Sollozos, inundan el ambiente con su dolorosa melodía. La oscuridad predomina, el lugar está cubierto por un manto impenetrable de oscuridad, no se percibe nada más allá del sofocante llanto…
¿Quién lo expulsa? ¿Quién llora con tan amargo sentimiento? Es alguien que ha perdido algo importante tal vez, alguien que se ha quedado sólo y desamparado en los confines más apartados del inframundo tal vez…
-Mi señora, por favor ya no llore más. Este dolor la consumirá sin remedio y no soportaríamos perderla a usted también- hay una doncella, vestida de negro de pies a cabeza, su rústica vestimenta sólo nos hace pensar que es una sirvienta. Se encuentras de rodillas, inclinada frente a una figura cubierta, una figura que permanece sobre un hermoso trono de mármol negro…
-No te atrevas a detener mi llanto, mi dolor es demasiado grande como para poder soportarlo. He perdido a mi señor, de nuevo está encerrado, y no se que será de mí sin él- el llanto aumenta en intensidad, la pobre sirvienta baja la cabeza en señal de derrota y permanece frente a su señora, consolándola en silencio….
De pronto, un sonido distrae a ambas, esclava y señora dirigen su vista a la enorme puerta, por ella entra una muchacha. Viste una armadura negra, dos enormes alas salen de su espalda y a su cintura va enganchado lo que parece ser un látigo. Una serpiente se balancea entre su negra y larga melena, una sarcástica sonrisa está plasmada en sus labios. A pesar de su belleza podemos adivinar que hay maldad oculta tras sus ojos dorados…
-Querida Señora, mi hermosa Perséfone, ya está aquí Megera así que detén tu llanto por favor- abre sus brazos y se acerca a la bella y triste reina del inframundo, ésta la recibe con confianza en su regazo.
-Mi bella Megera, ¿has dejado tu lugar junto a tus hermanas por mí?, que considerada eres-
-Estamos preocupadas por usted, es por eso que he venido a verla. Además, nos hemos enterado que Némesis ha perdonado a esos traidores y supusimos que esa noticia debió disgustarla. Porque nosotras si que lo estamos- una sombra de rabia aparece sobre los hermosos ojos de Megera, Perséfone se limita a asentir con tristeza.
-Así es, Athena ha pedido piedad a Némesis y ella se la ha concedido. Ha ignorado el pecado supremo y le ha devuelto a todos sus inútiles guerreros- Megera se desembaraza del abrazo al que es sujeta y se aparta unos pasos antes de inclinarse ante su señora.
-Mi señora Perséfone, ya no se preocupe por favor. Le prometo que nosotras tomaremos venganza en su nombre y el de nuestro querido señor. Si Némesis no desea cumplir con su deber, nosotras lo haremos sin titubear- se levanta de su lugar en el suelo y encara a la reina del inframundo, la serpiente que se enredaba en su cabello ha dejado de moverse repentinamente.
-Confiaré en que lo harás mi querida Megera, sólo recuerda regresar a mi lado cuando hayas cumplido con tu deber. Juntas daremos la bienvenida a mi señor Hades- una lígera sonrisa se dibuja en la faz de la hermosa reina.
-Así será, mi amada madre- Megera da la vuelta y comienza su caminata hacía la salida, en su mente sólo aparece un objetivo, claro como el agua, derrotar a Athena y sus estorbosos caballeros…
Triste y aburrida, así era su existencia, lamentando su pérdida sin ser plenamente consciente de su alrededor. A pesar de los hermosos cantos, de los regalos, de las danzas y las alabanzas. Ella no era feliz, su corazón cargaba un peso que cada vez se hacía más insoportable.
-Anfítrite, mi señora, el mensajero ha llegado con algo importante para usted- una muchacha irrumpe en la habitación, de rubios cabellos y piel marmolea, adornada por una túnica rosa y pulseras de coral en sus muñecas. Se ha inclinado frente a la reina de los mares, con una caja entre sus níveas manos. La soberana del océano sale de su letargo y observa el paquete largo rato antes de decidirse a tomarlo.
-Un mensaje- al fin se acerca a la muchacha y toma la caja, al instante adivina quién ha sido el remitente.
-¿Desea mi señora que permanezca a su lado?- Anfítrite levanta la vista y niega casi por inercia.
-No dude en llamarme si me necesita- la muchacha inclina la cabeza y se retira, dejándola de nuevo a solas.
-Megera, estoy segura que esta caja viene de manos de ella- se deja caer con pesadez sobre su trono, con el preciado objeto sobre sus rodillas, no sabe que hacer.
-Debería abrirlo o no, que cuestión más difícil- la reina del mar se disputa la posibilidad de descubrir el contenido del objeto, conoce demasiado bien la vengativa naturaleza de aquella que llaman "la seductora", sabe lo implacable que puede llegar a ser…
-Yo en su lugar lo haría, mi señora- levanta la mirada y se encuentra con los bonitos ojos de una rubia, bastante parecida a la que le ha llevado el paquete. Sus ropajes son iguales, inclusive porta pulseras muy parecidas en las muñecas.
-Ágave…-
-Esperaba a mi señora en el lugar acordado pero no ha llegado, es por eso que he venido corriendo a ver si se encontraba bien- la rubia se inclina con respeto ante la reina y le sonríe con ánimo.
-Has visto entonces cuando Galatea me ha traído la caja-
-No precisamente, encontré a la dulce Galatea camino a verla y me ha dicho que mi señora estaba bien. Sin embargo, quería ver con mis propios ojos que era cierto, ya hemos sufrido bastante con la perdida de nuestro señor-
-Agradezco tu preocupación Ágave- la recién llegada sonríe con dulzura justo antes de sentarse a los pies de su señora, con eso da a entender que desea quedarse con ella un rato. Y la reina no parece querer impedirlo.
-Me has dicho que tú lo abrirías, ¿aún sabiendo que proviene de Megera?-
-Megera no tiene nada contra nosotras, así que no creo que este mensaje pueda representar una amenaza - Anfítrite tuvo que concordar con esa afirmación, a pesar de que cualquiera que habitara el inframundo le parecía poco confiable…
-Bien, confió en ti, seguiré tu consejo- una última mirada a la bella Ágave antes de posar ambas manos sobre la pequeña caja y abrirla sin dudar. Dentro encuentra dos objetos, una carta y un broche.
La reina no pronuncia palabra, aunque la duda carcome en lo más hondo de su ser, la duda de que podría haber impulsado a Megera para enviarle una carta…
-Veamos que tiene que decir la seductora Megera- con delicadeza toma la carta y comienza la lectura.
"¿Qué se necesita para traer de vuelta al gran Poseidón? Sólo existe una forma de deshacer el hechizo de un dios, que tanto está dispuesta a arriesgar la soberana del océano… Tal vez Selene tenga la respuesta…"
-Selene…- toma entre sus manos el extraño broche que ha sido enviado junto con la nota. Con la forma de un corazón, se abre para descubrir una joya en forma de estrella, un objeto nunca antes visto pero que ilumina su rostro.
-¿Qué quiere decir eso mi señora?- Anfítrite le mira con una sonrisa plasmada en sus hermosos labios, ha comprendido el mensaje.
-Eso quiere decir que debemos buscar a Selene y a su famoso cristal de plata. Lo necesitaremos- Ágave parece confundida, así que posa una mano sobre la de su reina y la observa con detenimiento.
-Pero arrebatar algo de un dios es un delito, Némesis nos castigaría-
-No te preocupes querida mía, sólo tomaremos prestado el cristal de Selene. No es necesario convertir esto en un crimen- la reina de los mares se pone entonces de pie, alejando a su fiel Ágave y dejando que la caja vacia de Megera ruede por el suelo.
-Debemos encontrar el cuerpo mortal de Selene, es por eso que me ha mandado este broche. Ven conmigo Ágave, parece que nuestra venganza ha llegado antes de lo esperado- la bella rubia observa a su señora partir con decisión y no puede hacer más que seguirla, aunque no le gusten la venganza y las peleas, sabe que si hay una mínima posibilidad para recuperar a su señor Poseidón la tomará.
Frío, helando sus huesos, azotando su piel. Temblores recorren su cuerpo sin poder detenerlos, ¿donde está? ¿cómo ha llegado hasta ahí? Su mente formula preguntas sin respuesta, y su cuerpo pide alivio a gritos. Sólo puede pensar en rodearse con los brazos, a pesar de que no sirva de mucho…
Levanta la vista y ve algo, a lo lejos, apartado de la fuerte brisa y el sibilante viento, una figura la saluda con efusividad. Sea quien sea parece indicarle que se acerque, pero ¿cómo puede hacerlo si apenas tiene libertad?
-No…no…pu…pue…do- se desconoce, esa voz que ha salido de su garganta no le pertenece, no la puede reconocer. Se suelta por inercia, contempla sus manos con timidez y se encuentra con dos extremidades extrañas, que no son suyas.
-¿Qué…- endereza la cabeza y ya no hay nada al frente. La figura que la llamaba ha desaparecido y sólo el blanco manto de nieve permanece inanimado hasta donde la vista alcanza, ahora está sola, fatalmente sola…
-No…ayu…da…- da un par de pasos y cae, se hunde en la gruesa capa de blancos copos, duele… el dolor se extiende a todas partes como una ráfaga.
Morirá, lo adivina y lo confirma, no saldrá nunca con vida de ese desierto de nieve. A su mente llegan entonces los recuerdos, sus amigos, sus aventuras, sus locuras, su amor…
-Mamoru- pierde la conciencia, siente como la abandona con sutileza. Ha llegado el momento de ir a un lugar lejano y desconocido, cielo o infierno da lo mismo…al fin y al cabo estará sola…
-Selene- una voz, angelical y melodiosa, llama a ¿Selene?
-Selene- otra vez, viene de arriba así que debe levantarse, puede ser su única salvación, esa voz.
-¿Quién…-
-Levántate Selene, eres fuerte y tienes un deber. No puedes flaquear ahora que has llegado tan lejos, levántate- fuerza, esa desconocida trata de inflingir fuerza a su corazón. Pero pierde su tiempo, ella no es fuerte ni tampoco poderosa, no lo es…
-Si lo eres, Selene, lucha por lo que está adelante, lucha por aquellos que ya no pueden hacerlo. Lucha Selene- no sabe cómo ni porque, pero de pronto las palabras de aliento que llegan desde el cielo la ayudan a ponerse en pie. Lo primero que hace es levantar la mirada, la lleva al cielo con la esperanza de encontrar a su salvadora.
-Gracias, Selene, gracias por ser fuerte- enfoca la vista a los más alto y apenas si logra distinguir una silueta. Sólo una cosa tiene segura, aquella que la ha ayudado es una mujer de cabellos morados…
-Ahhh…-
Abre los ojos extrañada, pasa las inquisidoras pupilas por todos lados y al fin es conciente de lo que ha sucedido. Un sueño, ha sido sólo un sueño.
-Vaya, que raro- lleva una mano a su frente y comprueba que está bien. Aunque eso no aparta lo real de su pesadilla, aterrador.
-Usagi…- desvía la cabeza de un brusco movimiento, pero sólo se trata de Luna. La negra minina duerme plácidamente sobre la cama, a unos centímetros de sus piernas.
-Debo estar volviéndome loca- sonríe para si y estira los brazos frente a ella, reconociendo esas manos al instante. Han estado con ella toda su vida.
Deja escapar un suspiro de alivio y se recuesta de nueva cuenta sobre la cama antes de cerrar los ojos, definitivamente ha sido un sueño extraño pero no debe preocuparse. Todo va bien, desde la derrota del caos todo ha vuelta a la normalidad, no hay peleas ni enemigos que derrotar. Vive en paz, como debe ser hasta la creación de Tokio de Cristal.
Pero mientras la joven rubia se consuela, una sombra sospechosa ha descendido hasta posarse frente a su ventana. Afuera llueve, los estruendos en el exterior retumban por toda la ciudad y aquel desconocido se moja sin importancia mientras examina el interior de la habitación. Parece buscar algo, no parece tener la intención de entrar.
Su vista se fija entonces en un objeto extraño, se pega más a la ventana para verlo mejor, el broche de transformación que se encuentra sobre la mesita de noche. Satisfecho se pone en pie, estira los brazos y sin esperar por nada más forma un arco con el cuerpo hacia atrás, cayendo del alfeizar, dejando una efímera porción de su presencia que no cualquiera podría percibir.
Cae cual gato de pie sobre el suelo, donde otra figura le espera, con una llamativa capa blanca y un paraguas abierto. Esa persona se acerca rápidamente.
-¿Y bien?- el recién llegado levanta la cabeza y expone un bonito rostro de mejillas sonrosadas, es una hermosa muchacha.
-He conseguido verlo, ahora estoy más que convencida que esa despistada jovencita es la reencarnación de Selene- Ágave, una de las bellas protectoras de Anfítrite es quién estado vigilando a Usagi desde la ventana. Y quien la acompaña no es nadie más que la reina de los mares, quién en ese momento sonríe como nunca...
-Excelente, sabía que no sería muy difícil encontrarla con esto- la reina muestra una replica exacta del broche de Usagi, en su rostro se adivina el placer que todo aquello le causa.
-Mi señora, ¿está segura que hacemos lo correcto?- Anfítrite borra la sonrisa, aunque un atisbo de felicidad permanece en su mirada, en verdad no parece arrepentida de lo que acaban de hacer.
-No hacemos nada malo, sólo vigilamos –
-Pero su plan…-
-Se las consecuencias, pero ha sido Megera quien me ha dado la idea así que no creo que esté mal. Si contamos con su aprobación o hay porque preocuparse- la rubia asiente poco convencida, pero no se atreve a replicar sólo espera que su reina tenga razón y sus acciones no despierten la furia de Némesis.
-Vamos, todavía hay mucho por hacer- ambas se ponen en marcha, Ágave echa una última mirada a la residencia Tsukino antes de aumentar el paso junto a su reina…
Se acerca el invierno, el movimiento de las nubes lo anuncia. Aunque no debería preocuparse demasiado, la estación no es tan severa en Grecia. Sonríe de lado y regresa la cabeza al interior, no se ha percatado en que momento la ha sacado por completo.
-Saori-san- gira la cabeza en dirección a la voz que la llama, una sonrisa sincera reemplaza la anterior, es Seiya quien se encuentra ahí.
-Seiya, pensé que estarías entrenando en el coliseo- el fiel caballero de Pegaso niega con sutileza y se acerca a ella.
-Se tornó aburrido, parece que todos los demás estaban muy ansiosos por entrenar y me han dejado de lado por un rato. No me gusta ser sólo espectador- con un gesto de hombros le resta importancia al asunto y se deja caer sobre un diván junto a la puerta. Se acomoda con pereza.
-Entiendo, aunque puede percibir que todos se divierten allá afuera. Ha sido un hermoso reencuentro- la diosa de la sabiduría se sienta frente a su fiel caballero, aunque no lo exprese con palabras ella también está muy contenta.
-Aunque me gustaría regresar a Tokio, visitar a los amigos allá, pasar un buen rato. Tal vez podríamos llamarlo vacaciones- Saori desvía la mirada antes de responder, por alguna razón esa proposición le parece tentadora.
-Ir todos a Japón, o al menos los que han logrado regresar a la vida- Pegaso asiente sin despegar los ojos de la chica.
-Némesis nos ha dado la oportunidad de ser felices, nos ha regresado a los camaradas perdidos. Eso es motivo de celebración, y sería genial que lo hiciéramos en un lugar tan bonito como Japón- convencer, eso es lo que intenta, porque sabe que Saori no querrá abandonar el templo de buena gana. Aunque esté segura que ninguna amenaza los acecha, ella siempre ha preferido estar alerta.
Pero Pegaso presiente algo, por alguna razón desconocida piensa que una visita a Japón es lo correcto. Es como una premonición, algo está esperándolo con ansias y el no se resistirá por supuesto.
-Tal vez un cambio de escenario nos haga bien, aunque me parece irresponsable dejar el santuario desprotegido- una sonrisa se extiende en la faz de Seiya, ya casi está convencida.
-Marin y Shaina pueden encargarse con el resto de caballeros de bronce y plata. Ya la próxima las llevamos a ellas- se endereza en el diván y expone una encantadora expresión, Saori sólo le lanza una sonrisa para aprobar su proposición. Pegaso se ha salido con la suya.
-Bien, pero tu te encargarás de hacérselo saber a los demás y también avisarás a Marin y Shaina-
-No se diga más- Seiya se levanta a una velocidad extraordinaria y antes de que la diosa pueda decir nada ya ha salido por la puerta. Ella sólo niega encantada y comienza a seguirlo con paciencia, es sólo un niño después de todo.
-Travieso chiquillo- pero antes de que sus divinos pies den un paso fuera de la habitación algo la detiene, una presencia que la incomoda y que a duras penas reconoce.
-Athena- se voltea con brusquedad hacia la ventana, pero no hay nada ahí, sólo aire y aroma invernal. Aunque ella está segura que alguien la ha llamado, alguien que posee una presencia amenazadora y hostil.
-Athena- se sobresalta de mala manera y casi cae al suelo, su mano se ha sostenido a tiempo del pomo de la puerta y la posición en que se encuentra es casi graciosa.
Coloca una mano sobre su pecho y su vista se centra en un pedazo de papel a unos metros de sus pies, algo que no estaba ahí segundos atrás y que exuda un cosmos maligno por todos lados.
-Hades…- es lo primero que pasa por su cabeza, no está segura pero ese cosmos definitivamente parece el suyo, aunque un poco distinto a como lo recuerda.
-Athena- esta vez la voz es conocida, junto a la puerta dos pares de ojos la observan preocupados.
-Seiya, Hyoga- suelta al fin el pomo de la puerta y se acerca con prisas hasta el trozo de papel sobre el suelo. Aunque no los ve sabe que el resto de sus santos se reúnen a espaldas suyas.
Sus manos tiemblan, imperceptiblemente ya que trata de ocultar el temor que de pronto la invade. No quiere que todo vuelva a pasar, sabe que es su deber pero aún así ha sido tan duro en el pasado, se ha sacrificado tanto…
El papel doblado a la mitad la atormenta, pero con valor logra desdoblarlo y comienza a leer en voz alta lo que dice.
"Implacable, seductora y vengadora, las fuerzas de la justicia caerán siempre sobre el que obra mal. Nunca lo olvides Athena."
Una horrible sensación baja por su espina, sabe lo que significan esas palabras, y hasta sabe quién ha enviado ese mensaje. El entendimiento se extiende por su rostro. Cae sobre sus rodillas contra el suelo mientras trata de serenarse.
-Athena, hemos sentido el cosmos de Hades en su habitación, ¿acaso él estuvo aquí?- reconoce esa voz como la de Shura, el santo de capricornio no puede ocultar su preocupación y desconcierto, a ella le cuesta trabajo comenzar a explicarse.
-No… no se trata de Hades. Aunque no por ello es menos grave- toda la orden dorada así como los fieles guardianes de bronce se encuentran ahí, observando a su diosa arrodillada en el suelo, con un mensaje confuso que sólo ella parece comprender. Se lanzan miradas de preocupación entre sí, algo parece ir muy mal.
-¿Quién ha estado aquí entonces?- Athena se pone de pie, con el trozo de papel entre sus blancas manos se da la vuela y encara a sus santos. Debe explicarse y sabe que no será fácil.
-Megera, una Eirinia- algunos transforman el semblante, comprendiendo mientras que otros se muestran igual de confundidos. Parece que tendrá que dar una explicación más extensa.
Pero antes de que siquiera pueda abrir la boca le llega algo desde la distancía, de un lugar familiar. En su mente se forma una palabra entonces…
-Japón- abre los ojos con temor y antes de que ninguno de sus santos pueda replicar da una orden.
-Partimos a Japón de inmediato- se precipita a la puerta y sale con prisas de la habitación, sus fieles guardianes la siguen sin comprender todavía cual es el verdadero problema. Recorren el templo de Athena hasta estar frente a la enorme estatua de la diosa.
-No pueden ir todos, el santuario no debe estar desprotegido- pasa la vista por quienes la siguen y después de un conteo mental se decide.
-Camus, Milo, Saga, Kanon, Shaka, Aioria, Seiya y Hyoga, ustedes vienen conmigo. El resto por favor cuiden del santuario hasta que regresemos- más miradas desconcertadas y un par de protestas, Athena sonríe como puede.
-Por favor, prometo explicarles todo en cuanto pueda, mientras tanto confíen en mí- el silencio se apodera de todos, y en un instante los seleccionados están junto a su diosa, preparados para seguirla.
-Gracias, ahora sólo permítanme hacer los arreglo correspondientes y podremos partir a Japón- todos asienten obedientes y la diosa sólo puede llevar su mirada hacia el cielo, hay luna llena….
