CAPITULO 1 COMIENZA LA AMISTAD
A veces en ocasiones, cuando nosotros no tenemos a alguien con quien compartir con nuestra familia, normalmente buscamos a alguien de afuera, pero no es realmente que lo busquemos, más bien pienso que ya estábamos destinados a conocer ciertas personas, personas que pueden estar en nuestra vida por mucho más tiempo del que pensamos.
Pero es que ¿Qué es la familia? En ocasiones para muchos la familia es la que elegimos como familia, no la que nos ha tocado y no porque no amemos a nuestros padres, humanos si es que existen, es más bien porque hay personas que llegan a nuestros corazones para quedarse por siempre en ellos, es porque descubrimos que hay amigos que realmente pasan a ser nuestros hermanos más que los que podamos tener de sangre.
Pero ¿Qué pasa cuando no siempre las amistades que nacieron se queda así? ¿Desde cuándo puede cambiar ese sentimiento? ¿En cuánto tiempo puede cambiar? ¿Porque pasa? Realmente la respuesta no es sencilla ni mucho menos fácil de saber, pues a veces lleva tiempo que los sentimientos en ocasiones cambien y es porque normalmente pasan cosas que no esperábamos y no sabemos manejar o puede que nunca haya existido un sentimiento mutuo.
C.M.M
Un pequeño rubio de 8 años se encontraba en el jardín de la mansión de los Ardley en Londres, el día anterior había almorzado con Terrence su nuevo amigo pero aun así no podía evitar pensar por qué había venido a Londres.
-¿Qué piensas, pequeño? –Pregunto Albert llegando a su lado
Anthony aún no se acostumbraba a la presencia de alguien más, siempre había sido él y su tía, mas tampoco se acostumbraba al saber que aquel pequeño niño un poco mayor que él, era su tío.
-En nada –Murmuro mientras daba un pequeño suspiro
-¿Seguro?
-Si
-Bien, pero quiero que sepas que aun cuando no te acuerdes de mí, Anthony, yo estaré ahí para ti, por si me necesitas –Dijo tomándole un hombro
El pequeño entendió lo que quería decir y solo le sonrió dulcemente –Gracias
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Un pequeño de nueve años se encontraba en la mansión de los nobles Grandchester tratando de no escuchar el ruido que provenía de la habitación contigua, estaba cansado siempre era lo mismo, se cubría los oídos para no escuchar los gritos desgargantes de su madrastra, así como la voz colérica de su padre. Michelle Karen Grandchester, en un principio no podía tolerar la simple idea que su padre tuviera a alguien más que su madre y eso le había traído a ese pequeño una depresión y confusión, porque ¿porque dos personas que se amaron y me tuvieron, se separaron? Además de que no se soportaban.
A veces, muchas veces deseaba no estar ahí, extrañaba mucho a su mama, su calidez cuando estaba en sus brazos aun recordaba pese a que era más pequeño y el llanto, ¿llanto? Según su padre eso era producto de su imaginación porque no tenía hermanos pero entonces ese llanto ¿De quién fue? Recordaba algo vagamente, que no pudo ser su imaginación ¿O sí?
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Annie se encontraba en casa de los Britter, donde miraba como Candy aquella niña se volvía a ganar como siempre el cariño y afecto de todos los que le rodeaban, se encontraba con su madre quien le enseñaba a cocinar galletas, aquello era injusto a ella no le había enseñado a realizar galletas solo le mostro a hacer un ridículo suéter, miro con ojos de envidia a la joven, por lo que decidió irse a su alcoba.
-Las maestras y los niños también la amaban –Murmuro molesta – ¿Qué diablos tiene ella que no tenga yo?
En aquel momento ingreso la rubia a la habitación feliz con algunas galletas recién orneadas –Annie mira…hice unas galletas y son para ti –Dijo sonrojándose –Mama me ayudo un poco pero…quería darte una sorpresa y…
-¡No quiero nada! –Tomo las galletas y las tiro al suelo provocando el llanto de la rubia de seis años
-Annie…
-No quiero estar contigo ahora, por favor vete –Dijo volteándose mientras la rubia salía de la habitación llorando.
Annie se sintió algo culpable pero no podía perdonar que ella siempre se robara la atención de todos, era algo que ella seguramente hacia a propósito para que nadie la notara y eso no se lo perdonaría, jamás.
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Un pequeño niño castaño se encontraba triste caminando hacia la mansión de los Ardley, no soporto ni un minuto más las discusiones en su casa y menos escuchar que a su madrastra parecía que la mataba su padre, estaba asustado pero su papa dijo que no pasaba nada cuando les toco.
-¡Terry! –Exclamo el rubio de ojos azules al ver a su amiguito en la calle, Albert lo vio correr de su lado mientras esperaban que los atendieran en la heladería
-¡Anthony!
Terry escucho el grito de su amigo y volteó de inmediato, al mirarlo más lagrimas comenzaron a salir, el nunca había tenido amigos y muchos menos tenia compañía, siempre vivía en soledad y con las reglas estrictas de su padre.
-¡Tony!
-¿Qué ocurre, Terry? –Pregunto angustiado el niño mientras el pequeño trataba de quitarse las lágrimas más por vergüenza que por otra cosa, pero el pequeño le dio un cálido abrazo. –Terry puedes contarme lo que sea, para son los amigos y hermanos ¿No?
El castaño le abrazo y asintió, cerca los miraba un rubio, enternecido por la escena, no esperaba que su sobrino ya hubiera encontrado lo que él tuvo que buscar con los animales…una sincera y hermosa amistad, una que ya había crecido en ellos, algo que él no podía obtener con su sobrino pese a su esfuerzo por hacerle entender que lo quería y que podría contar con el siempre.
-Mi padre –Susurro una vez un poco calmado, mientras el pequeño lo miraba preocupado –Parecía que mataba a Michelle –Murmuro apenado por decir las cosas que ocurrían en su casa
Anthony le miro preocupado –Pero no era así ¿Verdad?
-No dijo, que…todo estaba bien
-De acuerdo, entonces ¿Porque estas tan triste, Terry?
-Porque…odio escuchar tantas peleas y además… -Se sonrojo –Extraño a…mi mama
Anthony comprendió ese sentimiento así que coloco nuevamente su brazo alrededor del pequeño mientras le murmuraba –También extraño a mi mama, Terry, eso no tiene por qué darnos vergüenza –Dijo mientras pensaba que aquel pequeño era realmente complejo, pues trataba de seguir adelante y ser un niño alegre como lo había demostrado pero pudo darse cuenta en ese momento que no era así, que ocultaba un gran dolor y rencor también, que al igual que él tenía problemas familiares y se encontraba en soledad, pero el trataba de no darle mucho peso para no dejarse caer –Pero las personas que amamos, nunca Terry, nunca se van porque siguen vivas aquí –Le señalo su pecho y el pequeño le sonrió
-Tienes razón Tony, gracias hermano
-Por nada, Terry –Le sonrió dulcemente –Y no te preocupes puedes quedarte conmigo en la casa y así no tienes que estar todo el tiempo en tu casa.
-Gracias…aunque no quiero causar molestias
-No lo será –Miro a su tío quien se acercaba con tres helados –Él es mi tío Albert, Terry
-Es muy pequeño para ser tu tío, ¿No?
El rubio sonrió divertido –Lo mismo dijo Anthony cuando me vio por primera vez –Susurro mientras el otro rubio también sonreía
-El es Terrence Grandchester, Albert, le invite a pasar unos días a la casa ¿No hay problema verdad? –Pregunto el pequeño poniendo cara de inocencia y una enorme suplica en sus ojos que Albert odiaba en ese momento a su sobrino, soltó un suspiro antes de responder
-Por supuesto que no, pero debemos avisar a sus padres.
-¡Eh! –Dijeron ambos al unísono
-Gracias, Tony, Albert –Dijo sonriendo feliz el pequeño
-Por nada
-Vamos, hermano –Dijo Anthony tomando de la mano al pequeño para que salieran disparados hacia la mansión de los Ardley, Albert sorprendido por lo que acaba de escuchar pero después sonrió dulcemente, al menos Anthony estaría con alguien y aquel pequeño también porque tal parecía no la pasaba nada bien en su casa.
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Annie se encontraba frente a Peter y Grace Britter quienes le reprendían por el comportamiento que tuvo con su hermana, ella solamente se disculpó y prometió no hacerlo de nuevo.
-Siempre defendiéndola y protegiéndola de todo como si no quisieran que le diera ni el aire, son exagerados –Dijo molesta mientras ingresaba a su habitación.
-Annie –La rubia se encontraba ahí
-¿Qué haces aquí? Ya por tu culpa me regañaron ¿Qué más quieres?
-Annie no quería que te regañaran
-Pero si sigues de chillona con nuestros padres ¿Cómo no me van a regañar?
-Pero…
-¿Me quieres Candy?
La pelinegra le miro molesta y a la vez nostálgica.
-Claro que te quiero, eres mi hermana y siempre te estoy protegiendo y te protegeré de todo
-¿Lo prometes?
La rubia le miro con inocencia
-Por supuesto que te lo prometo
-¿Por siempre? Pase lo que pase me defenderás y protegerás e incluso harás lo que sea por mi felicidad ¿Candy?
-Cl...aro –Dijo algo asustada la pequeña
-Entonces júramelo
-Pero Annie porque…
-Si lo haces prometo que ya no seré tan mala –Dijo la pequeña sonriéndole tiernamente –Solo me siento sola
La pequeña sonrió y entonces tomo el meñique de la joven y sonrió dulcemente –Lo juro Annie, juro siempre protegerte y ver por tu bien y felicidad –Ambas sonrieron dulcemente
-Gracias Candy –Dijo abrazándola dulcemente a lo que la rubia le correspondió gustosa
En aquel momento ingreso Grace a la habitación, estaba algo preocupada por sus hijas pero verlas abrazadas y sonriéndose tiernamente una a la otra, vio que su preocupación era demasiado exagerada, al menos en ese momento lo pensó, pues ¿Quién podría pensar mal de sus propios hijos y más cuando son niños y sus maldades son inocentes? Realmente Grace pensó que los celos de Annie quedarían ahí.
