Era el primer día de clases en la ciudad de Danville. El verano había terminado y el año escolar acababa de empezar. Los hermanos inventores estaban a punto de tener un día largo en su primer día de clases, pero se sentían contentos de las increíbles cosas que habían logrado en el transcurso de aquella época vacacional. ¡No habían desperdiciado casi nada de él! Y en el próximo por venir de ese momento anual posiblemente no sería la excepción. Él último día de diversión había sido prácticamente el mejor día que habían tenido de aquella estación.
Ahora era el mes de Agosto, y los días terminarían siento tanto insufribles como largos. Al ver cómo entraban ellos por los corredores de su escuela, notaron que esa felicidad poco a poco se les iría olvidando, recordando la posible cantidad de tarea que tendrían.
Phineas y Ferb habían aprovechado cada día, pero no eran tan descuidados como para no hacer su tarea en el transcurso del momento, posiblemente un gran milagro; eso podría ser la primera pregunta que su maestro o maestra haría.
Caminaban por los pasillos de la escuela, con una mirada sin ánimo, posiblemente expresando algo de aburrimiento antes de que éste mismo empezara.
—Ay, Ferb—Comentó el pelirrojo con cabeza triangular luego de dar un suspiro leve—. Creo que pudimos haber hecho algo mejor para el verano. ¡No sé! Algo que nos hiciera estar satisfechos con lo que hemos hecho. Todo estaba tan bien ayer, que pensé que no haría falta nada más y que estaríamos listos para la escuela, pero al parecer resulta tooodo lo contrario, hermano.
Como respuesta, su hermano de particular cabello verde no había comentado nada al respecto, pero su mirada de reojo hacia su hermano, y su mirada al suelo, la cual dio después, hacían ver que comprendía a la perfección a Phineas.
Seguidamente, en su mismo pasillo y dirigiéndose a los hermanastros estaba ella, la adorable niña de cabellos negros y moño rosa; piel blanca, vestido desmangado del color del moño y de tierno semblante. Sus medias blancas ocupaban casi la mitad de sus pantorrillas, las cuales eran igual de delgadas que el resto de su cuerpo. Dentro del mismo vestido, una blusa blanca se ocupaba de cubrir las partes desmangas que dejaba expuestas el mismo; y el centro se encontraba adornado con una correa de hebilla en forma de circunferencia y ambas completamente de color morado.
No lo parecía físicamente, pero más que nada, tenía una gran preocupación.
—Hola, chicos—les saludó—. ¿Qué están ha…? —De repente, se dio cuenta de que ni siquiera hacía falta preguntar. La costumbre diaria de preguntar tiernamente por las acciones de los hermanos ya no tendría sentido. ¡Sabía lo que estaban haciendo! Entrando a su primer día de clases— ¿Saben qué? Preguntar eso en el primer día de clases ya ni siquiera tiene sentido, siento que perdí la magia. —Comentó mientras entrecerraba sus ojos.
A lo que su amigo Phineas, le respondió:
—No te culpamos Isabella—Se sentía hasta incómodo el no poder escuchar con lógica la pregunta que ella hacía como parte de su rutina, parte de la rutina del grupo—. Creo que nosotros también hemos perdido la nuestra. Ya entro aquí y se me va la inspiración para hacer alguna máquina por más sencillo que parezca. No sé de Ferb.—mencionando aquello, miró a su hermanastro, quien asentía simplemente.
Isabella Garcia-Shapiro, actualmente una de las amigas más cercanas a Phineas y Ferb. Desde que tiene recuerdos, su mayor deseo siempre fue el primero de los hermanos. Se encontraba dispuesta ayudarle aún siendo su amiga, con una enorme y soñadora esperanza de que pudiese verle en algún momento como algo más, sin importar lo que tuviese que esperar. Cómo ansiaba un día encontrarse en el momento adecuado, y así encontrar una forma de decirle lo que verdaderamente siente de forma inmediata, aunque los momentos donde estos se encontraban solos eran una pequeñez comparados con las interrupciones que no le permitían dar un avance a expresarse.
Aquel ambiente en ese día no era uno de mucho agrado para sus compañeros y el resto de las personas en la escuela de los protagonistas. Isabella ahora no sabría cómo pedirles a sus amigos si podrían hacerle un favor, por lo que simplemente les preguntó.
—Oigan, ¿y ustedes ya hicieron su tarea?
—Hace tiempo—Respondió el pelirrojo sin alguna expresión en su cara—¿Por qué? ¿No la hiciste? —No le sorprendía, pero no por la irresponsabilidad, sino porque aparte de ella, muchos otros alrededor parecían igualmente preocupados. El verano fue tan interesante en las vacaciones, que muy pocos fueron quienes procuraron asegurarse.
—Um…Bueno, pensé que podrían ayudarme en algo—volvió y comentó—. Pero entiendo si no pueden hacerlo.
Phineas había fruncido el entrecejo hacia arriba. Quería ayudarla, pero no podía, ni siquiera tenía lo necesario para crear algún artefacto que no sólo le ayudara a ella, sino también al resto de quienes necesitaban dicho artefacto.
—Lo siento mucho, Isabella—Enseguida, abrió su mochila, para ver si de casualidad hubiese algo que pudiera ayudarle—. Los proyectos que Ferb y yo hicimos y los únicos que no han sido destruidos están en casa. ¡No tenemos nada! Ni herramientas, ni utensilios… Nada —Dijo aquella última palabra en un tono ligeramente triste— Creo que todo lo que queda por hacer es estar como si nada hubiera pasado.
—Bueno, yo nunca olvidaré lo que hicieron, chicos—Isabella, sacó una esplendorosa sonrisa de su rostro. De ahí, recordaba cada momento en que cada día de verano, su amor soñado y su hermano hacían grandes cosas y siempre se presentaba alguna idea creativa—. Y tampoco será la última vez que hagan algo genial, aún queda diciembre y el último verano antes empezar el nuevo año escolar.
Aún quedaban muchos veranos para disfrutar y aprovechar el momento, y cada día de diciembre contaba. Ferb se ponía a pensar en su hermana, a pesar de no haber dicho una palabra en toda la escena, también se preguntaba: ¿Qué va a ocurrir con Candace? Aquella chica había tenido un final feliz con su novio británico Jeremy desde hace tiempo, pero no había podido lograr el objetivo, ¿Qué pasaría con ellos si en próximos veranos llegarían a ser descubiertos de nuevo?
Las clases igualmente habían empezado en la preparatoria. Los estudiantes entraban como el primer día normal en clases, cualquier detalle contaba en días como esos.
—Y oye… —Decidió Candace cambiar de tema con su amiga de raíces asiáticas Stacy, mientras hablaban de varias cosas luego de que, llegaran y se saludaran como amigas que eran— ¿Estás segura de que esto de traer la tarea puede pasar?
—Por favor, Candace—Respondió, mirando sobre sí con pesadez—. Los maestros en el primer día de clases sólo se dedican a hablar de su vida privada y preguntarnos lo que hicimos en el verano. ¿Quién corrige tarea el primer día de clases?
—Sí, tienes razón, Stacy—ambas empezaban a caminar, poco a poco acercándose a Vanessa.
Vanessa, de cabellos largos y castaños; ojos azules, cuerpo delgado y curvilíneo, labial fucsia y atuendo completamente en negro. Tenía la rara suerte ser la hija con gustos góticos de Heinz Doofenshmirtz, un ex-científico alemán que trabajaba anteriormente como un desconocido y poco influyente científico cuyos ideales y proyectos que realizaba, eran basados e inspirados en situaciones de desprecio paternal que formaron una rigurosa herida en su infancia.
La relación de padre e hija era rígida con desinterés en tiempos previos, y ni hablar los frustrados planes que fracasaban debido al sobre-esfuerzo y empeño del mismo en llenar el vacío que
—. Pst, ¿Duh? ¿Quién corrige tarea en los primeros días? —Comentaba en tono de burla, hasta que se encontraron con su compañera. Al parecer ambas estaban en la misma preparatoria—Oh, hola, Vanessa. ¿Qué tal?
—Ah, todo bien—Contestó la castaña de ropas negras, con una ligera sonrisa en su rostro— ¿Lista para aprender todo acerca de la vida privada de los maestros?
—¿Qué se puede esperar? Es lo único que hacen—Las tres habían reído con el chiste—Por cierto, ella es mi amiga Stacy.
—Un gusto. —Mantuvo su ligera sonrisa.
—Igualmente. —contestó la otra amiga de la pelirroja para luego estrechar sus manos.
—Por cierto, ¿Qué crees que esté haciendo tu padre ahora? —Candace preguntó
Al recordar aquello, Vanessa se había puesto un poco triste, ¿Cómo no? Lo que le sucedió a su padre recientemente podrían cambiar las cosas para ella. Pero igual, también creía que se lo tenía merecido, esta vez se había ido bastante lejos como para ser un villano que ni ella misma tomaba enserio.
—Creo que está en donde debe de estar.—Respondió la gótica, dejando con miradas confusas a ambas amigas.
Después de la pequeña charla, habían sonado las campanas para empezar la primera sección de clases.
—Supongo que debemos irnos a clase. Las veré luego—Comentó finalmente, despidiéndose y siguiendo sus pasos de camino a su aula correspondiente.
Stacy, pensaba en preguntarle por lo que creería que podrían estar haciendo sus hermanos, sin embargo, Candace había decidido no prestarles atención. Finalmente creería que sería un día perfecto para ella, pues los mismos no podían hacer nada estando en la escuela. No serían capaces ni de construir o aportar alguna idea correspondiente a sus actividades de verano. Claro, que Candace había pasado el mejor de este junto a sus hermanos, pero por una vez quisiera que su madre viera lo que hiciesen.
En tanto a los chicos, el trío entró a las aulas para encontrarse con un grupo de chicos entusiasmados por verlos. ¿Cómo no habría de ser posible? Phineas y Ferb no sólo habían mejorado el verano para sí mismos, sino para muchos niños de su vecindario y en muchos lugares del Área Limítrofe. El dúo de hermanastros había sonreído ante los halagos que había entre la pequeña multitud del salón, mientras que su amiga Isabella se dedicaba a darles algo de espacio y dirigirse a su silla.
Esperaba que Phineas finalmente pudiera verla y que se sentara a su lado. Quería avisarle de ello, pero al parecer el pelirrojo no podía tan siquiera lograr escucharla, mientras éste les devolvía las gracias a sus compañeros de clases, diciéndoles que ellos igualmente ayudaron a hacer el mejor verano posible; sin embargo, Ferb no había comentado tan siquiera una palabra. Ellos les preguntaban a los hermanos si podían ocupar asiento al lado de alguno de ellos, por lo que Phineas volvió a responder, y comentó que no hacía falta, agradeciendo por la petición al final.
Isabella por fin había logrado llamar la atención de su amado pelirrojo.
—Oh, Phineas.
— ¿Sí, Isabella? —Contestó él con una sonrisa propia de sí mismo.
Isabella presentaba una actitud un poco tímida, costándole el tratar de hablarle.
—Em… Yo… quería saber si… ¿Querías sentarte a mi lado? Guardé un asiento para ti—Comentó con una voz tierna, y un tono bajo de vos, plantando en su cara una pequeña mirada de súplica, algo más que Phineas aún no notaba.
— ¡Claro! —Volvió y contestó alegremente— ¿Por qué no?
El pelirrojo se sentó a su lado, tal como lo pidió. Isabella volvía a sentir una de esas sensaciones especiales cuando estaba cerca de Phineas. Nuevamente imaginaba en su mente cómo sería un futuro entre ellos, y la forma en la que sus esperanzas con él se renovarían.
—Oye, Isabella—el chico se cruzó de brazos y puso los codos sobre su escritorio, para luego mirar a su compañera—; a pesar de no poder ayudarte de la forma que más me gusta ¿por qué no lo hacemos de forma tradicional? —Sonrió— ¿Quieres que te ayude con tu tarea?
¡Este día no podía ser mejor para ella! Sus mejillas se sonrojaron por un momento, y se sentía emocionada, aunque trataba de no hacerlo visible.
—Seguro. —contestó ella normalmente.
— ¡Genial! Trataré de ayudarte en lo que pueda. Sólo tenemos cuatro minutos antes de que la maestra llegue.
