Nada es mío, todo es de Hajime Isayama (obvio, ¿no?).

Advertencia: Fic inspirado en los venezolanos y su peculiar forma para expresarse y actuar.

Y así empezó todo.

La reunión de los recién graduados había concluido al fin... ¡Y yo podía deshacerme de estos malditos zapatos de tacón que me están asesinando los pies!, y que además me hace ver como un rascacielos -ya de por sí, con solo usar zapatos deportivos soy alta, ¡imagínate con tacones!-. ¿Y por qué los llevo puestos si son tan molestos? Simple, porque mi amada y muy cariñosa madre quiso que así fuera (me amenazó con golpearme encantadoramente con la sartén si no obedecía), y aquí estoy, haciendo el último recorrido por el pasillo que lleva a la salida del instituto, con mis zapatos en la mano y caminando como si tuviera una pata de palo en el pie izquierdo. ¡Que atractivo!.

Oh, ¿Mencioné ya que la fiesta de graduación había finalizado? Creo que sí lo hice, así que eso confirma que efectivamente ya salí de la cárcel... ¡digo!, de la preparatoria, y ahora cogeré un nuevo camino: el infierno universitario.

No es que no tenga ánimos de estudiar, todo lo contrario, es solo que me da pereza hacerlo -algo irónico, ya que soy la cerebrito del salón-. Aunque con esta nueva etapa alcanzada puede que mi vida en la nueva cárcel sea mas llevadera.

Solté un suspiro con resignación y bajé mi cabeza a la par que dejaba caer mis brazos a cada lado de mi cuerpo, justo como si fuera una avestruz. ¿Por qué razón existían los profesores, las materias, las universidades y las preparatorias? ¿Quién fue el maldito sin oficio que inventó la educación? Cuando vea a ese desgraciado, juro por mi culo desnutrido que lo mataré.

Seguí con mi camino fantasmal y decidí que la mejor opción que tenía para no verme como un pirata era arrastrar los pies, pero luego me di cuenta de que parezco un zombie con toga. ¡Oh, genial, estamos en Halloween!. Seguí con mi lamentable estado de pesadez en las patas, cuando escuché ruidos raros provenientes del pasillo que conectaba con la entrada a los salones de cuarto año, así que giré el rostro... ¿y a qué no saben que encontré? Si, así es, a mi antigua profesora de biología teniendo sexo duro con el papasito del instructor de educación física. ¡Que oportuno!.

Abrí mis hermosos ojos grises, regalados por Dios y mis padres, y me escondí detrás de un bote de basura para no ser detectada... ¡Algo realmente estúpido porque me queda la mitad de la cabeza al aire!, pero bueno, es lo que pasa cuando te encuentras en una situación semejante.

No sé como hice, pero me las arreglé para esconderme del todo detrás de ese minúsculo bote, con un contenido que desprendía un tufillo putrefacto, e inevitablemente, cuando me acerqué a el para que mi cuerpo no se notara tanto, arrugué mi nariz -un gesto que bien sabía yo era lo mas gracioso que había en este mundo- y sacudí mi mano frente a mi nariz para espantar el olor. ¡Dios, alguien se cagó por aquí!.

Y mientras yo sentía como mi nariz moría a la velocidad del sonido, la "linda y amable" profe de biología se la estaba pasando en grande con mi papi bello... ¡ejem! El instructor de educación física. Puta subconsciente que hace que lo mire como si fuera de mi pertenencia. ¡Es que está tan jodidamente bueno que es imposible no pensar que María Josefa de los Santos Campos -léase, la profesora- es una mujer afortunada!.

Si antes la odiaba, ahora la odio aún más, ¡Por su culpa he quedado traumada de por vida y mi inocencia quedó destruida en un santiamén! Definitivamente eliminaré las fotos que le tomé a escondidas al profe de educación física mientras se cambiaba de ropa.

Pasó como media hora cuando los dos seres se dignaron a acabar con su "encuentro secreto para nada público" con un grito comparable al de los osos cuando se aparean (y no es que halla escuchado a los osos apareándose, ni tampoco es que los halla visto "haciéndolo" en el zoológico cuando tenía seis años, simplemente los comparo con ellos porque fue lo primero que se me ocurrió), se arreglaron las ropas y sus cabellos desaliñados, y cuando se terminaron de largar, pude salir de mi escondite.

¡Argh! Ahora todo a mi alrededor olía a rayos y centellas por culpa de todo el rato que estuve haciéndole compañía al maldito cubo. ¡Si hasta le hablé en voz baja para distraerme de los sonidos estridentes de mis profesores! Cualquiera que me hubiera visto, diría que estaba loca por preferir hacerme amiga de la basura en vez de grabar la fantástica escena que se llevaba a cabo frente a mis ojitos... ¡Oh, mierda, perdí velocidad! Si los hubiera grabado con el celular, y no con los oídos, hubiese podido vengarme de esa vieja arpía con un chantaje jugoso y una suma de dinero aceptable... ¡Rayos!.

Hoy definitivamente no es mi día.

Volví a suspirar y dejé caer de nuevo mis brazos, inclinando la espalda con ellos. Ya estaba comenzando a recuperar mi sentido del olfato y no tenía pecueca*, así que no podía quejarme tanto. Seguí arrastrando mis pies a paso de tortuga, sin prestar especial atención al camino ya que me lo sé hasta con los ojos cerrados -no por nada estudié aquí seis años- y empecé a repasar todos los momentos que había vivido en ese enorme palacio de torturas humanas.

Sonreí al recordar el día en el que los muchachos juntaron fuerzas, y entre todos acorralaron al pobre profesor de historia y lo chantajearon con que si no quería que el director se enterara de que él era un alcohólico, debía darles seis cajas de cerveza y algunas botellas de vodka y ron para hacer cócteles para la fiesta que organizarían ese fin de semana. Al profesor no le quedó mas remedio que aceptar lo que ellos peían y les pidió que lo dejaran ir a la fiesta, recibiendo un sonoro y contundente NO recolectado por todos los alumnos, incluyéndome allí.

También recuerdo como Liam, el típico chico guapo, alegre, amable y rubio de ojos azules que todas quieren con él, a la hora de salida, había detenido al profesor de arte para hacerle unas preguntas sobre la tarea que había mandado a investigar, mientras que su mugre -o amigo inseparable-, James, se había posicionado detrás del docente y le había quitado la peluca que llevaba puesta, revelándole a todo el mundo su hermosa y lustrosa cabeza pelona.

¡O aquella vez! En la que hicieron una batalla de comida en la cafetería y una ración enorme de puré de papas se había estrellado contra la cara del director. Ese día fue épico, ¡Todos los alumnos fueron castigados! Mientras que yo fui la única en salir inmune de aquello por ser la mejor estudiante de todo cuarto año, y lo mejor del caso es que el director nunca se enteró que fui yo quien le arrojó el puré.

Sonreí aún mas. Esos momentos se quedarían conmigo siempre, nunca podré olvidarlos. Miré al frente y noté que el pasillo parecía extenderse en vez de reducirse. Aiss, que fastidio ¡Ya me quiero ir!. Solté un sonido gutural desde el fondo de mi garganta y seguí con mi marcha zombiestica, sin notar que en el suelo había una gran laguna de refresco, así que no me di cuenta cuándo fue que me resbalé hasta que sentí el estrellón de mi culo plano contra el duro suelo. ¡Rayos, ahora me quedaré mas tabla que... que... que una tabla! Dentro de poco mi espalda llegará a los tobillos. Me levanté del piso luego de estar acostada en la misma posición por aproximadamente cinco minutos, y me sacudí la toga con pereza.

Y de nuevo emprendí mi heroica e imposible batalla para llegar a la puerta que me dejaría en el mundo de los seres humanos libres y poco patosos como yo. Sabía que el camino era duro, que el precio de la libertad era alto y que burlar las trampas en el transcurso de mi viaje era prácticamente imposible. Descubrí que el instituto es un enemigo duro de matar, imposible de vencer con armas normales, es un experto en devolver las atrocidades que cometiste en tu paso por esta cárcel... si, ¡Eres un monstruo maldito instituto!.

Y como respuesta a mi exclamación mental, fui agredida por un birrete volador que habían arrojado en mi dirección y que me golpeó directamente en la cara. De la impresión, caminé varios pasos hacia atrás como si hubiese sido impactada por una bala, o como si estuviera haciendo ese famoso paso de baile que consiste en mover el brazo izquierdo y luego el derecho hacia atrás seguido luego por el cuerpo, haciéndolo ver endemoniadamente difícil y en cierto punto, gracioso, bueno así es como me moví. Por lo menos aprendí a bailar en menos de un minuto, pero mi lado positivo de las cosas no detuvo el golpe que me di en la cabeza contra la pared. Excelente, realmente excelente, de por si siempre pensé que estaba algo loca, ahora quedé aún mas de lo que ya lo era antes. Sacudí mi cabeza para deshacerme de mis idiotas pensamientos y miré al culpable de la muerte de mis neuronas, había sido Liam.

Mi príncipe azul de mis sueños encantados me miró apenado y con una mano en la nuca, claro signo de vergüenza. Sus mejillas estaban rojas y tenía la mirada clavada en el suelo. ¡Awww, es tan lindo! "Pero eso no hace que deje de ser un asesino de neuronas" -mencionó mi subconsciente, como siempre arruinando el momento-. Chasqueé mi lengua con fastidio y miré sobre su hombro, asegurándome de que estaba solo... parece que no había sido premeditado (no estaba James allí, eso lo convertía en inocente así que lo absuelvo de todos los cargos). Mi bombón de ensueño se acercó a mi y se agachó para tomar su birrete.

-Eh... lo siento mucho Mikasa, ¿Te hice daño? -preguntó, mirando detenidamente el rosetón que había invadido mi cara-.

Y yo me quedé allí, como idiota sin decirle nada, únicamente admirando su increíble atractivo y estudiando detalladamente el movimiento que hacían sus labios carnosos y rosados para hablarme.

Probablemente pensó que me había causado algún daño cerebral porque abrió mucho los ojos y comenzó a sudar. Me di una cachetada mental y parpadeé un par de veces, recogí mis zapatos que se me habían caído después de dar mi patético paso de baile, y lo miré con toda la naturalidad que pude.

-No te preocupes, Liam, no fue nada grave -contesté, dándole una pequeña sonrisa-.

Liam suspiró con alivio y se acercó más a mi para examinarme el golpe. Puso sus dedos sobre mi mejilla caliente y la acarició con divina suavidad. ¡OMG, OMG, Me está tocando, me está tocando! Sentí como todo en mi vientre se revolvió y se deshizo, y por un momento temí de haberme quedado vacía, mis piernas se transformaron en gelatina pura y mi cara se incendió. ¡Aiss es tan dulce y cuidadoso!.

-Parece que se está hinchando un poco... de verdad lo siento Mikasa -comentó sin atreverse a mirarme a los ojos, mientras que yo me lo comía vivo-.

-Ya, no te preocupes. Está bien.

Él me miró, yo lo miré, y me quedé observando sus ojazos azules como el mar. Sentí como mi corazón se aceleró y mi respiración se agitaba lentamente... y allí fue cuando la hermosa realidad me golpeó con la fuerza de una grúa (o de mi madre con la sartén para ser mas realistas) al hacer que Liam desviara sus ojos de los míos para detallar mis pies descalzos y mi toga malholiente y llena de refresco por los aparatosos encuentros anteriores. Enarcó una de sus perfectas cejas y trató de no esbozar una sonrisa divertida, mientras que yo me moría de la vergüenza. ¿Por qué tuvieron que cambiar los roles?.

-Wow, parece que tuviste una fuerte batalla, eh Mikasa -me dijo con un brillo alegre en sus ojos-.

Me sonrojé con fuerza y sentí diversión al escucharlo decir lo que momentos antes había pasado por mi cabeza antes de ser golpeada por aquel objeto volador ahora identificado. Yo no soy la única que piensa que salir de este lugar es como vivir una ardua batalla... ¡Allí tienes, subconsciente!.

Me removí algo apenada y con una sonrisa me quité la toga para no verme tan patética. Mi vestido negro quedó a la vista, al igual que mis piernas como fideos, y me colgué la enorme tela oscura en mi brazo derecho. Lo miré con expectación y le dije de forma agradable y para nada ofendida.

-¿Estoy mejor así?.

-Mucho -contestó de inmediato y me sonrió. ¡Oh, su sonrisa! Cálmense estúpidas hormonas. Ahh, yo y mi doble personalidad, ya me acostumbré a vivir con las dos-. ¿Ya te ibas, cierto?.

-Si, eso intentaba -contesté, poniéndome en marcha y siendo seguida por él-.

Sonrió y preguntó con curiosidad:

-¿Intentabas? ¿Acaso algo te retuvo?.

Solté una carcajada y Liam me miró extrañado, pero sin perder esa diversión reinante en sus ojos. Sequé una pequeña lagrimita que comenzaba a escaparse de mi ojo derecho y le conté sobre mi fallido intento de abandono al edificio.

-Bueno, verás... ¡Es que es todo tan increíble! Primero, cuando me crucé por el pasillo que conectaba a los salones de cuarto año, me topé con la bizarra escena de la profesora de biología teniendo sexo con el pap... ¡Instructor! De educación física, así que me tuve que esconder detrás de un bote de basura para que no me vieran, lo que hizo que quedara oliendo a mierda -Liam se carcajeó y yo, lejos de sentirme ofendida, me tomé mi tiempo para seguirlo. Cuando las risas disminuyeron, continué-. Después, cuando los profesores se fueron, me resbalé con un poco de refresco que había en el suelo y me caí de nalgas, ¡Y ahora me cachetea un birrete, lo que me hizo aprender a bailar sin tomar clases particulares!.

Liam se rió hasta no poder más. Su guapo rostro se tornó rojo al quedarse sin aire por las carcajadas y yo... pues me reí con él, ¿Qué más iba a hacer, llorar? No, llorar sería fatal estando con mi bombón.

Un minuto después, cuando se hubo calmado lo suficiente, secó algunas lágrimas que salieron de sus ojos y me miró con los ojos brillantes.

-Parece que... ja ja... has atravesado una odisea, Mikasa.

Asentí, dándole la razón y caminé, esta vez sin agachar ni la cabeza ni los brazos, todo lo contrario, iba tan recta como si tuviera un huevo sobre mi cabeza. Liam me miró por un momento, y luego de suspirar me arrebató la toga, el birrete que reposaba sobre mi coronilla y mis zapatos.

-Déjame ayudarte. Te llevaré hasta tu casa para que no sigas pasando malos ratos -ofreció con su característica amabilidad-.

Me sonrojé y negué con las manos y la cabeza frenéticamente. ¡Si mi padre me veía llegar a casa con un chico me montaría EL interrogatorio! Además, no quería causarle problemas con su no... con su nov... ¡Argh, ni la palabra me sale! Bueno, con su eso. Llevé mis manos con dirección a mis cosas mientras me ponía de puntillas y traté de quitárselas, pero ¿a que no saben qué? Si, es mas alto que yo, por muy increíble que parezca, y eso es porque el jugaba como capitán en el equipo de básquet del instituto.

Me sonrió con tranquilidad y aseguró:

-Hey, tranquila, no pienso robarme tus zapatos, creo que no me quedan muy bien.

Sentí ganas de reír pero me mantuve firme. Acerqué de nuevo mi mano hacia mis cosas, pero él las alejó de mi alcance. Maldito niño hermoso y aprovechado.

-No es eso, solo no quiero causarte molestias -contesté, desviando la posibilidad de que en realidad tengo un padre igual de celoso que Inuyasha-.

-No me molesta, además, ¿No quieres terminar de salir del instituto de forma triunfante y sin incidentes de por medio?.

Lo miré con el ceño fruncido y él no abandonó su linda sonrisa en ningún momento. Bien, bien, lo acepto, esa jodida sonrisa me supera, así que suspiré derrotada y le informé con voz extraña:

-Bien, pero te advierto de una vez que mi mala suerte se contagia.

-Ja ja, si claro.

Y de nuevo respondiendo a mi comentario, el mundo conspiró contra Liam y lo hizo resbalarse con una concha de plátano que algún estudiante sin oficio dejó tirada en el piso. Obviamente patinó como un profesional antes de estrellarse con el frío y acojedor suelo, dejando alrededor un sonido sordo y un golpe seco. Parece que se dio duro. Me acerqué a él sin poder retener mi sonrisa y solté una carcajada al ver la concha de plátano sobre su cabeza ¿Cómo había llegado eso hasta allí?. Extendí mi mano, aún riendo, y lo ayudé a levantarse.

-Tú si que tienes una suerte particular -dijo mientras se sacudía el polvo de su toga, con una pequeña curva asomándose en sus labios-.

Asentí con la cabeza y retomamos nuestra batalla para salir de allí.

-Así es, algunas veces está de mi parte, y otras me da la espalda. Así de simple.

Sentí sus ojos taladrando mi rostro, pero yo no lo miré. Los nervios se apoderaron de mi, y allí me di cuenta de que nunca había tenido tanta confianza con nadie hasta ahora, ¡Y era el día en el que todos se despedían para no verse más! Lancé una pequeña miradita de reojo y me pregunté vagamente si me volvería a encontrar con Liam en el futuro. Ojalá así fuera.

Finalmente abandonamos el campo de batalla y ambos miramos el edificio con sentimientos encontrados. Rayos, a pesar de todos los momentos vergonzosos y locos, extrañaría esa cárcel inhumana. Dimos media vuelta y me subí en el auto de Liam,él hizo lo mismo y puso en marcha la bestialidad de su deportivo rojo para llevarme a mi hermoso y protector hogar.

El trayecto fue animado, pude burlarme de su equipo de sonido que solo tenía música disco de los ochenta, y él aseguró, con la cara incendiada, que no sabía como había llegado eso hasta allí. Si Liam, ajá, y te creí...

Cuando empecé a vislumbrar mi vecindario, rogué a todos los dioses habidos y por haber para que Liam me dejará lejos de mi casa, pero de nuevo mi hermosa suerte jugó en mi contra. Liam estacionó el auto justo frente a la ventana en la que mi padre se para para chismosearme la vida... y si, allí, frente al vidrio reluciente estaba el Señor Ackerman de pie, con una mano corriendo la cortina y con la otra puesta en su cintura sin dejar de mirar en ningún momento hacia la calle.

Definitivamente, mi padre como espía se muere de hambre. ¡No disimula ni un poquito!.

Suspiré pesadamente y miré a mi seisi acompañante con una sonrisa llena de agradecimiento.

-Hey, gracias por traerme hasta aquí. Lamento si te causé molestias.

-Bah, nada de eso -miró sobre mi hombro y señaló con su dedo índice discretamente hacia mi casa-. Por otro lado, creo que tu padre te espera.

Puse los ojos en blanco y traté de no sonrojarme. ¡Mi papá es el más indiscreto del mundo!. Asentí con la cabeza y tomé mis cosas que estaban en el asiento trasero del auto, abrí la puerta y cuando la cerré, me agaché para mirarlo por la ventana.

-De nuevo gracias, Liam. Te debo una -prometí con una sonrisa-.

Él se revolvió el pelo y mi corazón dio un salto. ¡Pero que mierda con este tipo! ¡¿No puede ser más sexy?!. Sonrió e hizo una seña con su mano.

-Ya te dije que no es nada, no podía dejar que una chica guapa andara por las calles a esta hora y con esas pintas.

Me sonrojé y me mordí el labio con nerviosismo. Para mí, un halago de esta magnitud regalado por él, es igual que hacer el amor.

¡Maté mi virginidad a los diecisiete!.

-Ahh... yo...

-¡Maldiiiito Maduro! ¡Coño e' su madre con este hijo e' puta! -fueron interrumpidos mis intentos de balbuceos por mi querido vecino venezolano-.

Liam y yo nos miramos con los ojos bien abiertos y vi una chispa de curiosidad en sus ojos azules.

-Es de Venezuela, lo más probable es que le haya pasado algo mínimo (así no tenga nada que ver, le gusta culpar al presidente de su país por todo lo que le pasa, dice que es relajante maldecir a alguien tan... ¿aweboniado? Como él). No te preocupes, es normal que grite así, ya estamos acostumbrados a él y a su escándalo.

Asintió no muy seguro y yo decidí irme porque si no iba a estar toda la noche allí parada como idiota. Me despedí de él con un movimiento de mi mano y caminé hacia mi casa con una sonrisa de oreja a oreja.

Cuando traspasé el umbral de la puerta, de inmediato fui rodeada por los brazos de mi padre, haciendo que soltara la toga, el birrete y los zapatos que se estrellaron con un eco sordo en la sala.

-¡Mikasa, al fin llegas, te extrañé tanto cariño! -exclamó, apretando mas su abrazo de oso-.

-¡Pero si me acabas de ver por la ventana!.

Y como si hubiera dicho una palabrota, mi padre me soltó y me miró con los ojos bien abiertos, en un deplorable intento de parecer ofendido. Llevó su dedo índice a su pecho y frunció el entrecejo con confusión.

-¡¿Yoooo?! No, cielo, creo que necesitas lentes, estás viendo cosas que no son.

Abrí la boca y lo miré con los ojos entrecerrados. ¡No puedo con tanto descaro!.

-¡Pero si te acabo de ver! -aseguré, señalándolo con el ceño fruncido-.

Papá hizo un extraño gesto y negó la cabeza, haciendo que su cabello bailara con el movimiento.

-No hija, seguro que viste mal. Quizás lo que viste fue la sombra de tu madre que acaba de pasar a la cocina.

-¡Pero si yo te...!

Mi alocado padre suspiró y colocó su mano en mi cintura para conducirme al sofá mas cercano -y mi favorito- de la sala.

-Ven, ven, creo que necesitas descansar. Debes estar cansada después de estar toda la tarde en esa reunión, bailando y riendo. ¿Quieres que te traiga jugo de naranja? Si, te lo traeré para que te despeje la mente un poco.

Y sin decir nada, se fue, dejándome con la quijada por el piso. Nunca, nunca le ganaría una a mi padre. Solté una risita y me acosté en el sofá. ¡Me duelen los pies! Definitivamente le haré la cruz a los tacones. Cerré los ojos y suspiré con cansancio. Ahora quisiera estar durmiendo.

Mi madre salió de la cocina acompañada de mi padre y me sonrió al verme en aquel estado de muerte en vida, se sentaron a mi lado y mi papá me dio el jugo de naranja. Mierda, loco ¡Tenía una sed arrecha!. Bebí todo el contenido que cargaba mi vaso y lo dejé en el suelo cuando hube terminado.

-Ahhh, gracias papá, estaba delicioso.

Él me sonrió y miré de soslayo como le daba un pequeño codazo en el brazo a mi madre. Cruzaron una mirada cómplice y mi mamá me habló con una sonrisa demasiado alegre. Fruncí el ceño de inmediato. Eso no pronosticaba nada bueno

-¡Y... dime cariño! -cariño- ¿Cómo te fue en la fiesta!.

Me acomodé en el sofá y coloqué un mechón de cabello detrás de mi oreja mientras cerraba los ojos.

-Bueno, yo...

-¡Te compramos un boleto para que vallas a Alemania! ¡¿Qué te parece?! -exclamó mi padre con felicidad-.

Abrí los ojos desmesuradamente y lo miré con horror. ¿Escuché lo que creo que escuché? ¡¿De qué mierda estaba hablando mi papá, acaso mi madre le había dado un sartenazo en la cabeza?!.

-¡¿Cómo?! -exclamé, sentándome de nuevo en el sofá-.

-Siiii, tienes todos los gastos pagados. Llegarás a un hotel en Múnich donde te hospedarás y estudiarás en la universidad que tienes a la vuelta de la esquina, además, si necesitas empleo, hay muchos centros comerciales a los que podrás ir. ¡¿No es fantástico?! -exclamó mi madre-. Y allá está tu tío Kenny y tu primo Levi, así que podrás visitarlos cuando quieras. Es una gran oportunidad.

Mi padre asintió frenéticamente con la cabeza y yo me quedé con cara de ¿Guatafoc?. ¿Acaso me estaban corriendo? ¡¿De mi propia casa?! ¡¿Pero que tipo de padres son estos?!. Parpadeé un par de veces y mi mente comenzó a maquinar a toda marcha para idear alguna estrategia que me salvara de esta situación.

-Pero, ¿Y si me pasa algo? ¿Y si el avión se cae, o cuando llegue allá me secuestran, cortan mi cuerpo en trocitos y se los mandan por correo para que se sientan mal por

haber enviado a su única hija sola en un viaje tan largo? ¿Y si...?

-Vamos, Mikasa, ya estás grandecita para hacer eso -me regañó mi madre y yo callé-. Piensa en que hacemos todo esto por tu bien. Las universidades de allá son excelentes, ¡Tu primo Levi me lo confirmó! Solo queremos lo mejor para ti, cielo.

Los miré a ambos y noté la seriedad en sus rostros. Suspiré con resignación y dije con voz baja:

-Bien... ¿Cuándo me marcho?.

De inmediato mis padres cambiaron su expresión por una enorme sonrisa y un brillo alegre en sus ojos. ¿Pero qué...? ¡Mierda, saqué la bipolaridad de estos dos!.

-¡Eso es excelente, hija, es la mejor decisión que has tomado en tu vida!.

-¡Es lo único bueno que has hecho por nosotros!... ¡Digo, por ti!.

-¡Y porque eres la mejor hija del mundo...

-Partes mañana mismo a primera hora!.

Si pensaba que querían que me fuera, ahora estoy segurísima de que así es, y si antes tenía la boca abierta, ahora tengo la quijada en el suelo. ¡¿QUE MIERDA ES ESTA?! ¡¿Dónde dejaron a mis padres?!.

Y de nuevo, en la calle, justo al lado de mi casa, se escuchó un grito en un acento distinto al nuestro.

-¡Este mal pario' Maduro! ¡Desgraciiaadoo sin oficiooo! ¡VETE A COGER A TU ABUELA, SUCIO!.

¡Cállate, Brayaann!

Sip, y así empezó todo.

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*Pecueca: hace referencia al mal olor de los pies.

Notas de la Autora:

¡Hola mundis! ¿Qué tal todo? Espero que estén bien.

Como ya vieron, volví con un nuevo y loco fic de SNK, cargado de Ooc para darle un toque gracioso a la historia (por cierto, esta locura está dedicado especialmente a los venezolanos -¡Los amo mis paisanos malhablados!- y a mi fiel seguidora y amiguita, Eikaros). En esta nueva entrega escribiré sobre las personas que viven en mi país, cómo se expresan y cómo se comportan para que se diviertan -no es que seamos payasos para la gente, es solo que somos un poquito... locos :)- y puedan tener una idea de quiénes son los venezolanos de verdad.

Aquí encontraran palabras locas, raras y típicas de venezolanos, por supuesto colocaré su significado para que no se enreden, y muchas otras cosas más que irán viendo mas adelante. ¿Alguien que sea de mi país se rió con el "Maldiiiito Maduro" o "El Brayan"? Yo si, y es porque eso ya es parte de nosotros, es lo normal... me faltó "La Yubirileisy" y "La Yubraska" seguramente las pongo más adelante.

Bueno, cortando el rollo, me despido. Como siempre, están invitados a dejar sus comentarios con sus críticas, sugerencias, opiniones, dudas, si les gustó, si no les gustó, si quieren que continúe, si quieren que deje esta mierda así y me valla a vivir debajo de un puente, etc, etc, etc.

¿Merece la pena continuar? ¡Háganmelo saber xD! Ahora si, ¡Nos leemos pronto!

Los recontramegaquiere:

katy0225.