escuchaba ningún sonido dentro de la espesura supo que algo andaba mal. El niño se detuvo de golpe tan de pronto que Ayumi pensó por un segundo que algo malo le había sucedido, ella no tardó mucho en darle alcance.
- ¿Qué sucede? –volvió a preguntar esta vez en un murmullo, Seijiro había levantado su cara y respiraba hondamente. Ayumi supo que estaba tratando de captar una esencia, pero no sabía de qué o de quién. El silencio continuaba, ni siquiera se podía escuchar el trinar común de las aves, Seijiro bajó la cabeza lentamente y luego le dirigió a Ayumi una mirada con un semblante confundido y triste.
- ¿Qué…?
- Pensé… -comenzó el hanyou- lo siento, Ayumi-san. Pensé que era… pero ya no percibo nada… debió haber sido mi imaginación… creo.
Por un momento, Ayumi creyó que Seijiro iba a romper a llorar como un niño que se acababa de dar cuenta que estaba perdido, pero no cayó ni una sola lágrima.
- ¿Quién creías que era?
El pequeño no respondió sólo sostuvo la mirada en el suelo húmedo, su expresión cada vez era más lastimera como si las esperanzas que había abrigado por un instante aún siguieran destruyéndose. Ella comprendió que él no iba a decir nada por el momento, y que de hacerlo tal vez entonces sería inevitable que llorara inconteniblemente.
- Vamos… -dijo tomándole la mano suavemente, el niño no se opuso y los dos iniciaron nuevamente el regreso.
- Lo siento mucho, Ayumi-san –musitó Seijiro en un hilo de voz.
Caminaron por el bosque en silencio hasta que divisaron a lo lejos la casa de Ayumi. Seijiro continuaba cabizbajo y pensativo, era como si aquella falsa expectativa que había tenido hacía unos minutos hubiese sido lo que había estado esperando aquellos días, al menos esa impresión tuvo Ayumi.
El camino a través de la espesura era claro pero el silencio de repente se hizo más aplastante, un presentimiento se apoderó de la joven y eso le hizo volverse bruscamente.
Fue como si los segundos se hubieran expandido, Ayumi vio con sorpresa cómo una colosal bestia negruzca se abalanzaba sobre ellos con las fauces abiertas. No tuvo que pensarlo siquiera, sus reflejos actuaron por ella, empujó a Seijiro y saltó lo más lejos que pudo del súbito ataque del youkai. Un ruido estruendoso inundó el bosque, como si un árbol hubiera caído, cuando la embestida de la bestia fue a dar al suelo. Ayumi extrajo rápidamente la daga que siempre llevaba escondida en el antebrazo pero el youkai fue más rápido. De la nada estiró un largo brazo que parecía más un tentáculo deforme y atrapó la cintura de la joven levantándola por los aires en el acto. Ayumi ahogó un grito, pero trató de concentrarse en esa situación. Fue entonces cuando se encontró directamente con los cinco ojos naranjas y enormes del youkai mirándola fijamente a ella.
De repente un resplandor rápido apareció de la nada y dio con uno de los ojos del monstruo encegueciéndolo al instante, la bestia bramó ensordecedoramente.
- ¡Déjala ahora! –gritó Seijiro, de sus garras emanaba un brillo que Ayumi no había visto antes pero el youkai parecía ahora más renuente a dejarla, no obstante, dirigió ahora toda su atención al hanyou. Ayumi aprovechó el momento y apuntó la daga a un segundo ojo, el más grande de los cuatro que quedaban.
El monstruo volvió a rugir y lanzó a la joven con violencia, ella se estrelló contra un árbol haciendo un sonido sordo. El youkai se movía incontrolablemente por el dolor y se dirigía furioso para arremeter contra ella en represaría. Ayumi se dio cuenta de que su situación era realmente grave cuando no pudo moverse por un dolor punzante que provenía de su abdomen, el monstruo ya casi estaba sobre ella.
- ¡Ayumi-san!
Cerró los ojos con fuerza pero el golpe que esperaba nunca llegó. Escuchó que algo pesado caía en frente de ella y esperó unos segundos que parecieron mucho más largos antes de abrir los ojos lentamente.
Una silueta oscura estaba delante de ella, guardando en su funda una larga espada. Los colores se ordenaron y las líneas se definieron, Ayumi pudo ver cabello largo y plateado ondear suavemente. La figura se volvió para verla.
- ¿Estás bien? –inquirió una voz que ella nunca había escuchado. Era un youkai, definitivamente debía ser un youkai. Tenía los ojos dorados como los de Inuyasha, su piel era muy blanca y sus orejas eran puntiagudas. Sus vestimentas totalmente negras hacían un contraste con su cabello plateado. Ayumi había abierto la boca en sorpresa.
- ¿Sesshoumaru… san? –había escuchado varias veces historias de él, pero le extrañó ver que quien estaba en frente de él no parecía ser mayor que Akai o ella. El youkai esbozó una sonrisa, como si lo que acabara de escuchar le causara cierta gracia.
- Seijiro, tú sí estas bien ¿verdad? –inquirió el personaje, Ayumi vio como Seijiro que estaba a unos metros lejos de ellos dibujaba lentamente una pronunciada sonrisa ante la figura de aquel nuevo personaje.
- No esperaba mostrarme, esa no era la idea –continuó el youkai, su voz era suave, calma y tranquilizadora- esperaba que fueras más cuidadoso ¿qué sucedió?
Antes de que Ayumi pudiera deducir la identidad de su salvador, Seijiro había saltado como un rayo y se colgó del cuello del youkai en un abrazo efusivo en el que un humano normal hubiera muerto por estrangulación.
- ¡Gracias! ¡Gracias! –exclamó con alegría, su carita blanca se cubrió de un rosado pálido- ¡Oni-san sabía que vendrías!
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Holas! Soy la autora, esta es una historia un tanto larga así que les pido que tengan paciencia y no pierdan el interés! Sé que es un fic un tanto diferente porque los personajes principales de la serie aquí tienen un papel secundario, lo único que puedo decir en mi defensa es que para eso son los fanficitions, para rellenar los vacíos! ;) -y ciertamente a mi siempre me ha gustado saber que pasó después del final de una historia.
Por cierto, ya se habrán dado cuenta que hay algunas diferencias con el final del manga. Eso es porque inicié la historia antes de que el manga terminara, así que ahora solo resta terminarla!
En fin, cualquier crítica o comentario es bien recibido, siéntanse en casa :)
Mini diccionario del Capítulo:
Arigatou: Gracias.
Chichi-ue: Padre que estás por encima de mí. En suma, es una forma muy respetuosa de dirigirse a su padre.
Hanyou: Hombre mitad youkai.
Itoko: Primo.
Kaa-san: Mamá o madre.
Konnichiwa: Hola
Miko: Sacerdotisa.
Minna: Todos.
Ohayou: Buenos días.
Oni-san: Hermano mayor.
Taijiya: Exterminador.
Tou-san: Papá o padre.
Youkai: Demonio.
